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Cambio climático: la geología contra el dogma

Un grupo de científicos y científicas del Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC responde al artículo negacionista publicado recientemente en la revista editada por el Colegio Oficial de Geólogos.
Cambio climático: la geología contra el dogma
Inundaciones recientes en la Comunidad Valenciana. Las aseguradoras dejarán de cubrir los daños por las DANA al ser ya "episodios normales". Foto: REUTERS/Eva Manez.

Desde que en 1856 la científica estadounidense Eunice Foote publicara su artículo Circunstancias que afectan al calor de los rayos solares, es conocido el efecto que producen gases como el dióxido de carbono (CO2) o el vapor de agua de la atmósfera en el clima. Foote, además de activista por los derechos de las mujeres, fue una excelente científica que sentó las bases de lo que hoy conocemos como efecto invernadero. De hecho, inició sus experimentos buscando una explicación al clima cálido del Carbonífero, periodo del Paleozoico que comenzó hace 400 millones de años con más de 1000 partes por millón (ppm) de CO2 en su atmósfera –solo por dar una referencia, hoy nuestra atmósfera tiene cerca de 420 ppm–.

Quizá parezca una obviedad al lector, pero la concentración de CO2 en la atmósfera durante el Carbonífero no es compatible con la vida que hoy conocemos, no solamente en las formas de vida diferentes a la nuestra, si no en nuestro modo de vida en general. No está de más recordar que lo que hizo que esos niveles tan altos de CO2 hace 400 millones de años se redujeran, fue la enorme captura de carbono por parte de los bosques carboníferos que, más tarde, dieron lugar a buena parte de los depósitos de carbón que explotamos hoy en día. En apenas unas décadas estamos devolviendo a la atmósfera ese CO2 que tardaron en secuestrar los bosques carboníferos varios millones de años

El clima de la Tierra ha cambiado desde su formación hace 4.500 millones de años, y hay procesos naturales bien conocidos que provocan esos cambios interaccionando entre ellos de una forma compleja. Son así desde los parámetros orbitales que empezó a describir el matemático serbio Milutin Milankovitch a principios del siglo XX hasta los cambios en la actividad del sol que vienen, en parte, marcados por el número de manchas solares o las erupciones volcánicas que provocan oscurecimiento de la atmósfera y la inyección de gases como el dióxido de azufre (SO2).

Y de sobra sabemos también qué influencia tiene el CO2 en el clima. Los experimentos de Eunice no fueron más que el inicio de esa línea de investigación. Ahora, y en parte gracias a los esfuerzos de cientos de personas dedicadas a la paleoclimatología –muchos de ellos geólogos y geólogas–, hemos podido cuantificar, con un nivel de detalle magnífico, el CO2 que había en la atmósfera en tiempos pasados gracias a sondeos de hielo obtenidos en la Antártida. El proyecto que llevó a cabo esos sondeos de hielo, EPICA, supuso un hito en el conocimiento del clima del pasado pues consiguió recuperar cientos de metros de hielo que se habían formado en los últimos 800.000 años, en busca de una situación ambiental comparable a la existente durante el desarrollo de nuestra propia especie.

No solo se detectan claramente los cambios de temperatura de los últimos ocho ciclos glaciales e interglaciales, sino que esas subidas y bajadas térmicas concurren con los valores de CO2. Esa relación causa-efecto entre CO2 y temperatura es por tanto incontestable y obedece al bien conocido efecto invernadero que produce el aumento de CO2 en nuestra atmósfera debido a sus características moleculares. Además, a partir de esos sondeos de hielo, se evidencia de un modo irrefutable que el CO2 de la atmósfera de los últimos 800.000 años nunca (insistimos, nunca) superó los valores que hemos alcanzado con nuestra industrialización. Resultados tan importantes como los derivados del proyecto EPICA –que no se nombran en el artículo de Tierra y Tecnología citado arriba– motivan que los informes del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) siempre cuenten con un capítulo dedicado al clima del pasado que permite, entre otros aspectos, contextualizar debidamente el cambio climático actual. Éste y el resto de capítulos de los diferentes informes que el grupo de especialistas ha presentado desde su fundación han sido elaborados por científicos y científicas que someten sus resultados a una dura revisión por pares y que dedican, además, parte de su tiempo a rebatir los muchos mitos climáticos que extiende el negacionismo, sin ningún tipo de base científica seria. 

Ante estas evidencias, y contando con un 99,9% de la comunidad científica de acuerdo en atribuir el origen del calentamiento global de nuestros días a la quema de combustibles fósiles, resulta desmoralizador que se sigan publicando opiniones como las vertidas por el geólogo Enrique Ortega Gironés en sus artículos. Son solo opiniones, no evidencias científicas, y además no tienen en cuenta los avances del conocimiento y tergiversa las excelentes investigaciones acumuladas durante las últimas décadas.

Más preocupante aún es que el Ilustre Colegio Oficial de Geólogos, a través de su revista Tierra y Tecnología, dé cabida en su revista a artículos de este tipo, cuyo objetivo final no es la discusión de los argumentos sobre teorías y métodos científicos o la contrastación de los datos, sino la descalificación de miles de personas que ponen su esfuerzo y sabiduría en pro de la ciencia y que, de un plumazo, son convertidos en dogmáticos seguidores al servicio de intereses ocultos. Nada más lejos de la realidad. Las geociencias, probablemente más que otras disciplinas, han proporcionado evidencias contundentes de los cambios climáticos a lo largo de la historia de la Tierra, del papel crucial del CO2 en las grandes extinciones del pasado y del impacto de las actividades humanas en el calentamiento global, los ecosistemas, los ciclos biogeoquímicos y los procesos actuales.

La geología, precisamente, nos ha dado una idea más clara de los límites de habitabilidad del planeta en el pasado y de los riesgos de la actual crisis climática y ambiental. Para quien quiera información veraz, contrastada, sobre lo que sabemos del actual cambio climático en comparación con los cambios del pasado –y de lo que ignoramos, porque la ciencia también nos aporta los límites del conocimiento– puede acercarse a los documentos oficiales de las principales organizaciones científicas del mundo (AGU, EGU, NOAA), totalmente desvinculadas de presiones económicas y formadas por trabajadores y trabajadoras que no dependen de intereses ajenos. Esto es, razón geológica, frente al dogma de los que niegan el impacto del uso de los combustibles fósiles en el Planeta.  

El interés que se pone desde algunos sectores en negar la situación de emergencia climática en la que nos encontramos aduciendo al supuesto debate –inexistente– que hay en torno al cambio climático en la comunidad científica, nos alerta de los poderosos intereses financieros que hay detrás. Estas opiniones, no sustentadas por las evidencias científicas, deben chocar con nuestro profundo rechazo y nuestra firme convicción de la necesidad de actuar y abrazar un decrecimiento planificado que nos lleve a reducir la concentración de CO2 en nuestra atmósfera y nos permita salir de la emergencia climática global en el plazo establecido en el Acuerdo de París.

Como muy bien saben las personas que se dedican a la ciencia de la geología, entre ellos el autor de la citada publicación, el clima está cambiando, los recursos son finitos, la humanidad ha alterado el planeta acercándonos al límite de no-habitabilidad para muchas especies y nos quedamos sin combustibles fósiles en pocos años. Si queremos salir de esta situación no es momento para aplazar la toma de decisiones ni para dogmas, ni medias verdades, ni fake news. Nos toca, sí o sí, un cambio de rumbo como sociedad y como especie. Y frente al mantenimiento del status quo que se oculta bajo el dogma de «no somos responsables», «hay recursos suficientes», o «ha pasado otras veces», nos quedamos con la razón ilustrada de la geología, y de todas las ciencias que contribuyen al conocimiento del cambio climático actual, que iluminan mejor un posible camino a seguir.

Ana Moreno, Graciela Gil-Romera, Penélope González-Sampériz, Jorge Pey y Blas Valero-Garcés, científicos y científicas del Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC expertos en Paleoclima y Paleoecología, trabajadores desvinculados de presiones económicas y cuyo trabajo no depende de intereses ajenos.

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COMENTARIOS

  1. El grito «Salvar el Pirineo» llega hasta Madrid.
    La PDMA, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/Birdlife y WWF emplazan al Ministerio español de Industria y Turismo por la posible adjudicación inadecuada de los Fondos Europeos de Recuperación.
    Con pancartas alusivas a «Salvar el Pirineo» y «Proteger el valle alpino oscense de Canal Roya-Anayet» las organizaciones citadas han entregado una requisitoria urgente al Ministerio para que explique la adjudicación de Fondos Next Generation a proyectos de ampliación e interconexión de las estaciones de esquí, en el Pirineo aragonés, de la empresa Aramón. «Dichos proyectos de unión de estaciones, de propiedad privada en dos casos, incumplen el requisito impuesto por la Comisión Europea de no causar daño al medio ambiente o al paisaje», han advertido desde la capital castellana.
    «Los proyectos de ampliación de las estaciones de esquí del Pirineo aragonés en absoluto se atienen a los objetivos marcados por Europa para el uso de esto fondos de recuperación. No generan ninguna estrategia de lucha contra el cambio climático (en muchos casos provocarán el incremento de las emisiones de efecto invernadero), no están encaminados a progresar en procesos de digitalización y comportan graves afecciones sobre el territorio», han recordado.
    A juicio de estas organizaciones, especialmente graves son las declaraciones del Secretario de Estado, en junio pasado, «en las que se comprometía a financiar la llamada Unión de las Estaciones de Esquí de Astún y Formigal a través del valle virgen de Canal Roya». «Ya fue advertido en tiempo y forma que dicho paraje está incurso en un Plan de Ordenación de sus Recursos Naturales que excluye radicalmente cualquier tipo de obra hasta culminar el proceso de declaración del Parque Natural de Anayet», indicen.
    Se ha producido la dimisión del citado Secretario de Estado de Turismo sin haber cumplido su compromiso de reunirse con las organizaciones ecologistas y medioambientales. Tras la designación de la nueva Secretaria de Estado de Turismo, Rosana Morillo, exigen por registro la celebración de la comprometida reunión con las organizaciones solicitantes acompañándola de esta protesta ante el Ministerio «por los compromisos incumplidos y por la gravedad de comprometer fondos europeos a proyectos manifiestamente insostenibles».
    Este domingo, con motivo del Día Internacional de las Montañas, la PDMA (Plataforma Defensa Montañas de Aragón) volvió a recordar la grave situación que amenaza con la unión de estaciones a uno de los lugares más importantes del paisaje aragonés: Canal Roya.
    https://arainfo.org/el-grito-salvar-el-pirineo-llega-hasta-madrid/

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