Etiquetas:
Ya ha pasado algo más de una semana desde que se dieron cita en la sede de la ONU en Nueva York decenas de jefes de Estado, agentes sociales y representantes del sector privado. Los discursos que se pronunciaron en la Cumbre sobre la Acción Climática se centraron en la necesidad de actuar de urgencia para mitigar las emisiones y adaptarse a la crisis climática. Sin embargo, los compromisos, lejos del anuncio milagroso que algunos esperaban y dentro de lo previsible para otros, fueron en su mayoría escasos; un refrito de objetivos ya anunciados con anterioridad y que siguen sin producirse.
Más allá de su cuestionable éxito, esta cita internacional ha vuelto a dejar sin tocar lo que muchos consideran la raíz de todos los males, responsable máximo del calentamiento global: el sistema capitalista. Sobre ello versa el último informe presentado por Ecologistas en Acción. Titulado Caminar sobre el abismo de los límites: políticas ante la crisis ecológica, social y económica, el documento analiza lo que consideran el inicio del agotamiento de los recursos energéticos y materiales. Un paisaje, presente y futuro, que entronca con la actual emergencia climática y ecológica que vive el planeta.
En mayo de este año, la Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES, en sus siglas en inglés) publicaba un informe cuya conclusión era clara y directa: el crecimiento del sistema económico amenaza con la extinción de una de cada ocho especies y de la propia civilización humana. Según el estudio de este organismo dependiente de la ONU, un millón de especies animales y vegetales se encuentran en peligro de extinción, es decir, alrededor de una octava parte del total. Así, se confirma que el ritmo de extinciones del último medio siglo no tiene precedentes desde que el ser humano está en el planeta, y asegura que los cambios necesarios para revertir la situación tendrían enfrente la oposición de intereses privados.
En este sentido, el informe de Ecologistas en Acción sostiene que «la espiral del crecimiento y el desarrollo infinito han tocado techo», y señala que «el decrecimiento material no es una hipótesis, sino una realidad que, nos guste o no, se está concretando». Para ello, es fundamental el factor tiempo, el cual, consideran, juega en nuestra contra. Se antoja, pues, necesaria una transición ecológica y energética donde las renovables y el decrecimiento económico deben ser los pilares básicos sobre los que se sustente la transformación.
Para reforzar lo expuesto en el estudio, el grupo ecologista organizó esta semana una visita por varias localizaciones claves de la ciudad de Madrid que ayudaran a «entender la situación de colapso ecológico, social y económico a la que se encamina la sociedad». Desde aquellos que más contribuyen a la crisis climática hasta modelos sostenibles que sirven como ejemplo para llevar a cabo otro estilo de vida socioeconómica.
Acabar con el actual modelo energético
La energía es un sector clave en el desarrollo actual de nuestras sociedades. Madrid, concretamente, cuenta con tres instalaciones de hidrocarburos –en total, en España hay 29–, propiedad de Compañía Logística de Hidrocarburos (CLH), gestor de la red de oleoductos española. Para conocer esa realidad, Ecologistas en Acción ha puesto como ejemplo la situada en Villaverde, con una capacidad de almacenamiento de 176.295m3.
Según Tom Kucharz, de Ecologistas, la media de consumo de combustibles fósiles de cada persona en España es de 10 barriles de petróleo al año, es decir, 1.590 litros. Un dato que, asegura, no es igual en toda la sociedad, reflejo de que “hay personas que sufren la pobreza energética mientras otras viven por encima de sus posibilidades”. Para el miembro de la organización, “esta compañía simboliza la mayor contradicción entre la emergencia climática que vivimos y la dependencia de nuestro sistema económico a los combustibles fósiles”, y considera que se debería “juzgar a las empresas petroleras frente a diferentes tribunales nacionales e internacionales” por “crímenes de lesa humanidad vinculados al cambio climático”.
Tal como señala el informe Big Polluters in Spain 2019, del Observatorio de Sostenibilidad, solo 10 empresas son las responsables del 62% de las emisiones fijas y de un 25% del total del país. En el caso de las petroleras, Repsol-Petronor es la segunda compañía que más contribuye al cambio climático, con 10,6 millones de toneladas de CO2eq emitidas, un 3% de las totales. Cepsa, por su parte, ocupa el sexto puesto, con 4,6 millones de toneladas de CO2 equivalente. Como asegura el estudio y recoge El Salto, esto se debe a que las petroleras “han iniciado la senda hacia la descarbonización de una forma muy débil”. A escala mundial, Saudi Aramco es el mayor proveedor de petróleo del mundo, hecho que le valió para lograr unos ingresos netos de más de 98 mil millones de euros. Es, además, la que más toneladas de gases de efecto invernadero (GEI) ha emitido entre 1988 y 2015, como concluye el informe Carbon Majors Report 2017.
Unas grandes compañías que también hacen una importante labor de lavado de imagen. De acuerdo al trabajo de Influence Map, petroleras como ExxonMobil, Shell, Chevron, BP o Total han gastado desde el Acuerdo de París de 2015 más de 900 millones de euros en estrategias de lobby.
«Nuestro modelo energético se muestra completamente insostenible», con «altísimos costes ambientales y sociales», denuncian desde Ecologistas en Acción. Siguiendo datos de 2015 de organismos públicos europeos, la energía es responsable del 78% de las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que el transporte de un tercio. Ante este horizonte, es imprescindible «apostar por un nuevo modelo energético sustentado por energías renovables y que responda a la premisa de justicia social y ecológica», rematan desde el grupo ecologista. Para ello, la organización propone un «modelo energético descentralizado, democrático y participativo que apueste por el ahorro y la eficiencia energética, así como la autoproducción de energía de manera colectiva», como es el caso de las comunidades energéticas, las cooperativas de energía renovable o los proyectos participados de manera colectiva.
Repensar el modelo de alimentación
Otro de los escenarios donde Ecologistas en Acción ha puesto el foco, en el caso de Madrid, pero extrapolable a otras ciudades, es Mercamadrid. A este enclave, que visitan cada año más de 4 millones de vehículos, se accede pasando previamente por suelo privado, propiedad del Consistorio de Transportes de Madrid (CTM) tras superar una especie de control de peaje. El objetivo de visitar este sitio, en palabras de Adrián Almazán, especialista en Agroecología y nuevas ruralidades de la ONG, es “mostrar el impacto de la producción de alimentos y analizar el modelo de agricultura industrial actual”.
En agosto, el IPCC publicaba un informe especial titulado El cambio climático y la tierra, donde ponía de manifiesto cómo una mejor gestión de la tierra puede contribuir a hacer frente al cambio climático. Esto implica, entre otras cosas, la necesidad de replantear las actuales dietas y modos de producción debido al deterioro que sufren las tierras, así como las altas emisiones que producen estas actividades. Según el estudio, el 37% de los gases de efecto invernadero producidos por el ser humano están asociados a la producción mundial de alimentos. Además, entre el 25% y 30% del total de esos alimentos producidos en el mundo se pierde o se desperdicia, problemática que agrava la crisis climática.
«El paso de una lógica de la subsistencia, característica del mundo campesino e indígena, a una lógica capitalista del beneficio, encarnada en el modelo de monocultivos extensivos, se ha combinado con el nuevo orden globalizado para construir un modelo alimentario ineficiente, dependiente del transporte barato a grandes distancias, derrochador y devastador para los suelos y para las comunidades humanas», denuncian desde Ecologistas. Como alternativa, proponen la agroecología, con la que pretenden «romper de raíz este círculo infernal poniendo en el centro una máxima fundamental: vivir de lo que tenemos cerca, sin injusticia y de manera sostenible».
Un ejemplo de esta práctica es El fogón verde, el primer restaurante agroecológico, vegetariano y cooperativo en Madrid. Uno de sus fundadores es Serigne Mbaye, de origen senegalés. Se considera un refugiado climático: las sequías, estaciones impredecibles y altas temperaturas hicieron que su modo de vida, el campo y la pesca, se vieran gravemente alterados, por lo que decidió embarcarse en una patera con unos amigos dirección a Europa.
Solo en 2018, según el Centro para el Monitoreo del Desplazamiento Interno, 17,2 millones de personas se vieron obligadas a huir dentro de sus propios países debido a desastres y peligros relacionados con el clima. De enero a junio de este año, este mismo organismo concluye que 7 millones de personas han tenido que desplazarse como consecuencia de más de 950 eventos climáticos extremos.
Climas y fenómenos extremos que ponen en serio peligro los derechos humanos, como advirtió recientemente la ONU. Un informe del relator especial para los Derechos Humanos de la organización, Philip Alston, afirma que el planeta está en peligro de adentrarse en una situación de “apartheid climático”, en el que el calentamiento global afectará no solo a derechos básicos como el derecho a la vida, sino también pondrá en riesgo la democracia y la ley.
Hogares: presente y futuro
En la actualidad, la mayor parte de las edificaciones se construyen usando el hormigón armado y el ladrillo, ambos fuertemente dependientes de combustibles fósiles para su fabricación. De acuerdo a datos de la Unión Europea, los edificios son responsables de aproximadamente el 40% del consumo de energía y el 36% de las emisiones de CO2 en la UE, lo que los convierte en el mayor consumidor de energía de Europa. Además, alrededor del 35% de los edificios de la UE tienen más de 50 años y casi el 75% del parque de edificios es ineficiente desde el punto de vista energético.
Frente a este modelo insostenible, surgen dos posibles soluciones. Por un lado, aprovechar las viviendas vacías para no generar más emisiones en las labores de construcción de nuevas edificaciones. En el caso de la Comunidad de Madrid son 263.000 las casas sin nadie viviendo en ellas, dato que se contrapone a los más de 10 millones de toneladas de materiales para la construcción que se usaron en 2015. Por otro lado, está el modelo de viviendas «ecológico y socialmente responsable», defienden desde Ecologistas. El ejemplo que ponen: la cooperativa Entrepatios.
El próximo verano, 17 familias de la capital se mudarán a la primera cooperativa de viviendas en cesión de uso de la ciudad –donde las personas inquilinas no son propietarias de la casa ni pueden sacar rédito económico de ella–. Todo el edificio es de madera, evitando el PVC. Además, minimizan el consumo de energía mediante la reutilización del agua, el uso de sistemas de gran aislamiento y la instalación de placas solares. En total, cada familia ha pagado 60.000 euros iniciales por el derecho de uso del hogar, a lo que se suman cerca de 700 euros mensuales para devolver el crédito que pidieron para construir el solar y el edificio. Asimismo, al ser la propia cooperativa dueña del lugar, impiden que cualquier agente político o fondo buitre pueda especular con sus viviendas.
Todos estos ejemplos, de causas y consecuencias de un calentamiento global cada vez más en aumento evidencian la actual emergencia climática. Una emergencia que, como cita el libro ¿Qué hacer en caso de incendio? Manifiesto por el Green New Deal (Capital Swing, 2019), es el síntoma de una enfermedad llamada capitalismo. Sus autores, Héctor Tejero y Emilio Santiago, defienden que «una de las claves para ganar es conectar ecología y deseo: la sobreabundancia material producida como lo hace el capitalismo, que obliga a reducir a tan poco la mayoría de las vidas, destruye al mismo tiempo nuestros ecosistemas y nuestra antropología». En este sentido, Santiago, doctor en Antropología, aventuraba recientemente en una entrevista con Climática la necesidad de buscar «algún tipo de sociedad poscapitalista o poscrecimiento». De forma similar se postula Luis González Reyes, portavoz de Ecologistas en Acción: «Estamos en un momento histórico apasionante, con muchas posibilidades abiertas; los colectivos sociales y ambientales podemos conseguir que se tomen las políticas adecuadas y se redirija el camino que estamos siguiendo».
«OTAN derrocó a Gadafi para seguir robando las riquezas de África»
La OTAN “destruyó Libia por la codicia del Occidente, que quería seguir explotando las riquezas de África, según explica Musa Ebrahim, el que fuera portavoz del derrocado mandatario libio Muamar Gadafi.
La intervención militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Libia, liderada por EE.UU., que, de hecho, posibilitó el derrocamiento de Muamar Gadafi en 2011, tenía como objetivo impedir que el mandatario libio pusiera fin a “la explotación extranjera” del continente africano.
“Miren la Libia actual. Matanzas, guerra civil, guerras tribales, asesinatos, terrorismo, robo de las riquezas nacionales. ¿A qué les recuerda todo eso? a Irak, Siria, Afganistán, Yemen, es la misma historia repetida”.
Las superpotencias han intentado controlar a países de África y del Oriente Medio debido a su riqueza y a su ubicación geoestratégica. La caída de Gadafi se entiende desde estas premisas.
Además del caos político, la intervención militar del bloque occidental provocó la entrada en el país de varios grupos terroristas como el EIIL (Daesh, en árabe).
El periódico árabe Rai Al-Youm reveló en enero de 2018 un acuerdo secreto alcanzado por EE.UU. y varios países árabes para trasladar a miles de simpatizantes de Daesh, de Al-Qaeda y de otras células extremistas de Irak, Siria y El Líbano a Libia.
https://insurgente.org/otan-derroco-a-gadafi-para-seguir-robando-las-riquezas-de-africa/