No, la biomasa no es una energía verde

Varias organizaciones ambientalistas piden a Corea del Sur que deje de subvencionar proyectos basados en la quema de pellets de madera.
No, la biomasa no es una energía verde
Combustible en forma de madera almacenado en Imugan (Filipinas). Foto: JASON HOUSTON / USAID

Quemar madera emite dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Y cortar árboles para sustituir los combustibles fósiles por biomasa acaba siendo contraproducente porque estos árboles dejan de secuestrar carbono. La plantación de nuevos árboles para seguir alimentando esta forma de energía, por muy rápido que se reemplazasen los árboles talados, no compensaría el CO2 emitido ya que los nuevos necesitan varios años para crecer.

En este bucle se encuentra ahora la administración de Corea del Sur, que ha fomentado el uso de la biomasa por el atractivo que ofrecen los «certificados de energías renovables» ligados a este tipo de energía. Sesenta y una ONG, tanto locales como extranjeras, han firmado una carta exigiendo al Gobierno de Seúl que deje de negociar con estos certificados y de fabricar energía a partir de la madera.

Este tipo de biomasa (comercializada en forma de pellets) sale de plantaciones forestales ubicadas principalmente en el sudeste asiático. Vietnam, Indonesia y Malasia destacan entre los países productores de este tipo de combustible. Sus partidarios defienden la biomasa como una alternativa renovable al carbón. Los más entusiastas hablan de ella como de «una forma de energía solar almacenada, ya que las plantas utilizan esta energía para capturar CO2 y agua a través de la fotosíntesis». Esta fama de «energía verde», aunque distorsionada, es la razón por la que el gobierno coreano está promocionando y subvencionando su uso, mientras cobra dinero en los mercados de carbono.

Además, se da la circunstancia de que estas plantaciones destinadas a cultivar «madera para quemar» está sustituyendo bosques primarios de enorme valor ecológico por su capacidad para retener el CO2 y por la riqueza de su biodiversidad.

Las organizaciones que han criticado esta expansionista política surcoreana con la biomasa (es la segunda fuente de energía renovable del país después de la energía solar) denuncian que se trata de una «falsa solución» al cambio climático. Y como todo lo que tiene que ver con los mercados de carbono, genera enormes dudas sobre su verdadera efectividad: desde 2015, Corea del Sur ha recibido 3.700 millones de dólares en forma de «certificados de energías renovables» por quemar 50 millones de toneladas de madera. Esta madera la exporta principalmente de Vietnam, que ha visto reducidos sus bosques autóctonos para vender esta «energía limpia».

Un caso similar al vietnamita se está produciendo en Canadá: allí se trata de otro comprador, Japón, el que está contribuyendo a la desaparición de grandes áreas forestales para importar pellets de madera. El desastre de Fukushima, ocurrido en 2011, empujó a Japón a la búsqueda de nuevas formas de energía, una de las cuales ha sido este biocombustible de origen forestal. Pero el caso de Corea del Sur es particularmente llamativo, ya que ha multiplicado su consumo de biomasa por 42 desde 2012.

La legislación de varios gobiernos califica este combustible como «neutro en carbono», razón por la cual se ha empezado a usar a gran escala y a especular con él en los mercados. En cualquier caso, se sabe desde hace tiempo que quemar madera es una fuente de energía ineficiente que, además, libera grandes cantidades de CO2 a la atmósfera. Ya en 2018, un grupo de 800 científicos y científicas envió al Parlamento europeo una carta alertando de que la quema de pellets de madera «acelerará el cambio climático» si se cortan árboles en vez de utilizar residuos y desechos para su fabricación.

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