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El espacio natural de Doñana registró en 2023 sus peores cifras en cuanto al número de aves invernantes y al incremento de la temperatura media, casi un grado con respecto a 1990, mientras se ha constatado la desaparición de los humedales de carácter permanente.
La Estación Biológica de Doñana ha presentado este jueves un informe sobre el estado de la biodiversidad de este espacio, marcado por el cambio climático y la continua sobreexplotación de su acuífero subterráneo, unos “cambios muy intensos”, según su director, Eloy Revilla, quien ha advertido del impacto económico que sufrirá el entorno social.
El censo del mes pasado de aves invernantes arrojó, según datos preliminares, 120.649 ejemplares de 97 especies, un 42% menos que el año pasado y solo el 18% respecto a su máximo histórico (670.309 en 2017).
Las lagunas permanentes de Doñana se consideran ya desaparecidas como tales, tras la desecación durante dos años consecutivos, mientras que las temporales han pasado de 4.000 en años de lluvias a unas 2.400, la mayoría ya invadidas por vegetación de matorral.
Descenso de especies
Varias especies emblemáticas no aparecen desde hace años, como el lagarto ocelado, la anguila o el sapo común. El 79% de las especies de aves acuáticas sufre una reducción de sus poblaciones respecto a hace diez años, y las poblaciones de conejo –clave para predadores como el lince o el águila imperial- muestra una densidad de sólo un ejemplar cada dos kilómetros cuadrados.
Las aves acuáticas son las que más sufren la situación. El censo de 2023 desvela que había en enero 206.000 ejemplares, “la décima peor cifra para estas fechas de la serie histórica”, según Javier Bustamente, vicedirector de la Infraestructura Científico Técnica Singular (ICTS) de la Estación Biológica.
Unos datos que ha superado de largo el mismo censo del mes pasado. De forma provisional se estima en 120.000 las invernantes, de 97 especies, un récord negativo pues suponen el 42% que el año pasado y el 18% respecto al máximo histórico.
El ánsar, ave emblemática que se usó para recaudar fondos en Europa para Doñana en los años 60, sufre una caída continua. Si en 2023 fueron 9.588 ejemplares, una cifra muy baja, este mes de enero se redujeron a 4.216. Otras dos aves muy abundantes han caído con fuerza, el ánade silbón y la cerceta común, mientras que sí hay más ejemplares de pato cuchara y ánade rabudo.
Doñana se seca
La disminución de zonas húmedas es la clave. Las lagunas permanentes de Doñana se consideran desaparecidas como tales, tras su desecación durante dos años consecutivos, mientras que las temporales han pasado de 4.000 en años de lluvias a unas 1.600, pues la mayoría ya se hallan invadidas por vegetación de matorral.
Rocío Fernández Zamudio, del equipo de Seguimiento de la EBD, ha indicado que se detecta una alta mortalidad de pinos y alcornoques centenarios, en los que se ubicó la icónica pajarera de Doñana.
Las temperaturas se aliaron con la sequía. Doñana registró en 2023 una media de 19,3 °C, récord histórico, por encima de los 18,5 °C de 1990. Doñana ya lleva más de una década con niveles de precipitación por debajo de la media, y en en el último ciclo las precipitaciones fueron las segundas más escasas de la última década. «Las sequías anteriores seguían el patrón de unos 4 ó 5 años de vigencia, mientras que ahora son muy prolongadas», ha indicado Eloy Revilla.
El director de la EBD se ha referido a la exclusión de Doñana de la Lista Verde que elabora la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como un acicate para “aprender de los errores, tanto Administración como nosotros”.
El científico ha insistido en la grave situación del acuífero que nutre las zonas húmedas del espacio natural, sobreexplotado por la agricultura, y ha apuntado que este impacto y el del cambio climático ya lo está sufriendo “el entorno socioeconómico; debemos saber adaptarnos y eso pasa por la reducción” del consumo de agua.