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El paisaje de devastación apenas ha cambiado casi una semana después

La presencia de militares ya era más visible el domingo en las zonas afectadas por la DANA, aunque sigue faltando maquinaria pesada. Los trabajos de limpieza avanzan muy lentamente.
El paisaje de devastación apenas ha cambiado casi una semana después
Destrucción en el cauce del barranco del Poio a su paso por Paiporta. Foto: AMADOR IRANZO.

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Un nuevo tipo de basura está empezando a ser habitual en las localidades valencianas afectadas por la DANA: calzado inservible por el barro abandonado en la calle después de haber cumplido su misión. Muchos pares de zapatos volvieron a quedarse el domingo por el camino. Ni las previsiones de lluvia (la Aemet llegó a activar por la tarde el aviso rojo en el litoral sur de la provincia de Valencia para las últimas horas del día) ni la limitación de acceso decretada por la Generalitat el día anterior impidieron que miles de personas volvieran a desplazarse a las localidades situadas al sur de València para ofrecer su ayuda.

A ellas se sumaron equipos de ayuda procedentes de toda España. La presencia de militares ya era más visible ayer, aunque sigue faltando maquinaria pesada. Los trabajos de limpieza avanzan muy lentamente. Una de las prioridades es achicar lo antes posible el agua de los numerosos garajes inundados, en muchos de los cuales se teme que aparezcan cadáveres. 

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Basura acumulada en Benetússer. A. I.

“Los bomberos han entrado en nuestro garaje y han dicho que ni se nos ocurra bajar, que la concentración de monóxido de carbono es muy alta”, asegura Petri Luna, una vecina de Benetússer. El aparcamiento subterráneo de Luna tiene dos pisos y, de momento, solo han podido vaciar de agua el primero. No saben lo que pueden encontrarse. Tiene 90 plazas para 22 vecinos. “En Benetússer no hay sitio para dejar los vehículos, así que obligaban a hacer garajes grandes”, explica.

Su relato es idéntico al de otros muchos afectados: muchas personas bajaron a sacar sus coches sin ser conscientes del peligro que había, se vieron sorprendidos por la rapidez con la que subió el nivel del agua y se quedaron atrapados. “En el garaje de enfrente hallaron cinco cuerpos. Un chico que no tenía coche bajó a ayudar y se quedó”, cuenta. Su narración del día de la inundación resulta espeluznante: “Se tiraban cuerdas para subir a la gente que estaba con el agua al cuello y se rompían”

El achique de agua de los aparcamientos subterráneos centra el trabajo en la avenida Generalitat Valenciana, en Catarroja. En el número 16, han formado equipo voluntarios de la Agrupació de Defensa Forestal (ADF) del Massís de l’Ordal (Barcelona) y un grupo de agricultores de la zona de Épila (Zaragoza). Fran Turrubia pertenece a este último grupo: “El sábado llegamos 30 personas con 15 tractores”. Su compañero bromea: “Dile que cobramos las entrevistas a 200 euros el minuto”. El conductor del tractor no está para chanzas: “Venga, que hay mucho trabajo”. Lluís Calafell y Marc Langa son dos de los miembros de la ADF que han bajado desde Catalunya. “Hemos venido mossos, guardias civiles… todos a título particular”, subraya Langa, que dice que su jefe de la ADF les había dicho que los echaba si bajaban. “¡Pero cómo nos va a echar si somos voluntarios!”, añade Langa. 

Una vecina insiste en invitarlos a comer de caliente a su casa. Calafell, que tiene el uniforme lleno de barro, se excusa: “Comeremos aquí cualquier cosa, no se preocupe”. Los voluntarios de la ADF y los agricultores de Zaragoza destacan el apoyo que están recibiendo de los vecinos y, en el lado negativo, la falta de coordinación por parte de las autoridades.

El trabajo es lento. A las 12.25 un tractor saca el primer coche después de estar trabajando sin descanso desde las 9. “Aún nos quedan nueve más”, aclara Enrique Cotillas, un vecino de la finca, que no se cansa de elogiar la ayuda que están recibiendo de los voluntarios: “Lo que hace esta gente es increíble”. Cotillas dice que en su finca no ha habido víctimas, pero sí en otro garaje que hay más adelante. Allí están trabajando los bomberos de la Diputació de Castelló, que declinan facilitar datos. 

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Estampa en Massanassa. A. I.

Cinco días después de la catástrofe, el paisaje de devastación apenas ha cambiado. Casi todo lo que arrastró el agua con su ímpetu y depositó en cualquier sitio continúa allí: coches, paquetes enormes de plástico para reciclar, contenedores, vegetación… El domingo, el trabajo de las grúas retirando coches y de las excavadoras y camiones llevándose los enseres destrozados sacados de las casas empezaba a ser visible, pero distaba mucho de ser suficiente. Las montañas de trastos ocupan todavía las calles. La falta de maquinaria pesada era una de las quejas más repetidas. El barro sigue estando omnipresente. Solo ha desaparecido en las vías más transitadas. En algunas poblaciones como Massanassa, Catarroja o Paiporta es todavía muy difícil caminar sin enfangarse. La basura doméstica también empieza a acumularse de forma peligrosa en algunos puntos. 

El reparto

En Benetússer, el Ayuntamiento ha organizado un centro de asistencia en el Colegio Público Vicente Blasco Ibáñez donde se puede conseguir de todo: agua, alimentos, medicinas, ropa. Empezó a funcionar el miércoles, un día después de las inundaciones, y el jueves ya se estaba dando comida, asegura el vecino que regula el acceso. En una mesa se pueden apuntar los voluntarios y las personas que necesitan que les lleven la comida a casa. La chica que atiende el puesto explica que solo se ofrece el servicio a personas dependientes: “El otro día llevamos alimentos a una casa y abrió un hombre de treinta años perfectamente sano. Otra persona nos llamó para quejarse porque tardábamos mucho, como si fuera esto el servicio de reparto de un supermercado”. El Ayuntamiento llegó incluso a encargar camisetas para identificar a la gente que está como voluntaria. Alcanzaron a hacer treinta. 

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Cola para acceder al centro de asistencia organizado por el Ayuntamiento de Benetússer en el Colegio Público Vicente Blasco Ibáñez. A. I.

En los principales pueblos de l’Horta Sud afectados por la DANA, los suministros parecen suficientes. A la entrada de Alfafar desde la CV-400, un puesto de la Cruz Roja ofrece agua y mascarillas. “Es material de emergencias de la propia organización. Hoy hemos venido 70 personas de la provincia de Alicante”, señala Lourdes Fornés, de Xàbia. A su lado, un policía local de Sagunt controla los accesos de vehículos.

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Puesto de ayuda en Paiporta. A.I.

En Paiporta, un recorrido por la localidad, una de las más afectadas, permite descubrir numerosos puntos que ofrecen provisiones y todo tipo de bienes de primera necesidad organizados por fallas, asociaciones, ONG, parroquias y particulares. Al frente de uno de ellos está Mar Clemente, que regenta una papelería y una cafetería. Aunque los dos locales están completados destrozados, insiste en utilizar el presente y no el pasado (regentaba) porque piensa poner todo en marcha de nuevo. Con unas mesas y un toldo que consiguieron salvar de la cafetería, montaron un puesto. La gente empezó a llevar productos y así montaron el punto de asistencia. Clemente se queja de que nadie del Ayuntamiento les avisó de lo que podía ocurrir, aunque sí que enviaron a sus trabajadores a casa a las dos. Su crítica la secundan otras vecinas. 

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Calzado abandonado lleno de barro. A. I.

A primera hora de la tarde, buena parte de las personas que habían acudido a ofrecer su ayuda a los pueblos de l’Horta Sud afectados por la DANA emprendían el regreso a València cubiertas de barro. Especialmente, las botas. 

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