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El poder de destrucción del ser humano parece no conocer limites. En 1954 dos islas se desintegraron en Atolón Bikini, un anillo de islotes de coral en las Islas Marshall donde Estados Unidos realizaba ensayos nucleares. En la prueba de Castle Bravo se detonó un artefacto termonuclear con una fuerza siete mil veces a la bomba lanzada en Hiroshima. La explosión “dejó un páramo submarino asolado, sumamente contaminado y desprovisto de vida”, narra la escritora Cal Flyn. Pero esta no es solo una historia de oscuridad, sino de restitución. Un equipo de investigadores descubrió en 2008 que un nuevo ecosistema marino había surgido en el cráter. A pesar de albergar menos vida que antes, era uno de los arrecifes de coral más impresionantes del planeta.
La periodista escocesa Cal Flyn captura historias de recuperación y nuevas formas de belleza en Islas del abandono (Capitán Swing), un alegato al poder salvaje del mundo natural. La autora ha dedicado dos años a visitar lugares anodinos debido a la guerra, catástrofes nucleares o la decadencia económica. Y, sin embargo, este ensayo que mezcla literatura de viajes, investigación y una narración poética quiere destacar la capacidad de la naturaleza de reponerse a los machaques humanos. “Estos lugares pueden ser inductores de ansiedad, pero también es hermoso ver la forma en que la vegetación ha crecido sobre ellos”.
El libro arranca en Las Cinco Hermanas de West Lothian, cinco bings o montañas de residuos. Vestigios de cuando Escocia era el principal productor de petróleo del mundo gracias a un método de destilación que transformaba la lutita bituminosa en combustible. La última mina cerró en 1962 y allí quedó la tierra contaminada y yerma. Ahora, Flyn ha observado como “en las húmedas grietas arraigaban las semillas de majuelo, escaramujo y abedul”. Explica que todas estas formas de vida se materializaron gracias al viento, propagadas por medio de las aves o de lo que los ecologistas llaman poéticamente “lluvia de semillas, es decir, en los excrementos de los animales”.
La naturaleza recupera terreno
La autora asegura que nos encontramos “en mitad de un enorme experimento autodirigido de retorno a la vida silvestre a medida que los seres humanos se retiran y la naturaleza reclama lo que una vez le perteneció”. Las nuevas pautas de agricultura intensiva emplean menos superficie para producir más y sostiene que grandes extensiones de campos de cultivo marginales están retomando su forma más salvaje, sobre todo en Europa, Asia y Norteamérica. La recuperación de la vegetación secundaria (antiguos terrenos cultivables y forestales) representa hoy en día en torno a 2.900 millones de hectáreas, lo que equivale a más del doble de la superficie de las tierras de cultivo actuales. Cita un estudio publicado en Nature que señala que la enorme y creciente extensión de los ecosistemas en estado de recuperación en todo el mundo “proporciona una oportunidad sin precedentes para los esfuerzos de restauración ecológica que ayuden a mitigar una sexta extinción masiva”.
Otro motivo para ser optimistas para Flyn es la reversión de la deforestación. Afirma que la deforestación sigue siendo “un problema grave y acuciante en los trópicos” y que “no se puede recuperar siquiera una fracción de la riqueza de lo que había antes”. Pero un estudio que se apoya en treinta y cinco años de imágenes por satélite publicado en 2018 contradice las hipótesis de reducción al señalar que la cobertura forestal mundial en realidad ha crecido en torno a un 7% desde 1982. Indica que actualmente la extensión de bosques se ha reducido en cerca de una tercera parte de los países del mundo, está estabilizada en otra y crece en el tercio final. Para la autora, la reversión de la deforestación es un hecho. Aunque “preferiríamos que sucediera más rápido”, “creo que los defensores del medio ambiente han hecho un gran trabajo acelerando el progreso de este cambio de tendencia ejerciendo presión sobre las principales empresas internacionales”.
Flyn, que ha sido laureada como Joven Escritora del 2021 por el Sunday Times, ofrece estos relatos de redención como “antorchas e iluminan un paisaje oscuro, faros de esperanza en un mundo que, a veces, se siente despojado de ella”. Además, aprecia la belleza de las nuevas formas de vida que se abren camino en una cantera o una terminal petrolífera, “un gusto adquirido que vale la pena cultivar en esta época ecológicamente precaria”. También pone el foco en aquellas personas que se resisten a abandonar sus hogares a pesar de los desastres medioambientales que les azotan, así como en la fascinación que algunos lugares abandonados suscita en quien los visita.
Cuestión de fe (en la humanidad)
Al mismo tiempo, este libro no pretende “dar vía libre a quienes desean seguir saqueando nuestro planeta”. La periodista explica puntos de inflexión irreversibles que está causando el cambio climático causado por la acción del ser humano y advierte de que “en los periodos de rápido cambio climático, las sociedades se colapsan y las civilizaciones se derrumban”. Quiere recordar el poder inherente del mundo que nos rodea, a quien quizás se deba ceder el control.
Cita al biólogo E. O Wilson, quien sugirió que podríamos ceder la mitad de la superficie terrestre a la naturaleza como bastión contra desastres futuros, como un depósito de biodiversidad. Wilson hablaba de islas de biodiversidad, como las islas de tenaces plantas que crecen allí donde se marcha el ser humano. “Lo que quiero decir es que a veces es mejor dejar de actuar, y que a menudo nuestro impulso de intervenir ha causado más problemas de los que ha resuelto. Creo que esta es una forma de arrogancia, que asumimos que conocemos mejor que otras especies sus propios ecosistemas y formas de ser”, afirma.
Cal Flyn opina que es en la fe en lo que se reduce el ecologismo. Haber observado los plazos de rebrote y regeneración tras tantas tragedias ha alimentado su esperanza. “Un bosque en regeneración a menudo se describe como un bosque ‘degradado’, y lo es. Pero también tiene el potencial de convertirse en un bosque ‘antiguo’ en tan solo unas pocas décadas, con todas las propiedades de secuestro de carbono y biodiversidad que ello implica”, explica. “Tiene un gran potencial con poca contribución de nuestra parte, excepto la energía requerida para evitar su perturbación”. La autora asegura que esta forma de mirar estos paisajes dañados le ha ayudado a sentirse mucho más optimista “Debemos ser pensadores y planificadores a largo plazo cuando pensamos en la salud futura de nuestro planeta”, concluye.
Desde donde te escribo, hoy es 14 de diciembre de 2052 y todas las previsiones de la terrible crisis de extinción de especies de las que se alertaba en 2022 se han cumplido. El de 2052 es, literalmente, un mundo sin aves en el que reina un silencio atronador. No quedan aves ni quedan tampoco ya la mayor parte de las especies animales que conocías.
Los espacios naturales esenciales de todo el mundo se cuentan ahora con los dedos de las manos: apenas hay bosques, ni humedales, los ríos están prácticamente secos y el estado de los mares y océanos es hoy lamentable.
Como te puedes imaginar, todo este desastre ambiental atroz ha acabado con nuestra biodiversidad, y está causando un sufrimiento humano enorme. Te escribo desde un mundo que no reconocerías y en el que no querrías estar.
Pero si hay algo positivo que puedo contarte desde este futuro oscuro, es que lo único que se puede hacer para evitarlo es actuar en tu presente.
Desde 2052 te lo digo, aún estáis a tiempo: a tiempo para cambiar el sistema de producción y consumo de alimentos; para reducir los combustibles fósiles; para proteger, de verdad, los espacios naturales; a tiempo para prevenir los incendios que vendrán y para frenar con verdadera justicia ambiental los delitos que aniquilan las posibilidades de las especies para sobrevivir….
( SEO/BirdLife)