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De crisis sabe algo Fernando Simón, director desde 2012 del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad. El pasado 29 de octubre participó en Palma en una mesa redonda sobre comunicación científica en situaciones de emergencias junto a Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), un año después y a la misma hora que empezó lo peor de la DANA de València.
Tras hablar en la sesión más esperada del X Congreso de Comunicación Social de la Ciencia junto a Carolina Moreno, catedrática de Periodismo y miembro del Instituto de Políticas de Bienestar Social de la Universitat de València, y Jaime Prats, responsable de comunicación institucional del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Simón respondió brevemente a las preguntas de Climática tras atender amablemente a todos los asistentes que le pedían hacerse una foto y le agradecieron su trabajo durante la pandemia.
¿Cómo afecta la emergencia climática a las emergencias sanitarias?
El clima afecta en muchos sentidos. Está cambiando los ecosistemas, y el cambio de los ecosistemas implica un diferente uso del territorio y un cambio importante en la relación entre patógenos que tenían un hábitat concreto en un momento determinado y las personas. Ese cambio de ecosistemas y de uso de tierras hace que la relación entre los patógenos y los humanos cambie. En las enfermedades transmitidas por vectores tienen un impacto clarísimo, con un efecto importante.
También hay efectos directos asociados a las altas y bajas temperaturas, las inundaciones y los fenómenos meteorológicos agudos y graves, que están afectando ya de una forma muchísimo más frecuente de lo que afectaban hace solamente 10 o 20 años. Además, el cambio climático es consecuencia de un cambio global propiciado por los casi 9.000 millones de habitantes que hay en el planeta con unos hábitos de consumo que no favorecen en nada mantener el clima.
Esa población es mucho más mayor de lo que lo era antes y, por lo tanto, mucho más frágil y más vulnerable. Por ello, el impacto que podía tener una ola de calor hace unos años era menor que el que esa misma ola de calor puede tener sobre una población mucho mayor. Todo esto es consecuencia directa del cambio climático.
¿Qué podemos hacer ante esto?
Ahora estamos recogiendo el fruto de no haber actuado a tiempo. Aun así, todavía tenemos margen para controlar ese cambio. Tenemos que aprender a vivir con el efecto que hemos generado en el mundo y a mitigar el impacto que nos puede generar el cambio climático. Pero lo que tenemos que hacer en el fondo es cambiar nuestros patrones de consumo, nuestra forma de producción y el uso del territorio para que podamos revertir un poquito ese cambio climático, sabiendo que de lo que hagamos ahora no se va a ver su efecto hasta dentro de muchos años.
Uno de los efectos más visibles de la crisis climática son inundaciones más intensas y frecuentes como la DANA de hace un año. ¿Qué rol tuvo el CCAES en la gestión de la emergencia provocada por las lluvias torrenciales?
Desde el CCAES colaboramos con la Dirección General de Salud Pública de la Comunitat Valenciana en la preparación de todos los sistemas de vigilancia de los riesgos asociados al efecto de la DANA: las aguas residuales, los desbordamientos de reservorios de patógenos que podían generar problemas para la salud, el vertido de tóxicos que podían ir a las aguas… Colaboramos muy estrechamente.
Salud Pública de València hizo un trabajo excelente para controlar esos tipos de riesgos. Se trabajó muy intensamente y se verificó que no había grandes riesgos agudos. Además, el CCAES está coordinando junto con la Comisión de Salud Mental del Ministerio de Sanidad y con la Generalitat Valenciana un estudio del impacto psicológico que ha generado la DANA en la población. El estudio va a hacer seguimiento durante tres años en un grupo de población muy grande para saber el impacto que genera para preparar mecanismos para reducir el impacto psicológico en el futuro.
La Encuesta de Percepción Social de la Ciencia y la Tecnología en España muestra que desde 2020 ha aumentado la mentalidad conspirativa. ¿Qué se hizo mal en la pandemia para que haya pasado?
Creo que los negacionistas, los anticiencias y la gente que está contra de todo hacen más ruido porque se han visto en una atmósfera que favorece que la gente que no tiene mensajes útiles, pero que genera discusión a gritos, se promocione más. Quien hace más ruido ocupa también más espacio en los medios. Y, queramos o no, quien aparece más en los medios da la sensación que representa más a la población.
En su mesa de debate se habló de la confianza en las instituciones. La Agencia de Salud Pública tuvo que ser votada dos veces en el Congreso de los Diputados para poder ser aprobada. ¿Nace con su confianza ya lastrada?
La Agencia va a aportar mucho a a la ciencia de la salud pública y a la respuesta ante emergencias de salud pública en España pese a la historia de su creación. Hubo varias votaciones y mucha discusión, pero no porque se considerase que no era necesaria. Todos los partidos, menos quizás uno, estaban de acuerdo en que era necesaria. El debate fue por la complejidad de lo que debe de trabajar. Los múltiples grupos políticos y los expertos tienen posiciones diferentes sobre qué aspectos de la salud pública favorecer desde ella. Esas discusiones hicieron que generar una agencia en la que todos creamos llevara tiempo.
Algunos llegaron a oponerse a la agencia diciendo que era “un chiringuito” para usted.
Es mentira. No es para mí. No sé siquiera si me interesará presentarme a la dirección o trabajar en la agencia. Depende de cómo quede al final tendrán que ser unos profesionales u otros. Todo este este ruido ha generado esa sensación, pero creo que es más ficticia que real. La gente y los políticos quieren que exista esta agencia. Y creo que es muy necesaria.




