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“Intento establecer alianzas con las empresas. He perdido toda la inocencia en ese sentido”. Zakia Khattabi (Saint-Josse-ten-Noode, 1976) lo tiene muy claro: no hay tiempo que perder. Antes de convertirse en la ministra belga del Clima, Medio Ambiente, Desarrollo sostenible y Green Deal, fue activista y presidenta de Los Verdes en su país. Hoy su partido es uno de los siete que integran el actual gobierno de coalición, y ella se está especializando en llegar a acuerdos.
Durante su participación en la Uni Verde, organizada por Equo en Madrid el pasado octubre, Khattabi reconoció que, como líder ecologista, podía ser más asertiva, pero ahora debe conjugar muchos intereses, a menudo opuestos. Pese a todo, cree que las empresas están empezando a cambiar: “No lo hacen por justicia social ni por equidad, por supuesto que no. Pero tenemos que luchar juntos”, afirma, y recuerda que la última encuesta del Grupo AXA concluye que el cambio climático es percibido como la principal amenaza para el planeta.
En ese contexto, las reconversiones que se avecinan le merecen atención especial. “En Bélgica tenemos una industria puntera, la química. A esas empresas les digo que, igual que hoy están entre las primeras, quiero que lo sigan siendo en 2050, en el nuevo mundo descarbonizado. Para lograrlo, debemos analizar qué se hizo mal en el pasado. En Valonia, donde el sector de la metalurgia era muy potente, se pensó que había que salvar empleos sin hacer ningún tipo de reconversión. Hoy vemos que aquello fracasó. Si queremos salvar a las empresas que tienen que adaptarse al cambio climático, debemos acompañarlas en esa transformación”.
Las negociaciones de Khattabi también son internas. En octubre presentó un plan para implicar a los distintos ministerios en la lucha contra el calentamiento global. Con este fin, han consensuado distintas hojas de ruta que incluyen medidas prácticas, cuantificables y ejemplares. La ministra insiste en este último adjetivo, “las administraciones deben dar ejemplo”. Por ello, hay deberes para todas. A la titular de Defensa, un departamento con muchos edificios a su cargo, le ha propuesto un plan de eficiencia energética que también será evaluado a partir de datos concretos.
“A lo largo de este primer año, he conseguido trabajar en alianzas internas hasta el punto de que hoy algunos ministros comunican iniciativas que son de mi competencia. Eso me parece muy positivo”, asegura. Otra de las muchas cosas que parece tener claras es que así será más fácil que se cumplan los objetivos comprometidos en el pacto de gobierno, que fue promocionado como el más verde posible. Si no se alcanzan, la responsable de las políticas climáticas será “quien pague los costes”. Sobre eso tampoco alberga dudas.
Límites incomprensibles
Khattabi admite haber vivido varias sorpresas desde que es ministra. Desde sus tiempos de activista, conoce bien las presiones y resistencias para evitar cambios del sistema, pero no esperaba que, al intentar trasponer la directiva europea para prohibir los plásticos de un solo uso, algunos colegas le dijeran que tuviera cuidado con hacer más de lo que exigía la UE. “Europa es mi principal aliada. Sin embargo, cuando mandé la propuesta, la misma Comisión me dijo que estaba haciendo de más. Y eso me resulta un poco raro, no entiendo que se pongan límites”. Por el contrario, pide a los movimientos sociales que presionen para que las exigencias sobre reducción de emisiones sean más ambiciosas que el 55% respecto a 1990 al que ya se ha comprometido su Ejecutivo para 2030.
Algunas resistencias frente a la transición ecológica sí son “legítimas” en opinión de Khattabi. Es normal que la gente tenga miedo a perder sus puestos de trabajo y que cuestione las medidas si estas no se promueven con criterios de justicia y a favor del interés común, argumenta. “Hay que hacer entender que los ecologistas no queremos volver a la sociedad que se alumbraba con velas. Necesitamos un cambio de mentalidad y que se comprenda que, si todos nos ponemos de acuerdo, podemos construir una sociedad mejor”. Se trata de aprovechar la “ventana” que deja abierta el sexto informe del IPCC, cuya primera parte se hizo pública este verano.
“Yo ya no intento convencer a la gente sobre los peligros de la situación a la que nos enfrentamos. Para eso están los informes científicos. Por desgracia, ya no es necesario ni sirve de nada ponernos catastrofistas. Aquí la gente ya ha experimentado la catástrofe en sus carnes”, añade. Además de la pandemia global, la población belga sufrió el pasado julio las graves inundaciones que golpearon el centro de Europa y que en la región de Valonia provocaron más de 40 víctimas mortales.
“Hay que cambiar la narrativa”, enfatiza Khattabi. No es cuestión de lanzar mensajes “positivos”, sino de que estos suenen más cercanos. “A mi madre no le hablo del artículo 6 [de la Convención Marco de Nacional Unidas sobre Cambio Climático], sino de su día a día. Ella ha sufrido mucho este verano. Vive en un piso pequeño, pero no podía salir a pasear porque está todo rodeado de hormigón y hacía un calor horrible. El artículo 6 somos nosotros, lo que nos afecta”. Por eso, con la gente que ha sufrido las inundaciones de Valonia hay que reflexionar sobre el modo en que un plan urbanístico puede afectarles y de cómo es necesario desarrollar políticas de adaptación y mitigación.
Para estos diálogos, Khattabi dice que no hay que ahorrar palabras. Sí hay que hacerlo, opina, ante quienes solo persiguen obstruir la acción climática. En este sentido, recuerda al presidente de un partido que participa en la coalición del Gobierno belga que afirma que la crisis climática no se va a solucionar “comiendo quinoa”. Por supuesto, nadie propone que se resuelva comiendo quinoa, sino reformando la fiscalidad, entre otras medidas. ¿Y quién se opone justo a esas reformas? Ese presidente, confirma.
En cualquier caso, Khattabi cree que apenas nadie en su Ejecutivo se resiste a la acción climática, salvo alguna excepción. Por ello, busca puntos en común con el máximo de opciones políticas, también con los liberales, que siguen proclamando las bondades de futuras soluciones tecnológicas. “Pero no perdáis el tiempo discutiendo con la ultraderecha. Es mejor ir a hablar directamente con su público. Cuando gobernamos a nivel local, la gente deja a un lado los grandes discursos, ve la realidad y comprueba que los cambios son posibles”. Khattabi también aboga por resistir a la tentación de justificarse ante quienes les cuestionan por usar vaqueros o viajar en avión con el único objetivo de enmarañar y postergar debates esenciales. Y, a modo de consejo, reitera su estrategia: “Id vosotros a hablar con las empresas, no las dejéis en manos de la derecha”.
“Pero no perdáis el tiempo discutiendo con la ultraderecha. Es mejor ir a hablar directamente con su público», deberíamos tomar nota. tiene toda la razón.
Por muy buena voluntad que tengan, tanto la izquierda como lxs ecologistas que forman parte de los gobiernos harán hasta dónde les dejen. En países más progresistas harán más que en éste; pero no lo que se debiera.
Así que yo tengo puestas mis esperanzas en activistas como Greta, o los pueblos nativos indígenas que viven en plena naturaleza, subsisten de ella, la consideran sagrada y defienden hasta la muerte, o asociaciones ecologistas, que las hay, que verdaderamente están ahí porque sienten que hay que cuidar y proteger al Planeta. Lo sienten.