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La aviación es uno de los sectores que contribuyen al calentamiento global y las desigualdades. Aun así, disfruta de ciertos privilegios como las exenciones fiscales. En el caso de España, el sector aéreo no paga impuestos por el combustible que utiliza y solo se aplica el IVA a los vuelos domésticos a una tasa reducida del 10%. Tampoco existe ningún impuesto a los billetes de avión, como sí ocurre en otros países.
Esto hace que España sea el segundo país que más dinero pierde en impuestos aéreos de toda la Unión Europea, por detrás de Francia. En 2022, dejó de ingresar 4.610 millones de euros, una cantidad que «equivale al presupuesto anual de Barcelona y Valencia juntas, y suficiente para mantener la subvención de abonos gratuitos para trenes de Cercanías y Media Distancia en toda España durante casi 7 años», según se desprende del nuevo informe de la organización ambiental Transport & Environment, en el que ha participado Ecologistas en Acción.
En él, se cuantifican los ingresos perdidos en 2022, denominados «agujero fiscal«, en los países de la UE-27, el Reino Unido, Noruega, Suiza e Islandia. En el conjunto de Europa, las políticas actuales de precios del transporte aéreo apenas representan el 16% de los ingresos efectivos totales que podrían generarse gravando adecuadamente el sector. Así, el agujero fiscal supuso una pérdida de 34.220 millones de euros para los países europeos el año pasado. Y más de la mitad de este (56%) fue atribuible a las 15 compañías aéreas más contaminantes del continente.
En España, las actividades de Iberia son las que agrandan como ninguna otra el agujero fiscal: son responsables de 850 millones de euros. Según los datos del estudio, en 2022 la compañía aérea se libró de pagar 480 millones de euros. Cabe mencionar que el Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la Unión Europea solo es aplicable a los vuelos dentro del Espacio Económico Europeo, por lo que las aerolíneas no pagan nada por las emisiones de sus vuelos transoceánicos o intercontinentales. De mientras, el aeropuerto de Barajas va a empezar las obras de ampliación para convertirse en un punto de conexión para la gran demanda de vuelos a media y larga distancia.
El agujero fiscal se ensancha año tras año
En 2022, el Reino Unido, Alemania, Francia y España fueron los principales emisores con 25,4 Megatoneladas (Mt), 17,3 Mt, 17,2 Mt y 17,2 Mt de CO2 emitidas respectivamente por los vuelos que partieron de sus aeropuertos. Poner fin a las exenciones fiscales el año pasado habría ahorrado 34,8 Mt, equivalentes a las emisiones combinadas de las tres mayores aerolíneas de Europa: Ryanair, Air France y Lufthansa. Es más, si se tienen en cuenta los efectos adicionales al CO2 de la aviación, entonces el fin de las exenciones fiscales podría haber ahorrado hasta alrededor de 100,4 Mt de dióxido de carbono.
Pero eso no ha ocurrido. Y, si se siguen las mismas medidas fiscales, el agujero se agravará conforme aumenta el número de vuelos. Según las previsiones de Eurocontrol, en 2023 se alcanzará un 92% de los niveles de tráfico previos a la pandemia, mientras que la recuperación completa está prevista para 2025. El estudio estima para España que los ingresos perdidos podrían crecer un 23% para ese año hasta los 5.650 millones de euros. En el conjunto de Europa, las pérdidas llegarán a ser de 47.100 millones de euros.
Para evitarlo, el estudio presenta algunas recomendaciones para los gobiernos europeos. Entre ellas está la implantación de un impuesto al queroseno, la aplicación de un IVA del 20% a todos los billetes y ampliar el alcance del Régimen de Comercio de Derechos de Emisión de la UE para que aplique a todos los vuelos que salen de la Unión Europea.
En ausencia de este tipo de medidas, el informe ofrece otras como el impuesto a los billetes equivalente al agujero fiscal de cada país que, por término medio, oscilan entre 23 euros para un viaje nacional, 51 euros para un viaje dentro de Europa y 259 euros para las rutas intercontinentales. El dinero recaudado, anima la organización, podría invertirse parcialmente en tecnologías limpias como las energías renovables y la producción de combustibles electrónicos, o bien en el fomento de otros tipos de transporte más limpios, como el ferrocarril.