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Francia ha prohibido los trayectos cortos en avión cuando haya una alternativa para viajar en tren. El límite establecido son las dos horas y media por vía férrea. Por debajo de ese tiempo, no habrá vuelos que hagan ese recorrido. La medida, que desde el Gobierno francés califican de «primicia mundial», es una propuesta surgida de la Convención Ciudadana por el Clima. Aquella asamblea, que nació con una gran ambición, terminó siendo un relativo fracaso, ya que el Ejecutivo desechó casi todas las sugerencias externas para luchar contra el calentamiento global. Una de las que se salvó fue ésta, relativa a los vuelos en el interior del país, y se incluyó en la Ley del Clima y la Resiliencia promulgada en 2021.
La medida, que entró en vigor este martes, no modifica demasiado el mapa francés de los trayectos aéreos. Afecta, en principio, a la conexión de tres grandes ciudades con el aeropuerto de París-Orly: Nantes, Lyon y Burdeos. No hay más porque el decreto impone ciertas cláusulas difíciles de cumplir, como la de que los enlaces entre las ciudades permitan estar en una determinada localidad al menos ocho horas en el mismo día, y que estas condiciones se den durante todo el año. «Las frecuencias deben ser suficientes y los horarios apropiados –reza el decreto–, teniendo en cuenta las necesidades de transporte de los pasajeros que utilicen ese enlace, sobre todo en materia de conectividad y de intermodalidad, así como el aumento en el tráfico rodado que provocaría la prohibición».
La conexión mediante el tren de alta velocidad (TGV, en sus siglas en francés) es lo que hace posible la eliminación de estos tres itinerarios, si bien tampoco es un medio de transporte «ecológico» en sentido estricto, ya que consume mucha más energía que un tren convencional y su construcción implica serias perturbaciones medioambientales. Pero una vez establecidas las infraestructuras, lo ideal sería aprovecharlas al máximo. Esta falta de ambición es la principal fuente de críticas al decreto. El grupo de especialistas que asesoraba a Emmanuel Macron proponía un límite de cuatro horas en tren para eliminar más vuelos interiores, algo a lo que el presidente francés se ha opuesto. De haber accedido, Marsella, la segunda ciudad del país, hubiera interrumpido su conexión con París por vía aérea, ya que el viaje en TGV oscila entre las tres horas y las tres horas y 45 minutos.
Críticas desde todos lados
Las críticas también han surgido, como era de esperar, desde el lado del sector aéreo. Thomas Juin, presidente de la Unión de Aeropuertos franceses, estima que la medida será «muy poco eficaz» a la hora de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Juin maneja una cifras que, por pertenecer al sector al que pertenece, hay que observar con mucho cuidado: según la información de la que dispone, las líneas afectadas por la prohibición representan un «0,24 % de las emisiones del transporte aéreo» en el país. Puede parecer poco, pero lo que busca el Gobierno francés no es tanto un número como el hito. Para el ministro de Transición Ecológica, Christophe Béchu, el decreto es «un paso más hacia la descarbonización» de los transportes.
Desde las organizaciones ecologistas creen que no es más que autobombo gubernamental. El decreto, a su juicio, está redactado de forma muy inconcreta, lo que dará lugar a que se lo salten quienes puedan hacerlo. El texto habla de la alternativa ferroviaria como un servicio que debe ser «satisfactorio» para el cliente y a un «precio asequible», condiciones que pueden considerarse demasiado subjetivas. «Un precio asequible. ¿Eso qué quiere decir?», se preguntaba Stephen Kerckhove, director general de Agir Pour l’Environnement, en el medio Reporterre. «Como de costumbre, el gobierno comunica prohibiciones acotando un texto que sabemos, por sus imprecisiones, que va a permitir a los diferentes lobbies que lo ataquen».
La otra letra pequeña que solivianta a los ecologistas es la referida a las estaciones de tren que entran en el decreto. Según lo estipulado, se tendrán en cuenta las estaciones ferroviarias que den servicio al aeropuerto y no a la ciudad. Así, por ejemplo, si el trayecto entre el aeropuerto parisino de Charles De Gaulle (situado en la localidad de Roissy) y Burdeos no hay un TGV que haga ese viaje en menos de dos horas y media (y no lo hay), el vuelo se puede mantener. Aunque haya otras estaciones en la ciudad de París que sí dispongan de ese tren. Así, legalmente, se podrían operar vuelos entre París y Burdeos sin problema.
Pero eso no es todo a la hora de rebajar la euforia verde del Gobierno: el decreto tiene una validez de tres años. Pasado ese tiempo, se hará una evaluación para saber si la medida se mantiene en el tiempo o no. «Tiene toda la pinta de que es un experimento», se lamentaba Kerckhove.
El experimento, desde luego, se ha hecho con todas las medidas de seguridad posibles (con gaseosa, según el dicho popular) ya que las líneas aéreas suprimidas, según indica Reporterre… ni siquiera existen. El medio ecologista asegura que los vuelos que unen París-Orly con Nantes, Lyon y Burdeos no están operativos desde 2021. La razón, precisamente, es la eficacia del TGV, que habría reducido radicalmente la demanda de esos servicios.