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Livorno es el tercer puerto comercial de Italia, después de Trieste y Génova. El comercio ha fluido por sus muelles durante cientos de años, desde una más que consolidada industria pesquera hasta los nuevos cruceros que transportan a miles de turistas. Sin embargo, una nueva industria podría llegar a las puertas de la ciudad.
Los partidarios de un posible gasoducto que conecte Livorno con una terminal de gas natural licuado (GNL) en Barcelona lo anuncian como una posible ruta para que el GNL importado inicialmente por el Estado español llegue al mercado europeo en general. Remarcar que la terminal de Barcelona es la que tiene mayor capacidad de importación a nivel europeo, con más de 17.000 millones de metros cúbicos de gas fósil (17 bcm, por su acrónimo en inglés).
También se propone un gasoducto ‘virtual’ que utilizaría una Unidad Flotante de Almacenamiento y Regasificación (FSRU) –un gran barco que almacena el GNL antes de trasladarlo a tierra firme– ya anclada en las afueras de Livorno. Las empresas españolas e italianas responsables de las infraestructuras de gas fósil (Enagás en el Estado español y Snam en Italia) han firmado un memorando de entendimiento sobre el gasoducto, y se están realizando estudios de viabilidad.
Este no es ni mucho menos el único proyecto de gas fósil propuesto como respuesta a la crisis energética europea. También está previsto construir FSRU similares en Italia. Snam ha comprado una FSRU para anclarla en Piombino, capaz de almacenar 5.000 millones de metros cúbicos de GNL, y se está adquiriendo un barco similar para Ravenna, en la costa adriática.
La propuesta de construir un gasoducto entre el Estado español e Italia es también, en parte, un intento de presionar a Francia para que respalde el gasoducto MidCat, una tercera conexión entre las redes de gas fósil de Francia y España que estaba paralizada. El gasoducto se propuso por primera vez hace más de una década, y ya se ha construido un tramo de 90 km en Catalunya.
La construcción se paralizó en enero de 2019 cuando los reguladores energéticos españoles y franceses rechazaron una solicitud de inversión adicional por parte de Enagás y Teréga, los dos principales promotores. Los reguladores echaron el freno tras concluir que el MidCat aumentaría la factura energética y que los costes superarían los beneficios para los consumidores.
Sin embargo, el intento de resucitar el MidCat no ha pasado desapercibido. Desde las comarcas de Girona se ha reactivado la Plataforma Resposta al MidCat, que al final logró detener la construcción del gasoducto en 2019. Sin embargo, el canciller alemán Olaf Scholz declaró recientemente su apoyo al MidCat, respaldo que se materializó durante los días 5 y 6 de octubre con la cumbre hispano-alemana.
Europa ya se estaba orientando hacia las energías renovables para combatir la emergencia climática antes de que se desatara la crisis energética. Ahora no es posible volver a centrarse en las nuevas infraestructuras de gas fósil sin dejar de cumplir los objetivos climáticos de la Unión Europea. Tampoco sería sensato. Pasarán años antes de que entren en funcionamiento los nuevos proyectos de gas fósil que hoy reciben luz verde, y Europa ya puede satisfacer sus necesidades energéticas más importantes para los próximos inviernos.
Este nuevo despilfarro de gas fósil se debe al plan REPowerEU de la Comisión Europea. En teoría, el plan pretende que Europa pase a utilizar fuentes de energía más fiables y acabe con su dependencia de las importaciones de combustibles fósiles rusos tras su hostil invasión de Ucrania.
En la actualidad, la UE importa la gran mayoría de los combustibles fósiles que utiliza de fuera del bloque. Más del 40% de la importación de gas fósil, el 46% del carbón y el 27% del petróleo proceden de Rusia. Romper esta dependencia no es una cuestión trivial, pero el RePowerEU va más allá. Reescribe el papel de la UE en un mundo que ya cambia rápidamente, empezando por la energía.
El REPowerEU lo hace dejando de lado otras políticas de la UE, como el Europen Green Deal o el plan Fit for 55 para la transición a una economía más ecológica. Desvía la financiación del fondo de recuperación de la pandemia NextGenerationEU para apoyar la aceleración en la implementación de proyectos de gas fósil, como el gasoducto que conecta Livorno y Barcelona. Los objetivos se han movido: lo que antes eran planes para ecologizar el sistema energético de Europa han pasado a ser principalmente para asegurarlo a un coste cada vez mayor para el medio ambiente.
Además de los 245.000 millones de euros prometidos, procedentes del Green Deal europeo, del paquete Fit for 55 y de NextGenerationEU, el REPowerEU propone peligrosamente utilizar casi 40.000 millones de euros de otros flujos de financiación pública y medidas existentes a nivel de la UE. Todos estos instrumentos podrían movilizarse para financiar nuevas energías renovables que reduzcan la dependencia de Rusia, o las dañinas infraestructuras de combustibles fósiles que aceleran la crisis climática.
Pasarán años antes de que el gas circule por un gasoducto entre Livorno y Barcelona –si es que alguna vez lo hace–, pero el riesgo de que un boom de la construcción encadene a Europa en la quema de gas fósil durante décadas es muy real. Los contribuyentes europeos que actualmente tienen dificultades para pagar sus facturas de la luz o el gas serían quienes pagarían por este bloqueo. Las instituciones de la UE siguen presentando las nuevas infraestructuras de gas fósil como una opción sostenible a largo plazo. Sin embargo, nos tememos que no lo son.
Josep Nualart Corpas es investigador en clima y energía en el Observatori del Deute en la Globalització (ODG).
Elena Gerebizza es activista en energía e infraestructuras en la ONG italiana ReCommon.