

Etiquetas:
La crisis climática no solo pone en riesgo la salud del planeta, también la humana. Muertes por calor extremo, por contaminación o por falta de higiene son algunos de los problemas a los que se enfrenta la población mundial. Y, aun así, no se está haciendo lo suficiente para evitarlo. La octava edición del informe de The Lancet Countdown, centrado en salud y cambio climático, pone el foco en ello.
Dirigido por el University College de Londres y formado por 52 instituciones de investigación y organismos de la ONU de todo el mundo, el estudio presenta 47 indicadores para analizar de la mejor manera posible el vínculo entre la salud y el cambio climático.
Los datos actualizados destacan una de las peores amenazas para la humanidad: los fenómenos meteorológicos extremos, entre ellos las olas de calor. «Incluso con el actual calentamiento global promedio de 1,14 °C de los últimos diez años, las personas experimentaron un promedio de 86 días de temperaturas extremas que representan un daño para su salud en el período entre 2018 y 2022; de estos días, más del 60% tuvieron al menos el doble de probabilidad de ocurrir debido al cambio climático provocado por el ser humano», explica el estudio.
Yendo más allá, la mortalidad asociada al calor en personas mayores de 65 años aumentó un 85% entre 2013 y 2022, en comparación con el período entre 1991 y 2000. Este número está muy por encima del aumento del 38% proyectado en un planeta sin el efecto del cambio climático provocado por el ser humano.
Como consecuencia de estos eventos extremos, la seguridad hídrica y la producción de alimentos se ven amenazados. Según The Lancet Countdown, las olas de calor y las sequías más frecuentes se asociaron con 127 millones más de personas que declararon inseguridad alimentaria de moderada a grave en 122 países en 2021, en comparación con lo que ocurría anualmente entre 1981 y 2010.
Asimismo, el cambio en los patrones climáticos está acelerando la transmisión de enfermedades infecciosas mortales. La propagación de la bacteria Vibrio, que puede provocar incluso la muerte, está relacionada con el aumento de la temperatura de los océanos. Esta infección amenaza sobre todo a Europa, donde el área costera propicia para su desarrollo ha aumentado en 142 kilómetros por año.
Todos los indicadores pueden ir a peor
Esta edición del informe incluye una novedad: presenta proyecciones sobre cómo podría ser el futuro en un planeta con una temperatura global mayor. “Las proyecciones de un planeta con un aumento de temperatura de 2 °C nos hablan de un futuro peligroso, y son un macabro recordatorio de que el ritmo y la escala de los esfuerzos de mitigación que hemos visto hasta ahora han sido deplorablemente inadecuados para salvaguardar la salud y la seguridad de las personas”, asegura Marina Romanello, directora ejecutiva de The Lancet Countdown en University College de Londres.
En este escenario, se pronostica que empeorará cada uno de los casi 50 indicadores de peligro para la salud que monitorea el equipo científico. Todo iría a más, pero en el mal sentido: la mortalidad anual asociada a temperaturas extremas se incrementará en un 370% hacia mediados del siglo; la exposición a temperaturas extremas provocará la pérdida global de horas laborales potenciales en un 50%; la mayor frecuencia de olas de calor puede resultar en que unos 525 millones de personas más experimenten inseguridad alimentaria de moderada a grave para el período de 2041-2060; y enfermedades como el dengue verán su potencial de transmisión incrementado hasta un 37%.
“Nos toca dar un paso más allá de tan solo tratar los efectos del cambio climático en la salud, y enfocarnos en la prevención primaria. Se deben abordar las causas subyacentes del cambio climático con estrategias de aceleración rápida de la mitigación en todos los sectores, para asegurar que la magnitud de los peligros a la salud no supere la capacidad de adaptación de los sistemas sanitarios», sostiene Stella Hartinger, profesora y directora del centro regional para Sudamérica de The Lancet Countdown.

Pero los gobiernos no están actuando. De los 64 países que se comprometieron a crear sistemas de salud resilientes al clima a través del Programa de Salud de la COP26, solo cuatro han elaborado o actualizado planes nacionales de adaptación sanitaria al cambio climático (entre 2020 y 2022).
El estudio incide en «la negligencia de los gobiernos, las empresas y los bancos que siguen invirtiendo dinero en la industria de petróleo y gas”. Esta afirmación tiene datos que la respaldan. En 2020, las subvenciones a los fósiles de 26 de los países analizados por la publicación (87 en total, responsables por el 93% de las emisiones de carbono mundiales totales) superaron el 10% del gasto sanitario nacional. La cifra aumenta hasta el 50% en el caso de diez de los países.
Por su parte, las empresas fósiles solo destinaron un 4% de sus inversiones de capitales en energías renovables en 2022. En esta misma línea, el equipo científico destaca que son los países con menos recursos los que quedan excluidos de la transición energética. El acceso desigual a ellas obliga a las comunidades más vulnerables a depender del uso de combustibles y a sufrir las consecuencias sanitarias de la contaminación que provocan. «La continua expansión de los combustibles fósiles es una sentencia mortal para millones de personas«, ha apuntado António Guterres, secretario general de la ONU.
Aunque el estudio pone el foco sobre el coste humano, también señala el económico. En total, las pérdidas económicas asociadas a eventos meteorológicos extremos se estimaron en 264.000 millones de dólares en 2022, un aumento del 23% respecto del período entre 2010 y 2014. Los perdedores son, sobre todo, los países de ingresos bajos y medios, donde la pérdida de ingresos representó una proporción mucho mayor del PIB, con un 6,1 y un 3,8% respectivamente.
Los beneficios sanitarios de la transición energética
Salud, equidad y justicia. Esos son las prioridades que The Lancet Countdown cree que debe tener la transición hacia un futuro sin emisiones de carbono. “Empoderar a los países para que hagan una transición desde los combustibles sucios hacia fuentes de energía modernas, locales y renovables no solo traería beneficios inmediatos para la salud, sino que también reduciría las desigualdades sociales, económicas y sanitarias«, defiende Ian Hamilton, jefe del grupo de trabajo de acciones para la mitigación y los beneficios sanitarios de The Lancet Countdown.
«Esto ocurriría gracias a que los actores locales desarrollarían nuevas habilidades, se crearían puestos de trabajo, se respaldarían las economías locales y la energía podría llegar a zonas no alcanzadas en la actualidad, para así electrificar los hogares y las unidades sanitarias, en particular en zonas donde la pobreza energética sigue siendo un obstáculo para la salud y el bienestar de las personas”, continúa el experto.
El informe tiene cabida para el optimismo. «A pesar de que se requiere actuar con prontitud y urgencia, hay algunos signos esperanzadores de progreso, en lo que podría ser el comienzo de una transición que nos salvaría la vida», sostiene. Sin ir más lejos, la inversión mundial en energías limpias creció un 15% en 2022. Por otro lado, las muertes asociadas a la contaminación atmosférica derivada de los combustibles fósiles han disminuido un 15,7% desde 2005. El 80% de este descenso se debe a los esfuerzos por reducir la contaminación que provocan.
«El hecho de que la COP28 se enfoque en la salud es una oportunidad única para lograr compromiso y acción«, dice Romanello. «A menos que se concrete dicho progreso, el creciente énfasis en la salud en el marco de las negociaciones sobre el cambio climático corre el riesgo de ser simples palabras vacías, y cada fracción de grado adicional empeorará los perjuicios que sufren miles de millones de personas de las generaciones actuales y futuras”.
Shell está amenazando actualmente a Greenpeace con una demanda por daños y perjuicios de 60 millones de coronas o una pequeña cantidad, junto con la prohibición de volver a protestar en sus plataformas en todo el mundo.
Las demandas son el intento desesperado de Shell de amordazarnos porque, en una protesta pacífica, nos hemos pronunciado en contra de su codiciosa búsqueda del petróleo y las ganancias que están creando la crisis climática.
Nos negamos a ser amordazados por las grandes multinacionales petroleras que están destruyendo despiadadamente nuestro planeta.
En 2022, Shell recaudó la friolera de 270.000 millones de coronas danesas, nos empujan aún más hacia la catástrofe climática y hacen la vista gorda ante el daño que causan.
Estoy conmocionado por los métodos extremos de Shell para silenciarnos con esta demanda, que solo pretende intimidarnos e intentar que detengamos nuestras protestas pacíficas. Están haciendo lo que pueden para frenarnos, porque saben que, junto con ustedes, suponemos una amenaza real para la industria de los combustibles fósiles.
Shell puede tener mucho dinero y abogados muy bien pagados, pero no lo tienen a usted de su lado. Juntos nos hemos interpuesto en el camino de Shell muchas veces, e incluso los detuvimos antes de que también perforaran en busca de petróleo en el Ártico. Hemos ganado antes y con tanto en juego, tenemos que volver a ganar.
Yeb Saño, un activista filipino de Greenpeace que participó en la acción pacífica por la que ahora nos demanda Shell, dice que no tuvo más remedio que actuar porque «los gobiernos no están haciendo nada para detener la búsqueda destructiva de ganancias de Shell, que está destruyendo nuestros hogares, nuestras familias, nuestros medios de vida y nuestro planeta. Yo mismo he perdido a seres queridos por el cambio climático, y quiero que las grandes compañías petroleras paguen por el daño que han causado».
Greenpeace Denmark.