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La crisis climática, junto a otros factores socioeconómicos, serán responsables de que aumente el riesgo de que el virus del Ébola se extienda más y con mayor rapidez, llegando incluso a zonas que nunca antes se habían visto afectadas. Así lo asegura un estudio publicado esta semana en la revista Nature Communications. Acorde a la investigación, en el peor de los escenarios analizados, la zona de riesgo de brotes de enfermedades podría aumentar en un 14,7%, más allá de la actual zona endémica de África central.
Durante 2018, las personas responsables de la investigación emplearon un modelo estadístico para predecir cómo los aumentos de las temperaturas, el crecimiento demográfico y la pobreza afectarán a la propagación del virus del Ébola de aquí a 2070. Según el estudio, más países del norte, este y sur del continente africano experimentarían brotes de ébola. Es el caso de Nigeria, pero también Ghana, Kenia y Ruanda, calificados como «área clave para el inicio de epidemias» y «brotes pequeños».
Los brotes, tradicionalmente concentrados en África Occidental y Central, se producirían con mayor frecuencia y se propagarían a zonas antes no afectadas a través de las aerolíneas, recoge la investigación. Usando la red actual de vuelos, los autores sugieren que existe un alto riesgo de que el ébola se extienda a China, Rusia, India y Estados Unidos, así como a países de Europa, entre ellos España.
El virus del Ébola apareció por primera vez en la República Democrática del Congo en 1976. Desde entonces, se han producido un total de 23 brotes reconocidos, principalmente en África central, de los cuales 10 se han concentrado en la República Democrática del Congo. La zona norte del país sufre desde agosto del año pasado un brote que ha causado hasta el momento más de 2.000 muertes, y el cual fue pronosticado con éxito por el propio modelo empleado para el estudio.
Aunque no está confirmado, se cree que el ébola se origina en especies como los simios y los murciélagos frugívoros, que prefieren condiciones cálidas y húmedas, situaciones cada vez más habituales a causa del calentamiento global. Para 2070, el modelo utilizado por los investigadores estima que se multiplicaría por 1,75 a 3,2 el ritmo de propagación del virus mortal de los animales a los seres humanos.
Como señala el estudio, en el actual contexto de crisis climática pueden darse dos escenarios. Por un lado, que las sequías se alarguen, haciendo que los agricultores se vean abocados a introducirse en zonas más profundas para subsistir. Al ser el hogar de muchos animales, aumentan las posibilidades de que las personas entren en contacto con, por ejemplo, murciélagos portadores del virus. Por otro lado, como investigaciones anteriores han demostrado, si hay más lluvias -algo que el calentamiento global potenciará- habrá más fruta para que los murciélagos coman. Al haber mayor disponibilidad de alimentos, estos animales se reproducirán más y entrarán en contacto con más especies a medida que se junten para comer, incrementándose a su vez las probabilidades de que los humanos entren en contacto con ellos.
Bajo las condiciones actuales, los modelos predicen que una epidemia podría ocurrir aproximadamente una vez cada 17 años. Así, en un escenario de altas emisiones, con un gran incremento de la población y con un lento desarrollo económico, la probabilidad de que ocurra una epidemia sería de casi una vez cada 10 años. En cambio, en un futuro más optimista, donde las emisiones sean más bajas y el desarrollo de estos países sea mayor, las epidemias se producirían una vez cada 30 años. Asimismo, el modelo prevé, basándose en las tendencias actuales, que cada 43,5 años podría haber una «epidemia catastrófica».
Si bien todos los escenarios planteados son proyecciones susceptibles de no ocurrir tal y como se plantean, los investigadores dejan claro que no son futuros inverosímiles. Ante esta tesitura, los autores consideran que la solución pasa porque la comunidad mundial apoye el desarrollo, disminuya la pobreza e invierta en infraestructura de salud. Asimismo, los científicos y científicas que han liderado el trabajo señalan que el aumento de las temperaturas traerá consigo más casos de malaria, diarrea, estrés por calor, defectos cardíacos, desnutrición y enfermedades resistentes a los antibióticos.