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No lleva ni un mes en el mercado y el nuevo libro de Naomi Klein, la escritora y conocida activista crítica con el capitalismo, ya se ha convertido en un best seller, elogiado por pensadores de la talla de Judith Butler, Angela Davis o Douglas Rushkoff. Me refiero a Doppelgänger: A Trip into the Mirror World (Allen Lane, 2023), un volumen que, por ahora, existe solamente en inglés (en 2024 llegará a España de la mano de Paidós) y, como su título indica, plantea un viaje narrativo al «mundo de los espejos» a través de una figura tan incómoda y fascinante como la del doble o «Doppelgänger», en el vocablo de etimología alemana.
Lo que la autora identifica primeramente como su otro yo, duplicación de una misma, apunta directamente a Naomi Wolf, la feminista californiana que saltó a la fama con El mito de la belleza (1990) –un alegato contra la opresión de las mujeres por parte de las industrias que persiguen su cosificación y estetización– y que, con el paso de los años, se ha transformado en altavoz de las más dañinas teorías de la conspiración y tertuliana habitual en espacios mediáticos de ultraderecha. La confusión habitual que se produjo en plataformas digitales entre las dos Naomis, especialmente durante los momentos álgidos de la pandemia de la COVID-19, sirve a Klein como punto de partida para ir hilvanando un chispeante ensayo sobre las desigualdades perpetradas por el capitalismo, la escalada imparable de mentiras que cuentan con una gran aceptación –como el mito de que a Trump le robaron las elecciones en 2020, aún vivo entre sus seguidores–, y la necesidad de recomponer el tejido social antes de que sea demasiado tarde, en vistas de la catástrofe medioambiental en marcha.
Hasta ahí, la autora del aclamado La doctrina del shock (2007), donde acuñó el término «capitalismo del desastre» para categorizar los momentos de sacudidas económicas que son aprovechados por las élites con el fin de perpetuar sus procesos de acumulación de riqueza, pareciera haber elaborado otro libro destinado a clarificar, para el gran público, los engranajes de la desposesión rampante entre la mayoría de nosotros. Sin embargo, Doppelgänger carece de teorías novedosas, y su estructura se tambalea entre constantes idas y venidas al terreno de lo anecdótico y una persistente autorreferencialidad; junto al foco excesivo en La Otra Naomi, provocan que pierda vuelo y profundidad. Además, el doble, motivo que atraviesa sus páginas y ocupa la cubierta, ni siquiera queda apuntalado con una definición clara, más bien oscila entre la feminista conspiranoica que le arrebata su imagen; los peligros de rendirse ante una marca personal que nos reemplace –y Klein dedica prácticamente un capítulo, de cuatro, a analizar el marketing de sí misma–; el otro yo interno y odiado por su explotación de los más débiles (como cuando sucumbimos a la moda rápida, tejida por cuerpos explotados), y, finalmente, el imperativo de salir de nosotros mismos y abrazar a una suerte de complicidad con el prójimo: «los doppelgangers, al vapulearnos las cabezas e ilusiones de soberanía, nos pueden ayudar a enseñarnos una lección: que no estamos tan separados unos de otros como podríamos pensar».
Si algo se desprende de sus párrafos confusamente entreverados, eso sí, es la ferviente vituperación del individualismo, elevado a valor moral supremo desde que las políticas neoliberales se adueñasen de la práctica totalidad del espectro político y culpable de nuestra incapacidad de azuzar mejoras sociales sistémicas. Comprar un coche eléctrico, en lugar de uno de gasolina, nos advierte, no soluciona la crisis climática. En este sentido, Klein efectúa un ejercicio valioso; a saber, abandonar los espacios seguros de la izquierda y los movimientos sociales en los que milita –ha sido siempre defensora del senador y candidato demócrata a la presidencia Bernie Sanders– para sumergirse en las arenas de la ultraderecha. Cuenta cómo, en los turbulentos y recientes años de confinamientos y mascarillas obligatorias, hizo un esfuerzo por escuchar el podcast de Stephen Bannon, antiguo asesor de Trump y cercano a los círculos de Vox, al que Wolf solía acudir como invitada. Ahí percibió que estos perfiles notorios en la ultraderecha suelen profesar una acogida amplia de la población ninguneada por los grandes poderes económicos –aunque, después, no se traduzca en iniciativas por el bienestar dentro de las instituciones, según ejemplifica citando la reforma fiscal de Trump, que favoreció a los más ricos–. Junto al ánimo de recolectar el malestar social despliegan conspiraciones enraizadas en injusticias verdaderas; así, las falsedades vertidas sobre las vacunas para combatir la COVID-19 guardan un poso de realidad en la desconfianza que generan las farmacéuticas, causantes parcialmente, entre otras cosas, de la gran crisis de opiáceos que cada año aniquila a unas 100.000 personas en Estados Unidos. Ojo con descartar las teorías delirantes de los sectores más retrógrados, parece indicar Klein, pues se sostienen porque la vida se ha vuelto insoportable, y «puede sentirse como navegar una serie de timos ilimitados».
Tal vez lo más constructivo del ensayo sea esta inmersión en «el mundo de los espejos» de la ultraderecha, el reconocimiento del Otro opuesto ideológicamente como ser pensante que merece ser escuchado, y la autocrítica que realiza de la izquierda: ensimismada, no se esfuerza en «construir alianzas» más allá de su propio búnker; subraya las diferencias internas «obsesivamente» hasta instigar la fragmentación; convierte «las infracciones menores del lenguaje en grandes crímenes»; llama a demasiada gente «privilegiada»; y peca de cierto esnobismo intelectual. Frente a ello, la autora apuesta por fabricar redes interpersonales amplias que alberguen la diversidad y por reforzar los tejidos sindicales y asociativos; en definitiva, más «colaboración y coalición» partiendo de egos que tiendan a diluirse con los demás; un mensaje esperanzador que, de alguna manera, compensa otras fallas argumentativas y compositivas del libro. Al fin y al cabo, nos advierte, «la conspiración es… el capitalismo«, y para desbancarla son precisos todos los cuerpos, todas las manos, ya que habitamos «los últimos años en que aún puede ser posible evitar una crisis existencial y planetaria». Persuasivo, documentado, Doppelgänger no roza la calidad de algunos de los intelectuales que cita (James Baldwin, bell hooks) ni de obras anteriores, pero quizá sirva para agitar conciencias.
En lugar de invertir en conservación y en proyectos para un planeta más sano, en bienestar social, ect., los amos del mundo capitalista dan órdenes a sus criados, los políticos, para que inviertan nuestro dinero en guerras y destrucción dónde a ellos les conviene, es decir, dónde les reporte más beneficios:
Nuevo gasto militar del gobierno más progresista de la Historia, ahora 530 millones (Insurgente.org)
No tienen donde gastar el dinero.
El Consejo de Ministros ha decidido la compra de nuevos sistemas de misiles contracarro, munición de artillería y granadas de mortero por la bonita cantidad de 530 millones de euros. Las partidas más importantes son:
285 millones de euros serán para los 168 sistemas de misiles contracarro Spike LR2. Se trata de un sistema de quinta generación con guiado electroóptico, que facilita el guiado inmediato del misil a unas coordenadas específicas.
150 millones de euros en munición de artillería de campaña de 155mm, un tipo de munición que ha estado enviando en los últimos meses a Ucrania
El Gobierno mantiene que «la obsolescencia de los sistemas utilizados hasta el momento hace que deban ser reemplazados por otros más modernos como los que ya se encuentran en servicio en muchos de los ejércitos de nuestros aliados» y asegura que «esta adquisición permitirá la interoperabilidad de sistemas y la reducción del coste del ciclo de vida de los mismos».
96 millones que irán a la adquisición de granadas de mortero de 60 milímetros, 81 milímetros y 120 milímetros para las unidades del Ejército de Tierra, que mayormente son empleadas para la realización de ejercicios tácticos