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Este texto es un avance editorial de ‘La sabiduría de los búhos’ (Ariel), de Jennifer Ackerman.
¿Qué tienen los búhos para que nos cautiven tanto? Aparecen en las pinturas de la cueva de Chauvet de Francia, de hace treinta mil años, y en los jeroglíficos del antiguo Egipto, en la mitología griega y entre las deidades de los ainus de Japón, en las estampas y los grabados de Picasso, y en las historias de Harry Potter como mensajeros que se desplazan entre el reino de los muggles y el de la magia. En la lengua inglesa, por ejemplo, proliferan y están incorporados a sus dichos o frases hechas. Cuando alguien se muestra irritable, testarudo y no quiere colaborar, se dice que está owly. Cuando es un noctámbulo y se levanta tarde por la mañana, se le llama night owl (‘búho nocturno’). Si tenemos una edad avanzada y hemos acumulado experiencia y conocimientos, nos convertimos en wise old owls (‘viejos búhos sabiondos’).
En algunos lugares, los búhos compiten en popularidad con los pingüinos. En otros, son vilipendiados como espíritus demoníacos. Los búhos poseen ese tipo de dualidad. Son tiernos y mortíferos, lindos y brutales, feroces y divertidos, y a veces hacen travesuras como robarte el equipo fotográfico o arrebatarte el sombrero.
En ellos vemos algo que nos resulta muy familiar, como sus cabezas redondas y sus grandes ojos, pero al mismo tiempo percibimos un indicio de un tipo de existencia completamente distinta, el lado oscuro de la que nosotros poblamos. La mayor parte de los búhos son criaturas nocturnas que se mueven sin ser vistas; solo se las descubre por sus peculiares chillidos y ululatos. Su vuelo es silencioso y aterciopelado, y sus aptitudes cinegéticas, a menudo desplegadas en la noche cerrada, inspiran un respeto reverencial.
En muchas culturas, los búhos son considerados mitad pájaros, mitad espíritus, un cruce entre lo real y lo etéreo, símbolos del conocimiento y la sabiduría, por un lado, y portadores de infortunios y enfermedades, por otro. A menudo son contemplados como profetas o mensajeros. Los griegos creían que un búho volando por encima del campo de batalla auguraba la victoria. En el antiguo folclore de la India, aparecen como símbolos de la sabiduría y de la profecía. Lo mismo ocurre entre los indios navajos.
El mito navajo de Nayenezgani, el Creador, recuerda a la gente que tiene que escuchar la voz del búho profeta si quiere conocer su futuro. Los aztecas consideraban a los búhos como símbolo del inframundo, y para los mayas eran los mensajeros del Xibalbá (‘el lugar del espanto’). En Julio César, Casca se queda aterrorizado cuando un búho aparece de día, pues presagia una muerte inminente: «El pájaro de la noche se posó/al mediodía en la plaza del mercado,/ululando y chillando».
Los búhos existen en todos los continentes, excepto en la Antártida, y presentan todas las formas humanamente imaginables. Sin embargo, pese a esta ubicuidad y al interés que despiertan, los científicos no han empezado hasta hace poco a descifrar pormenorizadamente los misterios de estas aves. Los búhos son mucho más difíciles de encontrar y de estudiar que otros pájaros. Son crípticos y practican el camuflaje, son sigilosos y solo están activos a una hora a la que el acceso a sus áreas de estudio supone un desafío. Pero recientemente los investigadores han utilizado una serie de estrategias y herramientas poderosas para estudiarlos y desentrañar sus misterios.
[…] Los especialistas que viven y trabajan en estrecha relación con los búhos están aprendiendo cosas que solo se pueden aprender de cerca, cara a cara con ellos. Están fomentando la ciencia de cuidar de estas aves y, a cambio, los búhos a los que curan contribuyen a educar al público revelando algunos de los más profundos misterios sobre su comunicación, su individualidad y su personalidad, así como sus emociones e inteligencia.
Al analizar los aparentemente «simples» ululatos y reclamos o llamadas de los búhos, por ejemplo, los investigadores han encontrado que sus vocalizaciones obedecen a unas reglas complejas que permiten a los pájaros expresar sus necesidades y deseos, y aportan una información sumamente específica sobre su identidad individual y su sexo, tamaño, peso y estado de ánimo. Algunos búhos cantan a dúo. Otros se baten en duelo con sus voces. Los búhos pueden reconocerse unos a otros tan solo por la voz. Sus caras también son expresivas. Pueden ofrecer la misma cara anodina, meditabunda e imperturbable que la luna, pero su apariencia puede asimismo cambiar conforme cambian sus sentimientos: una fascinante ventana abierta a su mente, si uno sabe cómo interpretarla.
Algunos búhos emigran, pero no como otros pájaros y tampoco con arreglo a unas pautas previsibles. Algunos de ellos almacenan o atesoran sus presas en unas despensas especiales. Otros decoran sus nidos. Los mochuelos de madriguera viven en guaridas subterráneas, a veces junto a perritos de la pradera, y cuando se sienten amenazados sisean como una serpiente de cascabel acorralada. Engalanan sus nidos con mazorcas, estiércol de bisonte, trozos de tela e incluso con pedacitos de patata. Los búhos chicos descansan en enormes colonias, algunas de las cuales, como las de las golondrinas risqueras o golondrinas de farallón, pueden obrar como centros de información.
Los científicos que estudian las lechuzas comunes o lechuzas de campanario han descubierto que las crías de búho duermen como los bebés humanos, dedicando más horas al sueño REM (el de las ensoñaciones) que los búhos adultos. ¿Por qué? ¿Pueden los búhos ayudarnos a determinar el papel que desempeña el sueño REM en el desarrollo del cerebro, tanto en los pájaros como en los humanos? ¿Hablan los búhos cuando están dormidos?
La mayoría de los búhos son monógamos y se emparejan para criar, pero la investigación sugiere que también son genéticamente monógamos —con pocas probabilidades de copular fuera de la pareja—, algo que es completamente inusual en el mundo ornitológico. Puede que sea así, pero ¿son tan fieles a sus parejas como imaginamos?
Los búhos son conocidos como «los lobos del cielo» por una buena razón. Siendo unos fieros cazadores, capturantoda clase de presas, desde ratones y pájaros a zarigüeyas comunes y cervatillos, e incluso a otros búhos. Pero en ocasiones también son carroñeros y comen cualquier cosa, desde puercoespines hasta cocodrilos y ballenas boreales. Los mochuelos de los saguaros o mochuelos duende o tecolotes enanos se alimentan de escorpiones, a los que previamente les quitan los aguijones venenosos, y, como les ocurre a otros búhos, obtienen de sus presas la mayor parte del agua que necesitan. Los lechuzones negruzcos, que atacan principalmente a los pájaros, han averiguado cómo darse todo un banquete nocturno en una sola zambullida.
Según el ornitólogo brasileño José Carlos Motta-Junior, los búhos utilizan los ruidos de los pájaros gregarios que descansan en grupo, como los semilleros volatineros, para concentrarse en ellos y luego, uno a uno, capturar a todos los allí reunidos. «He encontrado bolas o pellets, también denominadas egagrópilas, con restos de cinco o más semilleros, aunque ¡mi récord es una egagrópila con once semilleros volatineros!»
Unos trabajos pioneros acerca de los sentidos de los búhos están arrojando luz sobre los extraordinarios poderes que permiten a estos pájaros encontrar a sus presas de noche: los extraños rasgos de su magnífica visión y oído nocturnos, su asombrosa habilidad para localizar los ruidos o su vuelo prácticamente insonoro, adaptaciones todas ellas que hacen de los búhos la cima no solo de la cadena alimentaria, sino también de la propia evolución. Es posible que los búhos hayan perdido cierta habilidad para distinguir el color a lo largo de la historia de la evolución, pero tienen una excelente sensibilidad a la luz y al movimiento. También son capaces de ver la luz ultravioleta, gracias a que poseen un equipamiento completamente distinto al de la mayoría de las aves. La mejor comprensión de los oídos de los búhos, descritos como «los Ferraris de la sensibilidad al sonido», ha cambiado nuestra opinión sobre su oído sobrehumano e incluso ha determinado las pruebas de audición para bebés.
Los científicos han analizado la inesperada manera en que un cárabo lapón acomete una impresionante proeza en invierno: atrapar topillos escondidos muy en lo hondo de la nieve guiándose solo por el sonido. Un punto de vista diferente sobre el modo en que los búhos «procesan» el sonido ha generado asimismo novedades. Algunos de los sonidos que perciben los búhos son procesados en el centro visual de sus cerebros, de tal manera que de hecho pueden obtener una imagen óptica de un sonido: el susurro de un ratón lanzando destellos como un faro en la oscuridad del bosque. Y he aquí un descubrimiento que nos deja pasmados: el cerebro de un búho utiliza las matemáticas para localizar a su presa. ¡Quién lo iba a decir!
En mi opinión, estos hallazgos no reducen el asombro que nos provocan los búhos, sino que lo intensifican.
Jennifer Ackerman ha escrito durante casi tres décadas sobre ciencia, naturaleza y biología. Colaboradora en Scientific American, The New York Times, National Geographic y Natural History, fue editora de la división de libros de la National Geographic Society y de la University of Virginia Press.
Durante los seis días que duró la 14ª Reunión de la Conferencia de las Partes de la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres en la Cumbre de Samarcanda han resultado en un buen plan que puede afectar de manera positiva a las especies migratorias, aunque falta por ver si los países cumplen sus compromisos.
Las conclusiones también abordan amenazas a las especies migratorias que no habían sido tratadas hasta el momento bajo este convenio, como la minería marina en aguas profundas, los plásticos, el ruido marino o la contaminación lumínica.
Es fundamental fortalecer el papel del tercer sector en todos los países. La sociedad civil debe desempeñar un papel más activo en supervisar y acompañar las acciones gubernamentales, garantizando así una implementación efectiva de los compromisos acordados internacionalmente.
El coordinador de Gobernanza Ambiental de SEO/BirdLife, Juan Carlos Atienza, presente como observador durante toda la cumbre, apunta que «desde SEO/BirdLife, queremos compartir nuestra preocupación por la falta de un análisis crítico y un debate sustancial durante la COP 14 para identificar las razones que hay detrás de la falta de cumplimiento de los objetivos del plan anterior con el objeto de no repetir los mismos errores. Tras observar con atención la situación actual, atribuimos la falta de progreso a la insuficiente implementación de los acuerdos por parte de los gobiernos en sus respectivos países. Es necesario un compromiso individual más sólido por parte de cada nación para asegurar que los acuerdos adoptados se traduzcan en acciones tangibles a nivel nacional.»