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Negociadores venidos de medio mundo se han dado cita estos días en Madrid para hablar de emergencia climática y, supuestamente, decidir las medidas que deben tomarse para reducir nuestras emisiones de carbono. Pero tras años de discusiones, los compromisos de políticos y empresas están muy por detrás de los cambios que necesitamos para dar respuesta a esta crisis. Y nosotras, como consumidoras, ¿podemos hacer algo?
Nuestro consumo también puede suponer una diferencia importante en la cantidad de emisiones generadas. Durante los próximos días, desde Carro de Combate, repasaremos brevemente algunos de los sectores que más contribuyen a la crisis y sus alternativas. Hoy empezamos por el más contaminante, el transporte.
Capítulo 1: ¡Cambia la forma en que te mueves!
No es una novedad. Coches y aviones son responsables de buena parte de las emisiones de efecto invernadero en el mundo. En España, en concreto, el transporte es responsable de un 26% de las emisiones (fuente), el sector que más contribuye a la emergencia climática. La mayoría de la emisiones (24%) proceden del tráfico por carretera, pero el avión es el que más emite por pasajero y kilómetro recorrido.
Algunos datos:
- El medio de transporte que menos emisiones produce es el tren aunque no vaya lleno (Fuente)
- El tren, el barco y el transporte por carretera emiten de media seis veces menos que cualquier opción en avión que se escoja. (Fuente)
- Pero cuidado con pensar que el único problema son nuestros viajes en avión. Según el informe Exponential Roadmap, los trayectos cortos suponen tres cuartas partes de las emisiones generadas por el transporte (Fuente)
- Y si aun así, tienes que viajar en coche, los hay más y menos contaminantes. Recuerda que los todoterrenos urbanos son la segunda fuente de emisiones que más crece en el mundo. (Fuente)
Así que para las próximas vacaciones quizá deberías replantearte esas vacaciones a las playas de Tailandia y buscar un destino más cercano al que podamos llegar en tren. Y mientras, la bicicleta y el transporte público son nuestros mejores aliados para reducir nuestro huella de carbono.
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El tren convencional, no el AVE.
DESDE LA INAUGURACION DEL PRIMER AVE.
Ha transcurrido una etapa caracterizada por la construcción sin freno de las infraestructuras requeridas para estos trenes, y como contraparte, el abandono del resto de la red ferroviaria, cierre de líneas, recorte de servicios y empleo.
Desde que se inauguró la primera linéa AVE Madrid-Sevilla, el Estado español se ha situado como el segundo país del mundo en número de kilómetros de alta velocidad, aventajado solo por China. Un despliegue inaudito (2.500 kilómetros) que solo ha sido posible a costa de miles de millones invertidos cada año y de enormes impactos ambientales para la construcción de las vías.
Los privilegios del AVE los sufrieron el resto de trenes mediante recortes en servicios, cierre de líneas (entre ellas los trenes nocturnos) y estaciones, y pérdida de empleo. Una de las consecuencias ha sido la expulsión de una buena parte de las personas usuarias hacia la carretera, al no disponer de alternativa ferroviaria atractiva y/o accesible económicamente, lo cual ha aumentado la insostenibilidad ambiental de nuestro sistema de transportes.
A pesar de que los trenes de cercanías mueven a lo largo del año 15 veces más personas viajeras que el AVE, todo el presupuesto de Renfe es de solo 600 millones al año, es decir, cinco veces menos que la inversión destinada a las nuevas líneas del AVE.
Los grandes mitos que justificaron la expansión del AVE, tales como ‘modernidad, ‘velocidad’, ‘crecimiento económico’, ‘sostenibilidad ambiental’ o ‘generación de empleo’, no fueron más que una cortina humo tras la que se ocultaron la corrupción o la deuda pública.
Estas medidas van en detrimento de los beneficios sociales y de los compromisos ambientales; entre ellos, el del Acuerdo de París y la necesidad urgente de reducir las emisiones causadas por el transporte. Encaminarnos hacia estos objetivos tendría que pasar por tener más y mejores trenes, no por su deterioro premeditado. Un deterioro que a su vez desconecta el mundo rural y desvertebra el territorio del medio de transporte más sostenible que existe en la actualidad.
(E. en A.)