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El buen periodismo empieza con la curiosidad. La del propio periodista, lleno de preguntas sobre el mundo. Y la que es capaz de despertar en los lectores. A veces no es fácil, pero con el pez diablo negro (Melanocetus johnsonii) los artículos se escriben solos. Todo en este ser abisal llama la atención. Tiene una antena luminosa que usa como caña de pescar y una boca repleta de grandes dientes que le permiten atrapar presas que le doblan en tamaño. Es capaz de vivir casi sin oxígeno y las hembras y los machos son tan diferentes en forma y longitud que durante décadas se pensaba que los segundos eran una especie de parásito.
El diablo negro o rape abisal, como el que hace unos días se grabó nadando cerca de la superficie a menos de dos kilómetros de la costa de Tenerife, es un ser casi legendario, del que apenas se tienen registros. Vive entre los 200 y los 2.000 metros de profundidad, donde todo escasea: la luz, el oxígeno, la comida. Probablemente por eso ha acabado desarrollando una serie de adaptaciones únicas que no se ven en las zonas del planeta que los humanos solemos frecuentar y donde los recursos son más abundantes.
Solo un 5% del alimento que se produce en la zona superficial del océano, a donde todavía llega la luz solar, alcanza las profundidades. Así que casi todos los seres que habitan los mares abisales están preparados para comer cualquier cosa que se encuentren en su camino. El diablo negro también. Además de una mandíbula rápida llena de grandes dientes afilados, tiene un estómago expandible que le permite digerir presas el doble de largas y bastante más pesadas que él.
Su estrategia de caza es sencilla: permanecer quieto y esperar a que otro animal descuidado se acerque lo suficiente a su boca. Para atraer a las presas usa un curioso apéndice que cuelga por delante de su cara. Esta espina modificada de su aleta dorsal está repleta de bacterias bioluminiscentes con las que el pez tiene una relación de simbiosis y que hacen que esta especie de antena brille en la oscuridad. El resto del cuerpo es tan oscuro que en las profundidades del océano se vuelve invisible. Allí, lo único que se ve es el cebo luminoso.
Pero la adaptación del pez diablo a la escasez del abismo no se queda ahí. También es capaz de regular su metabolismo en función de las condiciones de alimento y oxígeno en las que se encuentre. Si no tiene energía, reduce al mínimo su actividad, lo que le permite sobrevivir durante horas en condiciones de hipoxia o incluso de ausencia total de oxígeno. Y, por si todo fuera poco extraño, también está el asunto de su gran dimorfismo sexual.
Después de que el naturalista británico James Yate Johnson describiese un pez diablo por primera vez (lo hizo en aguas de Madeira), los científicos se pasaron décadas sorprendidos de que todos los especímenes que se encontraban fuesen hembras y de que, además, estas tuviesen siempre unos pequeños parásitos pegados al cuerpo. No fue hasta 60 años más tarde que otro británico, Charles Tate Regan, se dio cuenta de que esos parásitos eran en realidad los machos de la especie.
Mientras las hembras superan los 15 centímetros de longitud, los machos apenas llegan a los 3. Ni siquiera tienen un sistema digestivo propio y solo vienen equipados con un gran sentido del olfato y de la vista para localizar a las hembras. Una vez encuentran a una, se fusionan con su cuerpo y prácticamente desaparecen, quedando solo como depósitos de esperma que la hembra usará cuando esté lista. Así que, en realidad, los peces de fantasía descritos en este artículo, como el encontrado en aguas de Tenerife, no son él, son ella.
Sobre la gestión del conejo (zona de la llanura de Lleida), celebramos todas las ayudas que se puedan ofrecer al campesinado para garantizar la viabilidad de sus negocios, pero observamos con estupor como no se hace mención alguna a que la proliferación de conejos se ha producido después de años de caza intensa y salvaje contra sus principales depredadores. Precisamente, la legislación actual ( Orden de vedas ) todavía permite la cacería del zorro en todo el país excepto en los municipios declarados de emergencia cinegética. Recordemos que la naturaleza no es estanca, y las poblaciones animales se desplazan, y las actuaciones en un lugar tienen consecuencias en otros. (Ecologistes en Acción, Catalunya)