Las olas de frío matan cada día más que el calor, pero no existe en España un plan de prevención

La ola de frío que afecta estos días a muchas regiones de España pone en evidencia la falta de un plan estatal para prevenir la mortalidad asociada a estos episodios.
Las olas de frío matan cada día más que el calor, pero no existe en España un plan de prevención
Estatuas de Don Quijote y Sancho Panza cubiertas de nieve en Alcalá de Henares. Foto: May Robledo / Alfa Images / Reuters Foto: 2021-01-09T000000Z_1412118218_MT1IMGOST0003RGUBP_RTRMADP_3_IMAGO-IMAGES

Después de que la borrasca Filomena haya provocado la mayor nevada del siglo en diferentes puntos de la Península, la semana ha comenzado con 12 comunidades autónomas en alerta por una ola de frío que, al igual que las de calor, causa muertes. Sin embargo, a día de hoy no existe a nivel estatal un plan de prevención contra los episodios de bajas temperaturas.

Cada año mueren 1.100 personas en España a causa de las olas de frío, mientras que por calor la cifra asciende a 1.300. No obstante, al haber menos días con ola de frío que de calor, la mortalidad diaria por frío es mayor que por calor: 3,48 muertes diarias por olas de frío frente a 3 por calor, según un estudio publicado hace unos años en la revista Science of the Total Environment.

Para Julio Díaz, jefe del Departamento de Epidemiología y Bioestadística del Instituto de Salud Carlos III y uno de los autores de dicho estudio, es importante señalar que cuando se habla de mortalidad por frío o por calor es por agravamiento de otras enfermedades. «Por golpe de calor fallece muy poca gente; por lo que más personas mueren es por agravamiento de otras patologías. Lo mismo ocurre con la contaminación», apunta. En este sentido, «y como siempre ocurre», los más vulnerables son los grupos más desfavorecidos.

Otro estudio del Instituto de Salud Carlos III publicado hace un mes sobre pobreza energética en Madrid -una de las regiones más afectadas estos días por la nieve-, y en el que colaboró Julio Díaz, sostiene que los roles de género y las condiciones socioeconómicas existentes en la capital hacen que las mujeres sean las que más expuestas están a temperaturas extremas.

En España, un 11 % de los hogares, es decir, 5,1 millones de personas, se declaran incapaces de mantener su vivienda a una temperatura adecuada en invierno, según al III Estudio sobre pobreza energética en España elaborado por la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA).

Un plan para salvar vidas

Mientras que los impactos del calor suelen ser visibles a corto plazo (entre 0 y 4 días después del pico de temperatura), los impactos del frío se producen entre 5 y 14 días después del episodio. «Es un efecto más difuminado y no llama tanto la atención», explica Díaz, que apunta otro problema más: la definición de ola de frío y calor en salud no coincide con la meteorológica, lo que complica aún más una actuación coordinada que permita mandar un mensaje único e inequívoco a la población sobre la importancia de combatir estos fenómenos extremos.

Pero el principal fallo, como evidencia el investigador del Instituto de Salud Carlos III, es la «ausencia de un plan de prevención contra las olas de frío a nivel estatal» a pesar de que llevan «años pidiéndoselo al Gobierno», si bien nunca les han hecho «demasiado caso».

Para lo que sí hay plan es para los episodios de altas temperaturas, y se nota. Desde que este documento existe, la mortalidad ha disminuido en la última década, pasando de un 14% a un 1%. También ha jugado un papel fundamental, señala Julio Díaz, «la cultura del calor, es decir, por la educación ambiental que se ha hecho». Por lo tanto, cree que «se debería hacer lo mismo con el frío».

Según otro estudio del que formó parte Díaz, los planes de prevención frente al frío son más rentables que los del calor. En concreto, se concluye que con una efectividad del 68% cada uno de los días con ola de frío se evitarían 2,37 muertes.

¿Frío y calentamiento global?

La borrasca Filomena no solo ha traído estos días grandes nevadas. También ha generado un resurgir del negacionismo de la ciencia del clima con la falsa idea de que si hace frío y hay nieve no puede existir un calentamiento global y un cambio climático que, a pesar de todo, son irrefutables.

El cambio climático ya está ocurriendo, y depende de las actuales generaciones, mediante diversas acciones, determinar su grado de destrucción y alcance. Como acaba de confirmar la Agencia Estatal de Meteorología, 2020 ha sido el año más caluroso en España desde que hay registros. También lo ha sido en Europa y a nivel global.

Y, a pesar de todos estos datos, no es incompatible que sigan existiendo episodios puntuales con temperaturas bajas. Como explica Mar Gómez, meteoróloga de eltiempo.es, «las altas temperaturas propiciadas por el cambio climático pueden producir cambios en la dinámica de la atmósfera y modificar la corriente en chorro. En el caso de España, la corriente en chorro polar».

Por tanto, hay que asumir que «las olas de frío no van a desaparecer», sostiene el investigador Julio Díaz. Además, hay que tener en cuenta, según detalla, que «a medida que nos adaptemos al calor, nos estaremos desadaptando al frío. Y lo que antes no era ola de frío, dentro de un tiempo sí lo será». Por ello, además de aprobar un plan contra las olas de frío, reclama mejoras en las infraestructuras, en los edificios, en los servicios sociales, y en sanidad.

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  1. Bendito frío, bendita nieve, bendito hielo, bendita agua, benditos inviernos como deben ser, para un país que ha de ser la prolongación del desierto del Sáhara.
    Lo que nos gusta, muchas veces no es lo que nos conviene.
    Luchemos contra la dictadura capitalista para que nadie tenga que morir de frío, de calor, de hambre, de enfermedades causadas por una vida, una atmósfera, una alimentación artificiales creadas por la especulación de estos enemigos de la humanidad que solo miran para ellos, luchemos para que nadie tenga que emigrar de su país a causa de la violencia y las injusticias de este genocida sistema. Al menos, dejemos de alimentarle.
    Hasta lxs urbanitas de fín de semana en el medio rural se han dado cuenta del lento desecamiento de la Península Ibérica.
    Mis padres eran agricultores de subsistencia y hablaban de fuentes y arroyos que yo ya no conocí con agua y los que yo conocí con agua hace años que se han secado. Muchas especies de árboles, arbustos y plantas se han extinguido al no resistir el aumento de la temperatura y de la sequedad del suelo. También la fauna emigró a lugares más frescos y húmedos.
    En los crudos inviernos que los mayores conocimos, (y sin confort alguno, con el fuego de hogar, ni ajustaban puertas ni ventanas, te echabas en la cama y las sábanas parecían mojadas), se curaban las enfermedades de los árboles, las plagas de las plantas, se preparaba la sazón para un año de buena cosecha sin que faltara el agua en barrancos, arroyos y fuentes.
    El agua es la vida y la verdadera riqueza.
    Por éso se sabe que las guerras venideras serán por el agua ya que en todas partes escasea más.
    Siempre oí decir: año de nieves año de bienes.
    Benditos los inviernos que hacen honor a su nombre; ójala volvieran; pero parece ser que ésto ha sido consecuencia o una reacción del calentamiento y deshielo del Artico.
    Respetables asociaciones ecologistas hace muchos años, mucho antes que lxs «sesudos» científicxs, (si sólo hace falta sentido común, señores), venían advirtiendo del cambio climático y de que las temperaturas y fenómenos naturales se extremarían en todos los sentidos.
    ¿Qué por golpe de calor fallece muy poca gente? jajajaja…
    Todos los principios de verano, con más grados de temperatura y lo que es peor, con un calor contaminado, y con más edad, me pregunto seriamente si seré capaz de resistirlo.

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