Un océano de luz y plástico: ser un ave marina está cada vez más complicado

El 90% de los polluelos de pardela cenicienta analizados en un estudio del Museo Nacional de Ciencias Naturales sufre contaminación por plástico en la corriente de Canarias.
Un océano de luz y plástico: ser un ave marina está cada vez más complicado
Ejemplar de pardela cenicenta en la costa de Gran Canaria. Foto: EDUARDO ROBAINA.

La pardela cenicienta se pasa la mayor parte de su vida en alta mar, volando bajo, acechando silenciosa a sus presas favoritas: calamares y pequeños peces que nadan cerca de la superficie, como anchoas. Esta ave, prima de los albatros y los petreles, tiene un cuerpo optimizado para vivir en el océano, que le permite volar cómodamente entre los fuertes vientos y sumergirse bajo las olas hasta 15 metros en busca de comida. Pero todo cambia cuando la pardela cenicienta vuelve a tierra para reproducirse y su camino se cruza con el de los seres humanos.

Cuando llega el momento de construir los nidos e incubar el único huevo que ponen las hembras, las pardelas cambian su vuelo silencioso por un andar patoso y un constante ir y venir de sonidos nasales y guturales muy altos. Para el polluelo, una vez roto el cascarón, empiezan los problemas. Una de las áreas de cría favoritas de esta especie está en Canarias y Madeira (y en particular en los islotes Alegranza y Desertas). Allí, cuando la nueva generación alza el vuelo por primera vez, las luces de las infraestructuras y edificios que salpican la costa las despistan. En lugar de volar mar adentro, los polluelos se desorientan y acaban colisionando con los edificios o aterrizando en lugares que no se parecen en nada a su hábitat.

La contaminación lumínica es la causa principal de muerte no natural de la pardela cenicienta. Pero analizando los estómagos de los polluelos encontrados en Canarias, un equipo de científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) ha descrito otro gran problema: más del 90 % de las aves habían ingerido plásticos.  “Hemos monitorizado desde el año 2009 la ingesta de plástico por pollos de pardela cenicienta que mueren como consecuencia de la contaminación lumínica y los porcentajes de ingestión de plásticos son próximos a ese 90% desde entonces”, explica Airam Rodríguez, investigador del MNCN y autor principal de un nuevo estudio en el que se analiza el problema.

  1. Un año más, el Gobierno del Principado de Asturias ha autorizado la muerte de más de 200 cormoranes.
    La decisión se ha tomado sin tener en cuenta los datos de los últimos censos de la población de esta ave, que marcan mínimos históricos, y sin contar con estudios científicos que la respalden.
    En total se han sacrificado más de 3.500 ejemplares desde 2005, año en que empezó este control letal.
    Según la administración asturiana, la medida se está llevando a cabo para proteger a las poblaciones de trucha, salmón y anguila, ya que los cormoranes comen peces. Pero la realidad es que después de todos estos años, estas poblaciones de peces no han mejorado, sino todo lo contrario.
    En otras palabras: matar a estas aves, que también son fundamentales para la naturaleza, no es la solución.
    Los verdaderos causantes de que estén desapareciendo las truchas, los salmones y las anguilas de nuestros ríos son los problemas que venimos advirtiendo desde hace tiempo en SEO/BirdLife: la contaminación, el furtivisimo, la destrucción del bosque de ribera, la pesca recreativa, las repoblaciones incontroladas, los embalses y otros obstáculos…
    No podemos permitir que continúe esta masacre injustificada de cormoranes. No cuando, además, es una especie imprescindible para el equilibrio ecológico y el control de especies invasoras.

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