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Existen más de 3.000 especies de animales que solo se encuentran en Canarias, lo que la convierte en hogar de más de la mitad de los endemismos que hay en España a pesar de representar solo el 1,5% del territorio. Esto hace del archipiélago el paraíso de la biodiversidad en la Unión Europea, pero puede que algún día (más pronto de lo que se pueda pensar) deje de serlo debido a la acción directa o indirecta del ser humano.
En Canarias hay cuatro especies de lagartos gigantes, endémicos de las islas y parte fundamental de su patrimonio natural. Son distintos, aunque muy similares entre sí: el de Gran Canaria (Gallotia stehlini), el de El Hierro (Gallotia simonyi), el de La Gomera (Gallotia bravoana) y el de Tenerife (Gallotia intermedia). Todos, en mayor o menor medida, están en riesgo de desaparecer, y con ellos, una parte fundamental de la historia y los ecosistemas canarios.
El jueves pasado, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) publicó la última edición de la Lista Roja de Especies Amenazadas. En ese listado aparece el nuevo estatus de los cuatro reptiles tras las evaluaciones llevadas a cabo en 2022. El lagarto gigante de Tenerife y el de La Gomera han pasado del máximo nivel de preocupación (en peligro crítico) a «en peligro» a pesar de que su supervivencia se limita a zonas muy concretas de las islas. El de El Hierro, también limitado a unos pocos enclaves de la diminuta isla, se considera ahora vulnerable tras haber estado en peligro crítico de extinción bastantes años.
En cambio, el que peor diagnóstico tiene acorde al organismo internacional es el lagarto gigante de Gran Canaria, que ha subido de golpe cuatro niveles de riesgo, pasando de preocupación menor a en peligro crítico de extinción, lo que significa que se enfrenta –según la terminología usada por la UICN– a un riesgo de extinción extremadamente alto en estado de vida silvestre. «Sí, sé que es chocante», señala el investigador español Miguel Ángel Carretero, uno de los colaboradores de la evaluación de la UICN, cuando se le pregunta por el enorme cambio de estatus respecto a los anteriores análisis, que se hicieron en 2006 y 2009.
Paradójicamente, si solo se tiene en cuenta el número de ejemplares que quedan, lo cierto es que el reptil de Gran Canaria está mejor que sus parientes de las otras islas. Sin embargo, a diferencia del resto, cuenta con un depredador invasor que está conquistando toda la isla: la culebra real de California (Lampropeltis californiae).
Casi extinguido en muchas zonas de la isla
La evaluación de la UICN fue dirigida por el herpetólogo Philip Bowles, coordinador de la autoridad de la Lista Roja de Serpientes y Lagartos, pero la gran fuente de información han sido los estudios realizados durante años por Julien C. Piquet y Marta López Darias, investigadores del CSIC e integrantes del equipo Ciencia para la Conservación de la Biodiversidad, donde estudian en profundidad el lagarto grancanario y su depredador.
Al propio Piquet también le causó sorpresa el salto dado por el lagarto gigante en la lista, pero entiende que se haya llegado a esa conclusión: «En las zonas donde están las serpientes, las poblaciones de lagartos se reducen en más de un 90%, llegando en algunos casos a la extinción total. Así que sí, se puede decir que está en peligro crítico de extinción si se considera esto en una escala a medio o largo plazo», cuenta a Climática. Y añade un matiz sobre esto último: «Quizá ese medio-largo plazo no es tan largo como imaginamos. No existen estudios al respecto, pero la expansión de la culebra a la práctica totalidad de Gran Canaria se ha producido en algo más de 20 años, por lo que si la progresión fuese más o menos igual, sería un problema serio para todas las poblaciones de reptiles, no solo de lagartos».
Se estima que el número de individuos maduros del lagarto grancanario ha disminuido aproximadamente un 50% en en los últimos 14 años, coincidiendo con el momento en el que se establecieron las poblaciones de la culebra californiana, introducida en la isla a finales del siglo pasado. La realidad es dura allá donde hay culebras, el lagarto se da casi por perdido.
Además, se prevé que esto vaya a más, con una disminución de la población actual de lagartos de hasta el 80% en las próximas tres generaciones, es decir, en dos décadas. Y no cesará hasta que la serpiente haya colonizado la mayor parte de la isla y los pocos ejemplares que queden se limiten a acantilados y zonas altas inaccesibles para el reptil invasor, como ya ocurre en otras islas. Así pues, con este panorama, el organismo internacional tomó la decisión de dar al lagarto grancanario el máximo nivel de preocupación antes de que sea demasiado tarde. «La extinción total del lagarto de Gran Canaria es posible en un plazo no demasiado largo si no se hace nada para remediarlo», avisa Julien C. Piquet.
La erradicación de la culebra, imposible por ahora
«Se podría pensar que si el lagarto disminuye, la culebra también va a disminuir porque ya no tendrá comida. Eso no es así porque la culebra tiene conejos, ratas y ratones –también introducidos por los humanos hace mucho tiempo– que les proporcionan alimento alternativo. Por tanto, si no hacemos nada, la culebra va a seguir comiendo hasta que solo quede un último ejemplar de lagarto gigante de Gran Canaria», lamenta Miguel Ángel Carretero, que es experto en reptiles. «El escenario es terrible. Estamos viendo este fenómeno en la literatura científica de países como Nueva Zelanda o Australia. Ahora está pasando aquí, está pasando con nuestras especies», remata.
Actualmente, hay un proyecto insular –que anteriormente fue europeo– llamado Stopculebrareal para el control de la serpiente invasora, la cual también está acabando con las poblaciones de otras dos especies de reptiles endémicos de Gran Canaria: la lisa (Chalcides sexlineatus), que ha pasado de preocupación menor a «en peligro de extinción» tras disminuir su población en más de un 80% en las zonas invadidas, y el perenquén de Boettger (Tarentola boettgeri), que a pesar de decrecer un 50% en lugares invadidos no preocupa a niveles extremos. Desde 2007, se han capturado a través del proyecto casi 20.000 ejemplares de culebras californianas y aun así siguen expandiéndose día tras día, incluso a través de los coches, como constataron recientemente.
«Su erradicación es complicada porque las serpientes son tremendamente complejas de manejar. Son organismos difíciles de detectar, tienen elevadas tasas de reproducción y tienen bastante capacidad de adaptación tanto a nivel ambiental como de presa. A día de hoy no se ha dado con un método de captura eficiente para las serpientes», explica Julien C. Piquet.
Y por si fuera poco, entra en juego el calentamiento global: «Con el cambio climático se espera que las condiciones sean aún mejores para las culebras, haciendo que lleguen a las pocas zonas donde aún no están o no se sienten cómodas», detalla Piquet. El biólogo explica que, tras analizar lo que pasaría en el peor y en el mejor de los escenarios de calentamiento según el IPCC, la serpiente tendrá sí o sí condiciones más óptimas para su expansión en el archipiélago.
Recuperación gracias al cautiverio
En La Gomera, la situación de su lagarto gigante es dramática: se estima que hay más ejemplares en cautividad que salvajes. De estos últimos habría en torno a 160, según la última evaluación. A diferencia de Gran Canaria, su presencia se restringe a un único lugar de la isla, el Parque Rural de Valle Gran Rey.
Entonces, ¿por qué la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza considera que está peor el de Gran Canaria que el de La Gomera? Básicamente, porque esta última cuenta con programas de cría en cautividad y hay alguna posibilidad de restaurar poblaciones en lugares donde antes no había.
En total, el Centro de Recuperación del lagarto gigante de La Gomera cuenta con 560 ejemplares y ha llevado a cabo tres sueltas de ejemplares desde su creación. Es, junto a El Hierro, la única isla que cuenta con lugares específicos para la recuperación de estos grandes reptiles.
«Comprendo que para el público general sea chocante, porque siguen siendo muy pocos ejemplares», sostiene Miguel Ángel Carretero respecto al status de una y otra. Sin embargo, mientras el lagarto de La Gomera se mantiene (a bajos niveles) y cuenta con un plan de recuperación, el de Gran Canaria se enfrenta a una amenaza constante y en expansión que le impide adaptarse a tiempo para evitar su extinción.
Más allá de las culebras
Antes de la serpiente originaria de California, el lagarto de Gran Canaria ya contaba con otros depredadores que ponían en jaque su vida: los gatos salvajes y, en menor medida, las ratas e incluso el ganado.
Si bien los felinos «son muy buenos capturando, el lagarto gigante de Gran Canaria, sorprendentemente, se defendía muy bien de ellos», apunta Miguel Ángel Carretero. Sin embargo, sus parientes de Tenerife, El Hierro y La Gomera no han adquirido la misma habilidad y los gatos asilvestrados son su gran amenaza, al igual que para muchas muchas aves y otras especies. Además, en el caso de La Gomera, también supone un riesgo para la supervivencia del lagarto gigante los desprendimientos de rocas, según la UICN.
Recientemente, un estudio de la Universidad de La Laguna cifraba en 52.658 los gatos domésticos presentes en Gran Canaria. Cada uno depreda de media 27,5 presas al año, lo que se traduce en un total de 1.667.706 presas, de las cuales 751.257 son mamíferos, 632.222 son reptiles y, 284.834 aves. A esto, habría que sumarle lo que cazan los gatos que viven en la calle, lo que dibuja una situación aún peor.
No obstante, las amenazas para el lagarto y otros muchos reptiles de las islas no se limitan a las especies invasoras. También influyen otras acciones del ser humano, como la destrucción del hábitat o la expansión de las zonas urbanas.
Todo está interconectado en la naturaleza
La conservación de los reptiles endémicos es fundamental no solo porque son especies únicas, sino porque también desempeñan un papel clave en la protección de la biodiversidad canaria.
Un ejemplo es la Orijama (Neochamaelea pulverulenta), un arbusto endémico de la región que depende exclusivamente de los lagartos frugívoros de mediano y gran tamaño para dispersar sus semillas. Si los reptiles desaparecen, también lo pueden hacer algunos tipos de vegetación que solo existe en las islas, alterando el funcionamiento de los ecosistemas, tal y como concluyó un estudio de investigadores del CSIC.
La desaparición de los reptiles o de cualquier otra especie endémica de las islas Canarias supone un duro revés al patrimonio natural del archipiélago y a la biodiversidad, sin la cual –literalmente– no podemos vivir.
Nadie puede imaginarse cómo sería el mundo sin aves porque las aves siempre han estado ahí con nosotros.
Puedes pararte a pensar medio segundo y seguro que encuentras una escena vital con el sonido de los pájaros detrás. Piensa en el verano, no este, cualquier verano de tu vida: ¿no escuchas a los vencejos revoloteando por el cielo?
Abre la ventana y ahí están, los pájaros cantando. Nunca fallan.
La realidad es que los pájaros no son solo importantes porque nos animan la vida con sus colores y sus melodías, las aves son seres esenciales para nuestros ecosistemas.
Y para muestra, aquí te dejo 3 escenarios que serían radicalmente distintos si no estuvieran las aves:
Habría muchos menos árboles. Algunos de nuestros bosques no serían lo que son hoy día sin la ayuda de la dispersión de los frutos de los árboles a larga distancia, una tarea que realizan fundamentalmente las aves.
Sufriríamos las consecuencias de las plagas de insectos. Por ponerte un ejemplo solo tres especies de aves, los aviones, las golondrinas y los vencejos, consumen millones de moscas y mosquitos. Está demostrado que las aves suponen un control biológico de plagas.
Tendríamos muchos menos cultivos. Las abejas, los pájaros y los murciélagos inciden en el 35 % de la producción agrícola mundial, elevando la producción de alrededor del 75% de los principales cultivos alimentarios de todo el mundo.
Estos son solo tres escenarios reales que se nos presentarían en un mundo sin aves. Sin embargo, y aunque la lista sería mucho más larga, las aves no reciben el cuidado que necesitan para sobrevivir: una de cada cuatro especies de aves en España está amenazada.
Todos los problemas que las empujan a su desaparición son fruto de la actividad humana y, en su gran mayoría, absolutamente evitables.
(Seo BirdLife).