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El escritor de ciencia ficción HG Wells solía decir que la civilización es una carrera entre la educación y la catástrofe. Y parece que vamos rezagados, la crisis ecosocial nos encamina a escenarios de discontinuidad y garantiza un futuro incierto. Los sistemas educativos deben anticiparse a los problemas y preparar al alumnado para vivir en un mundo marcado por las profundas transformaciones que se avecinan.
Una tarea que conlleva asumir la importancia de compartir nuevos conocimientos (relación entre bienestar humano y correcto funcionamiento de los ecosistemas, límites, crítica del consumismo…), habilidades prácticas (dinámicas grupales, metodologías participativas, gestión de conflictos…) o aprendizaje emocional. A esto se sumaría la importancia de transformar las arquitecturas escolares (renaturalizando patios, rehabilitando energéticamente edificios o instalando placas solares) o los criterios de compra pública para impulsar comedores agroecológicos o proveedores ambiental y socialmente responsables. Y todo esto implicando al conjunto de las comunidades educativas.
Ante la dificultad para arrancar estos procesos, el arte puede funcionar como un detonante. Un lenguaje óptimo para comunicar la crisis, mostrar alternativas y alentar una esperanza activa. Nuestra razón tiene más limitaciones de las que desearíamos admitir, los datos contrastados tienen menos poder de convicción que las emociones y las experiencias vitales significativas. La neurociencia demuestra que no hay una dicotomía efectiva entre razón y emoción; cerebro, corazón y entrañas están conectados. Somos seres sentipensantes, como decía el pionero de la investigación participativa Orlando Fals Borda.
Pedagogías del mañana es una iniciativa donde ecología, educación y arte se dan la mano. Durante dos años, la cooperativa Garúa y el MNCARS Reina Sofía hemos desarrollado un itinerario de formación al profesorado, junto a un proceso de acompañamiento a varios centros educativos de Madrid y pequeños pueblos de Aragón y Cantabria. El objetivo era elaborar una serie de creaciones culturales que permitieran especular sobre el futuro de forma esperanzadora. Personas expertas y artistas entraban en las aulas para ayudar al alumnado a conjugar realismo ecológico e imaginación. Finalmente, las obras y los procesos creativos se exponían en un encuentro presencial en el museo.
A la chavalada se lo resumíamos diciendo que iban a convertirse en artistas, conocer mejor la realidad en la que vivimos, imaginar el futuro que desean y pensar cómo encaminarse hacia él. Siguiendo a Confucio, nuestra premisa era que la educación genera confianza y la confianza genera esperanza.
En el CEIP Virgen de los Ríos del pueblo de Caldearenas se abordó el conflicto en torno a la instalación de una pista de esquí en Canal Roya, para lo que construyeron una telecabina con materiales reciclados y la colocaron en distintos lugares del pueblo para concienciar sobre lo que sucede cuando algo está en un sitio en el que no debería. Así, se puso la estructura bloqueando las vías del tren, dentro del bar del pueblo, delante de los columpios… hasta llegar al propio Canal Roya.
En el CEIP Cuevas del Castillo de Vargas se reencontraron con las plantas. El alumnado imaginó la semilla que querían ser y la dibujaron, salieron al bosque y recolectaron plantas, aprendieron que todas ellas tienen nombre, que saber nombrarlas es una paso necesario para aprender a quererlas, conocieron los riesgos que las amenazan y cómo afecta eso a las personas. Posteriormente, lo vincularon a las importantes cuevas con pinturas rupestres de la zona, donde no hay plantas representadas. Así que procedieron a pintar las plantas del entorno y proyectarlas sobre las paredes de la cueva.
En Getafe, desde el IES Menéndez Pelayo plasmaron tres claves de la transición ecosocial (renovables, renaturalización y agroecología). Reinterpretando el famoso cuadro Un mundo, de Angeles Santos, se hicieron retratos con imágenes de futuros deseables, solarpunk y collages donde habían transformado el municipio. Un proceso creativo que compartieron con otras clases, mediante la organización de una Feria del Futuro donde exhibir los trabajos y comunicar los aprendizajes.
El IES Isaac Albeniz de Leganés reflexionó sobre la agroecología y los sistemas alimentarios locales, y grabaron un telediario desde el futuro para comunicar los cambios acontecidos en el instituto y el municipio. Previamente visitaron la asociación vecinal del barrio, una tienda de productos ecológicos y un huerto urbano, así como realizaron collages para ilustrar con imágenes las noticias.
Y por último, desde el CEIP Manuel Llano de Terán de Cabuérniga desarrollaron el proyecto Guardianes del Saja, centrado en el acercamiento cognitivo y afectivo del río que atraviesa el valle en el que está situado el colegio y del que depende una buena parte de la economía y cultura del mismo. La biodiversidad del Saja, la salud, la memoria biocultural, las letras y la comunidad escolar han servido para estructurar la intervención educativa. Entrevistas, fotografías, salidas de campo, una exposición y la creación de una señalítica nueva para el río son algunas de las creaciones que pueden encontrarse en la web de la iniciativa.
Los resultados han sido asombrosos tanto por la calidad de los procesos creativos y las producciones, como por la repercusión y las complicidades provocadas a escala local. En los entornos rurales se han convertido en pequeños acontecimientos, implicando a ayuntamientos, tejidos asociativos o medios de comunicación. En los barrios se han abierto líneas de colaboración de las escuelas con movimientos vecinales y cooperativas. Además, estas semillas han consolidado la creación de estructuras estables para transversalizar la educación ecosocial en algunos de los centros educativos que han participado. Y se ha llegado a ganar premios como el accésit escolar de los Félix de Azara de la Diputación de Huesca.
Thomas Khun, al analizar la historia de las revoluciones científicas, constató que los cambios de paradigma no se alimentan de acumular evidencias sino de las circunstancias que favorecen el cambio. Estos años de trabajo nos reafirman en la importancia de usar el arte para abordar cuestiones ecosociales, especialmente si se puede aprovechar la legitimidad de alguna institución cultural. Estas generan amplios consensos dentro y fuera de la escuela, desarman prejuicios y facilitan abordar cuestiones complejas de una manera más creativa.
Reflexionar sobre problemáticas, conocer alternativas, desarrollar ingeniosas intervenciones con impacto en el entorno y que sean apreciadas por terceras personas, es una situación de aprendizaje que deja una huella imborrable. Hemos comprobado en primera persona aquello que afirmaba Benjamin Franklin: «Dímelo, y lo olvidaré. Muéstramelo y lo recordaré. Involúcrame y lo aprenderé».
Fuera del radar y del eco de los grandes medios de comunicación, sin hacer ruido, pedagogías artísticas y artistas de la pedagogía se están aliando ante la crisis. Artistas en las aulas y aulas en los museos para impulsar la educación ecosocial.