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¿Por qué se fueron los patos? Una alegoría sobre la destrucción de los humedales

Un recorrido por la marisma del Tinto, sepultada por los fosfoyesos, y el Estero Domingo Rubio, atrapado por el cultivo intensivo, muestra la "urgente" necesidad de restauración de los humedales, zonas en constante devastación en todo el mundo.
Los ecologistas Paco García y Lucas Barrero caminan entre lo que queda de la marisma del Tinto, con los fosfoyesos al fondo. Foto: O. C.

-Muy buenas. ¿Qué tal, de paseo? –dice Lucas Barrero, un joven ecologista con una cámara de fotos en la mano, una grabadora en la otra y una story de Instagram en mente sobre su salida al campo por el día de los humedales.  

-Aquí, viendo la barbaridad esta –responde Enrique Muñoz, un hombre mayor apoyado en un largo bastón que acaba de llegar a paso decidido al final de un puente sobre el río Tinto. 

-¿Por qué dice eso? –pregunta Lucas, acompañado de un grupo de periodistas.

-Porque nos la han regalado y nadie ha hecho nada. Ni las autoridades locales, ni las regionales ni las nacionales. Esto y lo de Nerva son las dos vergüenzas más grandes que tenemos en Huelva. Nadie ha hecho nada, sea del partido que sea. Han estado los dos más importantes y ninguno ha actuado. Y a mí, cada vez que vengo aquí, se me saltan hasta las lágrimas –responde Enrique, antiguo trabajador del Polo Químico. 

Lo de Nerva es el famoso vertedero. Y “esto” son las famosas balsas de fosfoyesos que Fertiberia depositó sobre la marisma hasta el año 2010 y que ahora tiene previsto enterrar allí para siempre. Es tan grande que, aun sin tener nada delante, y ni barriendo una panorámica con los ojos, la cabeza y el cuerpo a la vez, es abarcable a la vista. Botellas de plástico, cajas vacías, restos de basura salpican el camino que ha ido recorriendo Enrique esta mañana de invierno con sol extraño hasta llegar al último tramo del puente, a ratos con la barandilla rota. 

A sus pies se extienden los fosfoyesos, una parte ocultos, otra visible. Y al fondo, a menos de un kilómetro andando, se levanta Huelva, y los pisos desde donde Paco García, que forma parte de la expedición organizada por Ecologistas en Acción, cuenta que comenzó a observar hace más de 20 años: “Yo al principio pensé que estaban construyendo unas salinas. Es una atrocidad que esto se vaya a quedar aquí para las generaciones venideras”. El medidor de radiactividad que lleva encima no marca en este punto niveles reseñables. “Otras veces, más hacia dentro, el medidor se ha disparado. Y todo eso, además, se filtra”, explica.

Enrique se protege la cabeza con un sombrero. Viste zapatillas de deporte, chándal y un chaleco con el logo de Cepsa. En 1970 se mudó desde la capital onubense –“cuando Huelva era como un pueblo y sabíamos si uno era del barrio de La Merced o de las Colonias, cuando todo el mundo se conocía”–, a Palos de la Frontera, donde comenzó a trabajar en la refinería. Enrique, podríamos decir, forma parte también de este paisaje contradictorio, sobre todo por la acción humana, y conoce bien los recovecos de un lugar, hoy sepultado por capas y capas de sustancias contaminantes, donde dice que venía a bañarse de joven con sus amigos. “El próximo año cumpliré 77”, afirma sobre su edad cuando aún no ha terminado enero, con un rodeo lingüístico sostenido en el presente y agarrado, a su vez, al futuro. 

Enrique Muñoz, en el puente sobre el río Tinto.

“¡Mira, esos son flamencos!”, avisa Enrique con un gesto de sorpresa. Aquellas aves rosadas y blancas atrapan la atención en una instantánea captada desde un hoy desolado. Por momentos, la escena evoca pasajes cinematográficos en los que los animales aparecen misteriosamente frente a los humanos, como los patos que se acercan a la piscina de Tony Soprano, o el surrealismo de Doctor en Alaska y su alce de cabecera, o los ciervos que cautivan a la niña –fan de Friends– en la reciente película Dejar el mundo atrás

Enrique insiste en la extrañeza, en la excepcionalidad, como si fueran de otro tiempo, como si aquellas aves fueran mágicas. “Esas van para Palos”. Como si aquellas figuras elegantes tan normales en sus años de juventud –“incluso de noche”– ya siempre pasaran de largo. “Cuando tú venías a este sitio, lo que veías eran aves acuáticas. Muuuuuuchas aves acuáticas. Y es que eso ya no se ve”. Como aquellos patos a los que Tony Soprano les dio de comer en una piscina estancada en la mafia y el crimen. Que se fueron y no volvieron.

Aquí no se ve un pato desde… yo qué sé desde cuándo no se ve un pato –prosigue Enrique.

-Yo eso no lo he llegado a conocer, fíjate el humedal tan bonito que teníamos aquí –continúa Lucas, que fue uno de los fundadores de Friday for Future, que es autor del libro El mundo que nos dejáis y que lleva en su mochila las fotos aéreas del antes y el después de esta marisma.

-Este puente no existía, claro. Y en ese camino que llega hasta Moguer –explica Enrique– se resguardaban las aves cuando había viento y temporal. Y tú pasabas por allí, los animales te veían pasar, y ni se asustaban ni hacían absolutamente nada. 

La conversación es un reflejo de la situación que los rodea, de la vida tan diferente que han enfrentado las viejas generaciones y la que enfrentarán las siguientes: una mezcla de belleza y destrucción, de marisma y basura, de especies que en algún momento pueden parecer fantasmas, de lo que fue y de lo que es, de esa memoria que se pierde con la devastación paulatina de los parajes, de humedales como éste, o de ejemplos paradigmáticos como Doñana. 

Restos y basura en la marisma del Río Tinto.

Según el informe sobre el estado de la biodiversidad en la reserva en el año 2023, presentado este jueves por responsables de la Estación Biológica de Doñana-CSIC, el ánsar común, la especie emblemática en la zona –y la que permitió atraer la atención europea para conseguir los primeros recursos y concienciación para la conservación del parque– ha registrado la cifra más baja de su historia: 9.588 ejemplares. “Este dato es muy preocupante porque supera a la temporada anterior y encadena tres temporadas de mínimos”, se puede leer en el informe.

En este enero, aunque los datos son aún preliminares, la cifra es mucho más dramática: 4.200 ejemplares, un 44% menos. El flamenco común alcanzó su cifra más alta en 2014-2015, con 70.660 ejemplares. En 2023 se contabilizaron 22.466, menos de la mitad, un número similar a la temporada anterior (26.790 ejemplares) y muy lejos también de los aproximadamente 50.000 individuos detectados durante los últimos años.

Las anguilas, en peligro de extinción, no han aparecido en ningún punto muestrado, ni siquiera donde llegó a haber en abundancia, ha advertido el investigador Javier Bustamante. Tampoco el salinete. Con los anfibios ocurre prácticamente lo mismo: continúan con una tendencia negativa desde 2019, en consonancia con el periodo de sequía, que está afectando a la extensión espacial y temporal de sus hábitats de reproducción. También han bajado las mariposas y el conejo y el milano real y el halcón peregrino.

“El 68% de las especies que crían en Doñana tienen una tendencia poblacional negativa si se toman como referencia las últimas dos décadas. Esta cifra aumenta al 79% si se calcula la tendencia para los últimos diez años”, puntualiza el informe, que constata, como explicó la investigadora Rocío Fernández Zamudio, que 2023 fue un año muy seco y cálido para Doñana, con la mayor temperatura media anual registrada en la serie histórica.  

Estamos observando un cambio a nivel de ecosistemas, comunidad, población y riqueza de especies que tenemos en Doñana que es muy importante, muy intenso. El significado de esos cambios o la interpretación de esos cambios solo la podremos hacer a medio plazo, a posteriori. Pero el impacto que está teniendo la modificación ambiental causada  por el cambio climático, la modificación de temperaturas, la disminución de agua y la actividad humana es profundo. Es pronto para saber las implicaciones, pero las va a haber”, afirmó durante la presentación del informe el director de la Estación Biológica de Doñana, Eloy Revilla.

Lo que sí es evidente, según el director de la EBD, es que la sequía de los 90 nada tiene que ver con la que tenemos ahora: “En los noventa seguía el patrón del área mediterránea, intensas pero de duración de dos a cuatro o cinco años; y ahora estamos en una sequía muy intensa y muy prolongada que nos da a entender que estamos en un cambio de funcionamiento, de circulación atmosférica, oceánica… Todos estos cambios son diferenciales y, desgraciadamente, están de acuerdo con las predicciones de hace 30 o 40 años sobre hacia dónde vamos por el impacto del cambio climático”. 

Un viejo cartel en la zona del Estero Domingo Rubio.

La pérdida de humedales

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, entre 1970 y 2015 se perdieron el 35% de los humedales del mundo, que también sirven para reducir el impacto de las inundaciones y limpiar las aguas contaminadas. Además, entre el 20% y el 90% de los humedales costeros actuales podrían desaparecer a finales de siglo dependiendo del tamaño que aumente la subida del nivel del mar provocada por la crisis climática.

En España, además de Doñana, hay varios casos paradigmáticos de estos parajes considerados históricamente como “insalubres y necesitadas de saneamiento”: el Mar Menor y las Tablas de Daimiel. Pero hay más: el Delta del Llobregat, donde, según Ecologistas en Acción, el 60% de las lagunas originales ya están bajo el cemento; o lagunas como La Janda, en Cádiz, que fueron desecadas durante la primera mitad del siglo XX al amparo de una legislación.

“Pese la aprobación a finales de 2022 del Plan Estratégico de Humedales a 2030, aún no se ha avanzado en su desarrollo, con lo que se incumple varios de los compromisos establecidos en el mismo, como la eliminación de la normativa de aguas, la posibilidad de desecar humedales o la elaboración de un mapa nacional de humedales susceptibles de ser restaurados”, denuncia Ecologistas en Acción, que reclama que se aborde de forma urgente la conservación y recuperación de estas áreas. Así, la organización considera que se deberían priorizar las acciones de restauración de zonas húmedas en la elaboración del futuro Plan Nacional de Restauración una vez se apruebe definitivamente el Reglamento Europeo sobre la Restauración de la Naturaleza.

En esa destrucción, la organización destaca el impacto creciente durante las últimas décadas de la agroindustria y la ganadería intensiva en las zonas de influencia de los humedales, como consecuencia de la transformación de los mismos y la afección a la calidad de las aguas.

Plásticos al borde de los humedales

Cultivos de fresa en los bordes del humedal Estero Domingo Rubio.

Los flamencos, decía Enrique, iban para Palos, para el Estero. “Un ejemplo preocupante es el Paraje Natural de Estero Domingo Rubio en Huelva, donde se han registrado grandes mortandades de peces en los últimos años debido a la proliferación de algas tóxicas. Esta situación se atribuye al excesivo flujo de efluentes agrícolas provenientes de los campos de fresas que rodean la laguna”, denuncia Lucas Barrero. “Hemos reclamado durante años la renaturalización de esta zona húmeda, reconocida en la Red Natura 2000, como medida esencial para preservar su biodiversidad y garantizar la salud del ecosistema”, añade.

En algunos puntos del Estero, los plásticos de las fresas llegan prácticamente al borde de las aguas. Y en algunas zonas, los caminos angostos, por donde circulan vehículos sin mayor cuidado, dan sensación de asfixia. Luis Urbina, también miembro de Ecologistas en Acción, señala sobre el terreno el punto donde un día se encontró con los peces muertos: “Ahí estaban. Pensé al principio que era espuma, y luego ya vi que eran todos los peces boca arriba, muertos, 200 toneladas de peces muertos”. Además, la desecación del humedal y el incremento de las temperaturas producen una alta concentración de bacterias. Luis saca unos prismáticos y dice: “Ahí hay una garza real. Mira, y una colonia de martinetes”. Y luego da detalles del color de esos pájaros preciosos, de sus ojos rojos brillantes.

Profesor de primaria jubilado, muestra esa pasión de los maestros de toda la vida, sin burocracias ni libros de texto, que quieren que las cosas se entiendan: “Desde mediados de agosto a septiembre, esto era un paisaje africano totalmente, cientos y cientos de aves. Antes se veía perfectamente la migración: llegaba septiembre y las espátulas se iban a Mauritania para pasar el invierno; y en la misma semana llegaban las espátulas que han nacido en Holanda y que pasan aquí el invierno. Las veías allí”.

Según el citado informe de la Estación Biológica de Doñana, la escasa inundación en marismas y lagunas ha traído consigo un bajo número de aves acuáticas invernantes y ha provocado que el declive de las poblaciones de aves acuáticas reproductoras y de otras especies animales, especialmente de anfibios y peces, continúe.

Luis Urbina mira por sus prismáticos en el Estero Domingo Rubio.

Un informe de WWF habla directamente de “caída libre” de la biodiversidad en Doñana. “Todas las evidencias científicas apuntan a que es la sobreexplotación del agua, junto con el crecimiento irracional del regadío legal e ilegal, agravado por el urbanismo insostenible en Matalascañas, las razones del deterioro de este humedal único en el mundo provocando la caída en picado de su biodiversidad”, alerta el documento.

“Consecuencia de ello –advierte– es la dramática reducción de indicadores clave, como la muerte  de los alcornoques centenarios, que precisan de altos niveles freáticos para alimentar sus raíces, la pérdida de especies de anfibios por desaparición de lagunas y reducción de superficie de la marisma, que ha pasado de una media de 4,3 especies por km2 en 2003 a 2,5 especies/km2 en 2021; y la desaparición en 40 años de 28 especies de libélulas y caballitos del diablo, especies que actúan como indicadores y que dependen de los ecosistemas acuáticos para desarrollar sus larvas”.  

A simple vista, en un punto por donde pasan las carretas del Rocío, en una zona en alto desde donde se divisa el Estero, el paisaje es maravilloso. Todo está en calma.  

-Los viejos ya tendremos esos recuerdos, pero los jóvenes no tienen la conciencia de que poco a poco le están estropeando todas esas cosas que nosotros pudimos disfrutar cuando éramos chicos –concluye Enrique antes de despedirse y retornar de su particular paseo por esta alegoría.

Estero Domingo Rubio.

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COMENTARIOS

  1. Estupendo informe pero muy triste lo que està pasando y donde no se ven soluciones ni interés por dar marcha atrás en tan terribles desastres me dio ambientales .

  2. Avetoro común, especie en peligro crítico, como muchas otras, aún se esconde en algunos humedales españoles, aunque en una cantidad mucho menor que hace años.
    Esta especie de garza, refleja la mala situación en la que se encuentran las zonas húmedas de nuestro país. Concretamente el hábitat de los carrizales inundados, cada vez más escasos, motivo por el que el avetoro común presenta unas poblaciones alarmantes y nidifica en pocas localidades, aunque su área de distribución potencial es mucho mayor.
    Es una ave, de la familia de las garzas, que emite un sonido similar al mugido de un toro, de ahí su nombre.
    Es una ave solitaria que busca alimento muy discretamente entre la vegetación de los humedales para evitar ser vista por sus presas.
    Especialmente tímida, cuando se siente alerta o amenazada, estira el cuello, apuntando con el pico al cielo, y congelando sus movimientos para camuflarse.
    El avetoro está en peligro, como otras muchas especies de aves, porque sus hábitats, los humedales, también desaparecen como consecuencia del robo, degradación y la contaminación del agua, entre otras causas.
    Lo estamos viendo: desaparecen ante nuestros ojos Doñana, las Tablas de Daimiel, los aiguamolls de l’Ampurdà o el mar Menor.
    Según el último censo, solo quedan 40 machos territoriales de avetoro en toda España. Es urgente actuar ya, antes de que perdamos a esta ave tan especial. 2 de febrero Día Mundial de los Humedales, SEO/BirdLife se suma a esta gran celebración bajo la consigna “Agua y humedales en peligro (70 años después)”, para incidir en el alarmante estado en el que se encuentran a pesar del transcurso del tiempo, estando en muchos casos incluso en peor situación que hace años.
    Entre otras muchas actividades, para celebrar este día y demostrar sobre el terreno los valores y necesidades de los humedales, invitamos a los medios de comunicación a un encuentro con representantes de distintas Administraciones Públicas en el Tancat de la Pipa, un humedal artificial creado en 2009, cuando un campo de arroz de 40 hectáreas fue transformado en un sistema de filtros verdes con dos lagunas permanentes. Ubicado en el corazón del Parque Natural de la Albufera de Valencia, ha demostrado en estos 15 años que, con medidas sencillas, avaladas por la ciencia, se ha mejorado considerablemente la calidad del agua con la consiguiente recuperación de la biodiversidad.
    Sería necesario replicar actuaciones como la del Tancat de la Pipa por toda la orilla de la laguna de la Albufera con el objetivo de restaurar hábitats desaparecidos en el humedal, aumentar la orla de vegetación palustre y asegurar la calidad del agua que acaba entrando en la laguna.
    Se debe mejorar la situación ecológica de la Albufera de Valencia, que al igual que otros espacios protegidos como Doñana o el Mar Menor necesitan medidas urgentes para revertir la situación de declive en la que se encuentran.

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