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Para que la industria de los combustibles fósiles mantenga sus beneficios en un modelo cada vez más obsoleto para ella necesita la complicidad de otros agentes fuera del sector. Un estudio publicado en la revista Climatic Change aborda el papel clave de las compañías de relaciones públicas en este sentido, bajo la premisa de que su trascendencia ha sido pasada por alto en las conversaciones climáticas.
Tras una investigación de cinco años, el informe concluye que el ámbito de las relaciones públicas es una fuerza más en el obstruccionismo de la acción climática en Estados Unidos. Es decir, retrasan la puesta en marcha de políticas climáticas alineadas con mitigar el cambio climático –al igual que petroleras o gobiernos– en pos de sus propios intereses.
El estudio, elaborado por Robert Brulle y Cartie Werthman, de la Universidad de Brown, analiza algunas de las principales empresas del sector: Edelman, Hill & Knowlton, FleishmanHillard o Ketchum y Caplan. Edelman, la compañía de relaciones públicas más grande del mundo, fue señalada durante la COP26 mediante una declaración pública firmada por celebridades, expertos y activistas. El motivo: tener como cliente a la petrolera ExxonMobil.
En la lista de empresas de relaciones públicas que trabajan con la industria de los combustibles fósiles también está Weber Shandwick, que en 2014 formó parte de una iniciativa de varias compañías del sector por la que descartaban públicamente trabajar con negacionistas del cambio climático. «No apoyaríamos una campaña que niegue la existencia y la amenaza que representa el cambio climático o los esfuerzos para obstruir las regulaciones que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y/o los estándares de energía renovable», dijo en aquel momento la portavoz de la empresa, Michelle Selesky.
Posteriormente, Weber Shandwick ha continuado trabajando con ExxonMobil. Recientemente, un cabildero de esta petrolera fue grabado en una intervención en la que minimizó el peligro de la crisis climática y apostó por el aprovechamiento mercantil de la etiqueta «premium verde».
Inventar términos como estrategia de márketing
A principios de los 2000, la petrolera BP popularizó el concepto ‘huella de carbono’. Un término que ahora resulta familiar sirvió a una de las grandes compañías del lobby petrolero para su propio lavado de imagen. Para intentar convencer a los consumidores de que ellos son más ecológicos que la competencia, en 2005, habilitaron en su web una calculadora para que cualquier persona pudiese consultar su huella de carbono, siempre en base a sus actividades cotidianas.
La investigación de la Universidad de Brown sugiere que muchos términos climáticos utilizados habitualmente son fruto de campañas de márketing. Por ejemplo: carbón limpio, gas natural renovable o la propia huella de carbono, con la que BP quiso responsabilizar a la ciudadanía del calentamiento global y distraer así la atención sobre quiénes son los grandes culpables.
El objetivo: influir sobre la opinión pública
«La obstrucción de la acción climática por parte de la industria de los combustibles fósiles va más allá de la desinformación y la negación climática. Una parte importante de este esfuerzo implica mejorar la reputación pública de estas compañías», explica Robert Brulle, coautor de la investigación.
Por eso, «las empresas de relaciones públicas son parte de la maquinaría de propaganda corporativa que guía la forma en que la población de Estados Unidos piensa sobre el tema», añade.