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‘Repsol, líder en Derechos Humanos’. El titular se replicó el pasado lunes en varios medios de comunicación. La noticia contaba que un estudio elaborado por la ONG ambientalista ECODES –cuyas áreas de acción se centran en implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París, según su página web– daba a la petrolera el primer puesto en un ránking sobre Empresas y Derechos Humanos dentro del Ibex 35.
La metodología de dicho estudio queda explicada en sus páginas: utilizan «un estándar público e internacional sobre el comportamiento empresarial perteneciente a la World Benchmarking Alliance (WBA)». Se trata del Corporate Human Rights Benchmark (CHRB), que mide la calidad de los compromisos relacionados con derechos humanos, la responsabilidad de la gestión, la implementación de un sistema de debida diligencia, así como de mecanismos de reclamación y remedio. El informe, dicen desde ECODES, es el primero de estas características en español y centrado en el principal índice bursátil del país. Según la organización, la principal conclusión es que las compañías privadas españolas todavía tienen un largo camino por recorrer en esta materia. Algo en lo que ya han coincidido otros estudios anteriormente, como el último informe del Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa (ORSC), que apenas da un aprobado a Endesa, Inditex e Iberdrola.
El titular que habla de Repsol como líder en DDHH, no obstante, compartirá espacio virtual con otros, que hablan de prácticas bien distintas. La petrolera también encabeza otras listas: es, por ejemplo, la empresa que más gases de efecto invernadero –causantes del calentamiento global– emite en España. A escala global, es una de las grandes compañías que más ha contribuido a destruir el clima. El cambio climático pone en peligro algunos de los derechos más fundamentales: a la vida, a la salud o a la vivienda decente. Algunos jóvenes activistas han llegado a demandar a sus países frente al Tribunal Europeo de Derechos Humanos por inacción frente a la crisis climática y, por tanto, por considerar que se viola su derecho a la vida y se pone en peligro su futuro al no tomar medidas contundentes.
Según explican desde ECODES sobre la metodología, en este caso, «aunque se incluyen aspectos ambientales implícitamente en tanto que son parte de los derechos humanos –por ejemplo, referencias a ámbitos de impacto en acceso a agua, tierras u otros recursos naturales–, es necesario tener en cuenta que la metodología tiene un enfoque eminentemente social». «Gira en torno a los derechos humanos reconocidos por Naciones Unidas, los convenios de la OIT y los Principios Rectores de Naciones Unidas. Por ello, no se incluyen indicadores específicos de emisiones de gases de efecto invernadero o climáticos«, añaden.
Indicadores como los que utiliza ECODES «no son sino pseudoestándares»
Los impactos sociales y ecológicos de la actividad de Repsol han sido ampliamente documentados por organizaciones como OMAL –el Observatorio de Multinacionales en América Latina– o Ecologistas en Acción. Un informe de ambas junto a Calala Fondo de Mujeres señala, por ejemplo, los daños que ha causado en Perú a través del proyecto de gas de Camisea. Pero, como recuerda Pedro Ramiro, de OMAL, los impactos llegan allá donde la compañía tiene exploraciones: Bolivia, Brasil, Colombia o Venezuela.
Por eso, «ver que esta empresa aparece como la más comprometida con los Derechos Humanos dentro de un ránking elaborado por una organización ambientalista y defensora de los derechos humanos provoca bastante indignación«, lamenta Ramiro. Indignación sí, pero no sorpresa: «En los últimos años, la estrategia de las grandes compañías ha sido, además de tener grandes campañas de publicidad y de comunicación y marketing para vender la idea de que están preocupadas social y ambientalmente, aliarse con organizaciones ambientalistas para hacer ver que están dando pasos en una defensa del medio ambiente y los derechos humanos«, continúa.
Según el estudio elaborado por ECODES, y conforme a la metodología CHRB, Repsol tiene una puntuación de 20,5 sobre 26 en términos de Derechos Humanos. La más elevada dentro del Ibex 35. Entre los parámetros también hay condicionantes medioambientales.
Para Ramiro, esto se explica porque «en realidad no son sino pseudoestándares«. «Están elaborados desde el punto de vista de la empresa; tienen que ver con incorporar en sus informes internos, de responsabilidad social o en sus comunicaciones una serie de elementos discursivos, teóricos; un compromiso sobre el papel con los derechos laborales, contra la corrupción, sobre su preocupación social y ambiental». En otras palabras, «tiene mucho que ver con el discurso y poco con la práctica», resume el Doctor en Ciencias Químicas y miembro de OMAL, quien también da otra clave: este tipo de estándares no contrasta los compromisos de Repsol «con la visión de las comunidades afectadas, de las víctimas de los abusos cometidos por estas corporaciones, de las organizaciones sociales o de los sindicatos». Así, Repsol fácilmente aprueba para las auditoras privadas.
‘Líder’ en greenwashing
«Según el ranking de ECODES, en los primeros puestos están Repsol, Inditex y Endesa. Llevamos década y media analizando los impactos de estas compañías por todo el mundo y especialmente en América Latina y si hay tres empresas caracterizadas por sus impactos socioecológicos graves en muchos países seguramente sean estas tres», explica Ramiro. Por debajo de Repsol, Endesa es la segunda compañía que más gases de efecto invernadero emite, según datos del Observatorio de Sostenibilidad.
En un contexto de crisis socioecológica, «los máximos responsables de la destrucción socioambiental quieren presentarse como los adalides de la transformación verde y digital y de la recuperación sostenible«, dice Ramiro sobre Repsol o Endesa. «Lamentablemente –prosigue– entra dentro de lo esperable porque estamos acostumbrados a las campañas de lavado de imagen de estas grandes compañías. Por citar un ejemplo reciente: fueron las empresas más contaminantes las que patrocinaron la COP 25, la cumbre del clima celebrada en Madrid en diciembre de 2019″.
Frente al greenwashing, continúa Ramiro, la mejor estrategia es denunciarlo. «No hagamos el juego a las grandes compañías desde el tercer sector o las organizaciones de la sociedad civil –insiste– porque la realidad de sus actividades cotidianas es que no han cambiado ni un ápice su forma de actuar: de hecho, son cada vez más depredadoras en un contexto de caída de la tasa de ganancias y dificultad para obtener ese crecimiento constante de los beneficios año tras año; la manera de sostenerlos es depredar más el medio ambiente y devaluar más los salarios, así como recibir ayudas públicas». En definitiva, concluye Ramiro, «siguen presentándose como parte de la solución y no como parte del problema, que es lo que realmente son».
Incongruencia más grande casi que es imposible.
La Ecodes ésa debe ser como la Ong ambientalista WWF cuyo directivo tiene un sueldo mayor que el presidente USA. Todo lo contrario que Ecologistas en Acción y Greenpeace que siempre andan con problemas económicos pues por enfrentarse a los poderes establecidos, éstos les ponen las cosas difíciles.
No todo lo que brilla es oro y en estos tiempos de engaños, camuflaje y confusión hay que tener mucha capacidad de discernimiento para que no nos den gato por liebre.