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Entramos en la Galería Antonia Puyó de Zaragoza. En la puerta, una advertencia clara: «Las esculturas alcanzan temperaturas extremas. No tocar: riesgo de abrasión». Más adelante, en la sala totalmente a oscuras, comienza a elevarse la temperatura. Al mismo tiempo, dos piezas que apenas podían vislumbrarse ocupan el espacio. El rojo incandescente ilumina las formas.
A un lado, los 1,5° C, el umbral de calentamiento que los países acordaron no superar en el Acuerdo de París y cada día está más cerca. Al otro lado, una línea sinuosa, la prueba materializada y simplificada de la gráfica que publicó la NASA dando a conocer el aumento de la temperatura en el último siglo.
Los artistas Avelino Sala y Eugenio Merino vuelven a darse la mano en esta intervención, llamada Resistencias, en la que intentan llamar la atención a los espectadores sobre las nefastas consecuencias de no pasar a la acción y seguir integrando las dinámicas sistémicas que nos han traído hasta el estado actual de las cosas, de la naturaleza, del medio ambiente. «Trabajamos con la paradoja de que la atracción de las esculturas radica en que no las puedes tocar, porque te abrasas. El concepto está claro: queremos producir un impacto directo sobre el cambio climático, pero desde el espacio del arte contemporáneo», comenta Sala.
Resistencias materiales y sociales
La performatividad también tiene espacio en esta instalación artística. Los dos autores de la obra, en la misma galería, llevaron sus piezas al rojo vivo a un papel de gramaje elevado, quemándolo. «Fue una experiencia algo rara, pero también enriquecedora, porque lo hicimos en la misma galería. Quemar ese papel significó crear una obra de la obra», relata Sala.
En las creaciones de Merino y Sala siempre hay una parte política. En este caso, Resistencias alude tanto al material industrial con el que están realizadas las piezas como a otros factores ligados a la actualidad. El mismo Sala comenta que esta intervención alude a la «resistencia de la ciudadanía ante la poca ambición de los líderes políticos, la resistencia de la cultura ante los embates contra la sociedad y sus demandas, pero también la resistencia ante una extrema derecha negacionista del cambio climático».
Merino, en este sentido, apunta que el calentamiento global está íntimamente ligado al funcionamiento del liberalismo y el capitalismo exacerbado que «no entiende que los recursos naturales son finitos», en sus propios términos. No es baladí, apunta, que dicho calentamiento tenga como punto de referencia la revolución industrial: «Nos enfrentamos a la batalla del siglo XXI, a un capitalismo descontrolado que nos avoca a la catástrofe y el colapso si no se le frena, y eso siempre será más fácil si hay movilización en la calle», en sus propios términos.
En Resistencias, que estará en la galería zaragozana hasta el 30 de agosto, la dupla artística ha querido superar la experiencia única de visualizar la obra. Por eso, la sala en la que se expone se calienta a medida que algún espectador pasa por ella. «Queremos que la gente sienta de alguna manera las consecuencias de ese calentamiento. Queremos afectar al espectador, que entiendan en su propia piel a lo que nos enfrentamos», explica Merino.
Los datos antes que el arte
Teresa Arroyo ha comisariado esta intervención artística: «No ha sido fácil lograrlo porque apenas quedaban fabricantes de este tipo de resistencias, como las que antiguamente había en los hornos o las tostadoras. Estuvimos buscándolas desde diciembre del año pasado», introduce. Desde su punto de vista, el resultado «te grita a la cara». De hecho, hasta ella misma asegura haberse percatado de muchos factores relacionados con el cambio climático que desconocía. Según dice, «no era tan consciente de la rapidez con la que avanza el problema».
Por ejemplo, esta experta en arte ha podido conocer cómo 2023 «ha sido con diferencia el año más cálido que se haya medido nunca en el planeta. La temperatura media de la Tierra se ha situado 1,48 °X centígrados por encima de la referencia del período preindustrial (1850-1900)». En este punto, Arroyo se pregunta que, si ya hemos llegado a la cifra tope de finales de siglo y estamos apenas saliendo del primer cuarto, «¿qué nos espera?». También ha podido comprobar cómo, a día de hoy, la concentración de CO₂ ha alcanzado 419 partes por millón, el mayor valor nunca registrado, «sin que se haya notado ningún descenso en el ritmo en que este gas ha ido aumentando en los últimos años», especifica.
A todo ello, añade, se suma el fenómeno natural de El Niño, que no hace más que «insistir en ese final fatal precedido de catástrofes climatológicas a nivel mundial como consecuencia del calentamiento», en sus propios términos, y que acarrea aumento del nivel del mar, cambio de patrones climáticos e impacto en la salud de las personas, por ejemplo.
Un arte que habla de los conflictos de su tiempo
Por otro lado, esta representación algo poética, como también la describe Arroyo, está pensada para terminar exponiéndose en instituciones o museos. «La moveremos por espacios comprometidos con el medio ambiente, también a nivel internacional», apunta. Tal y como incide la comisaria, una vez dada por concluida la muestra, descolgarán las piezas y, con la de 1,5 ºC, marcarán una losa de mármol.
Artistas como Sala y Merino siempre están atravesados por los conflictos de su tiempo. Tampoco es la primera vez que abordan la emergencia climática en sus obras. «¿De qué vamos a hablar los artistas si no es de lo que está pasando en la calle, de lo que nos ocurre incluso a nosotros mismos como ciudadanos? Podemos pintar más bodegones, pero los temas importantes a tratar son los que están en el día a día», se pregunta y responde a sí mismo Sala.
El capitalismo es tan sagaz que inunda todos y cada uno de los rincones, incluso las obras que critican las feroces y desmedidas consecuencias que acarrea para el medio ambiente. Resistencias no se ha librado de ello. La obra en la que se puede ver los 1,5 ° centígrados ya ha sido vendida. «No podemos escapar del sistema, pero sí ponerlo en cuestión porque los artistas vivimos en el mismo contexto que los demás. En nuestro caso, producimos con nuestro dinero, tenemos nuestras ideas y experimentamos con ellas. Luego, puede que tengan eco en el mercado o no», concluye Merino.