Etiquetas:
La compañía francesa de combustibles fósiles TotalEnergies contrató a soldados mozambiqueños para proteger un yacimiento de gas fósil en la península de Afungi. En el transcurso de esta misión, estos asesinaron presuntamente a 97 personas en el verano de 2021, según el relato de la masacre publicado en Politico, firmado por el periodista estadounidense Alex Perry. Esa cifra corresponde a las víctimas confirmadas, pero hay entre 80 y 150 víctimas suplementarias que no han podido ser identificadas.
Todas ellas pertenecían a la población local y se vieron en medio del fuego cruzado entre las Fuerzas Armadas de Mozambique y los milicianos de ISIS. Cuando huyeron de sus casas buscando refugio junto a los soldados, estos los consideraron parte de la insurrección islamista.
«Separaron a los hombres –un grupo de entre 180 y 250 personas– de las mujeres y los niños. Luego, amontonaron a sus prisioneros en contenedores de carga, apaleándolos, pateándolos y golpeándolos con las culatas de los rifles», narra Perry en su reportaje. «Los soldados mantuvieron a los hombres en los contenedores durante tres meses. Los golpearon, los asfixiaron, los privaron de comida, los torturaron y finalmente los asesinaron. Al final, solo 26 prisioneros sobrevivieron», añade.
Perry recabó esta información entrevistando a supervivientes y testigos de la masacre. La reconstrucción de los hechos apunta a la culpabilidad de un comando dirigido por un oficial que aseguraba actuar para «proteger el proyecto de Total».
Zona de conflicto
Tanto TotalEnergies como ExxonMobil impulsaron campos de explotación gasística en esa región de Mozambique. Se calcula que ha sido la inversión privada más grande jamás realizada en África: 50.000 millones de dólares. Sus proyectos, sin embargo, se vieron interrumpidos en 2021 por los ataques de los rebeldes islamistas. En ellos murieron más de 1.000 personas, incluidos algunos contratistas.
Según denunciaban recientemente 124 organizaciones de Mozambique y del resto del mundo en una carta abierta, aquella matanza fue la consecuencia de un desequilibrio producido por «la presión» que TotalEnergies realizó sobre el gobierno mozambiqueño para custodiar su inversión: «Más de 800 soldados protegían el área de TotalEnergies en Afungi, mientras muy pocas fuerzas de seguridad protegían la ciudad [Ciudad Delgado] y a los civiles».
«El segundo baño de sangre –revela Alex Perry– no fue perpetrado por islamistas sino por una unidad militar mozambiqueña que operaba desde el puesto de control de TotalEnergies».
La multinacional francesa niega toda responsabilidad en la matanza. Perry se puso en contacto con altos cargos de TotalEnergies y dijeron desconocer los hechos. Aunque «dada la gravedad de las alegaciones, nos tomamos muy en serio su mensaje», le contestaron.
TotalEnergies dominaba una zona equivalente a las dimensiones de la isla de Manhattan en la que se había construido una fábrica de licuefacción de gas, un puerto, un aeropuerto y alojamientos para 15.000 trabajadores. La rodearon con una doble valla de seguridad de cuatro metros de altura, con varias torres de vigilancia. Su protección corría a cargo de soldados mozambiqueños y agentes paramilitares pagados por TotalEnergies. «Muy pronto, esta vasta fortaleza secreta levantada en el fin del mundo fue apodada como ‘Totalandia’», explica Perry.
Las cifras de la masacre
Acompañado por un equipo de investigadores, el periodista norteamericano ha podido poner cifras a la masacre, aunque sólo de forma aproximada. «Sabíamos que no podía ser más que una relación parcial de lo que sucedió allí», confiesa.
Contabilizaron 97 personas asesinadas, entre las cuales había 75 hombres y 22 mujeres. Tenían entre 18 y 58 años. Los soldados golpearon hasta la muerte a nueve personas, dispararon a 10, asfixiaron a 12 en los contenedores e hicieron desaparecer a 26. De las 40 víctimas restantes no hay rastro y se les da por muertas «después de haber sido vistas por última vez bajo la custodia del ejército». Además, el equipo de Perry identificó a una mujer violada colectivamente por seis soldados y que consiguió sobrevivir.
Los crímenes cometidos en las instalaciones de TotalEnergies y por personas a sueldo de TotalEnergies no sólo salpican al presidente de la compañía, Patrick Pouyanné, sino también a diversas entidades públicas que han participado en la financiación del proyecto. Para empezar, a la Banca Pública de Inversión (Bpifrance), pero también, ahora, a la EXIM (Estados Unidos), el Banco Japonés de Cooperación Internacional, la UK Export Finance (Reino Unido) o al Grupo SACE (dependiente del Ministerio de Economía italiano). Todas ellas son sociedades de crédito públicas que han puesto dinero (unos 15.000 millones de dólares) en el relanzamiento del proyecto de Mozambique. Un proyecto que volverá a sumir al país en la inseguridad, según explicaba el biólogo Daniel Ribeiro, de la ONG Justiça Ambiental, en una entrevista en Reporterre.
«La simple presencia de TotalEnergies en la región pone a la gente en peligro», asegura Ribeiro, y no sólo porque gran parte de las fuerzas de seguridad mozambiqueñas se pongan al servicio de la compañía francesa en detrimento de la población local. «También porque el 80% de la población de Cabo Delgado son agricultores o pescadores. Dependen del acceso que puedan tener a la tierra y a los ecosistemas. Y si se rompe ese vínculo, que es esencial, eso se convierte en un factor de inestabilidad social».
Pero nada de eso parece inquietar al capitalismo fósil, aún aferrado a dinámicas empresariales más propias del siglo XIX. Como explicaba Mickaël Correia en su libro Criminales climáticos, «los actuales megaproyectos de Total para la extracción de gas frente a las costas de Mozambique o la explotación de campos petrolíferos en Uganda, en la región de los Grandes Lagos, se insertan plenamente en las lógicas y estructuras de dominación colonial de la civilización occidental».
Actualización: 28 de septiembre, 0.30h
Es el capitalismo, el eje del bien, la democracia.