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Es un lugar común decir que el arte no tiene que dar respuestas sino permitirnos formular preguntas. Pero tal vez lo que sí podemos buscar en él son vías diferentes para formular propuestas, otros modos de mirar los problemas que nos atraviesan. Desde ahí se ha planteado Studiotopia, un proyecto europeo en el que participan once organizaciones culturales y científicas. Una de esas organizaciones es la asturiana LABoral Centro de Arte y Creación Industrial —una institución con casi dos décadas de historia que se ha centrado desde sus inicios en la interacción entre ciencia, arte y tecnología—, que abre este mes de septiembre una convocatoria para la realización de residencias artísticas.
La convocatoria busca proyectos que relacionen el arte con la ciencia en el marco teórico del simbioceno, término acuñado por el filósofo y ambientalista australiano Gleen Albrecht, que sostiene que la relación entre la humanidad y su entorno no tiene por qué ser agresiva (extractivista, productivista, esquilmadora, devastadora) sino positiva, cuidadosa de manera mutua. Esto es: simbiótica. La ecofilósofa y escritora Ginny Battson, en su libro Fluminismo, lo explica así: «el Antropoceno está cambiando rápidamente esa naturaleza (…) y algunas de esas relaciones. Esto se debe, sobre todo, a la pérdida de especies y a las enormes fuerzas migratorias. Los cambios de valor y la comprensión compartida son fundamentales. Es clave considerar que todo es un proceso de alejamiento del Antropoceno hacia una vida compartida mucho más equitativa y amorosa».
En cada uno de los centros asociados al proyecto, un comité de personas expertas establece un reto local específico al que deberán responder las propuestas que se presenten a la convocatoria. En LABoral, el reto concreto aún no se ha definido, pero sí que, durante su estancia, la persona seleccionada colaborará con el biólogo Felipe Lombó. En el planteamiento de Studiotopia están presentes las ideas de alimentación sostenible y de procesos artesanales, el ámbito de la salud y la singularidad territorial y climática de cada territorio. Los proyectos presentados para realizar su residencia en 2025 tendrán un desarrollo posterior, hasta 2027, al que el comité seguirá vinculado, en busca de un aliento más largo para poder avanzar y trabajar el proyecto.
Para Patricia Villanueva, responsable de exposiciones del centro, Asturias ofrece un entorno y una comprensión del mismo privilegiadas para abordar esa mirada propositiva. La clave para entender la idea del simbioceno, según explica, podría ser «el fermento, como concepto que encarna la colaboración entre especies, una tecnología natural que revierte: se crea y se asimila. Un camino sostenible entre la tecnología y la artesanía». Una idea que, efectivamente, Asturias pone todos los días sobre la mesa (y sobre las campañas publicitarias demandantes de turismo) en cada botella de sidra y en cada queso.
«Llevamos mucho defendiendo que lo que le ocurre al planeta es complejo y que solo se puede resolver con la colaboración entre disciplinas. Es la unión de arte, ciencia y tecnología lo que nos permitirá tener una imagen más completa del problema», afirma Villanueva, que insiste en el respeto entre los distintos ámbitos de conocimiento. Se trata entonces de una didáctica posible que desde ese trabajo común permita a quienes nos acercamos a una exposición encontrar maneras de afinar o enfocar nuestras preguntas, pero también, si no respuestas —que no deja de ser algo demasiado reduccionista para la vocación de las preguntas cuándo pensamos en la realidad que vivimos— sí propuestas que nos sean útiles para mirar hacia donde no solemos mirar, para caminar por vías distintas a las acostumbradas.
«No es necesario que todo relato sea distópico, no puede ser una constante que de una exposición que analice el momento que vivimos salgamos con bajón», sostiene Villanueva. En definitiva, dejar al arte ejercer su capacidad de mostrar y de avanzar. «Porque eso» —añade de una manera luminosa y esperanzadora— «es lo que tiene que ser un Centro de Arte».