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¿Puede el gas, uno de los combustibles fósiles responsables del calentamiento global de la atmósfera, ser considerado verde? Este es uno de los dos puntos calientes que lleva semanas debatiéndose en la Comisión Europea. El otro escollo que enfrenta a los países es la energía nuclear. La próxima semana, presumiblemente el día 22, se sabrá si ambas fuentes de energía finalmente forman parte de la nueva taxonomía que prepara la Unión Europea de cara a 2022.
Dicha taxonomía es el sistema de clasificación que establece la lista de actividades económicas “ambientalmente sostenibles”, según la propia CE. Este proporcionará a empresas, instituciones financieras y responsables políticos definiciones adecuadas sobre qué inversiones pueden considerarse «verdes».
Entre los objetivos de la iniciativa, además de impulsar el Pacto Verde Europeo, está “crear seguridad para los inversores, proteger a los inversores privados del lavado verde (greenwashing), orientar a las empresas sobre cómo ser más respetuosas con el clima, mitigar la fragmentación del mercado y ayudar a desplazar las inversiones allí donde más se necesitan”, explican desde la institución europea.
El pasado 9 de diciembre se adoptó la primera parte de la taxonomía, la cual será aplicable a partir del 1 de enero de 2022. Este primer paquete establece los criterios para que determinadas actividades económicas dentro de los sectores más emisores (energía, fabricación, transporte y edificios) sean consideradas «sostenibles» por su contribución a la mitigación y adaptación al cambio climático, como por ejemplo, las energías renovables.
Ahora queda pendiente la segunda parte: determinar qué hacer con el gas y la nuclear. La opción de poner a ambas a la misma altura que la eólica y la solar parece complicada después de que a principios de mes el Consejo Europeo diera carpetazo -gracias a un conjunto de países, entre ellos España- al intento de Francia de hacerlas pasar por energías verdes.
En este punto, con muchos países enfrentados entre sí, la Comisión Europea deberá encontrar una solución de consenso que puede que no contente del todo a nadie. En la rueda de prensa posterior al Consejo Europeo del 22 de octubre, la presidenta de la CE, Ursula von der Leyen, aseguraba que «la combinación energética del futuro necesita más energías renovables y limpias. Junto a esto, también necesitamos una fuente estable, la energía nuclear, y durante la transición, también el gas natural”. Así, una de las opciones que se barajan es dar al gas y la nuclear otra etiqueta o taxonomía que no las iguale a las renovables, pero sí otorgarles algún tipo de fondos de transición.
La ciencia rechaza el gas fósil
Tres son los combustibles fósiles que contribuyen a calentar el planeta e impulsar el cambio climático. El más dañino es el carbón. Y le siguen el petróleo y el gas. Este último se suele conocer bajo el sobrenombre comercial de gas natural, lo que le hace parecer menos perjudicial. Sin embargo, aunque emita menos CO2 que los otros dos combustibles, está formado por cerca de un 80% de metano, un potente gas de efecto invernadero, por lo que si no se pone fin a su producción y uso será muy difícil frenar el aumento de la temperatura global.
Así se lo hicieron saber hace unos meses más de 200 especialistas, instituciones y organizaciones a la Comisión Europea a través de una carta donde recordaban que la propuesta “se opone a la ciencia del clima”. Asimismo, el propio IPCC y la Agencia Internacional de la Energía han insistido en repetidas ocasiones en la necesidad de no invertir más en proyectos de combustibles fósiles si se quiere limitar el calentamiento global a 1,5 ºC.
En referencia a la nuclear, es cierto que, al igual que la eólica o la solar, no emite gases de efecto invernadero durante su uso. No obstante, en contra tiene los argumentos del elevado coste de construir las centrales y los residuos radiactivos que se generan.
Este miércoles 15 de diciembre, 19 organizaciones intentaron ejercer mayor presión con una carta dirigida al vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans. En ella, instan a realizar un amplio proceso de consulta a las partes interesadas, reclamando una mayor transparencia, como se ha hecho con el resto de criterios aprobados en la Taxonomía de la UE.
Florent Marcellesi, coportavoz de Verdes Equo, ve en el nuevo sistema de clasificación «una señal fuerte para los inversores y las empresas». Sin embargo, avisa de que si finalmente se incluyen ambas energías se «permitiría que las subvenciones europeas y nacionales, es decir, el dinero de los contribuyentes, fueran hacia energías peligrosas y sucias».
En este sentido, considera la posición de la Comisión Europea «un claro ejemplo de greenwashing«, que «además entraría en total incoherencia con su Pacto Verde Europeo». Por tanto, termina, «desde Los Verdes Europeos y Verdes Equo llamamos a seguir los pasos del Banco Europeo Central que anunció el fin de sus inversiones en las energías fósiles«.
Aun así, independientemente de la taxonomía final que se concrete, esto «no impide que los Estados miembros de la UE inviertan en actividades contaminantes», como recuerda Tsvetelina Kuzmanova, asesora política del think tank E3G. «Pero al menos», añade, «deberían tener la integridad de no llamarlas sostenibles y engañar así también al mercado».
Francia, principal defensor de la nuclear
El gobierno de Emmanuel Macron ha sido de los que más se ha pronunciado a favor de etiquetar el gas fósil como sostenible, pero con una clara intención. Lo hace para conseguir un sello verde para la energía nuclear -en torno al 75% de la electricidad de Francia proviene de esta fuente-, según un reciente documento filtrado. Para lograrlo, lidera un grupo de una docena de países a favor de catalogar la nuclear como verde.
Luego está Alemania y su recién formado gobierno de coalición. Los Verdes -uno de los socios del Ejecutivo- apuestan por excluir la energía nuclear de la taxonomía de la UE, y quieren permitir el gas solo bajo la condición de que todas las futuras inversiones en tecnología estén preparadas para el hidrógeno. Mientras, el Partido Social Demócrata (SPD), la formación mayoritaria del Gobierno alemán, está a favor de incluir el gas como tecnología de transición en el camino hacia la eliminación del carbón en 2030. Según el calendario impulsado durante el recién terminado mandato de Angela Merkel, el año que viene Alemania cerrará todas sus centrales nucleares.
Por su parte, España es uno de los países, junto a Luxemburgo, Austria, Irlanda, Dinamarca y Países Bajos, que se ha posicionado en contra de incluir al gas y a la nuclear en la lista de inversiones verdes. Desde el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico explican a Climática que España es «firme defensora de la taxonomía verde como instrumento clave para contar con referencias comunes que puedan ser usadas con inversores», pero que no respaldan «la petición de algunos estados miembro de incluir el gas natural o la nuclear en dicha lista, con independencia de la posibilidad de que se puedan seguir acometiendo inversiones en una u otra».
Que la política de agrocombustibles de la UE deje de causar deforestación y violencia.
Sabías que España es uno de los mayores productores de los mal llamados «biocombustibles» en la Unión Europea? ¿sabías que cuando las refinerías transforman aceite de palma y de soja en «biodiésel» están causando deforestación y violaciones de derechos humanos en otras partes del mundo? ¿sabías que el carburante hecho de soja supone el doble de emisiones de CO2 respecto al diésel fósil? ¿sabías que en Brasil la expansión masiva de la soja está asociada a la destrucción desenfrenada?
Además, ha sido una de las políticas más incoherentes de la historia. En vez de reducir las emisiones de la quema de combustibles fósiles, los «biocombustibles» como el aceite de palma, soja o la caña de azúcar y el maíz, han provocado graves impactos sociales, climáticos y de destrucción de biodiversidad, así como en el suministro de alimentos y los medios de vida y la soberanía alimentaria de las comunidades locales del Sur global y la propia UE.
https://www.ecologistasenaccion.org/186131/que-la-politica-de-agrocombustibles-de-la-ue-deje-de-causar-deforestacion-y-violencia-2/
Los efectos demoledores de subvencionar una mala idea durante 20 años
La relación entre la política de biocombustibles de la UE y la deforestación
Empujando los ecosistemas de Sudamérica hacia el colapso
Este 15 de diciembre la central nuclear de Cofrentes ha sufrido dos averías consecutivas mientras estaba poniéndose en marcha, después de estar parada por recarga de combustible durante más de un mes.
En primer lugar, mientras la central estaba aumentando lentamente su potencia, la presión en el pozo seco del reactor ha subido por encima de los valores que correspondían a la potencia a la que estaba funcionando (al 28% de los 1.100 MW de potencia que tiene Cofrentes ), sin que la causa de esta subida de presión se haya explicado todavía por parte de la dirección de la central o del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN).
Pero aún más grave fue que cuando quisieron bajar la potencia para investigar la causa de la sobrepresión, al ordenar reducir la velocidad de las bombas de recirculación del agua de refrigeración, estas bombas se pararon. Es como si al notar un problema en el coche, le quisieras quitar una marcha y el motor se parara de golpe. Estas bombas son partes esenciales del reactor, puesto que son las que mantienen el agua que está en contacto con el uranio circulante y que van extrayendo el calor que va generando el uranio. Si estas bombas se detienen el calor que va acumulando y aumenta la temperatura y la presión, hasta el puente que puede llegar a fundirse el uranio o tener que liberar el vapor radiactivo que se genera. Es decir, lo que ocurrió en Fukushima cuando las bombas pararon por falta de alimentación eléctrica.
En el caso de Cofrentes las bombas que mantienen el agua en circulación no han parado por falta de alimentación eléctrica sino por otra causa, todavía no explicada, pero es muy significativo y especialmente grave que no haya sido una sola bomba la que ha se ha parado, sino varias, sin que la información proporcionada hasta ahora por el CSN especifique si han sido sólo algunas o todas.
Y podría haber sido mucho peor. Como la avería se ha producido mientras la central estaba poniéndose en marcha, el calor acumulado todavía era poco y se ha podido controlar la situación insertando las barras de control, pero si esto hubiera ocurrido con la central funcionando ya en pleno rendimiento, incluso insertando las barras de control el calor remanente podría haber tenido consecuencias muy graves, como ocurrió en Fukushima, donde a pesar de insertar de inmediato las barras de control el calor remanente produjo la fusión de algunos de los reactores de esta central.