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Canas, arrugas y mecedoras. Que la edad no es un impedimento para protestar contra la crisis climática –al contrario, puede ser un activo– lo demostraron un gran grupo de personas mayores que se manifestaron el pasado 21 de marzo en unas 100 ciudades de Estados Unidos. Desde Alaska hasta Ohio, pasando por urbes tan emblemáticas como Nueva York o Washington D.C., se congregaron cientos de miembros de Third Act (tercer acto), un colectivo de activistas medioambientales que cuenta con más de 50.000 afiliados; el único requisito para formar parte: tener más de sesenta años. Frente a numerosas sedes de los principales bancos del país (Chase, Citibank, Bank of America y Wells Fargo), exigían a estas entidades dejar de financiar el «caos climático», al mismo tiempo que animaban a la gente a cerrar sus cuentas y cancelar las tarjetas de crédito asociadas. Lo hacían a gritos, con pancartas, o bien mecedoras, símbolo de senectud resignificado en arma reivindicativa bajo el lema #StopDirtyBanks, es decir, paren a los bancos sucios, aquéllos que invierten en combustibles fósiles.
Los actos de protesta, algunos de los cuales implicaron sentadas que duraron toda la noche, representan la mayor movilización ecologista de la llamada generación boomer en la nación norteamericana, y prueban que la alarma por el cambio climático se extiende a varias franjas etarias y no sólo cristaliza en líderes jóvenes, como Greta Thunberg. En una columna reciente, el fundador de Third Act, Bill McKibben explicaba las motivaciones del grupo: desde 2015, esos bancos han ofrecido más de un billón de dólares en préstamos al fracking y otras industrias extractivistas y, aunque es difícil renunciar a la energía fósil de un día para otro, se torna imprescindible detener la construcción de nuevas infraestructuras.
Sus demandas en la calle llegaron pocas horas después de la publicación del último informe del IPCC, el panel de especialistas climáticos de la ONU, que alerta del poco margen de acción que queda si se quieren evitar las consecuencias más catastróficas del calentamiento global: es necesario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a prácticamente la mitad en apenas siete años si se quiere lograr el objetivo de no superar un calentamiento de 1,5 ºC marcado por el Acuerdo de París. Poniendo el dato en perspectiva, en 2020, pese al parón económico de la pandemia, las emisiones de dióxido de carbono (el principal GEI) sólo disminuyeron un 6,4%, y han seguido aumentando hasta alcanzar récords en 2022. En relación a la temperatura mundial, se estima que ha subido ya 1,3ºC respecto a la era preindustrial.
Justicia intergeneracional
El problema es ineludible, y tiene un componente etario que los activistas mayores reconocen. «Somos la primera generación en dejar el mundo peor que lo encontramos», aseguró McKibben para The Guardian, quien también recalcó la autocomplacencia de quienes marcharon el primer Día de la Tierra, en 1970: «probablemente pensamos que el gobierno se haría cargo de estas preocupaciones». Otros integrantes de Third Act expresaron opiniones similares. De hecho, los datos corroboran esta percepción, puesto que desde 1960 las emisiones de dióxido de carbono se han cuadriplicado, y distintas crisis –como la de biodiversidad– han experimentado una aceleración similar.
La falta de justicia intergeneracional que subyace al fenómeno de la destrucción de la biosfera es un asunto que se suele obviar en los debates mediáticos, pero que requiere atención. Es significativo que los autores del Los límites del crecimiento (1972), el informe preparado por científicos del MIT y liderado por Donella Meadows, demostrasen en sus primeras páginas cómo la población sólo tiende a sentirse concernida por lo más inmediato, sea en términos temporales o geográficos, una tendencia que ellos intentaron contrarrestar con este estudio que subraya la imposibilidad a largo plazo de una expansión industrial infinita llevada a cabo en un planeta con recursos finitos.
Sin embargo, el futuro, aunque fuese en la exigua horquilla de una centuria, pasó a un segundo plano, debido a una amalgama de factores que el filósofo Jorge Riechmann ha estudiado y podrían resumirse en la implantación del neoliberalismo precisamente a partir de los años 70. En el contexto de la posverdad, algunos autores han investigado el ocultamiento de los efectos deletéreos de la crisis climática mediante campañas de desinformación similares a las efectuadas sobre el tabaco, pero lo que está claro es el alto grado de responsabilidad que recae en quienes hoy se aproximan o disfrutan de la jubilación, especialmente en occidente –teniendo en cuenta que ha habido honrosas excepciones, y que se trata de una categoría, la edad, influenciada por múltiples variables–. A dicha responsabilidad se suma un crecimiento económico, causante directo de la debacle climática, del que los boomers se beneficiaron: en Estados Unidos acumulan un 53,2% de la riqueza, mientras que los millennials sólo tienen el 4,6%, y hay análisis que incluso culpan a los primeros de la escasez de vivienda.
Lo interesante de estas protestas es que parten de la asunción de ese privilegio, manifiesto en su poder adquisitivo e influencia política, para mostrar su apoyo a los que habrán de sufrir las embestidas más dañinas de la catástrofe ecológica. Quizá se pueda aún revertir lo que el investigador del CSIC Emilio Santiago Muiño colocó entre interrogantes e ilustró con la pintura goyesca Saturno devorando a su hijo: un crimen contra las generaciones venideras; es más, quizá también contra los niños y jóvenes de hoy. El arrojo de esta tercera edad en el país que arrastra la mayor huella medioambiental histórica es un síntoma de esperanza.
Es una buena noticia que en la cuna del capitalismo más bestial empiece la gente a despertar y a luchar. Muy buena noticia.
Según recuerdo aquí en Europa todo iba aceptablemente bien hasta que en la década de los 80 aparecieron los más fieros y fieles perros guardianes del capital, Reagan/Thatcher, y seguidamente la caída de la URSS. Más que caída habría que decir empujón. A Gorbachov no se le podía manipular ni comprar y USA, como es propio de ese país, último ejemplo Ucrania, apostó por Yeltsin, borracho, traidor y ebrio de poder, USA enredó, enmarañó y consiguió hundir a Gorbachov y llevar al poder a Yeltsin.
La gente joven en España no está acostumbrada a luchar, a defender sus derechos y libertades.
Se lo han dado todo hecho. Los han mimado demasiado y queriéndoles hacer un bien en realidad les han perjudicado y no poco.
Les falta fuerza de voluntad, esfuerzo, espíritu de sacrificio que se adquiere mayormente en la adversidad, en situaciones duras, como guerras, posguerras, pobreza…
Así se puede ver en este país que lxs pocxs que defienden causas justas somos lxs mayores.
KlimaSeniorinnen, mujeres mayores de 64 años, que, junto con cuatro solicitantes individuales de edad avanzada, han acudido al Tribunal Europeo de Derechos Humanos para exigir al gobierno de su país, Suiza, más protección climática para salvaguardar nuestros derechos humanos a la vida y la salud.
El 29 de marzo, el caso KlimaSeniorinnen será escuchado en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Allí explicarán por qué Suiza está violando nuestros derechos humanos a través de una protección climática insuficiente.
La crisis climática no es un problema del futuro. Ya está aquí y amenaza a personas de todo el mundo. En Europa, nos afecta especialmente a las mujeres mayores. Como resultado del aumento de los extremos de calor, cada vez más personas mayores mueren antes, y nosotras las mujeres mayores en particular. También estamos cayendo gravemente enfermos, por ejemplo, con trastornos cardiovasculares y de otro tipo, que amenazan la calidad de nuestras vidas.
Nosotras, KlimaSeniorinnen, consideramos inaceptable que nuestro estado viole los derechos fundamentales de nosotras las ciudadanas y continúe alimentando la crisis climática.
Decimos que los Estados que no toman las medidas necesarias para limitar el calentamiento global a un máximo de 1,5 grados centígrados están violando nuestros derechos humanos.
Estamos demandando porque nuestros derechos humanos deben ser protegidos ahora para que haya alguna supervivencia en el futuro.
Nosotras, las mujeres que no hemos sido escuchadas en todas estas décadas, estamos alzando nuestras voces y buscando justicia climática.
Añade tu nombre en solidaridad:
https://www.greenpeace.org/international/act/support-klimaseniorinnen/?utm_campaign=climate-justice&utm_medium=email&_hsmi=70001534&_hsenc=p2ANqtz-_uJ82_d2kUDlD8fsPRJtiMq2K2q_5xS0s6ziUN9XFlh