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Por Alberto Casado, director de incidencia de Ayuda en Acción.
La última edición del recién presentado Global Hunger Index (Índice Global del Hambre) que elaboran las organizaciones Welthungerhilfe y Concern, miembros de la red de ONG europeas Alliance 2015, demuestra que la lucha contra el hambre mundial se encuentra en un estado de estancamiento desde 2015 y revela datos alarmantes, como el aumento de la población que pasa hambre o está subalimentada, que ha pasado de 572 millones en 2017 a 735 millones en la actualidad.
Nuestros sistemas alimentarios se han demostrado fallidos: son desiguales, insostenibles y vulnerables al cambio climático. En la actualidad, más de 3.100 millones de personas no pueden permitirse dietas nutricionalmente ricas. Pero, además, nuestros sistemas alimentarios tienen impactos negativos en nuestro planeta: algunas prácticas como la agricultura intensiva o la producción ganadera a gran escala provocan la degradación agroecológica, destruyen los hábitats y contribuyen al aceleramiento del cambio climático.
Además, la gobernanza de los sistemas alimentarios ha dejado atrás a las comunidades más vulnerables, que en su mayoría viven en países de ingresos bajos y medios. Esto debilita las cadenas de valor locales y la resiliencia de los sistemas alimentarios, especialmente los locales y regionales. La propia gobernanza mundial de la alimentación a menudo está sesgada en contra de los países de ingresos bajos y medianos, así como de los pequeños agricultores.
Estos factores se manifiestan en regiones en las que Ayuda en Acción está presente, como en muchas regiones de África Subsahariana, que mantiene la cifra más alta de conflictos armados en todo el mundo. En África Occidental y el Sahel, a pesar del aumento en la producción de cereales, la mayoría de la población todavía enfrenta dificultades para acceder a los alimentos debido a las perturbaciones en los mercados causadas por la inseguridad civil y los altos precios de los alimentos.
América Latina y el Caribe continúa siendo la región más desigual del mundo, y el hambre y la inseguridad alimentaria han aumentado, exacerbados por los efectos de la pandemia de la COVID-19 y la reciente escalada en los precios de los alimentos debido a los conflictos y la inestabilidad económica global.
La juventud, en el centro de la soberanía alimentaria
La juventud, que será la población de mayor crecimiento en las próximas décadas, no solo enfrenta los problemas actuales, sino que también heredará todos los desafíos que no resolvamos en la actualidad. Entre 1990 y 2017, las intervenciones específicas sobre seguridad alimentaria, como la promoción de los principales cultivos alimentarios de alto rendimiento, lograron reducir el hambre. Pero el estancamiento en la lucha contra el hambre evidencia la necesidad de una nueva dirección en la transformación del sistema alimentario. Por ello, es esencial que la juventud tenga un papel fundamental en este proceso, donde la soberanía alimentaria debe estar en el centro.
A nivel mundial, se ha perdido el interés en las actividades agrícolas, pero esto no se debe tanto a la actividad en sí, si no a la falta de apoyo, innovación, educación o una propia percepción errónea de que la agricultura no ofrece oportunidades de prosperidad o autorrealización, como explican las autoras invitadas al informe 2023 GHI, Wendy Geza y Mendy Ndlovu, del Centro de Sistemas Agrícolas y Alimentarios Transformadores de la Universidad de KwaZulu-Natal, Sudáfrica.
La pérdida de soberanía alimentaria es una de las mayores debilidades de los sistemas alimentarios actuales, que se ha acelerado a diversos factores, como el colonialismo, la mala gobernanza, la capitalización intensiva de los sistemas alimentarios o el crecimiento generalizado de los monocultivos en la agricultura. Como resultado, los sistemas agrícolas y de conocimiento autóctonos y locales se ven amenazados.
Sistemas agrícolas locales, resilientes y diversos
Como alternativa, tenemos los sistemas agrícolas localmente resilientes, diversos, innovadores y menos intensivos en insumos de la pequeña agricultora. Si se apoyan, promueven y amplían, pueden constituir una solución sostenible a los actuales desafíos alimentarios y nutricionales, y un camino para salir de la pobreza y el hambre para las poblaciones vulnerables.
Esto implica también combatir la pobreza, proteger los recursos naturales, fomentar la agricultura sostenible, promover la educación y el acceso a alimentos saludables y fortalecer la gobernanza de los sistemas alimentarios locales, regionales y nacionales.
Solo así podremos garantizar que todas las personas tengan acceso a alimentos nutritivos y suficientes para llevar una vida sana y activa. La soberanía alimentaria es la alternativa necesaria para afrontar las crisis y el hambre en el mundo, y garantizar un futuro mejor para la juventud y las próximas generaciones.
Durante el verano de 2022 el Gobierno tanzano de Loliondo hizo realidad su plan de expulsar a miles de masáis, a sus familias y su ganado, para abrir paso al turismo y a la «conservación» de la naturaleza. En medio de este acaparamiento de tierras orquestado por el Estado la tensión se intensificó: hubo violencia, decenas de heridos y detenciones arbitrarias.
El Gobierno intentó encubrirlo todo para evitar que el escándalo trascendiera, pero no lo consiguió gracias a que los propios masáis y sus aliados difundimos a nivel internacional la violencia brutal contra ellos.
Mientras las autoridades de Tanzania seguían afirmando que todo estaba en orden, desde Survival escribimos a numerosos gobiernos extranjeros y organizaciones internacionales que apoyan al Gobierno de Tanzania para denunciar el acoso al que están sometidos los masáis. Pasamos horas en reuniones con representantes políticos para asegurarnos de que los derechos de los masáis no fueran ignorados y ayudamos a organizar un viaje a Europa para que mujeres y hombres masáis se reunieran con políticos y responsables clave.
Pronto, medio mundo estaba hablando ya de lo que ocurría en Loliondo y en la reserva natural NCA, situada más al sur, donde decenas de miles de masáis también corren el riesgo de ser expulsados de su territorio.
Incluso los aliados más cercanos de Tanzania se volvieron más precavidos: la influyente organización alemana de conservación de la naturaleza, la Sociedad Zoológica de Frankfurt (enemigo número uno de los masáis), suspendió un proyecto en la región: ¡una decisión sin precedentes hasta la fecha!
Para el Gobierno de Tanzania el robo de tierras se ha convertido en un verdadero quebradero de cabeza. Por ejemplo, recientemente canceló una visita de eurodiputados al país sin apenas antelación: «Únicamente permiten una visita si pueden utilizarla para autovalidarse», explicó Joseph Oleshangay, abogado defensor de los derechos humanos de los masáis.
Y todo esto a pesar de que, en la propia Tanzania, los masáis han conseguido una sentencia judicial que ratifica que la región de Loliondo es territorio comunal masái.
Los masáis afrontan un destino incierto. Pero lo que sí sabemos es que ahora mismo los masáis y todos nosotros nos jugamos un futuro mejor. Por eso no nos rendiremos: por los pueblos indígenas, por la naturaleza y por toda la humanidad.