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Artículo original publicado el 1 de septiembre de 2020 en ‘DeSmog UK‘
En la rueda de prensa del 30 de agosto en Orange, Texas, durante una visita a los daños causados por el huracán Laura, el presidente Trump respondió una pregunta sobre el cambio climático y los huracanes. “Texas ha tenido grandes tormentas durante mucho tiempo”, dijo, y «así es».
La frase hizo rememorar sus comentarios acerca de la COVID-19, en un momento en el cual la pandemia se había cobrado 156.000 vidas y había infectado a más de 4,7 millones de personas en todo el país. En aquel momento, Trump dijo que “el número de muertos por el virus es el que es”.
Desde que el presidente estadounidense pronunciase esas palabras en Axios, 26.000* personas más han muerto en Estados Unidos por la pandemia, según cifras oficiales. Cada muerte recuerda que el número de muertos varía día a día y que los de ayer son diferentes a los de hoy.
De manera parecida, cuando hay que abordar la crisis climática, las preguntas no sólo giran en torno a cómo era el mundo ayer y cómo es hoy, cómo eran las sequías y los huracanes de antaño y cómo son los de ahora. Tampoco se trata de simplificarlo todo y ver cómo esos peligros han aumentado a causa de la crisis climática o cómo nos están afectando hoy día, a pesar de que los incendios forestales continúan arrasando en California y los meteorólogos miran de reojo las tormentas tropicales Nana y Omar.
La pregunta que se le hizo al presidente Trump en Texas fue acerca los riesgos que representan los huracanes más fuertes para la industria de los combustibles fósiles y las formas en que el cambio climático está comenzando a poner en peligro las refinerías de petróleo y las plantas petroquímicas -las industrias que más contribuye al cambio climático- que se encuentran a lo largo de la costa del Golfo de Estados Unidos.
«Presidente, una pregunta sobre Laura”. El que habla es un periodista fuera de cámara durante la rueda de prensa, emitida por C-SPAN. “En junio de este año, la NOAA [Administración Nacional Oceánica y Atmosférica] emitió un informe en el cual se señalaba que el cambio climático es, en parte, responsable del aumento de la temperatura del mar, lo que provoca tormentas como Laura y Harvey. En un área en la que las petroquímicas y el sector energético adquieren tanta importancia, ¿cómo encaja eso con atacar al mismo tiempo el cambio climático para que tormentas de este tipo no sigan causando estragos en la costa del Golfo?”
La respuesta del presidente fue breve. «Bueno, en Texas ha habido tormentas tremendas durante muchas décadas y siglos. Así son las cosas«, dijo. “Las gestionamos cuando llegan. Eso es todo lo que puedo hacer: gestionarlas en cuanto llegan; y eso es lo que hacemos. Y nadie lo ha hecho mejor que yo”.
Es cierto que los huracanes no son un fenómeno nuevo; pero hace tiempo que la comunidad científica ha demostrado que la capacidad destructora de las tormentas ha aumentado a medida que sube la temperatura del planeta.
«La tendencia está ahí y es real», dijo James P. Kossin al New York Times. Kossin es investigador de la NOAA y el principal autor de un estudio sobre huracanes y cambio climático publicado este año en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences. «Hay evidencia de que estamos haciendo que estas tormentas sean más dañinas».
Laura pasó de ser una tormenta de categoría 1 a una de categoría 4 en tan solo una noche, lo que llevó a los funcionarios del Centro Nacional de Huracanes a emitir una advertencia de que la marejada ciclónica en algunos lugares podría ser «insuperable». En las ciudades costeras de Luisiana, y a punto de tocar tierra, el huracán Laura redujo algunas casas a escombros, según documentó el Washington Post.
“Las casas que quedaron en pie parecían irreparables y la mayoría fueron sepultadas bajo el fango. Los cimientos fueron lo único que quedó en pie”, se podía leer en el Washington Post, que informaba desde Cameron, en Luisiana. «Ni siquiera quedaban escombros, en muchos casos. Los vientos fueron tan fuertes que rompieron los ladrillos. La marejada arrastró las estructuras, llevándoselo todo por delante como si nunca nada hubiese existido”.
Hasta 1,5 millones de personas tuvieron que ser evacuadas a medida que la tormenta se acercaba a la costa. Muchas de ellas no pudieron, sin embargo, marcharse: la pandemia, las dificultades económicas a causa del alto desempleo (récord en todo el país) y la velocidad con la que se desencadenó todo, lo impidió. Miles de personas evacuadas llegaron a Nueva Orleans, mientras la ciudad recordaba el aniversario del huracán Katrina, que asoló la ciudad hace 15 años.
Claude Curtis, fontanero, perdió todas sus herramientas de trabajo durante la tormenta, según informó el Washington Post. «Señor, no sé qué vamos a hacer», le dijo al reportero. «Esto no pinta bien».
A 31 de agosto, el número de muertos a causa de la tormenta ascendía a 16, la mayoría de ellos por envenenamiento por monóxido de carbono relacionado con el uso de generadores. A esto se le sumó el tener que lidiar con la pandemia, cuyo número de víctimas sigue aumentando.
“He estado hasta en tres ocasiones en el hospital, durante el último año. Los dos estamos muy preocupados por tener que estar entre multitudes y la posibilidad de contagio. Pero no podíamos quedarnos en casa con un huracán de categoría 4 pisándonos los talones. ¿Qué se supone que teníamos que hacer?”, se preguntaba Mary Gutowski, residente de Lake Charles. De hecho, también la comunidad médica expresó sus preocupación, ya que el huracán dificultó la respuesta a la pandemia. «No sabemos en qué dirección vamos», dijo a NOLA.com el jefe de la Oficina de Salud Pública de Luisiana, el Dr. Alex Billioux. «Eso es preocupante porque estamos dando palos de ciego».
El 1 de septiembre, más de 250.000 personas en Luisiana y 36.000 en Texas seguían sin electricidad, según el Departamento de Energía (DOE). Los funcionarios advirtieron de que la recuperación de la red eléctrica podía tardar incluso semanas en volver en los lugares más afectados.
Más de la mitad de plataformas petrolíferas en alta mar de Estados Unidos permanecieron cerradas durante la tormenta, informó el DOE, y los trabajadores aún no han regresado a las casi 120 de las aproximadamente 560 plataformas en alta mar. Cuatro refinerías de la Costa del Golfo permanecen cerradas.
La región donde Laura golpeó alberga no solo plantas químicas y refinerías, sino también redes de oleoductos, pozos petroleros e infraestructuras abandonadas. Todavía no hay datos de cuánta contaminación se filtró por las vías fluviales y los suelos de la región a causa de las inundaciones y los daños causados por las ráfagas de viento.
La Reserva Estratégica de Petróleo de West Hackberry, en Luisiana, sufrió daños «considerables», aseguró a principios de septiembre el Departamento de Energía, y agregó que, a pesar de que se suspendieron los suministros en la instalación, los pozos subterráneos donde se almacenan 220 millones de barriles de crudo permanecieron intactos.
Laura también causó destrozos severos en la ciudad de Lake Charles, donde se obligó a los residentes a permanecer en casa -a pesar de los graves daños que habían sufrido las viviendas- por una una fuga de cloro relacionada con un incendio en una planta de fabricación de productos químicos de Biolab. La Junta de Seguridad Química de Estados Unidos ya ha iniciado una investigación.
Por suerte, Laura tocó tierra relativamente lejos de lugares densamente poblados como Nueva Orleans, y golpeó, sobre todo, las zonas de los humedales, pantanos y marismas. También arrasó en algunos pueblos como Lake Charles y pasó por algunas zonas industriales dedicadas a la producción de petróleo.
Según NOLA.com, y a causa de la falta de mareógrafos en Cameron y Vermillion, en zonas llenas de humedales, a día de hoy aún no se sabe la severidad con la que golpeó la marejada ciclónica. De hecho, los investigadores aún recopilan datos procedentes de los dispositivos de monitoreo temporales del Servicio Geológico de los Estados Unidos.
“A pesar de la devastación del huracán a causa del viento, en realidad podemos considerarnos afortunados, ya que la zona más afectada por la marejada ciclónica es probablemente la parte menos poblada de toda la costa del Golfo”, asegura Torbjörn E. Törnqvist, profesor de geología de la Universidad de Tulane experto en las marismas del delta del Mississippi, tormentas y el aumento del nivel del mar. «Sabemos que el área inmediatamente al este del centro de la tormenta es donde se encontraba la marejada ciclónica; y donde menos personas viven».
Los humedales, las marismas y los pantanos, asimismo, protegen las comunidades costeras contra los daños causados por este tipo de temporales.
Sin embargo, estos ecosistemas también se encuentran en peligro a causa del cambio climático. En mayo, Törnqvist y otros investigadores publicaron un estudio que analiza cómo el aumento del nivel del mar erosionará las marismas que protegen la región del delta del Mississippi: cuando el nivel del mar aumenta a un ritmo muy rápido, las marismas pueden desaparecer en pocas décadas, más rápido de lo que se solía creer.
«Lo que queríamos saber, y no sólo sobre esta zona, sino sobre todas las zonas costeras del mundo, es hasta cuánto pueden aguantar las marismas la subida del nivel del mar», se pregunta Törnqvist. «Lo que encontramos fue que, en el delta del Mississippi, esa tasa de aumento del nivel del mar ya había sido superada». Sin embargo, añadió: «Aún es posible frenar la destrucción de las marismas si conseguimos reducir la contaminación que hace que el clima cambie (…) Aún tenemos tiempo, pero el tiempo solo estará de nuestro lado si trabajamos para evitar la subida del nivel del mar».
Cuando los huracanes azotan zonas del país con una larga historia de producción de combustibles fósiles, pueden hacer aparecer contaminación que no se preveía y causar más emisiones.
«Al principio, nos centramos en la fuga de cloro de BioLabs y el incendio que se dio allí, pero no nos fijamos en otras instalaciones, más pequeñas, que también estaban teniendo fugas”, recalca Wilma Subra, química y asesora técnica de Louisiana Environmental Action Network, premiada con el MacArthur Fellowship Genius Award. Asegura que, a pesar de la obligación de las industrias de reportar información sobre los daños a las agencias estatales, a día de hoy, mucha de esa información aún no se ha hecho pública. Subra asevera que la tormenta habría podido liberar parte de la contaminación almacenada en la región por la industria petrolera desde la década de los cuarenta, pero que aún es demasiado pronto para estimar el impacto. “Cuando podamos entrar y ver qué ha sucedido realmente, podremos saber si la tormenta movió productos químicos”.
El cierre de las refinerías y plantas petroquímicas en la zona por la llegada de Laura causó casi dos mil toneladas de emisiones de gases de efecto invernadero en Beaumont y Port Arthur, según informó el Houston Chronicle. En una planta de metanol de Beaumont, por ejemplo, se produjo una explosión de dióxido de carbono, uno de los gases más importantes que provocan el efecto invernadero. De hecho, son esos gases de efecto invernadero los que jugarán un papel importante en la gravedad de las temporadas de huracanes en los próximos años.
2020 ya se perfila como un año récord de tormentas con gran capacidad destructora y otros fenómenos provocados por la crisis climática. Pero, ¿qué acciones ponemos en marcha hoy para frenar los efectos del cambio climático que se darán en el futuro?, se pregunta la comunidad científica.
“Hace algunas décadas, la gente como yo todavía hablaba del cambio climático como algo futuro que podríamos prevenir tomando una serie de iniciativas”, argumenta el profesor Törnqvist. «Ahora estamos en el punto en el que aún podemos prevenir algunas consecuencias, pero hemos alcanzado un punto de no retorno» (…) «Aún hay muchas cosas que podemos salvar, pero eso requerirá acción; y esa acción tendrá que ponerse en marcha pronto».
Artículo original publicado el 1 de septiembre de 2020 en DeSmog UK.
Tenemos la mala costumbre de encolerizarnos con los gobernantes y disculpar al pueblo, víctima de los mismos.
Deberíamos tener muy presente que están ahí porque un gran rebaño de borregos, manipulados o ignorantes, les ha votado.
Y, a veces, uno se cabrea con estos rebaños y piensa, lo que dijo Andrea Fabra: ¡que se jodan!; pero la Madre Tierra, las especies que la habitan y muchísimos seres humanos no tienen la culpa de la ignorancia borreguil.
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En el XV aniversario de la tragedia del Katrina, diversas asoc. ecologistas señalan que la mejor medida de prevención contra este y otros fenómenos extremos es la reducción inmediata de las emisiones de gases de efecto invernadero.
El vínculo entre la emisión de gases de efecto invernadero por acción humana es origen del aumento de la temperatura global que está detrás del incremento de la frecuencia e intensidad de fenómenos como los huracanes o tifones. Todas las alertas debían haberse encendido tras el Katrina reclamando con urgencia luchar contra el calentamiento global, sin embargo ese debate fue completamente ocultado a la opinión pública.
La comunidad científica lleva alertando años de la necesidad de reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero originadas por el actual modo de vida basado en el consumo de indecentes cantidades de combustibles fósiles, que nos están conduciendo a un colapso ambiental.
La falta de acción y de compromisos para frenar el calentamiento global solo consigue que siga incrementándose la probabilidad de sufrir la virulencia de estos fenómenos meteorológicos, mientras cada vez comprobamos con más certeza como por muchas medidas de adaptación o grandes infraestructuras que se quieran usar la intensidad de las catástrofes sobrepasa cualquier previsión.