París, Estocolmo y Barcelona: el urbanismo que piensa en las personas

"La hipermovilidad ha traído graves consecuencias para el entorno y el medioambiente, y también para nuestra salud y vida diaria", aseguran los autores.
París, Estocolmo y Barcelona: el urbanismo que piensa en las personas
Jaula (2015). Pintura de Juan Genovés (Valencia 1930-Madrid 2020). Foto: Juan Genovés – Cortesía del Centro Niemeyer

Con la pandemia global, referirnos a la distancia y el tiempo se ha convertido en un tema de actualidad cuando hablamos sobre cómo podría mejorarse nuestra vida en las ciudades. A las condiciones de segregación socioespacial y los desequilibrios ambientales urbanos se han sumado los efectos de vivir un año de restricciones que han afectado a la cotidianidad.

Desde el urbanismo se cuestiona la tendencia a desarrollar una vida urbana compartimentada y distanciada en sus actividades. La hipermovilidad ha traído graves consecuencias para el entorno y el medioambiente, y también para nuestra salud y vida diaria.

Hemos puesto a prueba las formas y ritmos tradicionales cotidianos debido a unas nuevas necesidades y para aprovechar los medios disponibles. Adaptaciones de horarios, desplazamientos, lugares, relaciones y encuentros forman parte de una nueva normalidad en la que, paradójicamente, las relaciones de proximidad presencial y de conectividad virtual se entrecruzan cada vez más.

Están aún por repensarse alternativas a este modelo de vida emergente, que poco conocemos. Aún no podemos prever sus consecuencias sobre nosotros y nuestro entorno. Surgen nuevos problemas, y también nuevos urbanismos, se aceleran procesos, ideas y proyectos. Que dadas las condiciones de transmisibilidad, empiezan a considerarse ya modelos urbanos de tendencia global.

Así, en Barcelona, París y Suecia se apuesta actualmente por ciudades de proximidad, propuestas que coinciden en varios aspectos: restringir el espacio destinado al automóvil y favorecer la vida urbana de proximidad.

Supermanzanas de Barcelona: de célula y cuadrícula a ejes verdes y plazas

Es reconocido ya el caso de las supermanzanas de Barcelona. Como parte del proyecto, se ha lanzado recientemente un concurso de ideas para convertir varias calles en ejes verdes y crear cuatro grandes plazas en el Ensanche. La propuesta se basa principalmente en una agrupación de 3×3 manzanas como una estructura base de restricción del tráfico de paso.

Así describe el proyecto el ecólogo Salvador Rueda, su principal impulsor: “Una célula de unos 400×400 m definida por una red de vías básicas que conectan los orígenes y destinos de toda la ciudad. Las vías interiores constituyen una red local de velocidad limitada a 10 km/h. La supermanzana no se atraviesa, lo que supone que los movimientos en el interior solo tienen sentido si su origen o destino está en las intervías, provocando que las calles sean vecinales sin ruido, ni contaminación, etc.”

El resultado sería la pacificación de las vías interiores y sus cruces correspondientes a modo de plazas. Una medida muy consecuente con la red de calles del Ensanche por su configuración homogénea, pero más difícil en barrios de trama irregular o con grandes diferencias de consolidación, de intensidad o tipos de usos.

El proceso de despliegue más reciente muestra algunas variaciones del esquema inicial. Algunas de las calles interiores se piensan como ejes verdes extensos, que podrían aprovecharse para conectar equipamientos, usos y espacios existentes.

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