Sí, los videojuegos contaminan, pero (también) pueden educar sobre el cambio climático

La Alianza por los Juegos del Planeta busca descarbonizar la industria del videojuego y concienciar sobre el cambio climático entre la juventud.
El prototipo Estación Climática de Playstation busca concienciar a jugadores con imágenes de catástrofes naturales. Foto: David Soler Crespo.

Cuando alguien enchufa la consola quizá no piense en el daño que está haciendo al planeta. Descargar un juego, estar conectado a la electricidad e internet y guardar información en la nube acaba ingiriendo ingentes cantidades de energía.

Un solo jugador puede llegar a contribuir 72 kilos de dióxido de carbono (CO₂) al año, según datos de Microsoft. O lo que es lo mismo, contamina igual que un coche de gasolina durante un trayecto de 266 kilómetros. En 2020, la industria emitió hasta 15 millones de toneladas de CO₂ al año solo en la energía utilizada para crear videojuegos, sin contar con la producción física de las consolas, videojuegos y su transporte.

Un total de 3,4 mil millones de personas juegan a videojuegos al año y la industria no para de crecer. «El 94% de la generación alfa consume videojuegos, es la nueva radio y la nueva televisión», asegura Sam Barratt, director de la Unidad de Juventud, Educación y Promoción de la División de Ecosistemas del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). «Los videojuegos tienen el poder de capturar la imaginación, mantener la atención e ir a mundos que no puedes imaginar de una manera nunca vista antes», añade Barratt.

Su hijo es uno de esos jugadores y hace cinco años se propuso, tras verle enganchado a la consola en su casa, descubrir el potencial para educar sobre el cambio climático a través de los videojuegos. En 2019, fundó dentro del PNUMA la Alianza de Juegos por el Planeta con un doble objetivo: descarbonizar la industria y meter lecciones ecológicas en los juegos.

Para hacerlo necesitaban trabajar con el sector. Hasta veinte estudios se unieron al programa inicialmente y cinco años después ya son más de cuarenta los que se han adscrito a la alianza, con Google, Microsoft y Sony, entre otros. Ahora, por primera vez se han reunido todos en Nairobi en la primera Cumbre de Videojuegos Verdes en el marco de la sexta Asamblea del Medio Ambiente de la ONU (UNEA-6) para avanzar en políticas climáticas.

La mayoría de emisiones las crean los jugadores

Cada año, la Alianza de Juegos por el Planeta lanza un informe de impacto para el sector que busca rendir cuentas. Este año publicará una calculadora de descarbonización para que cada estudio pueda conocer sus huellas de carbono. «Queremos dar herramientas para saber cómo descarbonizar y poner a la industria en una situación de liderazgo», asegura Barratt.

El problema es que la gran mayoría de las emisiones no se generan dentro de la empresa, sino a través de sus productos. «El 80% o 90% de las emisiones son generadas indirectamente por la industria con cómo se juega y los productos», dice Barratt. 

A pesar de no ser obligatorio por ley calcular las emisiones indirectas que genera la industria, algunos estudios y empresas están liderando en ello. En 2021, Ubisoft calculó que tan solo el 10% de su huella de carbono venía de su propia empresa, con la gran mayoría, el 40% de la energía consumida por los propios jugadores

Una clave es el tamaño de los videojuegos. Descargarse el Fortnite para la PlayStation 5 ocupa 18GB, lo que acaba consumiendo mucha energía. A través de la Alianza de Juegos por el Planeta, ayudan a productores y estudios a poder ser más eficientes y reducir ese tamaño. «Un ejemplo fantástico es el kit de herramientas de sostenibilidad de Microsoft Xbox que ha contribuido a eliminar hasta 190 millones de trayectos en coche», dice Barratt. Para hacerlo, han trabajado con videojuegos como Halo y Fortnite para reducir su huella de carbono a través de la reducción de gráficos y menús, centrándose en qué es lo que usa del juego el usuario.

El objetivo a largo plazo es poder llegar a cero emisiones y, aunque Barratt asegura que es una posibilidad remota, confía en eliminar el 90% de las emisiones. «En este sector hay algunas de las mentes más brillantes en tecnología, si no lo puede hacer la industria del videojuego no sé quién podría», dice.

Sam Barratt presentando los Green Games. Crédito: David Soler Crespo.

Juegos con mensajes climáticos: educación y acción climática

El otro gran objetivo es introducir elementos climáticos para educar a los jugadores. «Buscamos reforzar el aprendizaje que tienen las personas en los colegios para que también puedan conectarse con el medio ambiente fuera de las aulas en las pantallas», asegura Barratt. 

En 2022, la Alianza de Juegos por el Planeta hizo la mayor encuesta climática a 380.000 jugadores y descubrió que el 81% sí quería tener más mensajes ecológicos en los videojuegos. Ahora se han unido con Sony para probar en la Asamblea de Medio Ambiente de la ONU en Nairobi un prototipo llamado Estación Climática. El objetivo es lanzar este año un programa descargable gratuitamente en Playstation con datos de la ONU de la previsión del cambio climático e imágenes de catástrofes climáticas para concienciar a la población.

«La ONU nos desafía a la industria a utilizar nuestra tecnología para inspirar cambios y la estación climática es una respuesta», dice Kieren Mayers, director sénior de Medio Ambiente, Impacto Social y Gobernanza de Sony Interactive Entertainment, la empresa responsable de PlayStation. Mayers admite que introducir la educación climática es todavía algo en ciernes. «Es todo bastante nuevo. Las empresas están probando distintos enfoques y formas de hacerlo», añade.

Para potenciarlo, cada año se organizan los Green Game Jams, un proyecto para animar a los estudios a introducir elementos sobre el clima en los videojuegos y tomar acción climática a través de la pantalla. En juegos como Riders Republic, el desarrollador Ubisoft introdujo una manifestación por el clima y la empresa japonesa Bandai Namco, desarrolladora de Pac-Man, creó una pantalla en el juego llamada Salvar al Himalaya para concienciar sobre la amenaza a los leopardos de nieve en esta región. Este año, en la quinta edición, tienen ya a 78 videojuegos participantes, entre los que probablemente se incluya el Candy Crush. 

La clave para que funcione es que los propios desarrolladores decidan cómo integrarlo. «La trampa clásica en la que caen muchas organizaciones es que creen que pueden crear un juego que todos quieran jugar y la realidad es que nadie lo hace. La mejor manera de trabajar con la industria de los juegos no es decirles qué hacer, sino darles oportunidades, ideas y sugerencias sobre cómo actuar», dice Barratt. «Los videojuegos deben seguir siendo divertidos y cualquier activación ecológica debe ser auténtica y conectarse con la narrativa del juego», finaliza.

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COMENTARIOS

  1. Y un libro, ameno y divertido, ¿no podría educar lo mismo?
    ¿No nos hemos convertido en adictos a la tecnología?
    No niego que empleándola bien es muy útil; pero no se si estamos dependiendo demasiado de ella.

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