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Los glaciares de todo el mundo se derriten a un ritmo acelerado. Nada nuevo. Ya hay centenares de estudios que analizan la relación entre este deterioro y el cambio climático en los últimos años. Pero para Suiza, territorio que cuenta con unos 1.400 glaciares que suponen aproximadamente la mitad de los Alpes europeos, era importante tener una imagen detallada de la dimensión del problema.
Para ello, la universidad politécnica ETH de Zúrich y el Instituto Federal Suizo de Investigación Forestal, de la Nieve y del Paisaje han retrocedido en el tiempo y han analizado fotografías terrestres históricas desde 193. Al compararlas con las actuales, el resultado ha sido decepcionante aunque esperado: desde ese año y hasta 2016, el volumen de los glaciares se ha reducido a la mitad y su superficie, a un tercio.
El nuevo estudio, publicado este lunes en la revista científica The Cryosphere, «se basa en un archivo de imágenes terrestres conocido como TerrA, que cubre aproximadamente el 86% de la zona glaciarizada de Suiza con 21.703 imágenes adquiridas durante el periodo 1916-1947 (con una fecha media de 1931)», explican los autores. De ese porcentaje, el análisis ha cubierto el 45% de los glaciares de la región.
La publicación señala que «los glaciares de Suiza y de los Alpes europeos han experimentado un retroceso neto desde aproximadamente el año 1850, aunque a un ritmo fluctuante, tal y como recogen las mediciones del balance de masas glaciológico. El clima en el siglo XX fue en general desfavorable para los glaciares, pero se observaron aumentos de masa y avances de los glaciares en los años 1920 y a finales de los 1970. Sin embargo, durante las últimas décadas se ha observado una tendencia de pérdida de masa acelerada«.
La investigación consistió en utilizar técnicas fotogramétricas que permiten comparar la forma y la posición de las imágenes de un terreno, así como el uso de cámaras e instrumentos para medir los ángulos de las zonas terrestres. De esta manera, el equipo comparó la topografía de la superficie de los glaciares en diferentes momentos, lo que permitió realizar cálculos sobre la evolución de los volúmenes de hielo a lo largo de los años.
Uno de los hallazgos claves en este estudio ha sido descubrir que el detrimento no ha sido igual para todos los glaciares. Tal y como apunta el análisis, hay una «fuerte variabilidad espacial» entre los del noreste y los del suroeste, ya que los primeros pierden volumen dos veces más rápido que los segundos. Esto se explica, en parte, «por el hecho de que las pérdidas de masa son más pronunciadas en los glaciares situados a una altitud media más baja, con terminaciones más suaves y con una alta fracción de cobertura de escombros actual».
Mientras que los glaciares suizos perdieron la mitad de su volumen en los 85 años anteriores a 2016 según este estudio, la red suiza GLAMOS por su lado indica que han perdido un 12% más solo en los seis años siguientes. Teniendo en cuenta que la energía hidroélectrica representa un 59,9% de las fuentes del país, con 638 centrales, estos hallazgos pueden tener implicaciones tanto actualmente como a largo plazo.
Sin los glaciares, los ríos transportarían menos agua en verano, debido a que las masas de hielo alimentan a los sistemas fluviales y equilibran las descargas estacionales. Con su retroceso, las consecuencias en el uso del agua, entre los que se encuentran la producción de energía y la agricultura, serían considerables.
«En un periodo de rápido aumento de la temperatura del aire, los datos de balance de masas regionales a lo largo de casi 100 años son esenciales para comprender con precisión cómo responden los glaciares a los cambios climáticos. Las reconstrucciones de este estudio, entre otros conjuntos de datos de alcance regional publicados recientemente, pueden marcar un hito para comprender mejor el cambio de los glaciares en el pasado, el presente y el futuro», concluyen los autores.
Este verano, los bosques europeos, llenos de colores y de vida, han ardido como nunca antes. Los incendios forestales han destruido el equivalente a un millón de campos de fútbol.
Pero lo realmente impactante es que, mientras tanto, la misma industria que está quemando árboles, recibe miles de millones de euros que salen de nuestros impuestos para seguir talándolos y quemándolos para producir energía. ¡Financiamos una fuente energética más contaminante que el carbón!.
Además, se trata de una práctica que agrava la crisis climática y no solo perjudica al medio ambiente: también es peligrosa para nuestra salud.
Los árboles limpian el aire eliminando las partículas de dióxido de carbono de la atmósfera, algo que no solo puede reducir sino invertir los efectos del cambio climático. Son el hogar de fauna silvestre y protegen el suelo y los sistemas de circulación del agua. En definitiva, son sinónimo de vida y bienestar. Sin embargo, Europa destina cada año miles de millones de euros procedentes de nuestros impuestos a financiar la quema de bosques… para obtener energía contaminante.
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