A la sombra del Círculo de Bellas Artes, un refugio climático en el centro de Madrid

Entre el 11 de julio y el 31 de agosto, el Salón de Baile del madrileño Círculo de Bellas Artes se convertirá en un refugio climático: un espacio de uso libre, abierto a la ciudadanía, en el que se podrá trabajar, descansar o pasar el rato entre centenares de plantas y una selección de propuestas culturales.
El Refugio Climático del CBA cuenta con un centenar de plantas seleccionadas por el colectivo Germinando, muebles reciclados diseñados por Basurama y una instalación sonora de la artista Sayaka Fujio. Foto: Miguel Balbuena.

Llego al Círculo de Bellas Artes sudando. Hace 28 grados en el centro de Madrid: no es para tanto, en comparación con lo que puede llegar a ser esta ciudad, pero la sensación pesada ya apunta lo que vendrá durante el resto del verano. Subo a la segunda planta, al Salón de Baile. Hay ajetreo, y los estucados y dorados de esta sala de techos altos y columnas hoy apenas se ven. Lo que se ven, hoy, son plantas, muchas plantas: ocupan bancales en el centro de la sala, trepan por los aires, cuelgan del techo con raíces voladoras. Un tuit que han puesto hace unas horas con una foto dice: «No estamos jugando a Jumanji, es el Refugio Climático». Se trata de un espacio que se inaugurará el jueves 11 de julio, y que estará abierto hasta el 31 de agosto para ofrecer lo que su nombre indica: un lugar a salvo de las altas temperaturas y sus estragos.

Explica la web del Círculo que «los refugios climáticos son lugares de encuentro que tienen una temperatura en torno a los 26 grados, son accesibles y están adaptados como espacios para estar». Para Carolina del Olmo, directora de desarrollo estratégico y editorial de esta institución, un componente clave es la gratuidad: «se trata de pensar cómo compartir un confort térmico que normalmente no es compartido a no ser que vayas a lugares de consumo».

«En un centro cultural estás muy fresquito, pero llega un momento en que te miran raro si no estás comprando. Los bares, el cine… también son sitios en los que hay que pagar. Lo fundamental es que sea abierto, gratuito y accesible», explica del Olmo, que señala que un referente para esta iniciativa fueron los refugios climáticos creados en Barcelona por el Ayuntamiento de Ada Colau, que extendieron esta idea. Que le venía, por otra parte, como anillo al dedo a un concepto que el CBA ya tenía en marcha. Durante todo este curso, el lema de su programación venía siendo: «El Círculo, un refugio para la cultura». Solo era necesario unir los puntos.

Un Jumanji prestado con más de 300 plantas

Quien se acerque al Refugio Climático este verano, se verá de pronto en una especie de parque, pero a cubierto. Lo más de 800 metros cuadrados del espacio están ahora habitados por más de 300 plantas prestadas por el Vivero de Estufas del Retiro —y algunas más adquiridas para la ocasión—. La encargada de seleccionarlas y disponerlas ha sido la cooperativa Germinando.

Una de sus integrantes, Elena Erro, explica que un criterio fundamental para escogerlas fue que se adaptasen a las condiciones de luz del salón. Pero también hay otra intención detrás de ellas: «Hemos jugado con las texturas y los colores para crear sensaciones. Si la gente quiere tocarlas puede notar unas formas suaves, otras más ásperas… ¡Cuidado, que esas cortan!», explica bromeando. «Queremos que estimulen los sentidos, esa sensación que tenemos al volver a la naturaleza».

Foto: Miguel Balbuena.

Por si esos cientos de plantas fuesen pocas, el proyecto también está dispuesto a acoger otras. Una de sus iniciativas es una «guardería para plantas» en las que cualquier persona podrá dejar las suyas si se ausenta de la ciudad por vacaciones, para que formen parte de este Jumanji temporal, cuidadas además por sus jardineros y jardineras. «Está siendo todo un éxito. Ya nos están escribiendo montones de vecinas preguntando: ¿Puedo dejar las mías? ¡Tengo treinta y dos!», relata del Olmo.

Muebles reciclados para un espacio de uso libre

Y es que esa es precisamente la idea del espacio: que sea útil para la ciudadanía. Abierto a diario entre las 11.00 y las 21.00, con entrada libre y gratuita, albergará espacios de trabajo, de descanso, conexión WiFi, enchufes, una fuente de agua, rincones de lectura, mesas de ajedrez…

Para acondicionar cada uno de esos ambientes, el refugio climático ha contado con la colaboración de otro colectivo, Basurama, cuyo trabajo tiene como ejes clave la reutilización de materiales y la economía circular. En este caso, buena parte de los muebles que pueblan la sala se han reciclado a partir de otros desechados por centros educativos. Hay hamacas hechas con antiguos pupitres, y mecedoras a partir de sillas también escolares. Pero no solo: otra zona da segunda vida a con taburetes y mesas de terraza de bar abandonadas.

«Hemos conocido el espacio como un lugar para estar, no como una exposición, sino para disfrutar y que cada persona pueda realizar las actividades que le apetezca, un sitio para estar sin una utilidad muy controlada», explica Manuel Polanco, parte de este colectivo. También ha sido tarea suya diseñar los bancales en los que se alojan todas las plantas, cuya característica principal también es que sean reutilizables: «aquí van a estar un mes y medio, entonces la vocación es que luego estén en otro lugar prestando servicio. Vamos a intentar que estén en colegios públicos, sobre todo, huertos urbanos, espacios donde pensamos que pueden venir bien como infraestructura».

Foto: Miguel Balbuena.

¡Escucha las plantas!

Otro elemento del ambiente entra por el oído: en este jardín no se oyen pájaros, pero sí a las plantas crecer. Es a través de la activación sonora Permanencia Vegetal, desarrollada específicamente para este espacio por la artista Sayaka Fujio, antigua alumna de la Escuela SUR, un espacio formativo multidisciplinar del CBA. La instalación está inspirada por el fenómeno llamado sucesión ecológica, que se da cuando la vegetación tiene que volver a desarrollarse en un terreno que ha sido arrasado por una catástrofe natural o por la acción humana.

M.B.

«Es un proceso que se va dando poco a poco, en mucho tiempo», explica Fujio. «Empieza con la llegada unas plantas que se llaman briófitas. Son como los musgos, todas estas plantas muy chiquitas que en el fondo tienen esa capacidad de tolerancia de condiciones bien adversas. Generan un lecho orgánico que permite que empiecen a llegar otras especies que son un poquito más grandes, tolerantes al sol, luego arbustos de madera blanda, y así poco a poco empiezan a llegar especies que son ya realmente más grandes, como árboles».

Su instalación convierte esa idea en un paisaje sonoro. Se trata de tres piezas que se podrán escuchar en distintos momentos y puntos del Refugio, así como una meditación guiada por la propia Fujio en torno a estos conceptos, disponible a través de auriculares en la zona de relax. «El sonido te va llevando por estas diferentes etapas. Por ejemplo estas especies chiquititas como tienen sistemas de retención de agua, hay sonidos que son muy acuosos: como se reproducen por esporas, hay sonidos como de liberación, de cosas que explotan… Los árboles tienen raíces muy profundas, así que para ellos hay sonidos más profundos también… », evoca. «Lo más importante es transmitir esa sensación del tiempo de las plantas, y ese sentido de comunidad y de ecosistema, y preguntarnos dónde estamos nosotros dentro de él».

Pensar desde las humanidades

Es un ejemplo de cómo se pueden relacionar en un proyecto como este la idea de refugio climático y la de refugio para la cultura. «Queremos que sea un espacio de acción climática, un espacio que te invite a pensar soluciones», señala Carolina del Olmo. Y, en su opinión, estas no solo pueden llegar desde la ciencia: «Los datos científicos han sido básicos, fundamentales, pero creo que ahora toca recoger al testigo desde las humanidades», afirma. «Frente esa sensación abrumadora que genera ansiedad climática, esa sensación de angustia de cuando te haces cargo de lo gordo que es el problema, las artes y las humanidades tienen la capacidad de visibilizar vías alternativas que nos desvíen del precipicio».

En ese sentido, la propuesta del Refugio Climático se completa con una programación de actividades en torno a la divulgación de la emergencia climática y el fomento de imaginarios de futuro sostenibles. Desde un Repair Café en el que aprender a reparar cualquier objeto que lo necesite, hasta una serie de seminarios sobre «ecosofía» impartido por la artista Alexandra Kuhn, o un concierto con instrumentos reciclados, pasando por propuestas alternativas de ocio como cuentacuentos o torneos de ajedrez.

De algún modo, según explica del Olmo, la evolución que siguió la propia iniciativa es la que esperan suscitar en quienes la visiten. «Nosotras también hicimos un recorrido del colapsismo a la esperanza, digamos», apunta. «Lo primero que pensamos fue un espacio informativo con datos muy chungos, con paneles sobre la crisis climática, lo que significa, lo que está pasando. Pero poco a poco fuimos quitando, quitando… No nos apetecía. Esto es un espacio de frescor, un espacio de bienestar, y también un laboratorio de acción climática. Hay muchos colectivos, iniciativas que están haciendo mil cosas, y el refugio también es un lugar de encuentro para esto».

Mientras hablamos, muchas más plantas han ido ocupando el espacio. Ya no queda casi ningún rincón que no sea verde. Ocurre un poco como en la instalación sonora de Fujio: parece que unas van abriendo espacio para otras. ¿Podría ocurrir algo parecido con la idea del proyecto, una especie de «sucesión ecológica» en la que cada vez surjan más refugios climáticos, en esta y otras ciudades?

«La idea es perfectamente extensible», afirma Carolina del Olmo, «sobre todo para las entidades que cuentan con dinero público. Es evidente que los centros culturales tienen o deben tener una vocación de apertura, de servicio a la ciudadanía, y además suelen tener unas instalaciones adecuadas, suelen estar en el centro de la ciudad… Estamos acostumbrados a espacios en los que las cosas pasan a una hora determinada, pero también está muy bien convertirlos en lugares a los que puedes ir a pasar un rato». Fuera del consumo, en compañía… y a la sombra.  

Carolina del Olmo forma parte de La Uni Climática V, donde explicará en profundidad el refugio climático del Círculo de Bellas Artes. Si quieres ver esta y una treintena de ponencias más, matricúlate aquí.

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    https://futurovegetal.org/firma-contra-la-represion/

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    https://www.change.org/p/no-a-los-focos-en-el-cauce-del-manzanares-en-madrid/psf/promote_or_share

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