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Hace mucho calor en Lisboa. Aunque no es un año de temperaturas récord (aquí hemos superado los 50 ºC más de una vez), es difícil estar fuera de casa. Corremos de jardín en jardín y de sombra en sombra, y tenemos que parar a refrescarnos en los puntos de agua que hay repartidos por la ciudad (ahora abundan), llenando los vasos de latón que todos llevamos sujetos a la cintura en verano. Hace tres años se levantaron las restricciones al tráfico durante las olas de calor estivales, pero sé que no debería estar fuera a estas horas, aunque no corra peligro. Lo que ocurre es que la persona a la que voy a entrevistar sólo estará aquí dos días y hoy es el último.
He conseguido tomar un café con Olivia Anwar, comunicadora y productora de contenidos en San Francisco, en la República de California. Está cruzando Europa para hablar con migrantes, dice que quiere ser como Homero y escribir una nueva Ilíada, esta vez contando las increíbles historias de refugiados que dejaron sus hogares a miles de kilómetros de distancia, algunos de ellos hace muchos años, y finalmente encontraron un hogar en el sur de Europa, sobre todo en el interior rural.
Pero ese no es el tema de la entrevista de hoy. Se trata de entender mejor lo que ha ocurrido en Norteamérica en los últimos años: la guerra, las secesiones y la nueva realidad de esos territorios y países. Es joven (probablemente tenga mi edad, pero ha estudiado los años de la Segunda Guerra Civil estadounidense, o de la Segunda Guerra de Independencia, según con quién hables).
Olivia me envió un mensaje instantáneo para decirme que llegaba tarde. Me quedé observando las calles de la ciudad bajo la sombra de los árboles y los toldos blancos. Son las ocho de la tarde y Lisboa está adormecida. Hay algunas tiendas abiertas, sobre todo de reparación. Aquí, en la Rua Morais Soares, hay más de 20 tiendas de reparación de cosas viejas, como frigoríficos, radios, microondas u ordenadores. Consiguen mantenerse abiertos porque nunca les faltan aparatos de aire acondicionado (para arreglar y para vender). También hay una gran biblioteca nueva donde antes había una tienda de animales muertos para comer. Concerté la entrevista con Olivia en la biblioteca.
A veces todavía cuesta creer que hace sólo unos años la mayoría de los materiales electrónicos se desechaban y se sustituían a gran velocidad. Hoy los reutilizamos casi al 100%. Sé que también se debe a que ya no hay tantos productos nuevos como antes. Pero es realmente difícil de entender cómo alguien pensó que era posible desechar tantas cosas tan rápidamente y sin consecuencias.
En fin, estas son también algunas de las preguntas que anoto en mi bloc cuando miro el presente y pienso en el pasado sobre el que estoy escribiendo.
Otro ejemplo: los nuevos paneles que informan sobre la temperatura del bulbo húmedo. No sirve de mucho en Portugal, y eso es bueno. Indica que, aunque la temperatura sea alta, no corremos riesgo de muerte, como ocurre todos los años en países asiáticos o en Sudamérica. Creo que sólo ponen la pantalla aquí para tranquilizar a la gente que llega de India y Bangladés; aún arrastran el trauma colectivo de las muertes en la calle –y en casa– por la combinación de calor y humedad.
A lo largo de la avenida hay carteles en varios idiomas –portugués, inglés, hindi, nepalí, francés– que anuncian los negocios de los pequeños comercios y también dan las gracias y la bienvenida a los recién llegados a la ciudad. Para celebrar la llegada de gente nueva a Lisboa, todos los años se celebra la fiesta de la «Cidade Nova», que comienza en la plaza que encabeza la avenida –la Praça da Revolução de Janeiro–, baja por Morais Soares y termina en Alameda. Los cipreses están plantados en medio de la avenida y también hay algunos algarrobos pequeños y otros arbustos coloridos. Están muy bien cuidados. Equipos de «arboricultores» y jardineros cuidan los árboles todos los días, mañana y noche. Llevan registros precisos del estado de salud de cada planta.
En Lisboa, las distintas regiones y laderas de la ciudad tienen plantadas diferentes especies, además de las zonas de árboles frutales y arbustos. Están las tradicionales higueras, acebuches, alcornoques y encinas, pero también hay árboles que hace unos años no se consideraban autóctonos, como los negundos, las palmeras datileras, los cedros del Atlas, los pinos carrascos, los arganes y los extraños cipreses del Sáhara. El propio concepto de especie autóctona ha cambiado con las grandes migraciones de plantas, animales y personas, y también porque nuestro clima es ahora más parecido al que existía en el norte de Marruecos hace unas décadas.
Aunque yo nunca he hecho este trabajo en mis rotaciones, Lia lo ha hecho durante varios años. Es un trabajo muy interesante, pero agotador. Lo discutimos a menudo, tanto en casa como en las reuniones de vecinos, porque siempre que hay problemas con los árboles, si empiezan a morir, hay gente que entra en pánico.
Desde que estoy aquí, han pasado varios tranvías. Pasa uno cada 10 minutos. A esta hora aún traen los tres vagones medio vacíos. En unos minutos serán hasta seis vagones y estarán llenos de gente que irá a trabajar a su turno de tarde, de tres horas, o a divertirse.
A veces, los tranvías especiales para el transporte de la cosecha también pasan por aquí de camino a los puntos de molienda y entrega de alimentos: allí abajo, detrás del cementerio y bajando hacia los valles de Chelas se encuentra una de las mayores zonas agrícolas de la ciudad de Lisboa. Los campos y los invernaderos producen alimentos para cientos de miles de personas. Pero eso no basta, por supuesto. Parte del grano procede de los pueblos. Además de las grandes superficies agrícolas gestionadas por la Asamblea de la Ciudad, también hay pequeños huertos de barrio, en jardines y en los tejados verdes de los edificios. Por ejemplo, el edificio que tengo delante tiene pequeños árboles frutales en la azotea.
Olivia me toca en el hombro, interrumpiendo mis pensamientos.
Es una mujer de unos 30 años, con el pelo de color verde y piercings en la nariz y las orejas. Viste de azul oscuro, con una chaqueta de lino y un gorro. En Lisboa, el azul oscuro es el segundo color más popular en verano, después del predominante rojo oscuro. Me saluda efusivamente, pero a la americana, sin abrazarme.
Entramos en la biblioteca, donde nos sentamos a tomar té helado. Dice que la abundancia de libros en las bibliotecas de Lisboa es impresionante. Le explico que en los últimos años los fondos de las librerías se han transferido todos a bibliotecas y que el gran número de éstas se debe sobre todo a la transformación intermedia de las librerías en espacios públicos y en refugios contra el calor. Lo decidió la primera Comisión de Calor de Lisboa.
Eso no ocurrió en California. En aquella época estaba empezando la guerra civil, responde con cierta tristeza. Le pido permiso para grabar nuestra conversación.
Hoy es 12 de agosto de 2042 y he quedado con Olivia Anwar, ciudadana de la República de California, creadora de contenidos, que se encuentra de viaje por Europa.
Hola, Alexandre. Un placer hablar contigo.
Olivia, como te he explicado, estoy haciendo un estudio sobre lo que ha pasado en las últimas décadas. Es un proyecto para mí y mi familia. Me gustaría agradecerte que te hayas tomado la molestia de hablarnos un poco de California y de Estados Unidos, de lo que ha pasado en las últimas décadas y de lo que está pasando ahora.
Sí, por supuesto. ¿Quieres que empiece? ¿Por dónde lo hago?
Creo que sería interesante entender los acontecimientos que desembocaron en la Guerra Civil y en las secesiones…
Bueno, para hablar del inicio de todo esto (si es que se puede hablar de un inicio), creo que no podemos obviar el fin del estatus de Estados Unidos como superpotencia y policía del mundo, el asalto al Capitolio de 2021 y la guerra de baja intensidad que tuvo lugar en los años siguientes. El terrorismo neonazi en Estados Unidos empezó a evolucionar cuando el partido republicano se dividió tras las nuevas elecciones presidenciales. Comenzaron los ataques a iglesias y discotecas durante unos seis meses, mientras el sistema energético (sobre todo el eléctrico) sufría constantes ataques de saboteadores.
La inestabilidad en el país era enorme, todo el mundo tenía mucho miedo y mucho odio. Había un lujo obsceno en medio de la pobreza. Había millones de personas sin techo y adictas a los opiáceos. Una parte de la sociedad vivía en un miedo permanente, alimentándolo y alimentándose de la violencia de las milicias identitarias religiosas en las calles: contra los sin techo, contra las mujeres, contra las comunidades negras… Contra todas las comunidades que no fueran blancas, heterosexuales y cristianas.
Por otro lado, estaban las milicias negras creadas para proteger los barrios negros, sobre todo en los estados del sur, pero también había grupos violentos que saboteaban el estilo de vida de los ricos, invadiendo hoteles y complejos turísticos de lujo, destruyendo símbolos de opulencia, desde concesionarios de coches hasta campos de golf, y ocupando plataformas petrolíferas y saboteando gasoductos. El Estado violento, la policía y el ejército ya no eran elementos disuasorios para detener a los extremistas. Las transformaciones internacionales volvieron las cosas aún más inestables. Cuando la Federación Rusa se disolvió, se produjo un repentino vacío internacional que hizo que los militares se centraran en crear un gran enemigo: China.
En medio de todo esto, tuvimos oficialmente más de un millón de muertos en el primer verano de olas de calor globales. Los muertos fueron, principalmente, ancianos, niños y los más pobres entre los pobres. Las cifras reales, en cualquier caso, fueron sin duda mucho más altas que las oficiales. En Europa, la cuestión de las mujeres embarazadas y los bebés fue más grave. Aquí también llegó el movimiento «Nuestros hijos», que movilizó a los colectivos evangélicos más conservadores. Estaban convencidos, porque Internet así se lo hizo creer, de que era el gobierno el que lo había organizado todo, los abortos espontáneos, la muerte de los bebés… La reacción internacional al infierno de calor y caos que siguió fue crear el Tratado Mundial sobre el Clima. Estados Unidos se negó a adherirse, como muchos otros, pero aun así el Gobierno dio una señal pública de cierto alineamiento, con una moratoria a la explotación de nuevas reservas de petróleo y gas.
¿Estados Unidos era entonces el mayor productor mundial?
Sí, de petróleo y de gas. Los estados que más producían eran Texas, Nuevo México, Alaska y nosotros, California. Después de la moratoria, el gobernador de Texas proclamó que iban a poner en marcha un proceso de independencia, con el apoyo de los presidentes de las grandes petroleras y de los principales partidos herederos de los antiguos republicanos. Todo el mundo pensó que sólo se trataba de una amenaza para quebrar la moratoria, pero se produjeron grandes atentados en Nueva York, Washington D.C., Atlanta y Tallahassee, y el pirateo de los sistemas de seguridad. Poco antes se había producido un golpe de Estado en China y Estados Unidos se quedó sin enemigos exteriores visibles.
¿Cuáles fueron las consecuencias del golpe en China?
El nuevo gobierno chino declaró que cesaría todas las actividades en el mar de China y en Taiwán, y que construiría un camino de paz con todo el mundo, especialmente con Estados Unidos… Con esto y el Tratado Mundial sobre el Clima, Estados Unidos perdió un componente esencial de su poder en el mundo: el dominio sobre la energía. Lo que quedaba era el dólar, cada vez más inestable, y el Ejército… Pero sin un enemigo externo claro, no era posible seguir contando esta historia.
La política mundial estaba agitada, incluso más allá de China…
Sí, era un caos total. Ocurría en todas partes: además del golpe de los jóvenes comunistas en China, el gobierno nacionalista de Bharat se derrumbó, en Europa tuvo lugar el Septiembre Rojo, con la suspensión de las transacciones de capital, en Sudáfrica grupos de mercenarios intentaron mantener la producción de petróleo y carbón incluso en contra del gobierno que había firmado el tratado… En fin, ya recordarás aquella locura.
Sí, la información estaba muy desorganizada y sabíamos que no era creíble. Demasiadaspatrañas para entender claramente lo que estaba pasando. La cosa empeoró con el DrokGPT y lo que la Inteligencia Artificial hizo a las grandes redes. ¿Qué impacto tuvo en Estados Unidos?
Creo que ayudó a que un país que ya estaba polarizado se volviera aún peor. Se estaba difundiendo propaganda sobre Europa: los neoluditas, ORCA, la Descarbonaria… Y, sobre todo, cosas que ni siquiera existían. Decían que todo eso llegaba a Estados Unidos a través de la migración y los globalistas. De esto hablaban los conservadores: era la base de la guerra cultural, que llevaba décadas sembrada, y que en ese momento estaba dando sus frutos y engordando en número de militantes. DrokGPT lo alimentó todo. El torrente de propaganda funcionó porque, al mismo tiempo, los productos escaseaban y el combustible era más caro que nunca. Todo era insoportable. Todas las debilidades de Estados Unidos –y había muchas– salieron a la luz.
Pero, ¿cómo se explica la partición del país? Eso no ha ocurrido en ningún otro sitio…
Bueno, sí ocurrió en otros países, como Rusia, en países africanos, en el Golfo. Ha habido y sigue habiendo intentos de independencia en el interior de varios Estados. Creo que las ciudades libres acabaron siendo válvulas de descompresión en algunos países, pero en el caso de Estados Unidos sólo aparecieron después de que empezara el conflicto. El tamaño del país era importante. Estamos hablando de un país-continente, con culturas e intereses contradictorios… La desigualdad, los odios históricos entre el Norte y el Sur, las armas y la militarización de la sociedad fueron factores decisivos, pero no los únicos.
¿Cuál crees que fue el factor decisivo?
El rápido declive de la industria fósil fue fundamental para explicar lo que nos ocurrió políticamente. El gobierno pasó a ser visto como un enemigo activo, como un opresor, incluso cuando proporcionaba cosas buenas. La contaminación ideológica en la prensa y en las redes sociales, que durante décadas había servido para consolidar a la sociedad en el sueño americano, ahora servía para polarizarla. Visto con perspectiva, ahora hasta resulta sorprendente que los 50 estados permanecieran unidos durante tanto tiempo… Y cuando ya no había un enemigo externo evidente, sólo nos teníamos a nosotros mismos para odiarnos. Fue entonces cuando Texas anunció su secesión y todo se vino abajo…
Pero no fue sólo Texas…
Cuando el gobierno tejano anunció la formación de la República de Texas, Florida, Alabama, Nuevo México, Luisiana, Misisipi y Georgia, es decir, los estados del sur, anunciaron referendos de independencia. Oklahoma, Arkansas y Virginia Occidental también iniciaron sus propios procesos institucionales de independencia. El presidente de Estados Unidos movilizó las tropas, ocupó los congresos de todos estos estados y dio a Texas un ultimátum para detener el proceso. La Guardia Nacional, en todos los estados, se pusieron del lado del gobierno federal. Hubo enfrentamientos con las milicias de extrema derecha, que al principio fueron derrotadas sin dificultad. Entonces predominaban las milicias nacionales cristianas, los Nacris, pero más tarde Ancap se hizo más fuerte. Tras el llamado «Texit», el nuevo gobierno de Texas formó su propio ejército. Texas ya era el segundo estado con mayor ejército del país, pero el gobierno independentista añadió más milicias e incluso propuso a México –¡qué ironía!– formar una federación a cuatro bandas con Nuevo México y Arizona. El impasse duró unos meses.
Por primera vez en casi un siglo, hubo huelgas generales en Estados Unidos por la escasez de alimentos. El gobierno empezó a distribuir comida directamente a la población y a introducir transporte público y energía gratuitos, al tiempo que reclutaba soldados. En aquella época de caos económico, muchos aceptaron alistarse en las Fuerzas Armadas para poder acceder a servicios que nunca antes habían tenido. Mientras tanto, se detectó MERs-CoV en el ganado de Brasil y comenzó el embargo mundial sobre el comercio de carne, lo que dificultó aún más la cuestión alimentaria. Los secesionistas acusaron al gobierno estadounidense y a la Organización Mundial de la Salud de inventar la crisis para hacer la vida aún más difícil a la población. Texas rechazó el embargo internacional de carne e intentó distribuirla, pero no pudo descargarla en los distintos puertos internacionales (que de hecho se negaron a recibir los barcos procedentes de Texas, bajo amenaza del gobierno estadounidense).
Continuará…