‘42/30 – Revuelo

Capítulo 30, el último de la serie de ficción '42. La entrega, tras el secuestro y liberación de Alex, termina con una particular tormenta. O, mejor, dicho: 'Storm'.
‘42/30 – Revuelo
Foto: Ilustración de Nuno Saraiva.

Subí al tren en Valencia con Ahmad. En el andén, tras una emotiva despedida, con lágrimas y abrazos, Pepe se quedó de pie, sosteniendo su bastón blanco. Había perdido la vista en un bloqueo durante la época de la extrema derecha, incluso antes de que apareciera el Muro. Él y varios activistas más fueron atacados por la policía con gases lacrimógenos rancios. Pepe y otros tres perdieron la vista en las semanas siguientes, pero incluso el resto se quedo afectado de por vida. El uso de productos no letales adulterados se había convertido en algo habitual a finales de los años veinte, asociado a las detenciones masivas para destruir movimientos. Como ya sabía, esto había supuesto un alto coste para los movimientos y los militantes, un sacrificio más en la lucha por detener la catástrofe. Para Pepe, perder la vista había cambiado su participación en el movimiento, de organizador colectivo y persona de acción a ideólogo y científico del clima. «El movimiento nos necesita de muchas maneras diferentes, Alex». Para muchas personas, esta represión significó el fin de la militancia. La represión contra los movimientos significó también el fin de varias treguas tácitas, el fin de las ilusiones sobre la no violencia y sobre cambiar el sistema desde dentro. Pepe prometió visitarme en Lisboa para reunirse con António en cuanto pudiera, después de haber desaparecido durante tantos años. 

El viaje en tren hasta Madrid fue corto. Tras un paisaje boscoso cerca de Valencia y las montañas al oeste, nos adentramos en un extenso desierto con pocos arbustos, donde enormes dunas salpicaban ya el paisaje. Ahmad me permitió por fin ponerme en contacto con Elizandra. En cuanto me pasó el teléfono, llamé.

  • Hola, Liz.
  • Hola, Alex. Es bueno saber de ti.
  • ¿Te das cuenta de que soy libre?
  • Hace tres días me informaron de que ya estabas a salvo. Alguien cercano a Gianni se puso en contacto conmigo. Alex, no sé si la gente con la que estás te ha informado…
  • ¿Sobre qué?
  • Sobre Gianni. Está muerto. Lo mataron. –No fue exactamente una sorpresa. Coincidía con lo que me había escrito.
  • Querían intercambiarlo por prisioneros.
  • No negociamos con fundamentalistas –respondió en tono formal.
  • Creo que podemos ser honestos el uno con el otro, Liz. Fue muy útil dejar morir a Gianni, ¿no?
  • De hecho, resolvió un problema que podría haber sido complicado.
  • Gianni lo sabía, ¿no? Sólo manipuló a Daesh.
  • Siempre fue muy inteligente. Y eligió sacrificarse por ti. –Por otro lado, Liz podría haber negociado mi rescate, pero no lo hizo. Pero decidí no abrir ese conflicto allí. –Casi seguro que fueron los pacifistas los que hicieron que te secuestraran y mataran al equipo de seguridad del tratado. Nunca los dejaremos volver del exilio.
  • ¿Le has dicho a Lia que estoy vivo y libre?
  • Le informé en cuanto me enteré. Está bien y te espera con António.
  • Llego hoy a Madrid e intentaré salir directamente hacia Lisboa.
  • Espera otro día en Madrid, nos vemos allí.
  • ¿Viene a Europa?
  • Estoy aquí desde que terminó el juicio. 
  • Quiero ir a Lisboa lo antes posible. Hace seis meses que no veo a Lia ni a mi hijo. 
  • ¿Sabes que está con su pareja?
  • Lo sé, lo sé. No necesito que me lo recuerdes.
  • Lo siento, no me di cuenta de que ya lo sabías. –Claro que lo sabía.
  • ¿Qué pasará ahora?
  • De eso quería hablarte en Madrid, Alex. Y luego quizá podamos ir juntos a Lisboa.
  • Dime qué me vas a proponer, Liz.
  • Prensa, Alex. Necesitamos crear más comunicación. Nunca nos hemos recuperado del colapso de las grandes redes. Lo que queda es demasiado formal, demasiado institucional. Necesitamos reconstruir los medios, recuperar el sentido común.
  • Pero, ¿qué sé yo?
  • Llevas once meses haciendo periodismo de investigación. ¿Cuántos países has visitado? ¿Setenta? ¿Cuántos libros y artículos has leído en el último año? ¿Cuántos podcasts has escuchado y a cuántas personas has entrevistado? Eres periodista. Has descubierto una gran historia que está cambiando el movimiento. No conozco a nadie hoy que sepa más que tú.
  • Pero, ¿qué significa hacer prensa? ¿Qué significa reconstruir los medios de comunicación? Ya no existen muchos de los medios de comunicación que había hace quince años.
  • Tenemos que hablar en Madrid para que pueda explicarte lo que pensamos.
  • ¿Quiénes pensábamos? ¿Mariposas?
  • No. De hecho, ya no hay mariposas. Algunas personas del Tratado y del movimiento lo pensaron. Entonces podemos hablar mejor.
  • Podemos. Trato hecho.
  • Si aún no lo has hecho, llama a Lia, Alex. Estará feliz de saber de ti. Estaba muy preocupada por ti.
  • Sí, voy a hacerlo ahora mismo. ¿Dónde quedamos?
  • Hablaré con el equipo de Ahmad para que te deje en un lugar seguro.
  • De acuerdo. Salud.
  • Adiós, Alex. Me alegro de que estés bien.
  • Gracias. Hasta pronto. Hasta pronto.

Mientras hablábamos, miré por la ventanilla los numerosos desguaces del desierto, con montones y montones de coches, auténticas montañas de podredumbre a la espera de ser reutilizados. El reciclaje de metales y otros materiales de los coches se había convertido en una de las mayores industrias del mundo. Antes del Gran Cambio, había más de mil millones de coches en todo el mundo y eran una enorme fuente de materiales. Tenía curiosidad por entender por qué, a pesar de que China, los antiguos Estados Unidos, Brasil e India tenían tantos millones de coches, no había visto ningún desguace allí. Tuve que volver a España para ver por primera vez una zona con tantos. Hoy en día, el reciclaje de coches da lugar a metales y piezas que se utilizan en la construcción, aunque en los buenos desguaces se reutilizan todas las piezas: bombillas, sillas, espejos, cristales, neumáticos y diversas piezas del motor. Pensar en mecánica y logística me ayudaba a no pensar en mi secuestro, en el miedo y el aislamiento, en los gritos de los presos en otras habitaciones. Ahora me ayudaba no tener que pensar en Gianni muriendo bajo el cuchillo serrado de algún carnicero del Daesh.

  • Lia.
  • ¡Oh, Alex! Qué alegría saber de ti. –Me preguntaba si aún podríamos volver.
  • También me alegro de oír tu voz, Lia. ¿Qué tal estás?
  • Llevamos unas semanas encerrados con António en la sede del Tratado. Ni siquiera me dejan ir a trabajar. –Preguntaba por ella y por Antonio, no por Mei. –Pero dime, ¿de verdad estás bien? ¿Te han hecho daño?
  • Me trataron mal, pero no me torturaron ni nada parecido. Estoy a punto de llegar a Lisboa.
  • En dos días, ¿verdad?
  • ¿Cómo lo sabes?
  • Ya hay anuncios de tu llegada, lo he oído en la radio. Hay carteles en las calles. Sabes que eres muy famoso.
  • ¿Famoso?
  • Sí, y tu madre también. Sólo en Lisboa hay dos estatuas suyas.
  • ¿Estatuas de mamá? Pero, ¿quién las erigió?
  • Una fue el movimiento, creo. La otra fue un grupo de ciudadanos. Se está haciendo un gran esfuerzo para recuperar su memoria. Todo empezó con la noticia de la masacre y de que había sido organizada por pacifistas. Tu secuestro ha hecho la historia aún más famosa. Varias personas aquí en Lisboa fueron expulsadas del movimiento. La mayoría se fue a Amadora.
  • ¿A quién expulsaron? ¿Por qué?
  • Pacifistas o personas relacionadas con ellos. Fueron expulsados después de que los pacifistas fueran declarados culpables en el juicio.
  • Pero, ¿qué tienen que ver estas personas con la masacre?
  • Ya sabes cómo es, Alex. Un ajuste de cuentas, también. Además, la fuga de Gianni ha vuelto paranoicos a muchos elementos de Justicia Histórica.
  • Gianni está muerto, Lia.
  • ¿Cómo? ¿Murió? ¿Murió de qué?
  • Fue asesinado por el Nuevo Daesh. Por la misma gente que me secuestró.
  • ¿Cómo sucedió, Alex?
  • Él… Fue él quien me sacó, intercambió lugares conmigo. Se ofreció como rehén y moneda de cambio en mi lugar. –Mi voz era amarga, pero tragué saliva. No podía llorar por el verdugo de mi madre.
  • Pensé que fue el equipo del tratado el que te rescató.
  • No. Gianni lo organizó todo. Organizó que un equipo me recogiera y me llevara a casa.
  • ¿Así que no fueron Gianni y los pacifistas quienes organizaron tu secuestro?
  • Fueron Héctor y los otros pacifistas. Cuando Gianni se enteró, decidió salvarme.
  • Quería redimirse al final. Así que no fue Liz quien te salvó.
  • No. Y se negó a intercambiar prisioneros por ello.
  • Él vale más para ella muerto que vivo. Como tú, Alex. Si hubieras muerto, serías más un activo político. – Lia tenía razón.
  • Pero él está muerto, y yo estoy vivo.
  • Sí, querido. Por suerte estás a salvo. Mira… –¿Iba a tener otra oportunidad? –Cuando vuelvas tenemos que hablar de nuestra situación. Mei quiere que nos mudemos al sur, y creo que sería bueno para António.
  • ¿Podemos no hablar de eso ahora, Lia? Me acaban de secuestrar.
  • Lo siento, Alex. Hablaremos más tarde, entonces. No es nada urgente. Lo importante es que estás a salvo. Encontraremos una solución que sea buena para todos. ¿Qué vas a hacer, qué vas a decir en la mani el día que llegues?
  • ¿Mani?
  • Habrá una manifestación por tu llegada. Los viejos decarbonários y los chicos de Justicia Histórica van a convocar una marcha para celebrar tu regreso. Querrán que hables. Incluso han intentado ponerse en contacto conmigo para que hable.
  • No sabía nada al respecto. No sé si quiero hablar. Sobre todo quiero descansar, no meterme en manifestaciones los primeros días. Sólo quiero estar contigo en casa y dormir una noche entera en una cama adecuada.
  • ¿En casa?
  • Sí, por favor. Mira, otra cosa. Gianni me dijo que alguien de los pacifistas nos había robado cajas, ¿recuerdas?
  • Sí, claro. Tenía que ser algo así, las cajas no podían haber desaparecido sin más. 
  • He recuperado las cajas, las tengo conmigo.
  • ¿Quieres hablar con António?
  • Ponlo ahí, sí. –Al otro lado, oí sus ruiditos, su respiración profunda. 
  • Es papá. –António emitió una serie de sonidos agudos y dijo sílabas sin sentido, un galimatías divertido. Me había perdido mucho. Debía de estar empezando a hablar de verdad.
  • ¿Ya habla?
  • No, Alex. Haz algunos sonidos. 
  • «Papá», dije, como un tonto, por teléfono. Ahmad me miró, divertido. –Pa-pá. Papá. –Después de unos minutos así, empezó a llorar.
  • Le daré de comer, Alex. Te veré en cuanto llegues a Lisboa. Avísame cuando sepas la hora exacta.
  • De acuerdo, Lia. Te avisaré en cuanto lo sepa.
  • Muchos besos, Alex.
  • Muchos besos, mi amor.

Abrí la caja que me había dado Pepe. Revisé el contenido y lo más interesante, lo que probablemente justificaba el robo de las cajas, eran las cartas de mi madre para mí. Había recibido tan poco contacto de mi madre, y tan seco, que ni siquiera recordaba esas cartas. ¿Las había leído sin prestarles atención? Era muy extraño que no me acordara.

Mi querido Alexandre,

Espero que estés bien. ¿Qué tal la nueva escuela? António me dijo que tienes varios amigos nuevos que están en el movimiento. ¿Qué hacen en el movimiento? ¿No te interesa implicarte más? Creo que van a ocurrir grandes cosas en Portugal y en Europa en los próximos meses. Si quieres implicarte, este es un momento clave.

Me entristece que no respondas a mis cartas. Intento escribirte siempre que puedo, pero confieso que, después de tantos años, la falta de respuestas tuyas me angustia y me desanima. Te he explicado varias veces que no podía seguir allí contigo, con tu padre y con mi familia mientras todo se derrumbaba. Estoy marcando la diferencia, tienes que saberlo. El movimiento ha crecido y eso se debe a que la gente ha decidido comprometerse a construir de nuevo un futuro. He sacrificado estar contigo, estar a tu lado, para construir un futuro para toda la humanidad. Sé que no te pregunté si estabas dispuesto, que te impuse un sacrificio sobre el que no tenías elección, pero espero que me creas cuando te digo que no podría haberme quedado y ser algo más que un espectro, un fantasma vivo en la incertidumbre sobre el sentido de mi vida, o peor aún, muerta viva en la certeza del sinsentido. 

No sé cuánto te ha contado tu padre, pero estuve secuestrada unas semanas. Conseguí escapar y llevo cuatro meses recuperándome en un viejo hospital. Es un lugar precioso, en las montañas. Hace frío, pero este frío me ha hecho mucho bien. Estoy descansando mucho, por fin he tenido tiempo de leer algo que no sean informes y ensayos políticos. Estoy leyendo Dune, de Liliana Colanzi. Deberías leerlo, si puedes. Acabo de terminar ‘Cien años de soledad,’ de García Márquez. Qué placer sumergirme en palabras, en mundos mágicos. Me siento muy bien, pero a veces me despierto aterrorizada en mitad de la noche. A veces estoy muy bien y cuando cierro los ojos veo imágenes de lo que me pasó. Me pegaron mucho. Por suerte eran más emocionales que racionales, y muy estúpidos. Me mantuvieron cautiva con poca fuerza y evité resistirme demasiado para tener alguna posibilidad de escapar. Esperaban conseguir que les diera información y les mentí descaradamente durante varios días. Finalmente conseguí convencer a un idiota de que estaba enamorada de él. A pesar de algunas heridas leves y quemaduras de cigarrillo, conseguí escapar. Afortunadamente, no fueron los pandillos quienes me secuestraron, sino unos machistas fundamentalistas religiosos. Mi sensación de impotencia durante ese tiempo es algo que todavía me atormenta: la idea de estar tan privada de libertad, de no poder elegir qué hacer, de no poder resistirme, de que alguien pueda tocar mi cuerpo sin mi consentimiento, sigue atormentándome. La sensación de ser menos persona por culpa del poder de otros sigue haciéndome pasar algunas noches en vela. Cuando veo en mi cabeza las caras de esos hombres, su olor, aprieto tanto los dientes que siento que podría rompérmelos. Nunca nada me había hecho sentir tan fuera de control. Pero como te dije, estoy mucho mejor. Y siento que vuelvo, poco a poco. 

Quería hablarte de una batalla que bulle bajo la superficie de nuestro movimiento. Una batalla que, en mi opinión, cuanto más tarde se produzca, más devastadora será. Es la batalla entre los que hablan de estabilizar la situación y los que entienden que la revolución no ha hecho más que empezar. Sé que estamos muy alejados, pero estos dos bandos conducen a actitudes completamente diferentes hacia, por ejemplo, los neandertales que me secuestraron y maltrataron, pero sobre todo la actitud hacia la migración. La Ruta del Futuro, que no ha hecho más que empezar, está siendo duramente atacada y hay que defenderla. Cientos de millones, miles de millones de personas necesitan ser llevadas a lugares del planeta donde puedan vivir. No hay barrera, ni frontera, ni arma que pueda impedirlo. Esta necesidad es simplemente la necesidad de estar vivo. Obstaculizarla en cualquier momento significa crear una monstruosidad de problemas que añadir a los problemas reales que ya existen. Cada vez me siento más en el bando que no permitirá que la revolución se detenga, aunque sienta que actualmente somos una minoría.

Realmente quiero que me respondas, que me digas lo que piensas sobre lo que he escrito, que me digas cómo ves la situación y, por supuesto, que me digas si quieres venir a visitarme. Sería una gran alegría para mí poder estar contigo, abrazarte, besarte y ver con mis propios ojos el hombre en el que te has convertido. Creo que puedo organizar las cosas para que vengas, pero tienes que decírmelo.

Un beso muy fuerte de tu mamá que te quiere.

M.

15.Oct.2032

Nunca había leído esa carta. Nunca me había enterado de su secuestro y de la violencia ejercida contra ella directamente de su boca. Nunca se me había presentado la idea de visitar a mi madre. Mi padre me había ocultado esa carta y probablemente a muchos otros también. ¿Por qué me la había ocultado?

Hola, Alex

Me temo que algo malo va a ocurrir pronto. El resurgimiento del Muro, capaz de apoderarse de la Alianza de Ciudades Independientes y de prohibir a los refugiados climáticos la entrada en las ciudades libres, no es más que otra señal de lo que vengo temiendo desde hace tiempo. La reelección de la presidenta estadounidense refuerza el aislacionismo y las barreras a la Ruta del Futuro. No sé si alguna vez nos libraremos del capitalismo. Es como un fantasma que siempre está dentro de nosotros. Durante décadas nos han dicho que es la naturaleza humana. Tal vez lo sea. Pero si es la naturaleza humana, vamos a tener que renegar de la naturaleza humana y convertirnos en otra cosa. Se han alcanzado los límites, ya no vivimos en el mismo planeta. Ya no podemos ser la misma especie. Incluso después del desmantelamiento de la Descarbonaria, nosotros, justicia histórica, somos considerados una amenaza demasiado grande. 

Siento mucho la profunda división que hay entre tú y yo, y tengo que decirte que culpo directamente de ello a tu padre. Te ocultó de mí durante más de una década, te impidió leer mis cartas y recibir mis contactos, que eran tan difíciles de hacer. ¿Cómo podías tener otra interpretación que la de que te había abandonado? No espero que esta carta te llegue pronto. He intentado ponerme en contacto contigo a través de varias personas, pero António ha creado una burbuja a tu alrededor, incluso ahora que eres adulto. Si tu abuelo no hubiera muerto tan pronto, habría sido posible mantener el contacto, pero fui ingenua con tu padre y lo pagaste. Perdóname por esto, mi amor. Aun así, me alegré muchísimo de verte en Lisboa, a pesar de tu gélida reacción ante mi presencia. Perdóname por no ser efusiva, pero la verdad es que me siento en peligro y temo que acercarme a ti te pondría en peligro.

Esta carta es un adiós, Alex. Quiero que sepas que desde que nos separamos en 2026, he pensado en ti todos los días. He pensado en ti mientras luchaba, mientras entrenaba a la gente, mientras escribía, mientras acababa con fascistas y matones, mientras servía a la humanidad. Y lo hice por ti, mi amor. Sé que con mis acciones ayudé a mantener abierta la ventana al futuro. Pero aún queda mucho por hacer. La burbuja que António creó a tu alrededor era también una burbuja contra el movimiento, el movimiento que una vez fue suyo, pero que nunca perdonó por ser tan importante para mí. Estábamos distanciados incluso antes de separarnos. Creo que algún día comprenderás lo importante que es estar en el movimiento, construir la historia, el futuro. Nunca he dejado de creer en el futuro y tú eres la prueba viviente de ello, tú eres el futuro. Creciste en un mundo diferente al que yo crecí y vivirás en un mundo nuevo, mejor en muchos aspectos gracias a la acción ecomunista, peor en muchos otros porque no fuimos todo lo rápidos y eficaces que necesitábamos. Nada está cerrado, no hay destino, Alex. Hay personas, colectivos, sociedades que definen sus propias reglas y luchan, muchas veces en su interior, por construir un camino que les permita ser mejores y más felices, ser seres cada vez más inteligentes y completos que abarquen toda la dimensión de la vida humana. La lucha de las generaciones futuras, la primera de las cuales es la tuya, consistirá en construir el funcionamiento de la sociedad en un planeta ya diferente, un verdadero planeta B, donde las bárbaras reglas del capitalismo que nos han llevado al borde del precipicio deben ser abolidas, barridas, desde lo pequeño a lo grande. Es una misión difícil, pero también inspiradora. La humanidad está empezando de nuevo. No debe perder de vista la información, la historia de lo que ocurrió, lo que la llevó a este punto y cómo se detuvo lo peor. De lo contrario, todo lo que hemos hecho en los últimos veinte años no servirá de nada. Antiguamente, solía explicar esto a la gente que reclutaba con una metáfora espacial: imagínense descubrir en el espacio, a poca distancia, un planeta similar a la Tierra pero cuya temperatura fuera 3 grados más cálida que aquí… ¿no querríamos ir a ese planeta? Seguro que sí. Tu generación acaba de aterrizar en ese planeta. Espero que un día sepas todo lo que hice. Te diré por quién lo hice. Lo hice por ti, hijo mío. Que puedas agarrar el futuro y seguir construyendo sobre lo que yo y millones de personas como yo ya hemos hecho.

Soy tu madre, Marta, que siempre te querrá.

30 de agosto de 2036

Terminé de leer la carta con lágrimas en los ojos mientras nuestro tren entraba en Madrid. Tuve que recomponerme rápidamente, porque fuera había una gran ovación, con una banda y un grupo de gente ondeando banderas. Ahmad me miró y me dijo que la gente estaba allí por mí. Charlamos y decidimos no bajar entre la multitud, sino por el otro lado, llamando poco la atención y reduciendo los riesgos de seguridad. Sonó el teléfono de Ahmad y contestó Elizandra, que dijo que nos esperaba fuera, entre la multitud. Ahmad estaba hablando con el presidente del Tratado Mundial sobre el Clima, pero podría haber estado abofeteando a un niño. Le dije sin rodeos que no me bajaría del tren en medio de la fiesta y que me llevaría al punto de encuentro acordado sin carnavales políticos. Aún podía oír a Liz quejándose al otro lado, pero Ahmad me entregó mis cosas, me cogió del brazo y me sacó del tren, luego nos escondió entre los pasajeros de otros trenes hasta que llegamos a la salida de la estación, donde nos esperaba un dron de transporte para llevarnos al piso franco.

Elizandra llegó a la casa treinta minutos después que nosotros. Estaba muy enfadada, quejándose de nuestra irracional huida, que la había dejado colgada ante una multitud que me esperaba. Ahmad estaba tan tranquilo como nunca le había visto, no levantó la voz, se mantuvo completamente neutral e insensible. Me explicó que mientras no me dejara en Lisboa, él era responsable de mi seguridad, que tenía un equipo que nos acompañaría y que una vez terminada su misión yo podría hacer lo que quisiera. Liz siguió resoplando unos minutos antes de calmarse y ceder. En cualquier caso, no volveríamos pronto a la estación, así que el espectáculo estaba echado a perder. 

Hacía varios meses que no veía a Liz y mi imagen de ella había cambiado. Antes me parecía una mujer enorme, difícil de entender, con tanta información y tanto poder que la admiración era mi principal sentimiento hacia ella. Ahora, después de varios meses y mucha información, me parecía más bajita, más delgada, más pequeña. En más de un sentido. Le pedí que me explicara su plan y Liz, ahora tranquila y seria, comenzó.

– En tu historia sobre el Gran Cambio, ¿consiguiste entrevistar a algún periodista?

– Que yo sepa, sólo Dewi y Sukumar. ¿Por qué?

– Porque las últimas décadas han sido una catástrofe para la prensa y los medios de comunicación. Los pocos periodistas que quedan se han convertido en objetivo del Muro, del crimen organizado y de los fundamentalistas religiosos. Una de las grandes carencias que el movimiento aún no ha conseguido resolver es la creación de un verdadero medio de comunicación, una herramienta de información útil para el conjunto de la sociedad y que permita interacciones a mayor escala.

– Pero hay buena comunicación sobre lo esencial: condiciones medioambientales, desastres meteorológicos, estado de la agricultura y las cosechas, reuniones a las que hay que asistir, celebraciones y fiestas…

– Falta una comunicación más internacional y profunda sobre los cambios a gran escala que se están produciendo en el mundo. Necesitamos que la gente se dé cuenta de que la urgencia no ha pasado, que la transformación no ha terminado, que no hemos entrado en una nueva normalidad.

– ¿Qué ha pasado con los medios de comunicación? Sé más o menos lo que pasó con las grandes redes, pero no sobre los periódicos, la prensa. Por eso no entiendo por qué crees que puedo trabajar en esto.

– Como sabes, hubo un tiempo en que la Inteligencia Artificial inundó la prensa con noticias falsas a gran escala, falsificando fuentes, clonando sitios web, inventando personas o haciendo que personas reales hicieran declaraciones que nunca harían. Simuló sucesos que nunca ocurrieron, fabricó una realidad alternativa, saboteó el crowdsourcing

– Gianni me dijo que el movimiento hackeó la Inteligencia Artificial…

– Sí, cerca del final. Había una guerra total en la comunicación online. La extrema derecha y luego el Muro se apoderaron de las principales redes, Musk les ofreció Twitter tras el fracaso de su carrera política. Cuando estallaron las revoluciones, la era de los smartphones había terminado, la industria se había hundido. Y el movimiento también contribuyó a ello, atacando la infraestructura de las redes sociales y de Internet, que en aquel momento no eran más que un campo de reclutamiento para los contrarrevolucionarios.

– ¿Qué tiene que ver todo esto con la prensa?

– La prensa, la mayor parte de la prensa, estaba en contra de los movimientos revolucionarios. Se posicionaba activamente como contrarrevolucionaria, así que no íbamos a apoyarla. Además, la prensa de la época tenía una relación casi umbilical con las redes sociales e Internet. Pocos periódicos seguían publicando en papel, y la redefinición de la noticia en contenido había creado un vacío. La prensa como fuente de información se había visto comprometida y el intento de competir con lo que se producía en las redes sociales la había herido de muerte. Pero, por supuesto, la gente quería saber, como sigue queriendo, la realidad, conocer la verdad. Comenzó una búsqueda de fact-checks, de fuentes creíbles, que mantuvo a flote a algunos de ellos. Pero al final, también eran negocios capitalistas en medio de la mayor crisis financiera de la historia. Las que no se convirtieron en otra cosa, simplemente se hundieron. El estigma que vinculaba a la prensa y las redes sociales con la mentira era demasiado fuerte. La propia Internet había dejado de verse como algo neutral, sólo se interpretaba como una herramienta de manipulación.

– ¿Y cómo afrontó esto el movimiento? ¿Cómo se mantenía en contacto con la gente, cómo se informaba?

– Ya habíamos creado un gran servicio de información. Al principio, era principalmente interno. Necesitábamos buena información para tomar buenas decisiones. Más tarde, parte de este servicio se hizo público, disponible en línea y en papel. Pero era y sigue siendo muy formal y técnico, la gente no lo busca activamente, salvo cuando necesita algo. Algunas de las antiguas agencias de información, como Reuters y Associated Press, siguen existiendo. Pero tienen poca gente y poco acceso a la información.

– ¿Qué propones que haga?

– Queremos darte acceso a las redes de información del tratado, para que crees una plataforma de comunicación que pueda apoyar a los miles de pequeños medios de comunicación, pequeñas radios y periódicos que aparecen cada día en todo el mundo y ayudar a revitalizar la comunicación entre el movimiento y la población, y entre los distintos pueblos. También te proponemos que encuentres periodistas para que puedan volver a trabajar y establecer normas sobre cómo investigar y comunicar. – La propuesta me entusiasmó.

– Me parece una idea excelente, Liz. Pero, ¿cuáles son las contrapartidas?

– No hay trampa, Alex. Tienes que dejar de pensar así. Si aceptas, habrá una definición clara de lo que puedes hacer, los medios a los que tendrás acceso y las herramientas para hacerlo. Tendrás que mantener informada a la cumbre del tratado, por supuesto.

– Naturalmente.

– ¿Qué me dices?

– Necesito unos días para pensarlo, pero como ya he dicho, la idea es excelente. Puedo elegir a un equipo de personas para que lo hagan conmigo?

– Creo que se puede dentro de lo razonable.

– Ok. Gracias por esto.

– No es una recompensa ni un regalo. Yo y varias personas más pensamos que podrías ser la persona adecuada para hacerlo.

– Gracias por la confianza, entonces.

A la mañana siguiente nos fuimos a Lisboa. Liz quería venir conmigo. Me di cuenta de que ella quería bajarse conmigo del tren en Lisboa, y le pregunté si era realmente imprescindible que eso ocurriera, qué sentido tenía que nos vieran juntos, cuando yo estaba tan claramente en su bando: «La política no acabará nunca, Alex». Le pedí a Lia que no se reuniera conmigo en la estación de Oriente, donde iba a tener lugar la manifestación. Cuando bajé del tren, había más de dos mil personas esperándome, gritando mi nombre. A muchos los conocía: nuevos y viejos amigos, gente de movimientos que conocía de toda la vida. Otros eran completos desconocidos. Pronuncié un breve discurso, con extractos de cosas que había dicho en mi viaje a África. Quería volver pronto a casa. En medio de la multitud, me pareció ver una cara conocida, pero era imposible que Chida estuviera allí.

A la hora de comer llegué a la sede del Tratado Mundial sobre el Clima. Ahmad se despidió y me entregó una tarjeta con sus datos de contacto.

– Ahora que vas a ser jefe, ya sabes. Mi equipo está siempre disponible para ayudar al movimiento.

Le abracé y nos alejamos. Liz me dijo que tenía que ir a trabajar y que nos veríamos más tarde. Me dio el número de la puerta y se marchó. Caminé por el pasillo hasta una puerta blanca con el número 93 encima. 

Llamé a la puerta.

Revuelo

El colectivo editorial: Alex Garrido Aguas, Amaru Yahari, Chida Kusuma, Dewi Rahmawati, 

Lia V. Gomes, Mila Morozova, Olivia Anwar, Xiang Jianmei

Empezar un nuevo proyecto es siempre una aventura. Nos gustaría asegurarles que a partir de ahora todo será pacífico y sin sobresaltos, que el clima ha dejado de cambiar, que el Muro nunca volverá, ni con ese ni con ningún otro nombre, que la Tierra vuelve a estar en armonía con nosotros. No es así. Estamos aquí para darles información, para buscarla, para investigarla y comprehenderla. Sabemos que en el pasado, la información y la comunicación se convirtieron en armas que a menudo se utilizaron para el mal. Estamos aquí para ayudar a conocer cada vez mejor el mundo que hemos perdido, pero también el mundo que estamos construyendo. No será una tarea fácil. No os llevaremos de la mano todo el camino; a muchas conclusiones tendrán que llegar solos. Pero estaremos con vosotras, a vuestro lado.

No prometemos la imparcialidad falsificada del pasado. Somos activistas, somos ciudadanos activos y comprometidos en diferentes movimientos, no somos los fieles de la balanza de un equilibrio falsificado que nunca existió. Pero prometemos cuestionar, investigar y publicar lo que encontremos, junto con otras. Tenemos un compromiso con la integridad, igual que tenemos un compromiso con la construcción del futuro. 

Hoy lanzamos Storm, un servicio de información público y universal que investigará y publicará noticias para que la gente de todo el mundo pueda estar informada y tomar las decisiones que marcan el futuro de la civilización humana y del planeta Tierra. Nuestra primera gran investigación será sobre la amenaza de la inminente paralización de la Circulación del Atlántico Norte, que transformará el continente europeo y afectará al clima mundial. Las consecuencias serán enormes. El impacto global. El trabajo preparatorio para reducir los impactos es amplio y requiere mucha comunicación y movilización. La desesperación no debe apoderarse de nosotras y la información, en lugar de ocultarse, debe difundirse ampliamente, democratizarse y hacerse operativa.

Venimos de lugares y orígenes diferentes, traemos con nosotros una historia y también un sentido de la justicia histórica. Daremos lo mejor de nosotros a este servicio, que es un servicio para toda la población, que tendrá diferentes componentes que anunciaremos en los próximos meses. Queremos alimentar la vida en sociedad con una información de calidad que mejore a todo aquel que tenga acceso a ella. Radios, periódicos impresos, periódicos locales online, televisión local y online, podcasts y una agencia de noticias serán algunas de nuestras primeras herramientas, pero pretendemos aprender y mejorar, crear nuevas herramientas e inventar la comunicación del futuro. Contaremos contigo para que nos digas qué caminos vamos a tomar.

Empezar un nuevo proyecto es empezar una aventura. La aventura humana, con sus amores, horrores, alegrías, sufrimientos, coraje, tristeza y superación, está lejos de terminar. Para superar el revuelo, necesitaremos lo mejor de la humanidad reconciliada con la naturaleza. Estamos aquí para ayudar a construir los barcos y los puertos que nos protegerán en la tormenta.

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