Bajo una apariencia estable, la Albufera sigue lastrada por el mal saneamiento de sus aguas

El Parque Natural, que también sufrió los estragos de la dana hace un año, padece una crisis de saneamiento y depuración de sus aguas desde hace medio siglo.
Bajo una apariencia estable, la Albufera sigue lastrada por el mal saneamiento de sus aguas
Vista general del embarcadero de la Gola de Putxol de la Albufera, en València, tras el paso de la dana. Foto: EFE/Manuel Bruque.

Hace un año, la dana que azotó la Comunidad Valenciana dejó una profunda huella en el Parque Natural de la Albufera. El exceso de lluvias y el arrastre de sedimentos y contaminantes alteraron su equilibrio, y aunque el ecosistema presenta una cierta estabilidad, sigue lastrada por una crisis de saneamiento y depuración de sus aguas desde hace medio siglo.

Así lo plantean a EFE diferentes especialistas involucrados en la gestión de uno de los humedales más emblemáticos del Mediterráneo, que ya pedía «socorro» antes de la catástrofe de octubre, y que durante la riada, recibió más de 120 hectómetros cúbicos de agua en apenas unas horas, alcanzando un grado de inundación natural sin precedentes.

Envases de plástico, neumáticos, bidones de gasolina, pintura, muebles, electrodomésticos y cañas flotando en las aguas dejaron una estampa difícil de olvidar; Doce meses después, Carles Sanchis, presidente de la Junta Rectora del Parque Nacional de la Albufera señala que se ha vuelto casi al punto de partida: «La mala situación del parque, previa a la dana».

En la actualidad, los principales retos del parque pasan por un seguimiento constante de las especies de flora y fauna y de la calidad de las aguas para garantizar que no persisten los efectos de los contaminantes vertidos en el pasado, precisa Sanchis, quien, además, incide en continuar con la retirada de residuos plásticos, dispersos por amplias zonas del parque, especialmente en el sector norte del humedal.

Tras la catástrofe, el presidente del órgano rector destaca la rápida actuación llevada a cabo especialmente en la reconstrucción de la red de colectores, lo que permitió restablecer el sistema en menos de un mes. Sin embargo, advierte de la persistencia de vertidos anteriores a las riadas, sobre los que es necesario intervenir con la mayor urgencia posible.

Desde hace quince años se pide una mejora urgente en los sistemas de saneamiento y depuración, pero todavía no se han hecho las inversiones necesarias, critica Sanchis, quien matiza que los tanques de tormenta, por ejemplo, todavía no funcionan: hay un «déficit dramático» de infraestructuras de saneamiento, y eso explica el empeoramiento sostenido de la calidad del agua.

La riada fue una «perturbación natural», amplificada por la contaminación urbana, asegura el experto, pero la Albufera sufre una crisis muy grave desde hace 50 años, aún no resuelta y para la que reclama «una hoja de ruta urgente» que permita revertir esta situación y comprometa a todas las administraciones.

«Salir más fuertes de esta crisis dependerá de si somos capaces de poner el foco en este espacio, no solo como respuesta a una perturbación puntual, sino a una degradación que se arrastra desde hace medio siglo», manifiesta Carles Sanchis.

Eutrofización

El catedrático de Ecología de la Universitat de València y presidente de la comisión científica del mismo Parque, , Antonio Camacho, alerta de que la situación del parque sigue siendo crítica, y también reclama la adopción inmediata de medidas estructurales ante el principal problema que es la «eutrofización».

Según explica Camacho, la Albufera es un sistema hipertrófico y enfermo que sufrió un colapso ecológico a partir de los años setenta del siglo pasado. Aquel episodio marcó un punto de inflexión en la historia del humedal: desapareció buena parte de su biodiversidad, tanto vegetal como animal, y se alteró profundamente el funcionamiento del ecosistema.

El estado eutrófico de la Albufera se caracteriza por un exceso de nutrientes, procedentes principalmente de vertidos urbanos e industriales, lo que provoca una proliferación descontrolada de fitoplancton, responsable del tono verdoso del agua y de la falta de oxígeno en el fondo del lago, con consecuencias directas sobre la biodiversidad y la economía tradicional vinculada al humedal.

A esta situación se suma el impacto del cambio climático, que intensifica los procesos de degradación.

Camacho subraya que entre las medidas para salvar la Albufera, urge impedir la entrada de contaminación a sus aguas, lo que pasa por ampliar el colector oeste, poner en marcha los tanques de tormenta ya construidos y construir nuevos depósitos que recojan el exceso de aguas pluviales.

El catedrático incide en la necesidad de implantar un sistema de alcantarillado separativo, que distinga entre aguas pluviales y residuales, y de evaluar las cargas externas –lo que le sigue entrando a la Albufera– y las internas, lo que hay acumulado —materia orgánica y nutrientes—, y que genera la eutrofización.

En este punto, recuerda, sin embargo, que durante la dana, la Albufera demostró su papel esencial como amortiguador natural de inundaciones. «En unas horas se tragó toda el agua que inundó pueblos y ciudades. Si no hubiera estado la Albufera, las consecuencias habrían sido mucho peores».

El catedrático critica que, pese a las lecciones de las últimas inundaciones, no se haya aprendido lo suficiente en materia de ordenación territorial. «Las ocupaciones de cauces y zonas de inundación se han producido históricamente, y seguimos haciéndolo. Con el cambio climático, las catástrofes serán más intensas. Sería poco inteligente seguir igual», concluye Camacho. 

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