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El cambio climático y la presión creciente sobre los recursos terrestres e hídricos han provocado en los últimos dos años algunas de las sequías más dañinas de la historia a nivel mundial, según un informe publicado esta semana en la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo que se celebra en Sevilla. El documento identifica las zonas más vulnerables a la sequía del planeta y sitúa en un lugar destacado a la región mediterránea y, en particular, a España, Marruecos y Turquía.
Elaborado por el Centro Nacional de Mitigación de la Sequía de Estados Unidos y la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, bajo el paraguas de la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía, el informe ofrece un análisis exhaustivo de cómo las sequías agravan la pobreza, la inseguridad alimentaria y energética y el colapso de los ecosistemas, pero también propone medidas y soluciones para adaptarse a este contexto de creciente escasez hídrica.
“Los países mediterráneos sirven de canario en la mina para todas las economías modernas”, explica Mark Svoboda, coautor del informe y director del Centro Nacional de Mitigación de la Sequía de Estados Unidos. “Las dificultades que han experimentado España, Marruecos y Turquía para asegurar el agua, los alimentos y la energía en un contexto de sequía persistente son una imagen del futuro que nos espera en un escenario de calentamiento global descontrolado. Ningún país, independientemente de su riqueza o capacidad, puede permitirse la complacencia”.
La sequía se enquista en el Mediterráneo
El informe identifica las siete regiones del mundo que han experimentado una mayor vulnerabilidad a la sequía en los últimos dos años (y en parte la siguen experimentando en 2025). Son México, Panamá, la cuenca del Amazonas, África oriental, África del sur, el Sudeste Asiático y el Mediterráneo. Dentro de esta última región, en la que viven más de 500 millones de personas, el informe destaca especialmente los casos de España, Marruecos y Turquía.
“Las sequías son un elemento habitual del clima mediterráneo, pero su frecuencia e intensidad han ido en aumento en la región desde la década de 1950”, señala el documento. “En el escenario actual de cambio climático [es decir, si no se reducen las emisiones], se prevé que las temperaturas aumenten entre 2 y 3 °C en la región mediterránea para mediados de siglo y entre 3 y 5 °C para 2100. Y la disponibilidad de agua disminuirá entre un 2 y un 15% por cada 2 °C de calentamiento en el Mediterráneo”.
El sur y el este de España son las zonas donde estos efectos son más notables. La disponibilidad de agua ya se ha reducido un 12% desde 1980 y los modelos climáticos apuntan a que las precipitaciones podrían reducirse entre un 14 y un 20% adicional para mediados de siglo. Además, la frecuencia y la intensidad de los periodos de calor extremo (como el que acabamos de vivir) no han dejado de aumentar, multiplicando la evaporación de agua y, también, la demanda. De hecho, el informe hace hincapié en la importancia de mejorar la gestión del agua y modernizar el riego para reducir la necesidad de este recurso.
En el caso de España, el documento señala que los mayores impactos de la sequía en los últimos dos años se materializaron en cortes de agua para la población (como los de Cataluña y algunas provincias andaluzas en 2023 y 2024) y en daños agrícolas. De acuerdo con el informe, en abril de 2023 el 60% de las tierras agrícolas llegaron a estar bajo condiciones severas de sequía, lo que llevó a la destrucción de 3,5 millones de hectáreas de cultivos.
El daño fue particularmente notable en el sector del aceite, después de que las campañas de 2023 y 2024 registrasen una cosecha de aceituna el 50 % por debajo de lo habitual (lo que se tradujo de forma inmediata en unos precios disparados). Los cultivos de uva para vino también se vieron afectados, en particular, en Cataluña y la Comunitat Valenciana.
Las soluciones que plantea el informe
El impacto de la sequía a nivel económico y social señala la importancia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para intentar esquivar los peores escenarios de cambio climático. Sin embargo, algunas de las consecuencias del calentamiento global ya son presentes, por lo que también es necesario centrarse en la adaptación. En este sentido, el informe propone un abanico de soluciones para reducir la demanda de agua, estar preparados para las sequías e involucrar a toda la ciudadanía en la lucha contra la escasez hídrica.
El informe habla, por ejemplo, de la importancia de contar con sistemas de alerta temprana y de monitorización en tiempo real de la sequía y de sus efectos, de apostar por soluciones basadas en la naturaleza, como la restauración de cuencas hidrográficas y el uso de cultivos autóctonos, de implementar infraestructuras más eficientes y resilientes para el suministro de agua y de energía o de redoblar la cooperación internacional, especialmente alrededor de la protección de las cuencas hidrográficas transfronterizas.
“La sequía no es solo un fenómeno meteorológico, puede ser una emergencia social, económica y ambiental”, concluye Kelly Helm Smith, subdirectora del Centro Nacional de Mitigación de la Sequía de Estados Unidos. “La pregunta no es si volverá a ocurrir, sino si estaremos mejor preparados cuando ocurra. La sequía tiene un impacto desproporcionado en quienes tienen menos recursos. Podemos actuar ahora para reducir los efectos de futuras sequías y garantizar que todas las personas tengan acceso a alimentos, agua, educación, atención médica y oportunidades económicas”.