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Ya no se les da cerveza, pero el comercio ilegal de primates aún existe en España

La venta de chimpancés como mascotas y para reclamo turístico era habitual en España hasta hace unas décadas. Aunque hoy es inexistente, se sigue comerciando con muchos otros primates.
Ya no se les da cerveza, pero el comercio ilegal de primates aún existe en España
Foto: Marijn Vandevoorde / Unsplash.

Año 2011. Atresmedia se prepara para estrenar un nuevo formato de concurso en Neox. Presentado por Flipy, hasta ese momento el «científico loco» de El Hormiguero, el programa girará alrededor de la evolución humana. En él, los concursantes Homo sapiens se enfrentarán en algunas pruebas a su primo más cercano, Pan troglodytes, más conocido como chimpancé. El concurso, Involution, llegó a estrenarse en junio, pero duró poco. Durante su breve existencia estuvo rodeado de polémica por el uso de grandes primates para fines de entretenimiento.

Esta fue la última vez que un chimpancé apareció en televisión en España para entretener o llamar la atención de la audiencia. Puso fin a una larga lista de casos de abusos de estos y otros primates que tuvieron su punto álgido en las décadas de los 70 y 80 del siglo XX, cuando era habitual usar a chimpancés y macacos como reclamo para los turistas, sobre todo, en las zonas de playa. Hoy, sin embargo, aunque estas prácticas estén aparentemente erradicadas, en España se sigue comerciando con primates.

Además, muchos de los simios rescatados en las últimas décadas siguen vivos, arrastrando las secuelas de los abusos y sin opciones de tener una vida como la que habrían disfrutado en estado salvaje. «Imagínate a los chimpancés que han vivido en una casa, vestidos con ropa y comiendo de todo. De repente no les damos chocolate, solo verduras, y están en condiciones muy distintas. Es traumático», explica Olga Feliu, directora de la Fundació Mona, una de las ONG de rescate y rehabilitación de primates que existen en España. «Poco a poco, en la mayoría de los casos, acaban teniendo una adaptación positiva a nuestro centro, pero nunca llegan a poder vivir en la naturaleza».

Los datos: el tráfico ilegal de primates en España

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Imagen de Linito, en las instalaciones de la Fundació Mona

Linito tiene 36 años. Nació en algún lugar de Venezuela, pero desde pequeño ha vivido en Barcelona. Pasó por varias casas, pero la mayor parte del tiempo ha vivido en una jaula en un piso del barrio de Sant Antoni, en la capital catalana. Desde el pasado 14 de febrero, Linito, un mono capuchino de edad avanzada, ha dejado la ciudad para vivir en el centro de rehabilitación de la Fundació Mona en Riudellots de la Selva, Girona. Desde que se produjo la primera denuncia de su situación, pasaron más de diez años hasta que pudo completarse el rescate.

Casos como el de Linito o el de los chimpancés usados como reclamo turístico ya no son habituales en España. De acuerdo con los datos facilitados por subdirección general de Biodiversidad Terrestre y Marina del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que ahora se encarga de todo lo relacionado con el convenio CITES que regula el tráfico de vida salvaje, entre 2015 y 2022 se incautaron en España 140 especímenes de primates. Las especies más habituales fueron el tití común (34 especímenes), el lémur de cola anillada (21) y el mono de Gibraltar (13).

«El tráfico de primates sigue siendo una realidad en España y afecta sobre todo a especies de tamaño relativamente pequeño. Antes era más común el tráfico de especies de mayor tamaño, principalmente chimpancés. Derivado de aquellas malas prácticas, hoy hay 88 chimpancés decomisados, cuya titularidad ha pasado al Estado, y en su mayoría viven en centros de rescate CITES de España, aunque hay algunos en otros países», señala Diana Pérez-Aranda Serrano, jefa de la sección CITES en el ministerio. «Estos 88 ejemplares llevan décadas viviendo en centros de rescate, en vez de estar libres en su medio natural, del que nunca debieron haber sido extraídos».

Los datos encajan con la realidad que transmiten las organizaciones encargadas del rescate y la rehabilitación. «En 15 años que llevamos trabajando en España nos han llegado solicitudes de rescate de 45 especies diferentes. Las más destacadas son los titís, los macacos de Berbería, los capuchinos y los chimpancés. Lamentablemente, tenemos limitaciones de espacio y solo podemos atender de media un 35% de esas solicitudes de rescate», explica Marta Merchán, responsable de Políticas Públicas de la organización AAP Primadomus, que cuenta con un centro de rehabilitación en Villena, Alicante.

Los orígenes y el destino del tráfico de primates

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Linda, tras ser rescatada por AAP Primadomus

Linda fue separada de su madre siendo un bebé y abandonó su bosque natal, en algún lugar desconocido de África, para viajar a Lanzarote. Allí, durante un tiempo, disfrutó de cierta fama. Sus dueños la vestían con ropa humana y la paseaban por las playas de la isla como reclamo. Quién no iba a hacerse una foto con Linda. Pero enseguida creció demasiado, se volvió poco manejable y menos atractiva. A mediados de la década de los 80 del siglo pasado, sus dueños decidieron encerrarla en una caseta de hormigón, con la única compañía de un trozo de cuerda para jugar y visitas esporádicas para dejarle comida. Fue rescatada casi 30 años más tarde, en 2014, por AAP Primadomus.

El caso de Linda no es único. Durante los años 70 y 80, todo valía para sacar partido del boom turístico que vivía España. Los animales salvajes eran un reclamo más y era habitual encontrarse hasta tigres en zonas de playa. Para hacerlos más atractivos, a los chimpancés se les daba cerveza o se les enseñaba a fumar. De acuerdo con los datos de la Fundació Mona, los registros se acumulan en la costa de Valencia y Alicante y las islas Baleares y Canarias, pero también había casos en Andalucía, Galicia y la Costa Brava de Catalunya.

Además del turismo, la demanda de primates se disparó en aquellos años para su venta como mascotas privadas y para su uso en circos, que está prohibido desde la aprobación de la ley 7/2023 de protección de los derechos y el bienestar de los animales. Hoy no hay registros de comercios de chimpancés y otros grandes simios, pero los primates de menor tamaño se siguen vendiendo de forma ilegal como mascotas y para entretenimiento. Además, también hay comercio ilegal de animales muertos consumidos, sobre todo, por su carne (aunque se desconocen las cifras exactas, desde el ministerio señalan que es una práctica habitual).

«El tráfico ilegal de primates que llega a España se nutre de especímenes extraídos de la naturaleza, principalmente de África, y en menor medida de Suramérica», explica Diana Pérez-Aranda Serrano. «Las nuevas formas de entretenimiento que propician las redes sociales hacen que el mercado de mascotas exóticas y la variedad de especies afectadas no pare de crecer. En redes hay multitud de vídeos que dan la idea errónea de que los animales exóticos se pueden mantener como animales de compañía y generan modas absurdas en busca del like», añade Marta Merchán, de AAP Primadomus.

¿Es posible acabar por completo con el tráfico ilegal de primates?

El orden científico de los primates está enteramente protegido por CITES, un convenio firmado y ratificado por España. Este acuerdo internacional busca regular el comercio de animales salvajes de forma que no se ponga en peligro la supervivencia de ninguna especie. Pero, de forma complementaria, contribuye a reducir las prácticas que dañan el bienestar de los animales y a reducir los riesgos ambientales y para la salud humana que pueden derivarse del comercio de especies salvajes.

«El consumo de carne de animales salvajes, sin ningún tipo de control sanitario ni higiénico, supone ya por sí mismo un riesgo para la salud pública», señala Diana Pérez-Aranda Serrano. «Además, tener primates como mascotas eleva el riesgo de que se produzcan zoonosis, enfermedades infecciosas que pasan de animales a humanos». Por otro lado, existen riesgos ambientales ligados a escapes accidentales o liberaciones intencionales y a la destrucción de hábitats y a daños a las poblaciones silvestres en los territorios de origen de las especies comercializadas.

Acabar por completo con el tráfico de especies silvestres es complicado. Y lo es por muchas razones. La principal es que sigue siendo algo muy lucrativo. «Es el cuarto negocio ilícito que más dinero mueve a nivel mundial, por detrás del tráfico de armas, las drogas y las falsificaciones», recalca Pérez-Aranda. «Las últimas estimaciones indican que el mercado negro de productos ilegales de vida silvestre alcanza un valor de 20.000 millones de dólares al año, excluyendo la pesca y la tala ilegales». Además, las dificultades de establecer controles de salida en los países de origen y las penas, normalmente, bajas que se imponen a los delincuentes hacen que el lucro compense por mucho los riesgos.

«La situación ha cambiado mucho en España gracias a la legislación y el control, pero en gran medida gracias a la concienciación. Hace falta seguir trabajando mucho en ese sentido, lograr que comprar un mono deje de ser atractivo», añade Olga Feliu, directora de la Fundació Mona. «Y luego, aquí, tenemos otro problema que resolver: ¿qué hacemos con los animales rescatados? Cuidar un chimpancé supone unos 9.000 euros al año y tener unas instalaciones en condiciones. Eso no lo paga nadie. Nosotros aguantamos gracias a los socios y padrinos y a donaciones de particulares».

«Hacen falta más recursos y efectivos para detectar las ilegalidades. Y hay que seguir trabajando en concienciación y sensibilización”, concluye también Marta Merchán, de AAP Primadomus. «Si tenemos una sociedad informada y conocedora de que los animales exóticos, por mucho que se hayan criado en cautividad, no son animales de compañía y sufren enormemente en estas situaciones, cada vez habrá más rechazo hacia su tenencia y el comercio, tanto legal como ilegal, irá a menos».

Ya no hay chimpancés fumando en las playas ni concursando delante de una cámara de televisión. Casos como el de Linda o Linito son cada vez menos habituales. Pero el comercio ilegal de primates sigue siendo una realidad en España, en Europa y en todo el planeta. De acuerdo con la Fundación Jane Goodall, más de 3.000 grandes simios son capturados o mueren a manos de los furtivos cada año. Si ampliamos el foco a todos los primates, decenas de miles son vendidos cada año ilegalmente, a lo que hay que sumar el comercio legal: solo en la Unión Europea se venden, cada año, 10.000 especímenes para experimentación en laboratorios.

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