

Etiquetas:
Davi Kopenawa, chamán y portavoz del pueblo yanomami, ha dedicado su vida a la protección del Amazonia. Nació en los años cincuenta en el territorio yanomami, una vasta región de selva que abarca parte de Brasil y Venezuela. Desde joven, fue testigo de la devastación causada por los buscadores de oro y las epidemias traídas por los forasteros. Su comunidad sufrió enfermedades desconocidas hasta entonces, y muchas familias fueron diezmadas.
Su lucha política comenzó en los años ochenta, cuando, después de numerosos intentos fallidos, logró que el gobierno brasileño reconociera oficialmente el territorio yanomami en 1992. “Hace veinte años era muy difícil lograr que el gobierno federal de Brasil hiciera un buen trabajo para reconocer el territorio yanomami. Nuestra tierra es fundamental para todos nosotros. Sin la tierra, sin un lugar donde vivir, no existiríamos”, recuerda Kopenawa en una charla en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB).
Pero aquel reconocimiento no garantizó la seguridad de su pueblo. A pesar del estatus legal, la invasión de mineros ilegales nunca cesó. Durante el gobierno de Jair Bolsonaro, la situación alcanzó un punto crítico: “Dicen que hay pocos mineros, pero yo, que estaba allí, vi que fueron 70.000 los que entraron en el territorio yanomami entre los años 2020 y 2022. He visto a parientes y niños morir, contagiados por los invasores”.
El capitalismo como amenaza global
La lucha de Kopenawa no se limita a la denuncia de los abusos en la Amazonia. Su visión va más allá y se convierte en una crítica radical a un sistema económico que destruye no solo su mundo, sino el de todos. En su discurso, el líder yanomami desmonta la idea de que el problema es exclusivamente medioambiental o localizado en la Amazonía.
Para Kopenawa, la deforestación no es un accidente ni un daño colateral del desarrollo, sino una estrategia consciente del capitalismo global: “El pueblo de las mercancías no ama la vida, ni el agua, ni la selva. La Amazonía nos da salud, alegría. Todo esto es muy hermoso, pero la civilización no la está respetando”.
Esta destrucción responde a una lógica extractivista que ve la selva como un recurso comercializable. “¿Qué es lo que quiere el Estado? Piedra, rocas, madera. Quiere la deforestación para plantar soja. Están dejando poca selva, y los xapiri –un ser espiritual que ayuda a los yanomamis a proteger la tierra– están enfadados, porque nuestra selva en Brasil está viéndose afectada”.
Para los yanomamis, la selva no es solo un espacio físico, sino un equilibrio vital que, al romperse, genera consecuencias desastrosas. Denuncia también que el agua haya sido convertida en un producto más dentro de la lógica del mercado. “Ahora el agua se ha convertido en una mercancía: se embotella y se vende. Pero el agua no debe embotellarse. Debe dejarse como nació, en las montañas”.
Un mensaje para el mundo
El cambio climático es otra de las grandes preocupaciones de Kopenawa, y su experiencia como líder indígena le permite ver las consecuencias de primera mano. “Escuché hablar a los xapiri yanomami sobre el cambio climático. Nosotros estamos luchando como luchaban nuestros padres. Los xapiri se preocupan por el planeta Tierra. Y nosotros somos los hijos de los xapiri y seguimos luchando, porque si no lo hacemos y nos quedamos de brazos cruzados sin prestar atención a nuestro mundo, tendremos muchos problemas”.
Estos problemas, sin embargo, ya están aquí. La sequía, los incendios descontrolados y la desaparición de especies son señales de un desastre inminente. “El clima está cambiando. Donde no hay lluvia, los árboles mueren de sed. Las hojas que caen al suelo se secan, y cuando les prenden fuego, dejan que todo se queme. Incluso están quemando los árboles pequeños”.
A pesar de la urgencia del problema, Kopenawa es escéptico ante las grandes cumbres climáticas y los discursos vacíos de los líderes mundiales. Sobre la COP30 en Brasil, señala: “Se pueden gastar mucho dinero y organizar reuniones muy bonitas, pero eso no resuelve nada. Pero tengo que ir allí también para que nos escuchen. Yo también soy una autoridad del pueblo yanomami. Así que, si nos invitan, aceptaré la invitación”.
Una lucha que nos interpela
Davi Kopenawa no es solo un líder indígena que defiende su tierra. Su mensaje es una advertencia para el mundo entero. Su lucha contra la destrucción de la Amazonia es también una lucha contra un modelo económico que pone en peligro el equilibrio climático global. “Por eso estoy aquí: en defensa de la tierra, del agua, de los peces. Esta es mi lucha. Les estoy pidiendo su apoyo. Es muy importante que ustedes también luchen”.
“El pueblo de las mercancías no ama la vida, ni el agua, ni la selva. La Amazonía nos da salud, alegría. Todo esto es muy hermoso, pero la civilización no la está respetando”.
¿La civilización dices, Davi? querrás decir la barbarie.
Bendito Davi, de cuantos Davi está hoy necesitado el mundo, lo mismo que de líderes por la paz, por la desmilitarización y el desarme. Hoy el mundo está tomado por verdaderos primates, seres embrutecidos y diabólicos que han conseguido adormecer a miles de millones de seres humanos, especialmente en Occidente, «el eje del bien» dominado por ellos.
Petición de Salva La Selva para que apoyes con tu firma:
República Democrática del Congo: ¡ecologistas necesitan protección!
En la República Democrática del Congo, muchas personas luchan en condiciones extremadamente difíciles contra la tala ilegal que amenaza los bosques con mayor biodiversidad del planeta. La persecución de estas personas por autoridades congoleñas es inaceptable y debe terminar.
«Pedimos a nuestro gobierno que se implique para detener las amenazas y detenciones de los defensores del medio ambiente, asegurando la protección de estos héroes en la sombra que salvan a la humanidad».
Josué Aruna, Director Ejecutivo de la red Congo Basin Conservation Society
Gorilas, chimpancés, bonobos, okapis y elefantes del bosque, entre otras muchas especies: la cuenca del Congo alberga una biodiversidad excepcional en el segundo bosque tropical más grande del planeta.
El 60 % de este territorio se encuentra en la República Democrática del Congo. Su presidente, Félix Tshisekedi, presenta la RDC como un país de «soluciones» en la lucha contra la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. La Unión Europea, apoya sus iniciativas con millones de euros.
Un gran número de personas, principalmente de comunidades indígenas y locales, se movilizan activamente para proteger estos bosques y los derechos humanos de las poblaciones.
Por desgracia, el gobierno congoleño no está haciendo su parte:
Dichos activistas son objeto de persecución, detenciones, intimidación y acoso por parte de empresas, personas poderosas y autoridades públicas del ejército, la policía y la justicia.
Como ejemplo reciente, el ecologista Yahya Mirambo Bin Lubangi fue condenado a seis meses de prisión y a una fuerte multa por un tribunal de la provincia de Maniema en noviembre de 2024. Lubangi trabaja para la organización local SOCEARUCO, que lucha contra la tala ilegal de madera, especialmente de palisandro.
El gobierno no respeta las regulaciones del sector forestal que tienen como objetivo proteger la naturaleza y los derechos de las poblaciones indígenas. Por lo tanto, la moratoria sobre nuevas concesiones de explotación forestal, vigente desde 2002, no ha puesto fin a las actividades ilegales y al contrabando de madera.
https://www.salvalaselva.org/peticion/1299/republica-democratica-del-congo-ecologistas-necesitan-proteccion