«La naturaleza siempre tuvo derechos» o el reto de entender la cosmovisión indígena desde la cultura occidental

La relación entre la naturaleza, sus derechos y las cosmovisiones indígenas desde las perspectivas de mujeres indígenas lideresas. Este ha sido el eje vertebral de la segunda mesa de los diálogos organizados por el Instituto de Derechos Humanos de Catalunya (IDHC) y el Observatori DESCA.
«La naturaleza siempre tuvo derechos» o el reto de entender la cosmovisión indígena desde la cultura occidental
Pueblo kichwa de Sarayaku. Foto: Comunicaciones Sarayaku.

“Papá decía una cosa cuando más temerosos e inseguros estábamos: ‘conéctate con tus pies al suelo, a la tierra; y con tu cabeza, conéctate al cielo. Y siente a la naturaleza’. Lo puedes hacer en cualquier sitio, en un jardín, se puede empezar mínimamente por ahí, por sentir esa energía. Venga, es muy fácil”, dice Patricia con ánimo y, a la vez, una mezcla de sorna y años de incomprensión acumulados en sus espaldas. Su papá era Sabino, don Sabino Gualinga, el chamán al que ningún abogado, ningún juez se atrevió a contradecir, ni siquiera a hacerle preguntas, cuando explicó qué era Sarayaku, qué era la selva viviente que una empresa petrolera venía a destrozar.

Dijo esto: “Sarayaku es una tierra viva, es una selva viviente. Ahí existen árboles y plantas medicinales y todo tipo de seres (…) Estoy aquí para decirles lo que es… la desgracia no será sólo para mí, ni para mi familia. Irá de generación en generación”. La Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado ecuatoriano por violar, entre otros, los derechos a la vida, a la integridad, a la propiedad y a las garantías judiciales al permitir que una compañía petrolera irrumpiera en este territorio del corazón de la Amazonia sin consulta ni consentimiento.

“Pienso que todos hemos sido hechos de naturaleza, todos somos naturaleza, nuestro aliento es naturaleza. Los pueblos indígenas lo sabemos; el único problema es que la otra parte, la occidental, ante una ilusión que es destructiva, se ha desconectado de ese sentimiento de ser naturaleza. ¿Qué podemos hacer en la gran ciudad? No somos ingenuos, no pretendemos que vivan como en Sarayaku, pero al menos que empiecen a tener conciencia de la importancia del ser conectado a la naturaleza. Hasta el ser más pequeño tiene la energía de la naturaleza, hasta el ser más grande, nosotros la tenemos y podemos volver a reconectarnos”. Inténtenlo pues: ‘conéctate con tus pies al suelo, a la tierra; y con tu cabeza, conéctate al cielo. Y siente a la naturaleza’.

Patricia Gualinga, defensora de los derechos de los pueblos nativos, de las mujeres y de la Madre Tierra, ha cerrado así su intervención en la segunda mesa de los diálogos organizados por el Instituto de Derechos Humanos de Catalunya (IDHC) y el Observatori DESCA. En esta ocasión, el eje vertebral ha sido la relación entre la naturaleza, sus derechos y las cosmovisiones indígenas desde las perspectivas de mujeres indígenas lideresas. Y la conclusión ha sido rotunda: la cosmovisión de los pueblos indígenas y los derechos de la naturaleza son la misma cosa

“Desde niños nos han dicho cómo respetar la naturaleza y hemos aprendido desde nuestros hogares, desde nuestras casas, desde nuestros pueblos. Los derechos de la naturaleza se nutren de cómo ven los pueblos indigenas a la naturaleza. Y algunos juristas, abogados, que han entendido esa visión han querido plasmarla en el marco de los derechos”, explica Gualinga, que insiste en una idea clave para entender la relevancia de lo que está explicando: “La naturaleza siempre tuvo derechos, no hay separación entre los derechos de la naturaleza y los del ser humano. Todo es una sola cosa”. 

Esa es una de las diferencias fundamentales entre la cosmovisión indígena y la visión en culturas occidentales, como analizaron los ponentes en la mesa anterior de este ciclo de diálogos. “El territorio siempre ha sido cuidado, protegido por los pueblos indígenas, la tierra es sagrada, pedimos permiso para la siembra, para la milpa, para ocupar el agua. Quienes hemos cuidado y protegido esos derechos han sido los pueblos indígenas. Siempre ha existido esa relación”, confirma la ponente Sara López, activista y defensora de los derechos humanos de las poblaciones originarias de México. Ella nos habla desde la península de Yucatán –a la que Trump, de momento, no ha cambiado el nombre–. La mala conexión a Internet interrumpe a veces su discurso.

No obstante, y poniéndose en el lugar de quienes no entienden la cosmovisión indígena, ambas mujeres saludan y abrazan la necesidad de ese movimiento en defensa de los derechos de la naturaleza que va creciendo: primero, como explica Gualinga, para quienes efectivamente ni entienden a la naturaleza ni han entendido que tiene derechos, es decir, quienes –como especifica la moderadora de la mesa, la directora de La Marea y editora de Climática, Magda Bandera–, no entendemos esa relación como algo natural.

«Si todos los países aprobaran los derechos de la naturaleza, habríamos dado pasos muy importantes, porque habría elementos jurídicos para defender a los ecosistemas”, afirma Gualinga. Y, segundo, como expone Sara, ese movimiento es crucial para frenar a las empresas, que son las que están destruyendo el territorio. “A veces, aun estando escrito en la Constitución o en los convenios internacionales, ni siquiera se respeta, pero al menos ahí está. Muchos convenios nos han servido para decir que los han violado, y hemos ganado el amparo”, prosigue López.

Las empresas –y los propios gobiernos– son las principales amenazas, según explican. Pero ya no son solo las compañías extractivistas, fósiles, las que atentan contra sus territorios. Ahora, además, se enfrentan a las empresas que lideran la supuesta transición verde: paneles solares, fotovoltaicas… Una batalla que, con la “buena prensa” en contra, puede incluso ser más difícil, apunta Bandera.

A ello se suma el turismo o “la invasión del turismo”, como lo califica Sara López, que pone el ejemplo de Yucatán. “Hay toneladas de basura y se viene una tormenta, un terrible caos en la península con este mal llamado tren maya. No vamos a tener agua. Ya hay zonas donde no hay agua. Ahora viene la sequía y no tenemos agua”. López se refiere al megaproyecto gubernamental con participación privada que prevé 1.500 kilómetros de vías férreas tendidas a través de península de Yucatán y los dos Estados del istmo de Tehuantepec, en el sureste del país, y que busca reducir los tiempos y costes del transporte de mercancías y pasajeros para supuestamente impulsar el desarrollo y potenciar la industria turística.

Territorios sagrados libres de explotación

¿Cómo parar esto? ¿Cómo consiguió, por ejemplo, el pueblo kichwa de Sarayaku frenar a la empresa, al gobierno e incluso a la opinión pública? ¿Cómo lograron crear un mecanismo para el reconocimiento nacional e internacional de un sistema de protección propio, que declaró sus territorios sagrados como zonas libres de todo tipo de explotación?

Una respuesta importante a estas preguntas está en las mujeres. “Aunque muchas veces no se les ha dado visibilidad, las mujeres siempre han estado activas. En la Amazonia son las que cultivan la tierra, las que siembran, y tienen una sensibilidad muy desarrollada, lo que hace que tengan unas posiciones muy claras con respecto a la naturaleza. En Sarayaku, cuando muchos hombres estaban titubeando, decidieron las mujeres. Son las que dijeron: ‘no, aquí no va a haber espacio de negociación. Ni dinero para escuelas, ni para médicos. No. No. Porque hemos sido testigos de los impactos ambientales y sociales de estas actividades extractivas. Fueron ellas las que tomaron la decisión, que fue muy drástica: no habría explotación petrolera ni en el presente ni en el futuro de Sarayaku”. No cedieron. No podían ceder.

A esa lucha del propio pueblo, basada en la unidad y en esa negativa a negociar lo innegociable, se sumó la difusión, los nexos para hacer visible la lucha, sobre todo cuando se trata de un pueblo de 1.200 personas. Y, en tercer lugar, jugó también un papel importante la parte jurídica, el fallo a favor. 

En general, analizan las ponentes, los pueblos indigenas de todo el mundo vienen sufriendo el mismo impacto, la misma ambición y la misma incomprensión de la gente externa que, como sostiene Gualinga, “intenta mantener un modelo económico que ya es obsoleto”, que justifica que “todo está basado en la extracción de recursos” y que dice que son ellos, los pueblos indígenas, los que están locos. Esto puede afectar incluso negativamente a sus propias comunidades. “A raíz de tanta lucha, algunos pueblos han perdido la sensibilidad, la conexión con la naturaleza porque se sienten acorralados y nos están haciendo creer que no tenemos razón, que estamos atrasados. Ahora la ciencia empieza a decir lo mismo y ni a ellos le hacen caso”, ejemplifica Gualinga. 

Por eso el verbo “entender» o “hacerse entender” es uno de los más pronunciados durante las dos horas de diálogo. Y por eso surgen preguntas que, aun bien intencionadas, muestran que no es fácil integrar esta cosmovisión de la noche a la mañana. ¿Cómo puede hablar la selva viviente sin la mediación de las personas? Patricia Gualinga, que es muy directa, dice medio en serio, medio en broma: “Hay quienes piensan que pueden venir a entrevistar al bosque y no lo pueden hacer”. Por ello insiste en las alianzas, en caminar juntos, en investigar con la mentalidad abierta y hacer comprender un conocimiento que, en el caso de los pueblos indígenas, no viene de un día, ni de meses, ni de años, sino de toda una vida. Una tarea titánica en un mundo donde las conexiones tienen más que ver con lo artificial que con lo natural, con lo digital que con la tierra.  

En la mesa también se pidieron recetas para actuar, para adaptarse o mitigar el cambio climático. Y el mismo término usado por Gualinga sirvió de nuevo para dibujar la distancia abismal entre su conexión con la naturaleza y la mirada occidental. “Desequilibrio ambiental”, lo llamó ella. Sara López lo expresó así: “La tierra gime de dolor”. Toca escuchar para poder entender.

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  1. «Si vienen y nos disparan estamos dispuestos a morir, pero no a abandonar el bosque»
    En África y Asia los indígenas sufren acoso, asesinatos, torturas y expulsiones de sus tierras en nombre de la conservación de la naturaleza.
    Las organizaciones conservacionistas y quienes las financian tienden a minimizar los abusos, tratándolos como si fueran casos aislados. Sin embargo, investigaciones independientes han demostrado en múltiples ocasiones que el problema es generalizado y está profundamente arraigado en el modelo de conservación de fortaleza, militarizado y colonial. Estas organizaciones han actualizado su imagen afirmando que practican la «conservación comunitaria» mientras siguen expulsando a los pueblos indígenas de sus territorios, destruyendo sus medios de vida y perpetuando los abusos.
    Los pueblos indígenas llevan años luchando contra este modelo de violencia y despojo, que no solo va en detrimento de la biodiversidad, sino que está destruyendo a sus familias y sus medios de vida. Pero necesitan apoyo para que los gobiernos y las instituciones dejen de respaldar, financiar y defender este modelo de conservación racista.
    https://actua.survival.es/page/166355/action/1?ea.tracking.id=EmailNewsletter&utm_medium=email&utm_source=engagingnetworks&utm_campaign=utm_campaign&utm_content=250228+Email+Update+Act+for+Survival+2025+6+-ES++-+%5Bcc:+4836+:+ES+Regular+Donors%5D&ea.url.id=7903445&forwarded=true

  2. Según nuestros últimos informes, nos quedan cinco años para salvar los humedales y recuperar su funcionalidad ecológica.
    El 76 % de los tipos de hábitats de interés comunitario vinculados a zonas húmedas presentan un estado de conservación desfavorable.
    Hemos analizado 67 especies de aves vinculadas a humedales, y 36 de ellas han experimentado un descenso poblacional.
    Hemos realizado un censo de las aves acuáticas migratorias que había en Doñana este invierno y se ha registrado el peor dato de la historia.
    Ante este panorama solo hay una respuesta posible: acción inmediata y colectiva.
    Insistimos porque lo que está en juego son nuestros campos, nuestros bosques y todas las especies que dependen de nuestros humedales.
    Insistimos porque es algo que no debería estar en mano de unos pocos. En un mundo cada vez más industrializado, nuestra naturaleza es de lo poco que aún nos pertenece a todos y sobre lo que podemos decidir.
    Y sobre todo, insistimos porque tenemos las soluciones y herramientas, y cada persona que se une a nuestra comunidad hace posible que las apliquemos.
    permitiendo trabajar, por ejemplo, en el Plan Estratégico de Humedales a 2030 y presionar para que se cumpla. proponemos leyes, planes estratégicos y soluciones, restaurar humedales como Doñana, trabajar para conservar a las aves en peligro, denunciar el robo del agua y mucho más.
    Seo BirdLife.

  3. DESECHAR YA EL RECRECIMIENTO DE YESA.
    2025 puede resultar un año decisivo para dar por
    finiquitado el recrecimiento de Yesa. El 18 de mayo
    de 2001, el entonces ministro de medioambiente
    Jaume Matas, posteriormente condenado por
    corrupto, acudió a Yesa para poner la primera
    piedra de una obra que debía haberse concluido en
    2006. Cuando estamos en puertas de celebrar el 25
    aniversario de aquel histórico paro general “por la
    dignidad de la montaña” del Pirineo, ocurrido unos
    meses antes, exactamente el 25 de octubre de 2000,
    constatamos que las obras del recrecimiento, en la
    práctica, se hallan paralizadas.
    Todos estos años han servido para certificar un
    gasto público inadmisible, que ha incrementado en
    un 400% los 113 millones de euros por los que fue
    adjudicada la obra. Han dejado al descubierto las
    vergüenzas asociadas a la opacidad e
    incompetencia con la que la CHE, en complicidad
    con la UTE Yesa, ha gestionado toda la obra. Pero,
    sobre todo, han puesto blanco sobre negro la
    imposibilidad de un recrecimiento de Yesa sin
    riesgo para la población. Despues de cientos de
    millones de euros gastados, las laderas de Yesa se
    mueven. En 2012 la presa se llegó a levantar sobre
    sus cimientos y 102 viviendas fueron desalojadas y
    derribadas.
    Según concluyó el informe de la FNCA de 2020,
    en Yesa el debate técnico y científico lo ha dicho
    prácticamente todo: la ladera no es estable, se
    mueve y nunca desde 2013 alcanzó ninguna
    situación que se pueda reconocer como estable. Ha
    llegado la hora de asumir que recrecer Yesa es
    inviable y exigir valentía política para impulsar la
    única decisión racional, sostenible y respetuosa con
    un territorio castigado durante todo un siglo.
    El recrecimiento de Yesa, y las DANAS lo están
    poniendo de manifiesto, responde a un mundo que
    ya no existe. Una retirada estratégica a tiempo es un
    imperativo insoslayable. Ha llegado la hora de la
    política audaz que pueda alumbrar un nuevo
    mundo asentado en nuevos valores sociales y
    medioambientales. En definitiva, es inevitable
    DESECHAR EL RECRECIMIENTO DE YESA
    (Asociación Río Aragón-Yesa NO)

    Artieda no rebla y planta cara a la Guardia Civil y a la CHE (10-10-2012) Vídeo: razones para no decrecer.
    https://www.youtube.com/watch?v=rkzk9okkKp8

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