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Costa Rica ostenta una de las matrices eléctricas más limpias de Latinoamérica, gracias al uso del agua, aire, calor de la tierra, sol y residuos orgánicos. En 2023, el 94,91% de la energía eléctrica producida en el país centroamericano provino de estos recursos, según el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), empresa estatal encargada de brindar parte de los servicios de electricidad y telecomunicaciones. El agua, en concreto, es el corazón de este sistema.
El dato supone un aumento de más del 5% si retrocedemos diez años, hasta 2014, cuando el 89,7% de la energía eléctrica generada en el país provenía de fuentes renovables. Desde entonces, según la División Operación y Control del Sistema Eléctrico del ICE, el país ha ido subiendo hasta más del 98%. Sin embargo, en 2023, el dato –aun siendo alto– no llegó al 95%. ¿A qué se debe esta reducción? Volvemos al corazón del sistema: según el ICE, la principal fuente de producción de electricidad renovable, el agua, se vio afectada por el fenómeno de El Niño, un evento climático que se genera cada cierto número de años por el calentamiento del océano Pacífico.
Así, en junio de 2023, el ICE informó de una caída significativa, entre el 50% y 70%, en los caudales de las cuencas que alimentan sus hidroeléctricas. Además, en octubre del año anterior, se declaró la alerta amarilla para todo el territorio debido, también, a El Niño. «Este fenómeno fue extremadamente fuerte en 2023. El cambio climático ha afectado la variabilidad del clima, lo que provoca que tanto El Niño como La Niña tengan una frecuencia e intensidad distintas e impredecibles», explica Jairo Quirós, doctor en ingeniería eléctrica y catedrático de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El especialista destaca que este fenómeno tenía una frecuencia más o menos fija de aproximadamente siete años, lo que permitía anticipar y planificar la producción de energía renovable. «Por esta razón –añade el experto–, ahora tenemos que modificar las metodologías de planificación«.
Ante estos escenarios, el ICE ha adoptado medidas como las compras en el Mercado Eléctrico Regional (MER) y el uso de su respaldo térmico para garantizar la cobertura de la demanda eléctrica. “La administración eficiente de los embalses, sobre todo de Arenal (uno de los más grandes embalses del país), fue vital para conservar el alto perfil de renovabilidad durante el año pasado. Desde 2022, hemos dosificado el recurso hídrico para que El Niño tenga las menores consecuencias posibles en el sistema”, afirma Roberto Quirós, gerente de Electricidad del ICE.
Dependencia de combustibles
Los intentos por la energía limpia en Costa Rica, un país de cinco millones de habitantes, surgieron bastante años atrás. Recordemos la primera vez que el país tuvo energía eléctrica, en 1884. San José, ahora la capital, fue una de las primeras ciudades iluminadas del mundo, cuando dos personas pusieron a trabajar una pequeña planta hidroeléctrica e instalaron 25 lámparas.
Después, a partir de 1928, Costa Rica inició su lucha por la nacionalización de las fuentes hidroeléctricas, según la información proporcionada por el ICE. Al nacer esta institución en 1949, el porcentaje de generación proveniente de fuentes renovables rondaba el 14%.
La estabilidad en la demanda eléctrica del país es una de las razones fundamentales que ha permitido a Costa Rica destacarse como líder en su matriz eléctrica renovable, según el ingeniero Quirós. En la actualidad, hay más de 100 plantas eléctricas distribuidas en los 51.060 kilómetros cuadrados de extensión. Estas instalaciones son administradas por diversas entidades como el ICE, la Compañía Nacional de Fuerza y Luz S.A. (CNFL), empresas municipales, cooperativas rurales y generadores privados.
Esta situación se produce en un contexto regional donde la oferta primaria de energía sigue siendo predominantemente impulsada por combustibles fósiles, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Además, a pesar de los efectos de El Niño y las variaciones en los precios internacionales del petróleo, la matriz eléctrica del país aseguró que el impacto en las tarifas eléctricas en 2023 fuera mínimo en comparación con otros países.
No obstante, hay ámbitos que aún dependen de los combustibles fósiles en Costa Rica, como es el caso del sector energía, responsable del 55% de todo el dióxido de carbono producido en el país, según el último Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero del Instituto Meteorológico Nacional (IMN), de 2017. El transporte es el principal protagonista.
Todos los combustibles fósiles utilizados para el transporte son importados y completamente refinados, ya que la empresa estatal, la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope), dejó de hacerlo en 2011 y, en cambio, se dedica exclusivamente a la distribución de combustibles fósiles.
Paralelamente y en cuanto al camino hacia la descarbonización, en la Asamblea Legislativa de Costa Rica, la Comisión de Ambiente dictaminó de manera positiva el expediente sobre la Ley para declarar Costa Rica como país libre de exploración y explotación de petróleo y gas. Ahora el proyecto pasará al plenario, donde será discutido y votado en dos debates por las 57 personas diputadas.
Los vientos que soplan, sin embargo, no son muy alentadores. El actual presidente del país, Rodrigo Chaves Robles, ha catalogado ese proyecto como un error y ha manifestado su apertura para valorar la exploración de gas natural en Costa Rica. Sus posiciones han sido secundadas por figuras como el ministro de Obras y Transporte, Luis Amador y el mismo jerarca del Ministerio de Ambiente y Energía, Franz Tattenbach.
En cuanto a proyectos relacionados con la electrificación, en 2023 el ICE presentó el Plan de Expansión de la Generación Eléctrica (2022-2040), que incluye medidas como la remodelación de plantas existentes, la construcción de nuevas instalaciones y la renovación de contratos con plantas privadas. Investigadores de la Universidad de Costa Rica y de la Universidad de Regina, en Canadá, alertaron de que el proyecto asume el riesgo de “reciclar antiguas amenazas para territorios y comunidades”.
Estas discusiones forman parte del constante debate en torno a la energía en Costa Rica, lo que evidencia los retos, la necesidad de resiliencia y diálogo para que el país avance hacia el camino de la descarbonización.