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Quien se haya hecho con el no-vinilo tomatera Amor más que nunca (2023) de Bewis de la Rosa y haya seguido las instrucciones de plantar el papel semilla que había en él en lugar de CD, ya debe de tener en su huerta o su balcón una plantita bastante maja. Quizá hasta recoja de ella, de vez en cuando, algún que otro tomate para echar a la ensalada. O a una olla, como la del Puchero de recena que la artista propone ahora como ampliación de aquel primer álbum con el que acuñó el concepto de «rap rural». Hablamos con ella al hilo del estreno de Para las huertas, el primero de los tres temas de esta nueva entrega.
¿Qué es Puchero de recena? ¿De dónde sale la idea de esta ampliación?
Cuando nos metimos en el estudio para empezar a grabar de nuevo, había algunas canciones que todavía se me quedaban cercanas a Amor más que nunca, tanto a nivel de discurso como de sonido. Así que dijimos: «A ver, no vamos a hacer otro álbum nuevo cuando este todavía está teniendo una profundidad, ¿no?», si precisamente el discurso que propone es que se hagan las cosas a fuego lento, que no caigamos en eso de que siempre hay que estar sacando cosas novedosas, que se salgan de todo lo que vienes de hacer. Queríamos tratar de que esa raíz pudiese ir más hondo. Sobre todo porque de manera orgánica ya estaba sucediendo.
Para las huertas suena casi a manifiesto, o a invocación: «Para las huertas del mundo, que no se queden sin agua», dice el estribillo.
Siempre hablo de que no nos corten las fuentes, de que haya una conciencia también por nuestra parte como consumidoras para exigir que siga habiendo tomas de agua. Es necesario abrir un debate crítico en torno a esto, porque el problema del agua no es únicamente por la mala praxis que se ha hecho con el monocultivo o los planes de geoingeniería, que también. Pero quizá no estamos hablando de la raíz del problema, que es la falta de soberanía. Antiguamente, nuestros bisabuelos cavaban sus pozos en casa y no había absolutamente ningún problema, porque la gente conocía cómo hacerlo, cuándo podían sacar agua y cuándo no según fuesen los niveles del pozo. Eso es algo que ahora se prohíbe, se limita, en lugar de hacernos comprender cómo funciona nuestro ecosistema.
Hay otra soberanía que esta canción pone sobre la mesa, y es la alimentaria. Seguimos tirando del hilo de los versos: «No te compro la etiqueta donde pone ECO / lo ecológico existía antes de comprarlo».
Es un poco lo mismo. Estas etiquetas verdes que ahora mismo están muy de moda… Pero ¿a qué llamamos ecológico? Cuando un productor quiere vender en cercanía, muchas veces tiene un montón de problemas para hacerlo. Creo que se ha hecho un negocio, que se ha hecho un lavado de cara. Al final se siguen produciendo cosas que se llaman «ecológicas» cuando nos las traen de a tomar por culo: ¡pues entonces ya no es ecológico! O también se llama «ecológicos» a cultivos que están cultivándose en monocultivo; no se les echa según qué cosas o según qué pesticidas, pero tampoco están en un terreno rico en nutrientes y en el que realmente haya una huerta diversa.
«Le he pedío a mi tío que me enseñe a plantarlos, / pa evadir el monopolio que ofrece Monsanto». Frente a todo eso, reivindicas otros saberes que están ahí.
Más que reivindicarlo, me gusta sentir que me acerco, que ahondo, que me preocupo y me curioseo por tratar de aprender todas estas cosas que desde muy pequeña he visto, pero no he puesto en valor. Por ejemplo, en mi familia siempre íbamos a coger las aceitunas, y es algo que se dejó de hacer porque ya no le dábamos el valor, cuando realmente coger aceituna era un plan familiar que también nos daba la opción de tener aceite a un precio accesible, formar parte de una cooperativa… Y seguir dando energía, tiempo, dedicación a aquello que nuestros abuelos y bisabuelos le dieron. Hay una parte de acción vital, pero también una parte más nostálgica y emocional que trato de no romantizar pero sí que me gusta tener siempre presente. Esta cosa de que sea mi tío el que me enseñe a plantarlos para evadir el mundo que nos han creado; que seamos entre nosotras las que nos enseñamos las cosas.
Y eso aplica a todo. Por ejemplo, a cómo has hecho este videoclip.
Lo hemos grabado de manera colectiva. En redes y en los conciertos invité a la gente a participar con el objetivo que tiene el proyecto siempre de que las canciones sean activadores para juntarnos y generar acciones que sean prácticas, que no se queden únicamente en lo estético o en lo teórico. Pedí que se grabasen cantando la canción, y también que grabasen vídeos de otras acciones de la huerta, poniendo semillas, regando, o de sus cosechas, o embotando, haciendo pisto… Fue guay, porque mucha gente se juntó para grabarlo, gente que no tenía huerta se colectivizó para poder tener una. El último paso es que hemos creado un grupo de Telegram para que esto no se quede en la pura estética de haber grabado un videoclip, sino continuar: compartir inquietudes, encuentros, intercambiar semillas…
La reflexión sobre cómo construimos nuestras relaciones también es uno de los temas de Amor más que nunca.
Es un disco que tiene una línea muy clara que es el amor y el mundo rural, y ambas se tejen desde una mirada de consumo. La monogamia va más allá de si tienes o no una relación sexoafectiva abierta o cerrada, es una estructura de pensamiento que hace que los núcleos y los nidos sean muy pequeños, y eso no te permite tejer redes amplias en las que haya libertad. Esto también conecta con la autosuficiencia. Estamos metidas en la manera de vivir que nos propone la urbe, que es una manera muy rápida, muy impersonal. Voy al súper para poder comprar todo en quince minutos, voy tan frenética que me meto en una aplicación para ligar porque no me da tiempo ni a irme a tomar un café a ver si me guiña el ojo alguien… No quiero romantizar los ritmos de un pueblo, yo soy hija de la ida y vuelta entre el campo y la urbe y eso me ha aportado mucho. Pero cuando el entorno es calmado, amable, comunitario, pues tu manera de entenderte ahí también es esa, ¿no?
Unos versos más: «Y los medios sólo hablan del rural / como casitas que alquilar en verano una semana».
El turismo rural parece que vino a salvar a los pueblos, pero realmente lo que hizo fue que no pudiesen tener un tejido de verdad en el que la gente pudiese vivir, sino que se quedaron relegados a una casa para ir el finde. Es algo impersonal, algo recreativo en lo que no se concibe el medio a largo plazo, sino que es todo cortoplacista y disfrutón. Y así no se comprende que para generar un tejido la gente tiene que tener acceso a una casa, tiene que haber unos servicios mínimos. Y también tiene que haber una capacidad de organizarnos. Me gusta intentar no señalar constantemente al sistema, porque si ya hace tiempo nos dimos cuenta de que este sistema no nos funciona, no entiendo por qué constantemente intentamos pedirle explicaciones. Hay que pedirnos explicaciones también entre nosotras, generar conversaciones, decir: “Jolín, Mari, ¿y tú para que vas a alquilar la casa así? ¿No prefieres alquilársela a unos muchachos que quieren venirse?”
En la literatura o el cine cada vez se tratan más los temas medioambientales, pero parece que en la música hay menos ejemplos. ¿Cuál es tu vivencia? ¿Qué referentes o compañías te has encontrado?
Hay una canción que se llama Aguas venir, que es de una compañera mía gallega que se llama Catuxa Salom, y que habla de toda la problemática del agua. También unos chicos que se llaman La Cara B de Uesca que hablan de todo el tema del pueblo desde el rap, que antes se llamaban Hijos del Lindano por los vertidos que hubo en Aragón… Yo creo que ahora mismo lo más underground sobre lo que se puede hablar es lo que está aconteciendo en torno a la explotación de los recursos. Es algo que nos afecta de manera súper directa y no no nos estamos dando cuenta. Es necesario que lo podamos ver de una manera más crítica, que no usemos solamente los conceptos que el propio sistema propone. Mola un montón que podamos hacer música, cantar, generar otras manifestaciones artísticas, escribir sobre ello… Siempre, en cada sitio, en cada casa, acaba habiendo gente para sentarse a comer. Lo importante es que las que sí que estamos ahí vayamos haciéndolo y vayamos tomando conciencia entre todas a ver si podemos organizarnos para hacer las cosas de otra manera.