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Colas de miles de personas, pulseras de acceso, bebidas a precio de oro, escenarios con conciertos simultáneos… Seguro que esta imagen te lleva a pensar en un festival de música. Pero no todos los eventos quieren convertirse en producciones mastodónticas que promueven un consumo masivo de todo lo relacionado con el show. El Agrocuir da Ulloa, nacido en 2014 en el rural lucense para reivindicar la diversidad sexual, afectiva y de género, ha dicho ‘basta’ a su crecimiento por una “certeza” que sintieron “en les cuerpes”.
“La edición de 2022 fue un festival pospandemia con unas ganas voraces de encontrarnos en ese lugar. Esa necesidad puso contra las cuerdas la sostenibilidad del festival desde todas sus perspectivas. El tamaño de Monterroso, la capacidad de absorber toda esa gente, el esfuerzo que supuso para todes nosotres, la cantidad de energía y basura que generamos… Todo nos estaba diciendo que debíamos pensar qué queríamos para el futuro”, cuentan desde la organización, que recibió ese año a unas 7.000 personas.
Así que decidieron parar. O, más bien, contener ese crecimiento tras preguntar al vecindario y asistentes. Esa consulta para el equipo ha sido vital “porque para que eventos así sigan sucediendo tienen que ir de la mano de todos los elementos que lo han hecho posible” y eso incluye a las personas que conforman esa comunidad y también a su entorno natural. “Respetar esas velocidades y también las de las personas que lo organizamos era clave para no morir de éxito”, prosiguen.
Un evento más popular
Y la respuesta fue unívoca: “Decrecer para seguir siendo compatibles con las vidas que pensábamos deseables. Eliminamos programación, redujimos presupuesto y planteamos un festival que de forma progresiva caminara hacia una romería. Algo más popular, menos masivo y más vinculado al encuentro entre nosotres”.
También decidieron reducir la comunicación en las redes sociales y apoyarse más en el boca a boca propio de las romerías de antaño. No dejaron por completo la comunicación del festival pero sí retrasaron sus fechas y pausaron el proceso de micromecenazgo online. Los cambios también se dieron en la programación. “Decidimos eliminar el concierto más grande y parte de la noche más larga para intentar reducir el número de asistentes. Además, esta última parte se daba en una importante área recreativa en un bosque para reducir así el impacto humano en el entorno”.
El equipo, que contesta de forma coral a esta entrevista debido a su estructura horizontal y asamblearia, insiste: “Pensamos que sí es posible decrecer y que, además, es deseable. No podemos seguir en la dinámica capitalista por la dificultad de salir de ella; es también nuestra responsabilidad tomar medidas”. Y añaden: “Hay que ajustarse a lo que necesitan no sólo las personas que asisten sino todo lo que lo hace posible”.
Creen que los macrofestivales tienen los días contados. Y, en su caso, “aspiramos a que no tengas que correr de un sitio al otro para no perderte nada, que puedas acceder a comida y bebida de calidad y que disfrutes de todo sin sufrir. Ni siquiera hay entrada como tal”.
Su defensa del entorno se da, además, en un espacio ya amenazado por la cercanía al proyecto Altri, la macrocelulosa que consumirá 1,2 millones de metros cúbicos de madera de eucalipto al año y 46 millones de litros del río Ulla al día. “La lucha en contra de Altri y especialmente la lucha a favor de la vida es lo que está vertebrando una preciosa amalgama de iniciativas que nos damos la mano para decir que la Ulloa está bien viva y que no va a ser aquí donde emplacen sus chimeneas”. De hecho, han cambiado el objetivo de su estrategia comunicativa, usando sus plataformas no para convocar asistentes sino para ser “un altavoz de todas esas vecinas que plantan cara a los grandes procesos extractivistas que ponen sus ojos en el rural”.
El festival, que dedica esta edición a la defensa de la naturaleza «de la que somos interdependientes», se celebrará este 23 y 24 de agosto en Monterroso (Lugo) con conciertos, talleres de baile, teatro, bingo, cantos de taberna y alguna sorpresa más. Su campaña de micromecenazgo en Goteo sigue abierta para todas las personas que quieran apoyar una iniciativa como esta, aunque no todas asistan.
Decrecer en sentido económico que no vital, porque no necesitamos que nos rente vivir -si ya estamos vivos, que nos dispuestos a la supuesta vida real imaginada por la economía cada vez que compramos o consumimos 🙂