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Isabel Ferrera, ecóloga microbiana: «Conocemos más la superficie de la Luna que el fondo del océano»

La investigadora del Instituto Español de Oceanografía de Málaga estudia los microorganismos del océano, productores de la mitad del oxígeno del planeta. Reclama la regulación de la incipiente minería que puede alterar a los ecosistemas del fondo marino.
Isabel Ferrera, ecóloga microbiana: «Conocemos más la superficie de la Luna que el fondo del océano»
La ecóloga Isabel Ferrera Ceada es investigadora del Instituto Español de Oceanografía y estudia la diversidad y función de los microorganismos y los procesos que llevan a cabo en los ecosistemas marinos. Foto: Cedida.

El océano es fuente de vida, proporciona alimentos, captura carbono y absorbe el 89% del exceso de calor acumulado. También es una fuente infinita de inspiración artística. Por todo ello, la relación del ser humano con el océano es uno de los ejes de la programación de la nueva edición del festival de literatura amplificada Kosmopolis del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Este encuentro reúne en la ciudad condal a creadores como Enrique Vila-Matas o David Abulafia, pero también a científicas que estudian la vida marina y el impacto de la acción antropogénica en ella. Es el caso de la ecóloga microbiana Isabel Ferrera, que dialogará con la artista Ai Futaki y la oceanógrafa Cristina Romera –todas ellas pioneras en las profundidades marinas– sobre el estado actual del océano.

Antes del evento, charlamos con Isabel Ferrera vía Zoom para saber en qué consiste su tarea investigadora, la cual desarrolla en el Instituto Español de Oceanografía de Málaga del CSIC. Es una de las pocas personas que ha descendido a 2.600 metros de profundidad a bordo del Alvin, el submarino que descubrió los restos del Titanic. Ella mira donde muy pocos lo hacen. Estudia la vida de los microorganismos imperceptibles a simple vista en la inmensidad océano, un lugar prácticamente desconocido para el ser humano pero que ya se planea explotar mediante la minería submarina.

¿Qué sintió en la expedición a bordo del Alvin que descendió a 2.600 metros de profundidad?

Mucha emoción y mucho privilegio. Y un poco la sensación de que estás aterrizando en la Luna. Estos sistemas son tan desconocidos… Se estima que se ha explorado un 1% del fondo del océano. Conocemos más la superficie de la Luna que el fondo del océano. En el fondo oceánico hay mucha planicie abisal, pero los sistemas hidrotermales son tan extraños y distintos a cualquier otra cosa que creo que tuve la sensación de que lo siguiente ya sería ser astronauta. Yo me puse a trabajar en esto porque me fascinó desde que estudié la carrera y nos hablaron de la vida en ambientes extremos, de que estos ecosistemas podrían estar relacionados con el origen de la vida, de las formas extrañas como gusanos gigantes y cosas un poco alienígenas. Pero allí recuerdo que lo que más me impresionó fue la geología, más que la biología. Ves las placas tectónicas y tienes la sensación de estar en el eje de la Tierra y ves esa magnificencia de la naturaleza.

«Los microorganismos producen la mitad del oxígeno del planeta y reciclan todos los nutrientes en el océano»

¿Qué estudia una ecóloga microbiana en el océano?

Igual que se estudia la ecología de los bosques o los distintos ecosistemas, la ecología microbiana pretende estudiar los sistemas que están dominados por microorganismos. Uno de ellos es el océano porque aunque nos imaginamos el océano lleno de ballenas, peces y demás, lo que más hay en él son microorganismos. Es bastante novedoso, el estudio de los microorganismos siempre va por detrás al de otros organismos porque cuesta observarlos e identificarlos. Y es importante porque la mayor parte de la biodiversidad del planeta es microbiana, en todos los ecosistemas dominan los microbios. Nosotros somos un ser humano cargado de microorganismos. Simplemente porque son el mayor reservorio de biodiversidad es interesante estudiarlos, pero también porque son responsables del funcionamiento del planeta en general. Ahora se habla mucho del concepto de una sola salud. Esto es lo mismo, la salud de los océanos depende de los microorganismos y nuestra salud depende de los microorganismos.

Los microorganismos producen la mitad del oxígeno del planeta y reciclan todos los nutrientes en el océano y son los motores de los ciclos biogeoquímicos, hacen que el planeta pueda seguir funcionando. En el actual contexto de cambio global, los microorganismos pueden ser fuente del problema y solución al problema al mismo tiempo. Generan gases de efecto invernadero, cuando respiran producen CO2, metano y óxido nitroso, y también los consumen. Entonces, en función de su actividad, van a ser más problema o solución. Y su actividad va a depender de cómo cambien las condiciones de forma natural y de cómo nosotros alteremos estas condiciones.

¿Los microorganismos se encuentran también en grandes profundidades oceánicas?

Sí, los hay someros y de grandes profundidades. De hecho, ahora tenemos aquí el volcán el El Hierro, un sistema volcánico submarino. Yo he estudiado los de grandes profundidades que están en las dorsales oceánicas y que suelen estar entre 2.000 y 5.000 metros de profundidad, también está la Fosa de las Marianas a más de 10.000 metros. Estos ecosistemas se descubrieron en el año 1977 y fue toda una revolución porque nadie se esperaba que en esas condiciones pudiera haber vida. Son condiciones extremas con presión elevada (si está a 3.000 metros son 300 atmósferas, es como tener 300 veces tu propio peso encima), en una temperatura del agua muy fría y con un fluido que suele ser muy ácido. La primera fuente se descubrió en las Galápagos y la llamaron el Jardín del Edén porque era como un oasis o jardín de vida extraña para nosotros. Hasta entonces, se pensaba que toda la vida en el planeta dependía en cierta manera de la luz solar. Las plantas en tierra o las microalgas y las bacterias en el mar utilizan la luz y a través de la fotosíntesis generan materia orgánica, alimento para el resto de organismos, y se pensaba que toda la vida dependía de esa producción primaria. Pero en esos ecosistemas se descubrió que la vida se genera no solo con la energía solar sino con la energía química que viene de los fluidos hidrotermales. Es la base de la cadena trófica para que luego se genere toda una vida alrededor. 

Ha explicado que la mitad del oxígeno del planeta depende de los microorganismos marinos. El océano ha absorbido casi el 90% del calor acumulado en el sistema terrestre entre 1960 y 2020. ¿Cómo puede afectar este calentamiento a la actividad de estos microorganismos? 

Depende de muchos factores. Como dices, el océano secuestra CO2 a través de organismos fotosintéticos como las praderas submarinas o los manglares, que son sumideros de carbono. Y los microorganismos en general también son parte de lo que se conoce como la bomba biológica del carbono. Si esa bomba está muy activa se hunde carbono hacia el fondo y queda como secuestrado y no vuelve a la atmósfera en miles de años. Si la bomba se altera por lo que sea puede ser una fuente de carbono y emitir CO2. Todavía no se sabe mucho sobre cómo les afecta el calentamiento global pero se están viendo cambios a largo plazo en las especies que hay y en su actividad.

«La minería oceánica debería contar con un estudio de impacto ambiental»

En marzo, la ONU ha alcanzó el consenso para aprobar el Tratado Global de los Océanos. ¿Considera que es importante tener un mayor conocimiento del océano para conseguir una mayor protección de sus ecosistemas?

Claro. Trabajando con microorganismos pasa también un poco eso. Ahora se empieza a hablar de si hay que proteger la biodiversidad microscópica o no. Al final todo lo que hacemos los humanos tiene un punto de vista antropocéntrico. Para nosotros, una ballena o un pingüino tiene una función muy importante porque desde nuestra percepción son lo que se llaman especies carismáticas. Obviamente, estas especies tienen un papel importante en el ecosistema, pero hay otras especies menos carismáticas como son los microbios que tienen un papel mucho más importante. Ahora se empieza a hablar de su papel en la ‘solución’ al cambio climático y de la necesidad de su conservación.

El problema es que gran parte del océano está en aguas internacionales y hacer figuras de protección es complicado. El mayor problema de los ecosistemas hidrotermales ahora es el tema de la minería oceánica, algo de lo que se habla poco. España no está muy metida en eso porque no tenemos la tecnología para hacerlo, pero en Francia y Estados Unidos tienen en el punto de mira explotar estos ecosistemas para extraer minerales que se están agotando en otros sistemas. Esto es difícil de proteger porque las dorsales oceánicas no pertenecen a nadie. No soy experta en política, pero me imagino que esto a la larga habrá que regularlo como en su día se firmó el Tratado Antártico. Entiendo el interés de extraer los minerales pero la minería oceánica debería contar con un estudio de impacto ambiental.

En el Instituto Español de Oceanografía también investiga el Mar Menor. ¿Por qué? ¿Qué destacaría sobre su estado de conservación?

El Mar Menor es muy controvertido… Es sorprendente que no se haya estudiado antes. Es un ecosistema icónico y único que teníamos en España y el conocimiento científico que había sobre él era muy pequeño. En el 2016, cuando se dio la famosa sopa verde y colapsó el sistema, el Instituto Español de Oceanografía empezó un programa de monitoreo y parte de los análisis los realizamos desde Málaga. Los responsables de las transformaciones de los nitratos que entran en la laguna son principalmente microorganismos. Mi trabajo consiste en intentar descifrar cómo se transforman esos nitratos que entran en el Mar Menor y qué efecto tiene en el funcionamiento del ecosistema. 

Hay un efecto negativo por las imágenes de peces muertos que hemos visto, ¿no?

Ha habido dos eventos de mortalidad masiva de peces, uno fue en octubre de 2019 y otro en agosto del 2021, cuyo efecto visual fue el mismo: bajada de oxígeno y mortalidad de los peces. Al estudiar los microorganismos, lo que hoy en día puedo decir es que los mecanismos que dieron lugar a esos eventos son diferentes. Hay que entender cuáles son las causas y las consecuencias. 

¿Quedan lugares prístinos en el planeta?

La huella del hombre está en todas partes. Está en la atmósfera, está en el fondo del océano y en prácticamente todas las especies, en la Antártida, en el Polo… Esto nos tiene que hacer reflexionar: el mundo es uno y todo está conectado. A veces uno piensa que lo que pasa en otro sitio no te importa porque no te afecta, pero sí lo hace. De hecho, una de las cosas que conecta prácticamente todo es el océano y si lo alteramos estamos alterando un poco todo el planeta.

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