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Maisa Rojas: «Nunca me había considerado activista porque soy científica. Pero ahora sí»

La física y climatóloga, autora en varios informes del IPCC, será la nueva ministra de Medio Ambiente de Chile a partir de marzo. Hablamos con ella sobre lo que supone asumir un cargo como este y los retos que tiene por delante.
Maisa Rojas: «Nunca me había considerado activista porque soy científica. Pero ahora sí»
Maisa Rojas, nueva ministra de Medio Ambiente de Chile. Foto: FCFM, Universidad de Chile.

Escuchad a la ciencia, haced caso a la comunidad científica. Es el mensaje que Greta Thunberg repite siempre en cualquier intervención pública. En Chile, el 11 de marzo tomará posesión el nuevo gobierno, formado por 14 mujeres y 10 hombres. Y parece que el presidente electo, Gabriel Boric, ha hecho caso a la joven activista sueca: el Ministerio de Medio Ambiente tendrá como máxima representante a una científica del clima

El cargo lo ocupará María Heloísa Juana Rojas Corradi, más conocida como Maisa Rojas (Temuco, Chile, 1972). Doctora en Física de la Atmósfera por la Universidad de Oxford, se especializó en la modelización del clima regional como investigadora postdoctoral en la Universidad de Columbia. Es profesora en la Universidad de Chile y directora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2. Durante la COP25, cuya sede iba a ser Chile pero acabó siendo Madrid, fue designada coordinadora del comité científico del Consejo Asesor Presidencial. 

Además de su extensa formación, la climatóloga chilena ha participado en dos informes del IPCC, el mayor panel de especialistas en cambio climático. Su primera contribución fue en 2014, en el Quinto Informe de Evaluación (conocido como AR5), donde ejerció como autora principal del capítulo de Paleoclima. En 2021, fue autora principal coordinadora en la primera parte del Sexto Informe de Evaluación (AR6), último informe que ha presentado el IPCC y que supone el mayor trabajo sobre el clima hasta la fecha.

Ahora, Maisa Rojas deberá dejar de lado su rol como científica que investiga y divulga la ciencia del clima para pasar a ser una científica que toma decisiones que serán trascendentales para el presente y el futuro de muchas personas. «El hecho de que haya asumido un cargo político se podría interpretar como una expresión de activismo», explica. 

No obstante, la crisis climática no será su única tarea: deberá abordar también la pérdida de biodiversidad, la crisis hídrica o las llamadas «zonas de sacrificio» (zonas del país con una concentración masiva de industrias contaminantes). También tendrá por delante la difícil tarea («una más silenciosa» pero que será la «parte central» de su mandato) de introducir la acción climática en el resto de ministerios, como el de Minería, Agricultura y Energía.

¿Cuándo supo que iba a ser ministra? ¿Por qué decidió aceptar el cargo?

Me enteré cuando me llamó el presidente para invitarme. La verdad es que me sorprendió bastante, sobre todo el hecho de que me estuviese invitando al Ministerio de Medio Ambiente. Sí se me había pasado por la mente que quizás, si me llamaban, iba a ser para ministra de Ciencia, porque ese es mi espacio más natural.  ¿Y por qué acepté? Uno no le dice que no a un presidente [ríe].

Existe una enorme brecha entre lo que dice la ciencia del clima y lo que la clase política hace. ¿Cree que la solución para romper esa ‘pared’ pasa por que haya más ejemplos como el suyo? Es decir, que la comunidad científica no solo estudie y divulgue, sino que haga política activa.

Es una posibilidad. Obviamente, enfrentar el cambio climático de manera efectiva es una de las prioridades que yo tengo al ser mi especialidad, aunque el Ministerio de Medio Ambiente cubre también otros temas.

Efectivamente, eso llama la atención. El hecho de, quizás, poder contribuir desde la otra vereda a que los países tomen finalmente las decisiones correctas para enfrentar el cambio climático de manera decidida, porque eso es lo más urgente que hay que hacer en esta década.

¿Qué será lo primero que haga cuando ocupe el cargo? ¿Cuál es la primera norma que desea impulsar?

No lo tengo del todo claro todavía. Aún estoy entendiendo todas las áreas en las que tiene que trabajar el ministerio y qué es lo que se está haciendo en esas áreas. Pero ya hay tres cosas que destacaría. Una, aunque no lo voy a hacer yo sino el presidente, es que Chile se una al Tratado de Escazú, un tratado internacional de medio ambiente. La primera conferencia de este tratado se celebrará en Santiago en abril, así que va a ser simbólico que participemos como miembros.

Lo segundo es que está a punto de salir la Ley Marco de Cambio Climático. Y lo tercero es que el Ministerio de Medio Ambiente tiene una, por así decirlo, pata de la institucionalidad que todavía no existe, que es el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas. Es un proyecto que lleva, lamentablemente, algo así como diez años en el Congreso y que hay que sacar.

La crisis climática suele llevarse toda la atención pero la pérdida de biodiversidad es otro grave problema de nuestro tiempo. Además, es imposible abordar la una sin la otra.

Totalmente. Son las dos importantes crisis globales que estamos viviendo y, efectivamente, están relacionadas. Aunque no soy una gran experta en ese área, sabemos que Chile ha declarado una parte muy importante de sus territorios como áreas protegidas. Pero esos anuncios, lamentablemente, todavía no se han traducido en un cuidado efectivo, en el sentido de que no hay planes de acción. Ahí hay una brecha importante en la que, independientemente del Servicio de Biodiversidad, hay que trabajar. Y este servicio va a permitir unificar bajo el Ministerio de Medio Ambiente todo el trabajo que se hace en áreas protegidas, que está hoy en día repartido por varios ministerios. Esto es muy importante también.

Mencionaba también la Ley Marco de Cambio Climático, en trámite en el Congreso. ¿Qué opinión le merece?

Diría que es una buena base para lo que está por construir. Es una ley marco, así que lo que hace básicamente es darle atribuciones y responsabilidades a un número bien importante de ministerios para que aborden el cambio climático. Esta lucha no la hace únicamente el Ministerio de Medio Ambiente, todos los ministerios tienen que implementar las medidas para la mitigación y adaptación. Y con esta ley los ministerios tienen que irle reportando al Ministerio de Medio Ambiente anualmente sus avances.

Esto es muy importante porque estamos en una etapa de implementación del Acuerdo de París. Eso es lo que hace la ley. El país firma el Acuerdo de París, lo ratifica, hace sus compromisos -como todos los países, a través de sus contribuciones nacionalmente determinadas, NDC-. Chile, incluso, ya entregó a la ONU su estrategia climática de largo plazo. Pero lo que hace la ley es asegurar, dentro de la legislación nacional, la implementación de ese Acuerdo de París. Ya no queda otra que ponerse a trabajar.

¿Se considera activista por el clima?

Supongo que ahora sí. La verdad es que históricamente no, nunca me había considerado activista, porque soy científica. Pero el hecho de que haya asumido un cargo político se podría interpretar como una expresión del activismo. En mi caso, viniendo desde la academia.

La crisis climática es un problema transversal que afecta a todas las esferas de la sociedad. Así también lo ha dejado ver usted en varias ocasiones. Su ministerio deberá tratar con otros muchos, como el de Minería, el de Agricultura, el de Energía. ¿Deben estar los intereses medioambientales, y por tanto su ministerio, por encima del resto?

Permear el tema de cambio climático en todos los ministerios es parte central de mi tarea. Pero será una tarea silenciosa. No va a generar noticias.

Creo que es importante que cambiemos el paradigma de que los objetivos económico-productivos están contrapuestos a los medioambientales. Siento que, por un lado, es no entender la base del problema de las crisis, tanto la climática como la de biodiversidad. Y por otro lado, creo que dificulta avanzar. Lo que hay que entender es que no existe crecimiento y aumento del bienestar sin cuidar el medio ambiente. A mí me gustaría poder convencer a los otros ministerios de que esto va en su propio interés, de que también tienen que preocuparse por el medio ambiente, de que no vamos a ir a ningún lado si lo seguimos destruyendo como hasta ahora.

El presidente electo Gabriel Boric ha creado un ministerio específico para la Minería. Es un tema que choca directamente con los intereses medioambientales. ¿Cómo se coordinarán? ¿Cómo evitar el extractivismo y no ser solo suministradora de materia prima?

No tengo un plan todavía. No conozco aún a la ministra de Minería, tengo que conocerla.

Pero sí ha mencionado en varias ocasiones que las llamadas «zonas de sacrificio» serán una de sus prioridades.

Sí, efectivamente. Una de las cosas que me llamó la atención, y en la que estoy de acuerdo al 100%, es que el presidente electo dijo que para enfrentar el cambio climático la transición tiene que ser justa. Además, creo que no sacamos nada al afrontar el cambio climático sin que esa labor lleve el apellido «justo». No podemos seguir manteniendo las brechas y desigualdades estructurales que tiene nuestra sociedad. No es posible que los costos los sigan pagando los de siempre –un ejemplo son las zonas de sacrificio– ni que los beneficios lo sigan teniendo los de siempre.

Ese apellido de «acción climática justa» me parece absolutamente central, y eso significa que hay que politizar el abordar cómo le volvemos a dar ese bienestar que se merecen las comunidades que han vivido en estos territorios, que históricamente han recibido la contaminación del desarrollo del siglo XX.

Transición energética no es lo mismo que transición ecológica. Pero se usan muchas veces como sinónimos, como conceptos que se pueden intercambiar. ¿Qué opina?

Para enfrentar el cambio climático a nivel de mitigación, la transición energética juega un rol principal. Eso es una buena noticia porque las emisiones de gases de efecto invernadero vienen del consumo de energía en una proporción muy alta. En el caso de Chile, el 80%, y a nivel mundial, sobre un 60-70%. Así que, básicamente, estamos hablando de pasar de producir energía con combustibles fósiles a transitar hacia energías renovables. Y esa es la parte relativamente fácil. El resto es más complejo, pero no debiera entenderse que la solución definitiva es tecnológica. Es una parte importante, sí, que va a traer muchos cobeneficios porque no estamos abordando solamente los gases de invernadero, en muchos casos también es contaminación local. Pero sería un error confiar a la tecnología toda la solución.

Al confiar en la tecnología como salvadora se corre el riesgo de caer en los mismos errores que nos han traído hasta aquí y perpetuar el sistema actual. 

Exactamente. Yo sé que es difícil de asumir, pero es muy importante asumir que estamos ante un problema sistémico, y por lo tanto, no existe una sola solución. Hay como una tendencia, que veo desde mis estudiantes hasta los periodistas, que se preguntan cuál es la solución o qué es lo más importante que uno puede hacer. Hay como una necesidad de simplificar y, quizás, de tener un cierto nivel de certeza de que uno puede tomar una o dos medidas y solucionar el problema. Lamentablemente, ante los problemas complejos no existe una única solución.

Durante la campaña, el presidente Boric hizo algunos guiños al respecto. ¿Debe el país adoptar una política decrecentista para hacer frente a los distintos retos medioambientales? O dicho de otra manera: ¿es compatible el crecimiento económico con hacer frente a la crisis climática y la pérdida de biodiversidad?

Confieso que no lo he pensado demasiado. No me atrevería a opinar porque no he leído lo suficiente. Entiendo que hay maneras y maneras de crecer. En Chile, el crecimiento está asociado a la extracción de materia prima de recursos naturales, en su gran mayoría no renovable. Eso, obviamente, es incompatible en un planeta finito. Sabiendo que los recursos son finitos uno no puede pensar en crecimiento infinito. Pero hay otras maneras de crecer, así que no estoy segura de que necesitemos decrecer.

Chile atraviesa una importante crisis hídrica. No solo por la megasequía (desde hace más de una década y donde influye el cambio climático), sino también porque la poca agua que hay se destina en su mayoría a procesos industriales, como la agricultura. ¿Cómo piensa abordar este tema?

Es otro de los grandes problemas y es bien complejo. Hay un componente de cambio climático, hay un componente de crecimiento (lo que cae del cielo está disminuyendo y los humanos están aumentando, por lo que se necesita más agua), y hay una parte muy importante de gestión, de cómo repartimos el agua que existe.

El mayor problema, en realidad, es cómo tomamos las decisiones con respecto al agua. Esto, lamentablemente, lo sabemos desde hace tiempo. En Chile hay como 40 instituciones que están asociadas a la gestión del agua, y no hay que ser un experto para darse cuenta de que cuando uno tiene 40 instituciones involucradas en la toma de decisiones, ésta se vuelve muy compleja y probablemente muy ineficiente. Y es lo que estamos viendo.

Necesitamos monitorear mejor, necesitamos datos, pero sobre todo necesitamos una manera distinta de tomar la decisión de una gobernanza que, claramente, en este caso debe ser territorial, en la cual los actores de un cierto territorio tienen que ponerse de acuerdo sobre cómo van a usar el agua limitada.

La neutralidad climática es la principal meta que se han propuesto a largo plazo países, ciudades y empresas para mitigar el calentamiento global. Sin embargo, como muchas voces señalan, se trata de un concepto trampa que da alas a seguir usando combustibles fósiles y que las emisiones sigan aumentando, en vez de ponerles fin. ¿No cree que la neutralidad climática se corresponde más a un deseo político que a una realidad científica?

¿Por qué dice eso? Para mí, el ciclo de carbono es muy físico, muy biológico.

Las emisiones no dejan de aumentar, y la mejor solución para frenar el calentamiento sería cortarlas desde ya. A lo mejor esto, desde un punto de vista político, se vería como una locura, y por eso seinventó la neutralidad climática, un concepto que solo sirve para poder seguir emitiendo y confiar en ciertas tecnologías.

Entiendo perfectamente las posibles críticas. A la atmósfera, y por lo tanto al clima, lo que le importa es que las concentraciones de CO2 se estabilicen y, ojalá, que comiencen a bajar de nuevo. Eso es lo que necesitamos. Pero primero está la estabilización, y para ello, lo que entra en la atmósfera tiene que ser lo mismo de lo que sale. Y como sale, efectivamente nosotros podemos seguir emitiendo algo.

Pero lo fundamental es que la parte de energía, que como ya hemos visto es la más importante en cuanto a emisiones, la podemos eliminar completamente porque ya tenemos los medios para ello. Las emisiones que están asociadas al sector de la agricultura y del cambio de uso del suelo son mucho más difíciles de eliminar porque están generalmente asociadas a la producción alimentaria.

En efecto, hay que eliminar todas las emisiones de la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas), y dejar como emisiones residuales las que realmente sean muy difíciles de eliminar. Ahí todavía la naturaleza todavía nos puede ayudar a compensarlas.

Así lo veo yo. Pero entiendo perfectamente el hecho de que se puede transformar en una trampa, en el sentido de que yo siento que puedo seguir emitiendo con tal de que plante un árbol.

Defiende lograr la neutralidad climática en 2050. ¿No es demasiado tarde?

Con 2050 hay el riesgo, a nivel político, de que se vea tan lejano que no produzca un sentido de urgencia. Pero más allá del 2050, lo que en realidad es más importa es la trayectoria. Chile, como ocurre con otros países, tiene un presupuesto de carbono, es decir, una cantidad de carbono finito para esta década. Concentrémonos en lograr reducir las emisiones para poder cumplir con nuestro autoimpuesto presupuesto de carbono. Yo creo que eso es es lo importante.

Una vez acceda al cargo, se enfrentará a las presiones de los lobbies, deberá negociar con empresas que tal vez no le gusten, y tendrá que hacer ciertas concesiones que, como científica del clima, le resultarían inadmisibles. ¿Cómo se prepara para ello? ¿Está mentalizada?

No mucho todavía, lo confieso [ríe]. En mi caso, como soy física y vengo de la academia, tengo que aprender harto de Derecho, de qué cosas se pueden y qué cosas no. Entender muy bien cómo funciona la institucionalidad ambiental del país. Entendiendo bien cómo se deben hacer las cosas me sentiré tranquila.

Usted ha participado en dos informes del IPCC. Durante este año se publicarán otros dos informes nuevos. En los últimos meses han sido noticia los intentos de países como Arabia Saudí de modificar o recortar ciertas partes destinadas a los gobiernos que resumen cómo mitigar el cambio climático. ¿Es posible que un trabajo tan completo quede rebajado por presiones políticas? ¿Cómo valora lo publicado hasta ahora?

Creo que no hay que preocuparse. Uno debería tener la tranquilidad de que el IPCC tiene un proceso muy robusto en la producción del informe, con varias revisiones intermedias. El lenguaje calibrado de incertidumbre permite a los autores hacer que esta evaluación sea lo más objetiva posible. Obviamente, siempre puede haber errores, pero es un proceso realmente bien robusto, como digo. Cuando se filtra un informe, ni yo ni ningún autor lo comenta porque es un borrador, y los informes solo finalizan una vez se aprueban. Antes de eso no hay ninguna seguridad de cómo vaya a salir finalmente.

Hay que recordar que hay tres mandatos para el IPCC: escribir informes relevantes, neutrales y no prescriptivos. Teniendo presente esas tres características, hay que saber que el texto puede cambiar en las discusiones. Los países pueden decir que cierto texto o frase, tal y como está escrita, no es neutral o descriptiva, pero lo que nunca puede ocurrir es que es que los países quieran que el texto cambie hacia algo que no sea verdad. En el juego entre la neutralidad, la no prescripción y lo relevante es donde se pueden mover las palabras.

¿Cuál considera que es la mayor amenaza a la que nos enfrentamos como consecuencia del cambio climático?

Hay enormes amenazas. Lo que es más fácil de entender, porque es lo que uno experimenta, son los eventos climáticos extremos, que sabemos que ya han aumentado tanto en magnitud como en duración en muchos casos, y que van a seguir aumentando en la medida en que el planeta se siga calentando. Son estos eventos climáticos extremos los que producen mayor impacto en las personas, en las economías, en las infraestructuras. En muchos casos pueden tener impactos en seguridad alimentaria, interrumpe servicios, etc. Estamos hablando de sequías, olas de calor, lluvias torrenciales, ciclones tropicales, incendios forestales…

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