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Este artículo de Izzy Ross fue publicado originalmente por ‘Grist’ en inglés. Traducción de Rita da Costa.
Un domingo por la mañana en Charlevoix, una pequeña ciudad rodeada de lagos en el norte de Michigan, los fieles se reúnen en la Iglesia Metodista Unida Indígena de Greensky Hill. El pequeño edificio de una sola estancia construido con troncos tiene casi doscientos años, y los himnos religiosos se cantan en inglés y anishinaabemowin.
Es diciembre, de modo que el pastor Johnathan Mays celebra una ceremonia de Adviento, una de las últimas de su carrera eclesiástica, ya que no tardará en jubilarse. Entre reflexiones sobre las Escrituras, Mays se refiere a un importante proyecto: la iglesia planea instalar paneles solares en la sala de reuniones más grande del templo, y para ello cuenta con el apoyo de Solar Faithful, una organización sin ánimo de lucro con sede en Michigan.
Greensky Hill posee una larga trayectoria de cuidado y gestión medioambiental enraizada en la cultura anishinaabe, con una parroquia mayoritariamente indígena. Una de las prioridades de la iglesia es la «transición verde de Greensky Hill».
Según Mays, eso les ha llevado a preguntarse «cómo podemos utilizar nuestro espacio y recursos para abordar cuestiones como la preservación del clima o de la Creación, o lo que algunos llaman la conservación de la Tierra».
Greensky Hill trabaja para ser más sostenible y está cambiando el propano por bombas de calor para ganar eficiencia desde el punto de vista energético. Mays opina que los paneles solares les permitirán usar energía renovable y devolverla a la red de suministro.
«El mayor problema era cómo conseguir que este inmenso edificio dejara de generar gases de efecto invernadero», afirmó, refiriéndose a la sala de reuniones, construida en la década de 1990.
A lo largo y ancho del país, los lugares de culto recurren a la energía solar. Según el Lawrence Berkeley National Laboratory, que la Universidad de California gestiona para el Departamento de Energía de Estados Unidos, en 2021 cerca del 2% de los centros religiosos de Estados Unidos dispondrían de sistemas de generación de energía solar. Se trata de una cifra desproporcionadamente alta, ya que los lugares de culto representan tan sólo el 0,6% de todos los edificios no residenciales.
No obstante, estos proyectos no siempre son fáciles de llevar a la práctica. Las congregaciones pueden tener limitaciones presupuestarias, edificios antiguos y prioridades más urgentes. Asimismo, cambiar de sistema energético puede suponer mucho papeleo burocrático para el que quizá no dispongan de personal.
Además, puesto que los lugares de culto no suelen pagar impuestos, también tienen problemas para aprovechar las ventajas fiscales de las energías renovables.
Una alternativa consiste en trabajar con terceros que puedan beneficiarse de esas ventajas fiscales. Así, un inversor podría comprar e instalar paneles solares en una iglesia, que le compraría la energía generada pero no sería propietaria de la instalación. Es lo que se conoce como acuerdo de compraventa de energía.
Ahora disponen de otra opción. La Ley Federal de Reducción de la Inflación posibilita que los gobiernos y las entidades exentas de impuestos, incluidos los lugares de culto, accedan a deducciones fiscales al contratar proyectos de energía renovable. El programa, denominado «pago directo», les proporciona un crédito fiscal que cubre hasta el 30% del coste de la instalación. Esto puede ayudar a sufragar algunos gastos, y sus defensores afirman que es fundamental para conseguir que más congregaciones se planteen pasarse a la energía solar.
«Confío en que el año que viene se producirá un auténtico boom de la energía solar en los lugares de culto», afirma Sarah Paulos, directora de programas de Interfaith Power and Light. «Es de cajón: si logran reducir el coste de los suministros, tendrán más dinero para hacer aquello que justifica su existencia, que es su misión religiosa».
Interfaith Power and Light puede parecer una empresa local de suministro eléctrico (o incluso un grupo de oración), pero en realidad es una red nacional centrada en la acción climática y la religión que arrancó en 1998 como una coalición de iglesias episcopales que aunaron fuerzas para comprar energía renovable. Desde entonces, se ha ido ampliando a otras confesiones.
Paulos lleva casi veinte años trabajando en este campo y afirma que, cuando empezó, había multitud de negacionistas climáticos, sobre todo en las iglesias.
«Al principio, los creyentes fueron realmente valientes por salir a la palestra y hablar abiertamente sobre la necesidad de reaccionar frente al cambio climático a través de las energías renovables y la eficiencia energética como un llamamiento moral a preservar la Creación», sostiene.
Si bien existe una creciente aceptación del cambio climático como realidad indiscutible, los creyentes estadounidenses aún distan mucho de alcanzar un consenso respecto a esta cuestión.
Una encuesta realizada en 2022 por el Pew Research Center reveló que la mayoría de los adultos religiosos creen que tienen el deber de proteger la Tierra. Sin embargo, por diversas razones, las personas muy religiosas tienden a preocuparse menos por el cambio climático que otros adultos estadounidenses.
Según Leah Wiste, directora ejecutiva de Michigan Interfaith Power and Light, una forma de conectar con los creyentes y lograr que se impliquen en la acción climática es hacerlos partícipes de iniciativas tangibles como la instalación de sistemas de energía solar.
«Creo que, en el ámbito del debate público, no hemos sabido ver el liderazgo que las personas de fe están adoptando en estas cuestiones», afirma.
La implicación local es básica para lograr que más ciudadanos instalen sistemas de energía solar, y los edificios no residenciales como colegios o lugares de culto forman parte de ese cambio.
Un estudio publicado el pasado mes de noviembre en la revista Frontiers in Sustainable Energy Policy concluyó que, cuando se instala energía solar en los edificios no residenciales, se incentivan otras instalaciones similares en la zona.
Sin embargo, dar a conocer la energía solar no la hace necesariamente más equitativa. Los investigadores sostienen que no está claro hasta qué punto son eficaces los lugares de culto a la hora de fomentar la energía solar en sus comunidades «sin abordar directamente los obstáculos para la adopción de la energía solar que suponen las rentas bajas», como las limitaciones presupuestarias y los bajos índices de propiedad inmobiliaria.
Según el Laboratorio de Berkeley, los lugares de culto que disponen de energía solar se sitúan de forma desproporcionada en «zonas censales relativamente ricas, blancas y con estudios», lo que se limita a reflejar la tendencia general.
Aun así, muchas personas que trabajan en la intersección de la religión y las energías renovables afirman que estos proyectos son una oportunidad para que más integrantes de esas comunidades conozcan la energía solar.
«En parte, esto puede ocurrir por el simple hecho físico de colocar paneles solares en el tejado», afirma Galen Barbose, científico del Laboratorio de Berkeley. «Pero los lugares de culto también están en una posición única para acoger actos divulgativos, hablar con sus feligreses y, potencialmente, ejercer de embajadores de la energía solar».
Rob Rafson lleva años trabajando para instalar paneles solares en las iglesias. Es el presidente de la empresa de energía solar Chart House Energy.
Hace aproximadamente un año, Chart House Energy se asoció con Climate Witness Project, Michigan Interfaith Power and Light y activistas climáticos de la zona de Detroit para lanzar Solar Faithful. La intención de Rafson era facilitar la instalación de la energía solar por parte de los lugares de culto.
«Ha sido un gran reto», afirma, «porque las iglesias son organizaciones sin ánimo de lucro, no disponen de un presupuesto, no quieren pedir préstamos, y un proyecto de estas características es… demasiado pequeño para que los inversores se animen a apostar por él».
A pesar de estas dificultades, diversas congregaciones han logrado instalar sistemas de energía solar. En la Primera Iglesia Luterana de Muskegon, un nuevo conjunto de paneles resplandece ahora en el tejado.
«No es fácil verlos», afirma el pastor Bill Uetricht mientras bordea la iglesia alargando el cuello para intentar divisarlos. «Se intuye que están más o menos a media altura de ese tejado de ahí».
Ahora que tiene paneles solares, la iglesia necesita comprar menos energía a las compañías eléctricas y confía en que eso sirva para rebajar la factura de la luz.
Es tan sólo un ejemplo de acuerdo de compraventa de energía. Al adquirir la energía generada por paneles solares, First Lutheran pagará a un inversor el coste del proyecto, que asciende a unos 175.000 dólares. Comprando la energía de su propia instalación, van pagando poco a poco a su inversor. Una vez que salden esa deuda, la energía procedente de la instalación es esencialmente gratuita.
Uetricht afirma que First Lutheran decidió involucrarse en la energía solar cuando una pareja de la congregación donó a la iglesia dos paneles con los que no sabía qué hacer.
«Me puse en contacto con un primo mío que trabaja en energías alternativas y le dije: “Oye, dime dónde puedo ir para hacer algo con estos paneles”», comenta. Y así fue cómo acabó colaborando con Solar Faithful.
Uetricht sostiene que instalar paneles solares es una forma de cumplir la misión de la iglesia. Afirma que el mundo no nos pertenece, sino que es un regalo, un regalo que no hemos sabido cuidar.
«Las viejas tecnologías han contribuido a esa negligencia», subraya. «Qué menos que liderar el fomento de fuentes de energía alternativas».