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En el documental Lo que el pulpo me enseñó, el cineasta sudafricano Craig Foster entabla una insólita amistad con un pulpo. Tras acudir cada día a pescar a un bosque de algas frente a las costas de Ciudad del Cabo, y en el transcurso de un año, la confianza entre ambos va creciendo hasta convertirse en una peculiar relación llena de complicidad y curiosidad mutua.
La película, que se hizo con el Óscar al mejor documental en 2020, levantó una oleada de aplausos entre la crítica y el público, y sirvió para poner encima de la mesa una realidad ampliamente demostrada por la ciencia: los pulpos son animales extremadamente inteligentes, con una complejidad mental equiparable a la de muchos mamíferos.
Esas capacidades son las que han llevado a muchos a plantearse dejar de poner estos cefalópodos en el plato. Y sin embargo, su consumo a nivel global no para de crecer. Cada año se capturan aproximadamente 420.000 toneladas de pulpo, según la FAO, y sus principales destinos son España –donde la especie se encuentra en situación de sobrepesca por el aumento exponencial de capturas desde 1960–, Italia, Portugal, Corea del Sur, Japón y, en los últimos años, también Estados Unidos, donde el consumo se ha cuadruplicado en las últimas décadas. Y lo ha hecho pese a que Estados como Washington o Hawái han prohibido la cría de pulpos y, otros como California, también su venta, en la primera legislación del mundo en ese sentido.
«Cruel e insostenible«
Tras la polémica desatada por la posible instalación de una granja de pulpos en Gran Canaria por parte de la empresa Nueva Pescanova, un nuevo informe elaborado por la ONG británica Compassion in World Farming vuelve a poner en entredicho esta actividad. Lo hace con un dato revelador: España es el país que más fondos públicos invierte en la cría de estos animales. En concreto, 9,7 millones de euros destinados a desarrollar una práctica que los responsables de la organización consideran “cruel e insostenible”. De todo ese dinero, 3,6 millones de euros proceden de fondos de la Unión Europea, ya sea en forma de financiación directa o como parte de préstamos para apoyar a empresas privadas involucradas en esa práctica.
Hay más. “Nuestra investigación no solo exploró el dinero público invertido en España, sino también a nivel mundial”, explica a Climática Elena Lara, bióloga marina y asesora de Ciencia y Política de Compassion in World Farming para la Unión Europea. “Estimamos que los gobiernos de todo el mundo se han gastado un total de, al menos, 13,3 millones de euros de fondos públicos en investigación para desarrollar la cría del pulpo”.
A todo eso hay que añadir la dificultad que los investigadores se han encontrado a la hora de buscar datos. “Es muy probable que el gasto global real sea muy superior a nuestra conservadora estimación de 13,3 millones de euros, pero la evidente falta de transparencia oculta la verdadera magnitud del dinero público invertido en esta controvertida industria”, denuncia Lara. “La reticencia a revelar todos los detalles de la financiación plantea cuestiones críticas sobre la priorización de los recursos y la responsabilidad del gasto público”.
Informar a la opinión pública
Los responsables de Compassion in World Farming consideran que aún existe mucho desconocimiento entre la ciudadanía de lo que esconde esta industria. “La gente ignora cómo se producen los alimentos que consumimos, especialmente en productos como el pescado o los mariscos”, recuerda Elena Lara. “Muchas personas no saben ni si provienen de granjas, de pesquerías, cuál es el país de origen o el método de pesca o producción. Supongo que el problema es que hay una falta de información en los productos, pero también una falta de interés por parte del consumidor”.
Parte de la tarea consiste en explicar las consecuencias que tiene la cría de pulpos para el medio ambiente. La principal amenaza está relacionada con la alimentación de estos animales: dado que son carnívoros, necesitan proteína animal. “Los piensos comerciales incluyen como ingredientes principales harina y aceite de pescado, considerados altamente insostenibles”, explica Elena Lara.
“Ambos se producen principalmente a partir de peces forrajeros como la anchoa, la sardina, el arenque y la caballa. Los peces forrajeros desempeñan un papel clave en el medio marino, ya que son cruciales en la transferencia de energía de los productores primarios a las especies de nivel trófico superior, incluidos los peces grandes, los mamíferos marinos y las aves marinas. Por lo tanto, el uso de estas especies para alimentar a especies carnívoras acuáticas plantea elevados riesgos medioambientales”.
Una muerte lenta y dolorosa
Capítulo aparte merece todo lo relacionado con el bienestar animal. “Los pulpos no se desenvuelven bien en condiciones de hacinamiento ni en las altas densidades que suelen encontrarse en las granjas de cría intensiva”, recuerda Lara. “Esto puede dar lugar a unas condiciones deficientes para su bienestar y aumentar el riesgo de agresión y territorialismo que, a su vez, puede ocasionar el canibalismo”.
Otra importante cuestión es el sacrificio. “No existe ningún método humanitario científicamente validado para sacrificar pulpos”, subraya la bióloga. “Nueva Pescanova planea sumergirlos en tanques que contienen 500 litros de agua con hielo a -3/0°C, lo que provocará una muerte dolorosa, estresante y lenta. Se ha demostrado científicamente que el uso de agua con hielo para sacrificar a otros animales acuáticos, como los peces, sin aturdimiento previo, es un método no humanitario, ya que causa un dolor, miedo y sufrimiento considerables y una muerte extremadamente prolongada. Es inaceptable que se haya seleccionado el agua con hielo para sacrificar pulpos, a pesar de los problemas demostrados con el uso de este método, y de los esfuerzos actuales para eliminar su uso en especies de peces por motivos de bienestar”.
Una de las muertes más crueles es la del caracol. Los meten vivos a hervir en una olla hasta que se cuecen.
Y para que hablar de los animales que matan para que energúmenxs descarguen en ellos su violencia escondida y su instinto asesino, tal como los toros, las fiestas de los pueblos con embolaos y similares, el «deporte» de la caza, ect.
Este es un país violento y bruto. En el 36 del siglo pasado se cargaron a media España legal, ahora, de momento, se conforman con los pobres animales