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El 15 de enero de 2021, Max Wilbert condujo durante ocho horas desde su casa en Oregón hasta una remota localidad en el desierto de Nevada, conocida como Thacker Pass. A pesar del clima rígido —en Nevada durante el invierno, las temperaturas bajan hasta siete grados bajo cero— montó una carpa. Alguien podría haber pensado que se trataba de un campamento de un entusiasta de la naturaleza, de no ser por una gran lona negra con la imagen de una mina a cielo abierto y una inscripción en rojo, hecha con estilo sangriento: “El litio miente”.
Thacker Pass es el lugar donde la empresa canadiense Lithium Americas está construyendo una mina encima de uno de los depósitos de litio más importantes del mundo. Por ser uno de los minerales necesarios para la producción de baterías, ese mineral se sitúa en el centro de la transición energética y su aprovechamiento interno es un área de importancia estratégica para Washington.
Una vez completada, según la empresa, la mina de Thacker Pass proporcionará casi todo el litio necesario para que Estados Unidos pueda competir con China en el mercado de las tecnologías de energías renovables. Pero las repercusiones ambientales y culturales de esa mina preocupan a residentes, activistas y comunidades indígenas.
“Recuerdo estar sentado en este acantilado, mirando hacia Thacker Pass mientras el sol se ponía, con todas estas flores floreciendo a lo largo del paisaje, y con todos estos insectos volando alrededor como polinizadores, y los murciélagos saliendo, y los pájaros…”, cuenta Wilbert, emocionado, a La Marea. “Si nadie más va a luchar por este lugar, yo tengo que hacerlo”.
El lado oscuro de ‘lo verde’
Wilbert forma parte del grupo de activistas ambientales, Deep Green Resistance, que rechaza radicalmente las llamadas “tecnologías verdes” y aboga por un proceso de desindustrialización. “Si realmente estuviéramos comprometidos en reducir de forma drástica los gases de efecto invernadero, en hacer la transición de los combustibles fósiles y en decrecer rápidamente para resolver la crisis climática, no estaríamos destruyendo montañas para obtener litio”, afirma Wilbert.
Este activista, que está cursando un máster en Ecología Política, Decrecimiento y Justicia Ambiental en la Universidad Autónoma de Barcelona, ha dedicado parte de los últimos 10 años a la escritura de un libro sobre las consecuencias ambientales de las tecnologías verdes. Cuando escuchó que en Nevada estaba a punto de levantarse una mina de litio de más de 70 km² –más de 9.000 campos de fútbol– sintió el deber de actuar. “Tengo experiencia como amante de las actividades al aire libre y como guía de vida silvestre. Así que lo que puedo hacer es acampar”, cuenta Wilbert.
Con el objetivo de ocupar el área destinada a la mina, Wilbert, junto a su amigo y abogado Will Falk, acampó en Thacker Pass durante aproximadamente 10 meses. Otros activistas se sumaron a la protesta, hasta que la Oficina de Administración de Tierras les multó con 50.000 dólares debido a la instalación de sanitarios. La sanción fue un duro golpe, pero el movimiento en contra de la mina de Thacker Pass se puso en marcha.
La mina de Thacker Pass se ubica en el condado de Humboldt, en Nevada, concretamente en la caldera de McDermitt, una depresión formada tras el colapso de un volcán hace aproximadamente 16 millones de años. A finales de los años setenta, la petrolera estadounidense Chevron exploró el área en busca de uranio, pero lo que descubrió fueron importantes cantidades de litio.
A partir de 2007, la empresa canadiense Western Lithium –hoy llamada Lithium Americas– realizó perforaciones exploratorias que detectaron la presencia de la mayor reserva conocida de litio en suelo estadounidense. Fue entonces cuando empezó a gestarse el proyecto para abrir una mina a cielo abierto, de acuerdo con la Ley General de Minería de 1872, que otorga el derecho de explorar y reclamar tierras federales para la extracción de minerales.
Según el plan avanzado por Lithium Americas, la mina llegará a producir 66.000 toneladas de carbonato de litio cada año (más de una tercera parte de la demanda mundial actual). Debido a su importancia estratégica, el proyecto fue aprobado de forma urgente en los últimos días de la Administración Trump. Sin embargo, desde el principio surgieron dudas sobre el impacto ambiental de la mina.
Esta preocupación alcanzó incluso a la Agencia de Protección Ambiental, que planteó sus reticencias sobre los planes de mitigación y monitoreo propuestos en el proyecto. “Hubo una serie de omisiones y de apartados que no se trataron, muchos de ellos ambientales. En concreto, había problemas sobre la cantidad y la calidad del agua”, explica a La Marea Kate Berry, profesora del Departamento de Geografía de la Universidad de Nevada, en Reno.
Berry es parte de Great Basin Resource Watch, una de las organizaciones medioambientales que intentaron plantear una demanda contra el proyecto. Alegaron que la Oficina de Administración de Tierras cometió violaciones a la hora de aprobar el plan de impacto ambiental. En particular, la causa se centró en el efecto que tendrá la mina en los escasos recursos hídricos del área. “El agua subterránea soporta ecosistemas y comunidades enteras –apunta Berry–. La vida no puede surgir sin agua, y eso es particularmente importante en áreas tan áridas como Thacker Pass. Y vale para muchas otras minas”.
Contaminación y sequía
Los expertos consultados por las organizaciones que presentaron la demanda expresaron su inquietud por la contaminación de las aguas subterráneas con productos químicos peligrosos (incluso antimonio y uranio) y por la posibilidad de que el agua se vuelva aún más escasa en la zona. En otra demanda, un granjero local, Edward Bartell, se mostró preocupado por los efectos de la mina en los recursos hídricos que necesita para su actividad.
Ambas demandas, no obstante, fueron desestimadas: el 6 de febrero de 2023 la jueza Miranda Du, del Tribunal del Distrito de Nevada, dictó que la Oficina de Administración de Tierras cumplía con las leyes pertinentes al aprobar la declaración de impacto ambiental para Thacker Pass. En su página web, Lithium Americas asegura tener un plan sostenible de conservación del agua gracias a sus tecnologías de reciclaje y compara su impacto hídrico con el que tendrían unos cinco aspersores en un campo de alfalfa.
En cualquier caso, no todas las preocupaciones son de carácter ambiental. El trabajo de investigación de campo de Kate Berry incluye entrevistas con poblaciones locales sobre los efectos que éstas perciben como peligrosos. Tras el inicio de la construcción de la mina, la profesora señala un aumento de preocupación en el seno de la comunidad respecto a las viviendas temporales para los trabajadores que llegarán al área, los conocidos como man camps.
Sólo para los trabajos de apertura de la mina Winnemucca –un pueblo de poco más de 8.600 personas, a unos 80 kilómetros de la futura explotación– recibirá a más de 2.000 personas durante un periodo que rondará los dos años. Históricamente, esas aglomeraciones de personas que viven lejos de sus familias para desarrollar proyectos mineros o petrolíferos han estado asociados con numerosos (y documentados) episodios de violencia, especialmente hacia las mujeres locales. “Hay una gran inquietud porque las mujeres indígenas desaparecen o son asesinadas de una forma desproporcionadamente mayor a cualquier otro grupo en Estados Unidos”, asegura Berry.
Masacre de la ‘Luna Podrida’
Thacker Pass es parte del territorio de las tribus indígenas Shoshone y Paiute, que sobrevivieron a los intentos de desalojo y exterminio hechos por los colonos a partir del siglo XIX. El 12 de septiembre de 1865, soldados de la caballería estadounidense atacaron y mataron a 31 hombres, mujeres y niños de una comunidad Paiute. “Tras la masacre, nuestra gente no pudo volver y recuperar a los muertos para darles un entierro adecuado”, relata Michon Ebon, oficial de preservación histórica de la Colonia India Reno-Sparks. “Para las culturas indígenas, la muerte es una parte importante de la vida”, explica. Debido a la masacre, los miembros de las comunidades indígenas se refieren a este lugar como PeeHee Mu’huh, o “Luna Podrida”.
La importancia de Thacker Pass como lugar sagrado para la memoria indígena fue uno de los puntos claves de una tercera demanda que pretendía obstaculizar la construcción de la mina de litio por parte de un conjunto de miembros de las comunidades Shoshone y Paiute, reunidos bajo el nombre People of Red Mountain (“Pueblo de la Montaña Roja”). Sin embargo, el procedimiento legal no logró determinar con certidumbre la ubicación de la masacre y el juez desestimó el caso.
“Sus huesos y cráneos todavía están por aquí. Por eso es importante ir y decir lo que está mal, corregirlo y hacer las cosas bien. Eso es lo que hay que hacer en lugar de tratar de encubrirlo todo”, afirma Ebon. Cada mes de septiembre, People of Red Mountain organiza su conmemoración anual de la masacre de PeeHee Mu’Huh con una acampada de dos noches en la que honran a los ancestros y a las generaciones futuras.
Una memoria viva
“Los blancos pueden venir a nuestra tierra y verán rocas, tierra y artemisa, y nada más. No verán nada”, declara Dorece Sam, miembro de la comunidad indígena Paiute-Shoshone de McDermitt. Sam es descendiente de Ox Sam, uno de los pocos supervivientes de la masacre, y mantiene viva la memoria de ese acontecimiento, que hoy forma parte de la identidad indígena local y que más de 150 años después se convirtió en parte integral de la batalla legal contra la compañía minera. “La mina no significa nada para mí, pero la tierra significa mucho. Es un lugar de enterramiento para mis antepasados”, asegura Sam.
Tras el fracaso de las iniciativas legales, el 25 de abril de 2023, activistas ambientales y miembros de las comunidades indígenas intentaron bloquear físicamente los trabajos de construcción de la mina. Wilbert, el activista de Oregón que había montado el primer campamento, se subió a una excavadora. Sam hizo una oración junto a otros miembros de la comunidad Paiute-Shoshone. “Colocamos un tipi para evitar que se llevaran el agua al sitio de la mina”, relata Sam.
Al mes siguiente, Lithium Americas demandó a Falk, Sam y a otras cuatro personas que tomaron parte en aquellas protestas. Se les acusaba de conspiración civil, molestias, allanamiento e interferencia ilícita y tuvo como resultado una Orden de Restricción Temporal que prohíbe a los acusados entorpecer la construcción, bloquear caminos de acceso o incluso estar en el área. “Eso es lo más duro porque, ya sabes, normalmente vamos allí y oramos. Con esta demanda en curso, no podemos acercarnos”, se lamenta Sam.
Así las cosas, el proyecto para la mina de Thacker Pass sigue avanzando con paso firme y las iniciativas de protesta parecen haberse reducido. A principios de 2024, el Departamento de Energía de Estados Unidos aprobó un préstamo de más de 2.000 millones de dólares para financiar las plantas de procesamiento del litio. La producción podría arrancar en 2028.
En su página web, Lithium Americas asegura que el proyecto se está llevando a cabo en coordinación con miembros de las comunidades indígenas Shoshone y Paiute de McDermitt. La empresa se ha comprometido a construir una instalación multiusos que incluirá una guardería, un centro cultural, un área de picnic, un parque infantil y un invernadero. Sin embargo, algunas personas, como Dorece Sam, continúan siendo escépticas y apelando a la resistencia: “Si tuviéramos más gente, más guerreros, más personas que no tengan miedo de enfrentarse a estas máquinas, que no tengan miedo de enfrentarse a Lithium Americas, todavía podríamos detener la mina”.